Por Los Codos

Ricardo Cavalli

Ricardo CavalliEl saxofonista Ricardo Cavalli vive en Castelar, en la Provincia de Buenos Aires.
Hacia allí fuimos a entrevistarlo una gélida mañana de julio. Partimos desde Villa Urquiza. El transporte público argentino no es motivo de orgullo desde hace muchos años. Digamos, por poner una fecha, desde su creación. O sea… tuvimos inconvenientes para llegar.
Cuando arribamos al domicilio Cavallístico, don Ricardo no estaba. Llegaría en cualquier momento, había salido por una cuestión familiar. Pero no estaba.
Al llegar se deshizo en disculpas. No hacía falta. Al verlo llegar guardé las Molotov en el bolso.
Luego fue la entrevista.
Y el regreso, que en realidad se convirtió en un viaje hasta Palermo, fue mucho más accidentado. Con policías no dejando subir al andén de la estación Castelar y debiendo irnos hasta Hurlingham (que no es tan cerca), para de allí sí, emprender la vuelta. Una vuelta al mundo. En cada vagón había uno o dos policías. Esto, por supuesto, no nos tranquilizó. Finalmente llegamos a destino, mucho más tarde de lo previsto, aunque sin tener que lamentar víctimas ni daños materiales.

MolotovLa charla con el saxofonista nacido en 1969 no tuvo estos inconvenientes.
De haberlos tenido, estaban las Molotov.
Nos dirigimos a su flamante estudio y empezamos. A hablar de cualquier cosa. Quiero decir… esas cosas que no se publican y que suelen ser (muy) jugosas.
Y no te las cuento.
Por respeto a… mi integridad física.
También comenzó una ronda de mate con miel, pero Cavalli se reveló como un inconsistente y discontinuo cebador, por lo que en la más de hora y media de conversación, tomamos apenas tres. Y el último fue autoservice.
Por supuesto que esto contrasta con su actitud frente al arte.
Afortunadamente.

Ricardo Cavalli comenzó a estudiar piano a los 9 años. Pero, cuándo no, al escuchar a Coltrane a los 12, viró al saxofón.
Ingresó al Conservatorio de Música de la Ciudad de Buenos Aires "Manuel de Falla" y estudió saxofón con Hugo Pierre, Andrés Boiarsky y Carlos Lastra, clarinete con Julio Rizzo, armonía y composición con Armando Alonso.
En 1994 recibió una importante beca para estudiar Jazz Composition en la Berklee College of Music de Boston, Estados Unidos, país en el que residió hasta 1999. Allí estudió con los músicos Frank Tiberi, de la Woody Herman Band, y Greg Hopkins, entre otros. En esa misma ciudad tomó clases de improvisación con Jerry Bergonzi y es invitado por Joe Maneri, pionero de la música microtonal, a cursar las clases dictadas por él en el New England Conservatory.
En New York es seleccionado por el Lake Placid Institute para cursar un seminario de composición y práctica orquestal dictado por Bob Brookmayer, Jim Mc Neely y Maria Schneider, entre otros. También realizó trabajos profesionales con Rez Abazzi.
Tanto en Boston como en New York participó en varios conciertos y jam sessions.
A su regreso a la Argentina, integró varias formaciones: el quinteto de Javier Malosetti, la banda ¡En el Aire! de Guillermo Bazzola, Quinteto Urbano, el cuarteto de Sergio Gruz, el septeto y noneto de Guillermo Klein, participa del sexteto de Ernesto Jodos, del quinteto de Hernán Merlo, del sexteto de Pepi Taveira, la Mariano Otero Orquesta, se presenta en dúo con Adrián Iaies y actúa como invitado de Oscar Giunta Trío e innumerables bandas.
Se lo reconoce como artista revelación del año 1999.
Grabó con Javier Malosetti, Nico Cota, Laura Andel, Lucas Sedler y Carmina Cannavino.
Es elegido por la prensa especializada como el mejor saxofonista de los años… todos.
Hacia fines del 2002 edita su primer álbum, La Entrega, grabando nueve composiciones de su autoría. La prensa local lo selecciona como el mejor álbum del año en el género.
En octubre de 2004 aparece su segundo disco, Súndaram (belleza), liderando el trío integrado por Jerónimo Carmona en contrabajo y Oscar Giunta en batería, con la participación especial de Guillermo Romero al piano. El álbum, editado por EMI Odeón, formó parte de la primera entrega de S’Jazz.

Actualmente se encuentra en plena grabación de lo que será su tercer opus, cuyo título tentativo es Tres tríos. También está en lista de espera un álbum con Jerónimo Carmona y Pepi Taveira. Y el demorado proyecto a dúo con el pianista Guillermo Romero.

El saxofonista ya había participado de nuestra seccción 1×5(+1), pero hacía tiempo que teníamos ganas de conversar con él, viajar y tomar mate.
Los dos primeros items se lograron cabalmente.
Muchos lo consideran el mejor saxofonista de jazz de la Argentina. Algunos, incluso, lo destacan como uno de los mejores músicos del país.
Cordial, afable, atento, efusivo y sin pelos en la lengua, Ricardo Cavalli tiene muy en claro adónde está y hacia dónde va. Interesante en sus conceptos, sin respuestas de compromiso, potente y concentrado en sus declaraciones, nos hizo pasar un momento bárbaro, en el que hubo de todo. Cavalli se mostró tal cual es.
Y les puedo asegurar que no es poca cosa.
Eso sí… en la próxima charla, el mate lo hago yo.

Yo nací en Capital Federal. Pero vivía en Ramos Mejía. Después nos mudamos a Bella Vista. Y nunca pensé que iba a terminar acá, en Castelar, tan cerca de Ramos Mejía. Nos vinimos por razones de familia: mi mujer trabaja en una escuela cercana y que será el colegio de mis hijos porque tiene un proyecto muy interesante, sin fines de lucro, un aporte muy valioso para la sociedad. Mi papá era amante de Louis Armstrong, le gustaba lo que hoy llamamos jazz tradicional. Y un amigo me empezó a traer discos más “modernos” a casa, como Blue Train; escuché a Jim Hall con Paul Desmond, Percy Heath y Connie Kay, un disco que se llama First Place Again que escuché en toda mi infancia, junto con Blue Train. De chico estudiaba piano y a los 12 años le dije a mi vieja que cuando escuchaba a Coltrane yo interpretaba que la música me decía algo, como si tuviera letra. Y a los 12 ó 13 años me compraron un saxofón.

Alto, seguramente.

Zoot SimsSí señor. Exactamente. Al poco tiempo me llegó un disco que es una maravilla y mirá vos… hace poco un alumno me trajo un DVD con ese concierto: estaban Zoot Sims en saxo tenor (que fue lo que me decidió a volcarme por el tenor… a los 13 años), Benny Carter en saxo alto, Roy Eldridge en trompeta, Clark Terry en flugelhorn, Tommy Flanagan en piano, Keeter Betts en contrabajo y Bobby Durham en batería. Ese disco me lo sé de memoria, era de la serie Jazz at the Philarmonic, que comandaba Norman Granz. Y la otra noche, cuando todos se habían acostado, me puse a ver el DVD. Y cuando vi el solo que hace Zoot Sims en Autumn Leaves… yo no me emociono mucho escuchando música al nivel de lagrimear. Me pasa por otro lado. Pero la verdad es que me conmoví al verlo tocar a Sims de esa manera. Para mí que estaba un poco… (gestos de borracho e inmediatas carcajadas), porque estaba medio ladeado… pero el tipo tocó con una entrega que desde que lo escuché me quedó grabado en el oído de mi mente para toda mi vida. Me acuerdo y se me eriza la piel. Cómo un músico puede poner el corazón al servicio de la música. Lo mismo me ocurre con Coltrane o con (Stan) Getz. Ésos son los tres tenores que emocionalmente me llevan hacia algún lugar. También algunos conciertos de Joe Lovano o de Billy Harper. Cuando no hay especulación. Porque puede haber mucho trabajo intelectual en la previa pero cuando llega ese momento en el que realmente es… estar uno con la obra… y con Dios. Como cuando el maestro le dijo a un joven y ansioso Miguel Ángel que no veía la hora de empezar a trabajar en mármol, aquello de “cuando llegue el momento vas a ser vos, el mármol y Dios”. Y más vale que en esos momentos haya algún tipo de conexión… (sonríe).
Yo, en aquellos discos que te mencioné, se ve que algún tipo de conexión encontré como para decidirme por el saxo, aunque a mí también me gustaba mucho el bandoneón. Estaba entre uno y otro. Después me vine a enterar que son dos instrumentos de sonoridad bastante familiar. Pero se ve que tuvo que ser el saxofón. También me gustaba el clarinete, escuchaba a Edmond Hall, en la época que estaba con Armstrong, en ese disco Ambassador Satch
Con Pepi Taveira siempre hablamos de Armstrong, de cómo el tipo con dos notas te puede devolver la alegría, ¿no?

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