El Ojo Tuerto

Claudicado: The Claudia Quintet

Temple Bar, Santa Monica (U.S.A.)
Lunes 23 de octubre de 2006 – 21:45 hs.

The Claudia QuintetMeses atrás recibimos la cálida noticia que The Claudia Quintet llevaría a cabo un tour por California. Pero luego, al enterarnos que actuarían en el (¿poco propicio?) Temple Bar, nos quedamos fríos.
La diferencia térmica hizo que acudiéramos a la cita del 23 de Octubre, con… una tibia expectativa.
El Temple Bar es un lugar cuya apariencia diurna es altamente sospechosa. Sin embargo por las noches, cuando sus puertas abren, sus luces se encienden y sus parroquianos ingresan, esas sospechas se van desvaneciendo lentamente hasta convertirse… en una peligrosa realidad.
La propuesta de The Claudia Quintet conjuga música de cámara con post-rock e incorpora matices inherentes al minimalismo. También enlaza un contexto melódico clásico con adopción de elementos de la música improvisada europea. Todo esto arroja como resultado un lirismo contenido y un desarrollo evolutivo circular que abre y cierra en Europa. Su líder, John Hollenbeck, ha trabajado con músicos del viejo continente en su magnífica visión del concepto big band en Joys & Desires y arrastra en The Claudia Quintet un encuadre camarístico. De hecho, la música de cámara es una forma académica europea (derivada de madrigales y de trío sonata) escrita para un pequeño grupo de instrumentos. No requiere de director, por lo que cada ejecutante tiene gran libertad. Fue nada menos que Beethoven (el músico, no el perro) el responsable de llevar la música de cámara a las salas de concierto.
El ensamble instrumental de la banda parte de la tradicional estructura rítmica de contrabajo y batería, pero el montaje sonoro evoluciona a través del protagónico y poco habitual rol que ocupan el acordeón y el vibráfono, para obtener diseño definitivo en el clarinete o el saxo

Temple BarEl inicio estaba pactado en el caprichoso horario de las 9:45 pm.
Como lo nuestro es periodismo de anticipación, llegamos una hora antes. La organización, con ánimo de evitarnos una molesta espera, tuvo la gentileza de (sin previo aviso) adelantar más de treinta minutos el comienzo del show. Ninguno de los ausentes se opuso.
En el Temple Bar, el escenario y las butacas están separadas por lo que parece ser una pista de baile, aunque la disposición y la escasez lumínica lo hacen mucho más apto para una casa de velatorios.
Nos sentamos cifrando todas nuestras esperanzas que ese espacio libre (en donde la gente baila o se ubica el féretro, según el caso) fuera ocupado por una tribu de pigmeos. Aunque suene contradictorio, las probabilidades de que así ocurriera eran bajas… Ley de Murphy mediante, allí se ubicaron dos equipos completos de la NBA, un par de zulúes con galera y tacos altos y un nutrido grupo de personas de mediana estatura… en zancos. Teníamos opciones disponibles: a) Elongar hasta obtener la postura de la jirafa; b) Simular que somos ciegos; c) Pensar que estamos escuchando un disco en vivo; d) Gritar: “¡fuego!”.

Cuando nos hallábamos en plena evaluación de variantes, ingresa The Claudia Quintet con todos sus titulares: Chris Speed en clarinete y saxo tenor, Ted Reichman en acordeón, Drew Gress en contrabajo, Matt Moran en vibráfono y su líder John Hollenbeck en batería y percusión. El saxo de Speed y el acordeón de Reichman desarrollan un unísono a modo de introducción que da pie a una versión cargada de devaneos exploratorios de Limp Mint, tema del último disco de la banda, Semi-Formal. En el inicio reina la confusión. No en la música que surge del escenario, sino en mí. Resulta difícil aceptar que el público dialogue y se mueva ajeno a lo que está ocurriendo. Sin embargo, es tan diferente y original la propuesta de la banda que terminará por modificar el curso de las acciones logrando atrapar al esquivo auditorio, aunque más no sea por simple curiosidad.

HollenbeckSiguen con Adowa (for Gra) del álbum I Claudia. Hollenbeck impulsa una secuencia rítmica de métrica deforme pero que a la vez conlleva una cerebral precisión. Versión mucho más extensa que la original y con suficientes espacios para improvisar, con una brillante e intensa intervención de Matt Moran en vibráfono y activo desempeño de Ted Reichman en acordeón. El tema se va diluyendo hasta fundirse con Major Nelson de Semi-Formal, en el que reciclan el minimalismo clásico tomando su base rítmico-estructural pero adosándole condimentos propios del prog-rock y la calidad tímbrica inherente al jazz. El minimalismo es una corriente estética y musical iniciada en la década del sesenta que privilegia la simplicidad conceptual. Fue el filósofo Richard Wolheim quien utilizó ese término por primera vez en 1965 para referirse a las pinturas de Ad Reinhart. El minimalismo deriva de la reacción al arte pop con conceptos artísticos diametralmente opuestos al fenómeno comercial, al arte basado en la apariencia y al efecto de los medios de comunicación masivos, otorgándole un sentido de conversación conceptual entre el artista, el espacio circundante y el espectador. En ese sentido, la banda ha logrado interactuar con el publico… algo de minimalismo sobre el escenario y bastante “maxianimalismo” debajo de él.

ReichmanA continuación hacen una conmovedora versión de The Cloud of Unknowing. En el magnifico itinerario de esta propuesta musical, encontramos un nostálgico aire folk pero utilizado como vehículo expresivo de sonidos asociables a un lenguaje futurista. Un enfoque chamanístico que inicia con una cuasi-religiosa intervención de Reichman en la que se superpone una amplia paleta de sonidos que incluyen electrónicos, percusión, clarinete y contrabajo. Moran ofrece una delicia melódica desde su vibráfono para cerrar con un destacado solo de Speed en clarinete. El público en ningún momento ha dejado de moverse, beber, hablar e interrumpir, pero noto con beneplácito que tales acciones ya no se desarrollan de espaldas al escenario sino de frente y perfil (como una foto-carnet). Un absurdo monólogo de Hollenbeck deriva en This Point… Glance… Whisper… Then Snicker de Semi-Formal.

Drew Gress
Un dinámico groove sostenido por la batería y alimentado por un lacerante diseño sonoro a cargo del acordeón y el vibráfono, deriva en un impecable solo de Drew Gress. El tema va adquiriendo un formato rockero pero con una fuerte presencia melódica y un telepático nivel de improvisación. Luego de otra encendida intervención de Moran, el tema se va diluyendo hasta empalmar con Can You Get Through This Life With a Good Heart de I Claudia. Una base funky que le haría mover la cola a Beethoven (el perro…el músico tal vez), se sostiene en los impecables aportes de Gress y Hollenbeck.

Chris SpeedEn tanto Speed despliega un riesgoso pero triunfante solo en tenor. Unido va un separador conceptualmente cercano al minimalismo tanto por su carácter opaco como por su negación de cualquier efecto ilusionístico. Esa búsqueda de lo esencial como vía de escape al exceso y la saturación, choca de frente con la introducción de Just Like Him, que supera varias veces la velocidad del sonido. Como corresponde, el protagonismo recae en… Speed (ahora en clarinete).

Hollenbeck intenta otro monólogo que comprueba que lo suyo es… la música. Y para que no queden dudas arrancan con el bellísimo Susan (o “la” bellísima para ser más precisos). Su etérea melodía incluye un desgarrador solo de clarinete que conmovería hasta al más primario de los seres vivientes. Sin ir más lejos, vi a dos protozoos abrazados y llorando desconsoladamente en un rincón. Un paisaje sonoro nos puede gustar porque lo asociamos a algún recuerdo placentero y no porque sea bello en sí mismo. Dicen que en tanto y en cuanto esos recuerdos nos ayuden a gozar de lo que escuchamos, no tenemos por qué preocuparnos. Ergo… gozo y me despreocupo.

Matt MoranUna descomunal intervención de Hollenbeck combinando batería, percusión y electrónicos marca el inicio de un extenso medley que incluirá (¿entre otros?) dos temas de Semi-Formal: Two Teachers y Guarana. Para finalizar, anuncian un tema inédito con el tentativo titulo de I’m So Freak And Cool. Si no es post-rock… pega en el post. Gress activa los pedales de efectos de su contrabajo, mientras Moran y Reichman improvisan un diálogo indescifrable sostenido por precisos arreglos y todo mientras Hollenbeck desata una catarsis percusiva que bordea el solo de batería.

Final y todos a festejar (zulúes, basquetbolistas, zancudos, protozoos, etc.).
Un claro triunfo de The Claudia Quintet y de visitante.
Igual, ya hacia bastante tiempo que habíamos… Claudicado.

Sergio Picirilli

Nota: Se agradece el aporte fotográfico de Hans Speakenbrink

Nota Relacionada:

Discos / DVD's: The Claudia Quintet – Semi-Formal

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