Hermenegildo Sabat: Fogosas Flores De Celuloide
(Edit. Clarín / Aguilar)
Django Reinhardt no sólo desconocía tonos, semitonos y partituras. La insistencia de su brillante colega, Stephane Grappelli (Premier Prix du Conservatoire de Paris), lo convenció que debía aprender a escribir, por lo menos, su nombre. Hasta ese momento a sus admiradores los conformaba con dos rayas cruzadas. Pero estaban surgiendo contratos y a algunos empresarios no se les podían ofrecer tantas ventajas.
Sintiéndose notorio, Django apeló a muecas irrelevantes que generaron otros desconciertos y frustraciones. Antes de su primer viaje a Londres, en 1937, señaló con gesto teatral una línea del contrato (que el propio Grappelli admitía generoso) y en voz alta y grosera dijo que no le gustaba. Tal línea decía que viajarían en la primera clase del avión.
El paciente Grappelli se la aguantó.