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Oscar Wilde: La Importancia de llamarse Ernesto

(extracto)

Algernon: Mucho me temo, tía Augusta, que deberé prescindir del placer de cenar contigo esta noche…

Lady Bracknell: (frunciendo el ceño.) Espero que no, Algernon. Desbaratarías la mesa por completo. Harías que tu tío cenara arriba. Menos mal que ya está acostumbrado a eso.

Algernon: Es un gran fastidio, y debo decir que una auténtica contrariedad para mí, pero el hecho es que acabo de recibir un telegrama diciendo que mi pobre amigo Bunbury está enfermo otra vez. (Intercambia muecas con Jack.) Me parece obligado estar con él.

Lady Bracknell: Es muy raro. Ese Mr. Bunbury padece de una peculiarísima mala salud.

Algernon: Sí, el pobre Bunbury es un enfermo terrible.

Lady Bracknell: Bien, pues debo decirte, Algernon, que me parece que ya es momento de que Mr. Bunbury se decida de una vez a vivir o a morir. Su indeterminación en este tema roza el absurdo. De ningún modo apruebo la moderna simpatía hacia los enfermos. La considero morbosa. No hay ningún tipo de dolencia que deba ser alentada por los demás. La salud es el primer deber de nuestra vida. Se lo digo de continuo a tu pobre tío, pero nunca parece darse cuenta… a juzgar por sus ocasionales mejorías. En fin, Algernon, desde luego si estás obligado a estar junto a la cabecera de Mr. Bunbury, no tengo más que decir. Pero te quedaría muy agradecida si le dijeras de mi parte que tuviera la bondad de no sufrir una recaída el sábado, pues te necesito para preparar mi concierto. Será mi última fiesta, y preciso de alguien que estimule la conversación, especialmente al finalizar la temporada, cuando ya todos se han dicho a todos cuanto se tenían que decir, lo que en la mayoría de los casos, probablemente tampoco era mucho.

Algernon: Hablaré con Bunbury, tía Augusta, si está consciente aún, pero creo poder prometerte que estará perfectamente bien el sábado. Aunque desde luego la música es una dificultad añadida. Ya sabes: si hay buena música la gente no escucha, y si la música es mala, la gente no habla. Pero repasaré por completo el programa que he bosquejado, si tienes la amabilidad de venir conmigo un momento a la otra habitación…

 

Lady Bracknell: Gracias, Algernon. ¡Qué buen previsor eres! (Se pone de pie y lo sigue.) estoy segura de que el programa, con algunos arreglos, resultará delicioso. Por supuesto, sin canciones francesas. La gente siempre cree que son indecorosas, y o ponen cara de estupor, lo que es muy vulgar, o se ríen, lo que es aún más desagradable. El alemán, sin embargo, suena a lengua respetable y realmente creo que lo es. Gwendolen, ¿quieres acompañarme?

 

Gwendolen: Por supuesto, mamá. 

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