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Béla Fleck and the Flecktones: The Hidden Land

Fugue from Prelude and Fugue Nº 20 in A Minor BWV 889, P'lod in the House, Rococo, Labyrinth, Kaleidoscope, Who's Got Three, Weed Wacker, Couch Potato, Chennai, Subterfuge, Interlude, Misunderstood, The Whistle Tune.

Músicos:
Béla Fleck: banjos, bantar, guitarra
Victor Wooten: bajos eléctricos
Jeff Coffin: saxos, flauta, teclados, clarinete, percusión, whistle
Future Man: Synth Axe drumitar, Zendrum y batería acústica

Sony BMG, 2006

Calificación: Está (más que) bien

Sabemos que The Hidden Land fue editado en febrero del año pasado. Hace un año ya (¿se acuerdan del impresentable “Dúo Candela” cuando cantaban eso de “hace un año ya que en casa no estás…”? Horrible). Pero hay dos razones poderosas (o excusas, si así lo quieren) que justifican este comentario.
La primera es que el álbum acaba de editarse en la Argentina.
La segunda, que el grupo está próximo a realizar su primera presentación en Buenos Aires.

Béla Fleck and the Flecktones debutó discográficamente en 1990. El que nos ocupa es el décimo disco de la banda incluyendo sus registros en vivo.
El hoy cuarteto es liderado por Béla Fleck, uno de los ejecutantes de banjo más reconocidos a lo largo y a lo ancho de lo existente. Pero también está el tremendo bajista Victor Wooten, el ¿baterista? Future Man y Jeff Coffin, básicamente saxofonista y último en integrarse a las filas del combo.
Y, por respeto a su líder, no podemos no dedicarle unas líneas al banjo.

Banjo es un oso mielero de la serie de videojuegos Banjo-Kazooie. Siempre usa relucientes pantalones amarillos, un collar con un diente de tiburón y una mochila azul. Allí contiene a su amiga Kazooie, una gaviota colorada y que no para de hablar. Banjo tiene una hermana menor, Tooty, y los tres viven en la base de Spiral Mountain, localizado en Isle O' Hags.
El juego consiste en… ¿cómo dice?
Ah… sí… me parecía raro o al menos incómodo… ¿se lo imaginan a Béla Fleck tocando un oso… mielero?
Vamos al banjo en cuanto a instrumento.
No sonará demasiado elegante si decimos que se trata de un híbrido entre un instrumento de cuerdas y uno de percusión… pero es lo que hay. Tiene forma de guitarra, con un mástil largo y un cuerpo redondo que se asemeja a un redoblante, aunque en realidad se trata de un círculo de madera con una membrana (o pergamino, o parche), al que se puede percutir.
El instrumento tuvo singular (y plural) importancia en el siglo XIX. Hoy es habitual escucharlo en el bluegrass, aunque ya no cuente con exclusividad. De origen africano, el banjo suele tener entre 4 y 6 cuerdas, aunque también los hay hasta de 9.
Luego de esta somera presentación, nos retiramos dando las hurras.
¡Hurra!
Ahora sí, podemos volver.

Béla Fleck nació en New York en 1958 y a los 15 años ya se dedicó al que sería su instrumento hasta estos días. Un virtuoso que intentaba, en la escuela secundaria, tocar bebop. Esto explica muchas cosas. En serio. No sé cuáles, pero que seguramente las explica… las explica.
Siempre me ha ocurrido con el grupo que sus discos en estudio sonaban un tanto sosos y sin explosión, excesivamente contenidos. Aunque algo había (hay) de atractivo que hacía y hace que me acercara una y otra vez a ver en qué andaban y cómo.
Pero hubo un punto de inflexión, la edición en 1996 del álbum doble en vivo Live Art. Un disco extraordinario y que me hizo pensar que en realidad los trabajos de estudio eran (son) simples muestreos de lo que estos tipos desarrollarían sobre un escenario. No por nada son una de las bandas más ocupadas en el circuito estadounidense. Esto, sin tener en cuenta las múltiples actividades paralelas que realizan todos y cada uno de sus integrantes.

The Hidden Land no parece escapar en demasía a lo comentado.
El inicio es con Fugue from Prelude and Fugue Nº 20 in A Minor BWV 889, de Bach. En realidad parece actuar como intro (gran intro de unos dos minutos) al tema siguiente, P'lod in the House, donde el cuarteto está ya a pleno, con duetos veloces y sincronizados entre Jeff Coffin y Bleck mientras el otro dúo se encarga de sostener todo. Se vira a un blues en el que Coffin realiza un solo en soprano que sirve sólo para dar pie a una correcta y melódica intervención de Wooten. El final es lúdico, algo habitual en los Flecktones.
Rococo trae calma. Una agradable calma con Wooten haciendo la base con arpegios y Coffin sorprendiendo para bien en flauta. El tema no ofrece otras sorpresas y se desliza de manera imperceptible y sutil, con un intenso diálogo de bajo y flauta mientras Béla Fleck pasa a comandar la base. La cuestión se alarga innecesariamente. Con un minuto menos, estábamos hechos.
Se pega Labyrinth, típico tema Flecktoniano o Flecktoniense. Coffin demuestra ser un saxofonista (aquí, tenor) que no cuenta entre sus virtudes la variedad de recursos. Pero Wooten, contenido y todo… es un crack. Y la intervención de Béla (en la Paradis Stereo Guitar) es notable. Nuevamente el tema se alarga innecesariamente, no ayudado por una intervención previsible de Cofffin. Future Man es de otro planeta.

En Kaleidoscope empezamos a preocuparnos. Es como si empezaran (rápidamente) las reiteraciones. Hay una suerte de semi caos y otra situación lúdica comandada por Wooten y Fleck que levanta un poco el sport.
En Who’s Got Three se respira un aire berlinés. Bah… al menos lo respiro yo, usted verá… u olerá… sutil y cadencioso dúo entre el clarinete de Coffin y el banjo (cosecha 1932) de Fleck. Cuando se suman los otros dos integrantes, el tema no pierde un ápice de su atractivo. Hay poesía sonora. ¿Les parece poco?
Weed Whacker amenaza tener buenas intenciones con la lograda intro a cargo de Wooten. Pero el aire country que adopta después invita a dejarlos huérfanos. Nada que se destaque ni que moleste demasiado. Un simple transitar hasta el track siguiente. Algo similar ocurre en Couch Potato, pero al revés. Un intento country se desarma por una furiosa (al fin…) intervención de Coffin en soprano. Mientras, Wooten y Fleck siguen divirtiéndose y divirtiéndonos.
Chennai es de esos temas que justifican la compra de un CD solamente con la introducción, donde puede escucharse, al fondito, a lo lejos, el trabajo del baterista o algo así Future Man pero en lo que se denomina “throat singing”. Definitivamente (y a pesar de que el instrumento no me causa ninguna gracia) lo prefiero a Coffin en flauta. Future Man decide sacar a relucir el manual de la sutileza y los demás se contagian. Tiene todo para ser un tremendo tour de force de la banda.
Y se le pega Subterfuge… otro temazo que invita a subir el volumen. Coffin volvió al tenor pero aquí está bien. El que la gasta es Béla Fleck en el banjo eléctrico. E imposible comprender cómo Wooten hace lo que hace. Estoy pensando seriamente que el disco debería terminar acá. Y además está Future Man. ¿No será mucho? Quiero más.
Interlude es eso, un interludio, aunque en realidad parece más una coda que otra cosa.
En Misunderstood gobierna la languidez, liderada (¿no te dije?) por el smooth-jazziano tenor de Coffin. Los imagino tocando sentados, tomando un cognac, sonrientes… largo y prescindible por donde se lo mire.
The Whistle Tune es otro tema que no pasará a la historia y que sirve, más que nada, para que Coffin nos demuestre que podemos estar el resto de nuestra existencia sin escuchar el whistle, un instrumento de viento irlandés que tuvo su nacimiento en China hace más de 5000 años… y lo bien que se conserva, che…

Como decíamos, la premisa histórica con respecto al grupo se ha cumplido una vez más. El disco es muy agradable, con momentos para el éxtasis y otros, simplemente, para transitar.
Lo que es indudable es que Béla Fleck and the Flecktones son un grupo único y que su verdad está, por lejos, sobre un escenario.
¿Confirmarán esta sentencia en Buenos Aires?
Falta tan poco…

Marcelo Morales

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