El Ojo Tuerto

Mex Urtizberea: Hay Que Besarse Más (El Antídoto)

Club del Vino – Buenos Aires
Sábado 04 de marzo de 2006 – Trasnoche

Iba con miedo.

Un sábado en el que previamente había asistido a la proyección de Capote, con mucho público que llegaba (muy) tarde, atendía sus teléfonos celulares y vociferaba sandeces. En el medio de todo esto, parte de la turbamulta comenzó a gritar "¡foco… foco!". Y es que efectivamente, durante unos 10 minutos, la película estaba fuera de.

CapoteY más después (como diría el Ciudadano Ilustre de Miguel Zavaleta) a cenar a una coqueta terraza de un coqueto lugar de una coqueta esquina de la calle Cabrera. Un poco a regañadientes, debo admitirlo, ya que venía de un ataque gastrointestinal que me tenía a pollo en sus más variadas especies: grillé, asado, al horno, hervido, en lata, solo, con verduras y hasta con dulce de leche.

Por eso mi menú fue… pollo con puré y agüita. Me estaba atacando una fortísima cefalea, además. El lugar en cuestión (el de las múltiples coqueterías) contaba a esa hora con una regular cantidad de gente. Gente muy especial. Gente especializada en Cortázar, que "renegó del país, aunque en 1996 volvió y lo llenaron de honores". El mismo grupete también era experto en lides musicales. Por eso, al escuchar en el ambiente la voz de Rod "viejito piola" Stewart, no tuvo empacho el señor que llevaba la voz cantante en afirmar que "había sido cantante de jevimétal".

No volveremos a ese lugar, que de tan coqueto tuvo visitantes de excepción: en la pared, a 35 centímetros de mi cabeza se paseaban, muy orondas ellas, un par de Gregorios Samsa. Dicho en criollo (para aquellos que no han leído "La Metamorfosis" de ese Kafka que siempre me pareció argentino): cucarachas.

La jaqueca me aquejaba como al jeque (Les Luthiers dixit) y necesitaba un buen show, un buen concierto, un buen momento o un puré de aspirinas. No era la situación ideal para asistir a un espectáculo.

Además, uno tiene la costumbre de anotar para después poder trasladar lo ocurrido. Sepan disculpar, pero no soy Truman Capote que, dicen, era capaz de recordar el 90% de cada charla o suceso en el que estaba involucrado. Y es muy difícil a veces porque puede ocurrir que uno esté parado, o sentado pero sin lugar para apoyar los papeles, o incómodo o (generalmente) con escasa luz. La resultante es la letra de un médico con mal de Parkinson escribiendo de parado en un vagón del Urquiza a las 8 de la mañana.

Disculpen ustedes tanta lata, pero así estaba y me encontraba. El disco de Mex Urtizberea me había encantado y no es bueno tener expectativas desmedidas cuando uno no tiene mucho que aportarle al evento. Porque no se trata solamente de lo que pueden hacer los músicos, eso está claro, voto a Fripp.

A la 1:15 del ya domingo se apagan las luces. Estábamos cerca del escenario, a dos mesas (mesas chicas). De pronto, a mi espalda empiezo a percibir el sonido de un trombón… acercándose. Un saxo hace de segunda voz. Vienen desde el fondo del recinto. Atrás, los sigue Mex, saco blanco y negro (casi atigrado), cortito y micrófono en mano. A menos de medio metro de nuestra mesa se para y comienza a cantar las primeras estrofas de (esto es) Sábado: "Veo que una blonda se me acerca, viene con fernet". Y, detrás de él, hay una blonda con un vaso de fernet. Con la mejor cara de loser, sigue cantando mientras sube al escenario. La mini fanfarria lo acompaña. Y en el "si no la chamuyo se me vai", la banda explota. Mi cabeza también. Mex no toca en este tema, habla con la blonda que mete bocadillos disparatados mientras la base (contundente a más no poder) y los caños (ajustadísimos en el caos), brindan un mullido colchón para un solo tremendo de Renzo Baltuzzi en guitarra eléctrica.

Final del tema.
Del primer tema.

Ya está, ya pagó, pero se empecinan y arremeten con Que se vaya a cagar, notable solo de soprano a cargo de Pablo Puntoriero y, como si no bastara,  llega el primer monólogo de Urtizberea.

Explica entonces que está presentando su primer "longpléi", que se decidió a hacer un disco de amor porque a los que se dedican a eso les va bien, como por ejemplo Ricky Martin, Luis Miguel o "Ché-Yen". Les va tan bien que tienen barcos, motos, máquinas de cortar fiambre, pero no tienen hijos… "Yo, además, le canto a la paz… como George Lennon".

Pasa Que la bese, con otra buena participación de Baltuzzi, otro monólogo que tiene como protagonista a Rin-Tin-Tin y se manda con Ay Carito (bien los caños, ahí) y Natalia, donde Mex ofrece con la ahora ex blonda una suerte de coreografía danzística "a-go-go" desopilante.

La intro de Sabete es colosal. Urtizberea confiesa que no puede prestar más de 30 segundos de atención cuando una mujer le habla; de ahí el "Sabete que vos sos mi vida, pero se me olvida por la distracción". Aquí Puntoriero va a una tumbadora, el trombonista Guillermo Airoldi cambia su instrumento por unas maracas y Baltuzzi desenfunda la acústica. En pleno solo de trompeta asordinada, Mex llora y el tema finaliza con la cómplice audiencia en pleno éxtasis.

La bellísima Violeta (dedicada a su hija que estaba presente) mezcla de manera insólita la guarrada y el cariño. Urtizberea pasa de "Cómo quiero a mi Violeta, en mi vida es una beca" a "qué cosa maravillosa, esto de parir un pedazo de nerca y después… el tipo se la lleva y se vaaaai". Genial.

De pronto, todos los músicos rodean a "aquella blonda". En general, las presencias femeninas en este tipo de conciertos me dan tirria. Mucha. Pero aquí está Julieta Zylberberg, a quien vi por vez primera en el insuperable programa televisivo Magazine For Fai, luego en el filme La Niña Santa y en varias apariciones aisladas en la pantalla chica. La Zylberberg es un valor agregado extraordinario. En el rol de Susana Zanola y con los músicos rodeándola, explica de qué se trata la religión "Lava Pecado": tarjetas de crédito gemelas, hombres mula, puestos en Parque Rivadavia, pasaportes europeos, CD's idénticos a los de las disquerías… y cuando a Mex se le ocurre preguntar cómo son las relaciones íntimas con su harén… agárrense.

Por supuesto que esto da pie a que Urtizberea, con turbante, interprete El Genio de la lámpara, con otra notable intervención de Horacio "Pollo" Viola en trompeta que hizo tentar de risa al mismísimo maestro de ceremonias.

La gente pide anécdotas y Mex se resiste pero no mucho. Luego de contar sus peripecias con un proyector de diapositivas, sube Andrés Ciro Martínez (Los Piojos), armónica en mano, para Yarará. Ciro también practica una danza "a-go-go" mientras Nicolás Méndez en batería y Franco Fontanarrosa en bajo, sostienen todo. Urtizberea se acuerda del piano y la gasta.

El último monólogo de la noche es a pedido y trata de la colimba (servicio militar) y las lindezas de tener a Camps como jefe y paquéteguacontar. Un tema inédito en el que se destapa del todo Fontanarrosa y en una especie de "heavy-circus" potente y mientras Mex se lamenta "no me dejes que me duele", un in crescendo rayano en la demencia anuncia el final oficial del concierto.

Hubo un bis, acústico, también inédito, con Urtizberea en guitarra acústica entonando "esto ya lo viví", adosándole al final la intro de (esto es) Sábado.

A las 3 de la mañana, después de casi dos horas de concierto, la fiesta termina.

Mex Urtizberea presentó su primer disco solista, Que la bese, en el Club del Vino.

Lo acompañaron Renzo Baltuzzi en guitarras (y responsable además de muchos de los interesantes arreglos), Nicolás Méndez en batería (aparente debut con la banda, o un cambio, cumplió con creces), Franco Fontanarrosa en bajo (sólido y preciso), la sección de caños estuvo integrada por Guillermo Airoldi en trombón, Pablo Puntoriero en saxos y Horacio "Pollo" Viola en trompeta (muy bien todos, en especial este último) y Julieta Zylberberg en voz, danza, monólogos y caracterizaciones varias.

Todos hacen coros, se divierten, son cómplices y, además, el combo suena fenómeno.

Por momentos no se sabe si es un concierto de música, una obra de teatro, un musical, un típico espectáculo de café concert… o todo junto.

No importa. A las tres de la mañana (en realidad bastante antes) ni rastros del lugar coqueto, de las Gregorio Samsa, del pollo en variedades infinitas y de la jaqueca que aquejaba.

Si bien tengo siempre en mente la máxima de Cioran: "cero expectativa, cero frustración", en este caso había expectativa (y necesidad) y no hubo frustración (ni mucho menos).

Ver el espectáculo de Mex Urtizberea parece ser un antídoto extraordinario (gracias Flaco) contra todos los males de este mundo.

Marcelo Morales.

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