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Serrat & Sabina: Dos pájaros de un tiro

Ocupen su localidad / Hoy puede ser un gran día, Algo personal, Y sin embargo, No hago otra cosa que pensar en ti, Princesa, Contigo, Tu nombre me sabe a yerba, La orilla de la chimenea, Señora, Aquellas pequeñas cosas / Ruido /El muerto vivo, Fa vint anys que tinc vint anys, 19 días y 500 noches, Penélope, Más de cien mentiras, Cantares, La del pirata cojo, Pastillas para no soñar, Para la libertad

Músicos:
Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina: voz, guitarra
Ricardo Miralles: piano
Pancho Varona: guitarras acústicas, voz
Antonio García de Diego: guitarras, teclados, armónica, voz
Pedro Barceló: batería, cajón
Víctor Merlo: bajo y contrabajo
José A. Romero: guitarras y acordeón
Patxi Urchegui: trompeta
José Miguel Pérez Sagaste: saxos
Roberto Bazán: trombón
Paqui Sánchez, Marcela Ferrari: coros

Sony/BMG, 2007

Calificación: Muy buena gente

Con estos dos tipos yo tengo algo personal.
Al Nano Serrat lo descubrí por cuestiones familiares. En el seno de una familia cuyos afectos musicales españoles pasaban por Raphael, Pedrito Rico, Camilo Sesto y otras bazofias que hoy sólo sirven para cómplices recuerdos e infinitos mea culpa, la ya-cada-vez-menos rebeldía o inquietud juvenil me arrastró hacia otros mares. Y caí en el Mediterráneo. Muy niño era cuando escuché (y vi) a un catalán (¿qué era eso de ser “catalán”?) sentado, con su guitarra acústica que, sin mohínes ni gestos ampulosos, tiraba unas cuantas verdades que, tiempo después, comprendí que me acompañarían toda la vida. Luego vino la prohibición de su difusión en la Argentina. Los militares no hicieron otra cosa que alimentar mi curiosidad por el Joan Manuel y varios otros. Había que estar atento, buscar, escuchar a escondidas.
La recompensa era extraordinaria.
Y ni qué hablar cuando el Nano pudo, por fin, regresar a Buenos Aires para brindar conciertos memorables, comparables a los que (por la misma época) brindaron Mercedes Sosa y los cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, estos últimos juntos, en Obras Sanitarias, donde la geografía en las tribunas era emocionante, conmocionante y también dolorosa: ¿cuántos años nos habían robado esos mequetrefes impresentables, esas alimañas insaciables, esos enemigos del pensamiento, esa denigrante distorsión del ser humano?
La historia siguió y siempre supe (necesité) disimular los vaivenes artísticos de Serrat, que alternaba en sus discos gemas absolutas con canciones obviables.
Pero siempre estuvo mi recuerdo.
Y su actitud.

Con Joaquín Sabina la historia fue bien distinta.
Ya era grandecito; y si bien sus discos, en la Argentina, brillaban por su ausencia, un día me llegó un simple (de ésos que giraban a 45 rpm) que incluía el corte de difusión de El hombre del traje gris (¿y también Una de romanos?). Y de pronto, esta suerte (entonces, para la mayoría) de antagonista del catalán, de rival, de andá-a-saber-qué, me pegó un mandoble incomparable con ¿Quién me ha robado el mes de abril? Esa pregunta, sucedida por otra, mucho más dramática: “¿cómo pudo sucederme a mí?” me impactó profundamente. Y fui a lo que resultaría su debut porteño, en un teatro de los grandes, no recuerdo si el Ópera o el Gran Rex. No había mucha gente. Si me apuran un poco, me animo a decir que fue en 1989 y en el Ópera. El concierto fue sorprendente para este escriba. La actitud más bien rocker de Sabina contrastaba y mucho con la imagen primaria que me había moldeado. Un espectáculo bastante similar al que aparece en el CD En Directo.
Comencé a seguirle la campaña al nacido en Úbeda; y volvieron a aparecer amores y odios, adhesión y rechazo; pero esas verdades… esas historias que hablan de uno y ese uno que habla de historias. Porque como Luca (Prodan), sin ser de acá… y componer un tangazo (porque es un tango; la letra es un tango, de ésos poéticos, dolorosos, eternos) como Con la frente marchita
Sí, es cierto que también tiene temas que hace que algunos (y más que nada, algunas) tengan sus discos pegaditos a los de Arjona. Pero ésa es otra historia…
Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina han coincidido en varias cosas. Y varias cosas han coincido en ellos. Los dos han cometido excesos; los dos casi empiezan a “mirar crecer las flores desde abajo” (gracias Indio Solari).
Y así como Hammill, después de haber resucitado pareció decirse “a darme los gustos en vida” y rearmó Van der Graaf Generator contra todo pronóstico y con toda dignidad, estos dos españoles decidieron darse (y darnos) un gustazo de los grandes. Y sin disco de estudio armaron una gira bajo el lema Dos pájaros de un tiro (que comenzó en junio de 2007 en Zaragoza), con logo del querido Negro Fontanarrosa. Y el disco y el DVD, grabados en octubre de 2007 (ayer nomás, gracias Moris y Pipo Lernoud) en el Palacio de Deportes de Madrid.

Y hay que hablar del álbum.
Y no se me hace fácil.
Todos los comentarios todos, de la prensa y de los asistentes, acerca del espectáculo y del álbum han sido (son) coincidentes. Y para bien.
Yo me referiré, básicamente, al CD.
Y créanme que no sé bien por dónde comenzar, desde dónde encarar el comentario, en qué hacer hincapié… qué disimular.
A lo que surja, entonces.
El comienzo es previsible con el rockero Ocupen su localidad; la letra que conserva apenas su estribillo y marcando ya una suerte de declaración, de explicación, en algo que será una constante a lo largo del álbum: tomarse en solfa la muerte, la vejez, los achaques, los desenfrenos, los excesos (en negrita, la modificación al original):

Vengan pequeños y grandes y no olvidarán jamás
Vengan pequeños y grandes esta noche a celebrar
El fabuloso programa que les voy a presentar.
Bajo la tísica luna la canción de la amistad
Mientras el siglo cansado va acercándose a su fin
Tan jóvenes y tan viejos vienen a desmerecer
Anímense, no lo duden, que se van a divertir.
Dos pajarracos de un tiro se desnudan para usted

Y, conformando un medley, entonan Hoy puede ser un gran día. La primera diferencia surge clara, nítida y sorpresiva: Sabina está muy pero muy bien de la voz.
Y Serrat… es catalán. A los 64 años, su reconocido vibrato pasó a ser protagonista casi exclusivo y, tal vez por los arreglos, llega a algunas notas con esfuerzo. La rápida confirmación llega en Algo personal. Y para quienes aman las comparaciones, en Y sin embargo, la realidad vocal entre uno y otro salta a las claras.
Un detalle no menor es que mientras el repertorio de Sabina incluye temas de todas sus épocas, lo más reciente que se interpreta del catalán data de 1984. Caramba.
Desde el afecto (y también desde la emoción, pero ya se ha dicho que lo cortés no quita lo valiente), no puedo disimular algunas cosas. La instrumentación es excesiva. Las chicas que hacen coros (porque “coristas” suena a… suena a… eso) han logrado que extrañe sobremanera a Olga Román. La base es sólida, los arreglos (responsabilidad del bueno de Ricardo Miralles) no tanto; Pérez Sagaste es un saxofonista del que me olvidaré fácilmente. Y algunas versiones son decididamente pobres.

Habíamos quedado en Y sin embargo, iniciada por Serrat. Cuando Sabina irrumpe se apropia del tema, que le pertenece, del escenario y de un par de cosas más. El final rememora al de Nos sobran los motivos, donde la gente parece decidir cuándo debe finalizar el tema. Emocionante. Te pone la piel de pollo, te pone.
La pésima intervención de Pérez Sagaste y su saxo ascensorístico, (mal) apoyado por el tarareo de las chicas, no empaña una versión entre jocosa, realista y con chicanas infinitas de No hago otra cosa que pensar en ti.
Sin el catalán, Sabina arremete con Princesa (la de él, se aclara porque el Nano también compuso la suya). El clima festivo no disimula que el Joaquín sufre una letra tremenda de desamor. Porque con estas cosas, a esta altura, parece que no se jode.
Ambos avanzan con la sentida Contigo, también de Sabina. Y con respecto a las voces, aquí vale lo mismo que en Y sin embargo.

Serrat no ha tenido suerte con el arreglo a la mexicana de Tu nombre me sabe a yerba (¿o a hierba?). Y es el Nano, en soledad, que se manda con una de su compañero: A la orilla de la chimenea, con despojada instrumentación y el coro de un público afinadísimo. Créanme que para los no avezados, parece una de Serrat. Y aquí el catalán paga un pleno.
Señora pasa sin pena ni gloria, no porque la interpretación de Sabina sea mala, sino porque (nuevamente) los caños molestan y aportan una grandilocuencia innecesaria.
Pero atenti: porque llegamos a uno de esos momentos discográficos que ayudan a perdonar todo. Ojeando el DVD, es un momento donde sentados en semi-círculo los protagonistas, las chicas-que-hacen-coros y los guitarristas, se introducen en un medley que se inicia con Aquellas pequeñas cosas, en notable versión, pero notable con muchas ganas; al llegar al “nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve”, empalman con (de pie, por favor) la sabinesca Ruido, otro de esos temas dolorosos, punzantes, excelsos e irrepetibles. ¿Suena exagerado? Simplemente escuchen cualquiera de sus versiones, incluso ésta, donde Serrat está fatalmente bien y lo adivino pensando “me gustaría haber compuesto esto, joder”. Lo parió, si hasta las chicas parecen haber encontrado su lugar en el mundo… La sección de caños también, ya que brillan (justamente) por su ausencia. Y como sorpresivo bonus, el medley incluye el único tema extrapartidario del CD: El muerto vivo, fiesta, ironía y jaleo. Modificando el estribillo para la inevitable referencia: “No estamos muertos, estamos de parranda”. Siete minutos de magia pura.

Y probablemente el mejor Nano hace su irrupción cantando, en catalán, Fa vint anys que tinc vint anys. Cómodo, al trotecito, en su salsa (y salsa de las buenas) aquí da cátedra.
La imbatible 19 días y 500 noches es… imbatible, quedó dicho. Es que… ¿hay manera de expresarlo mejor?: “Dijo hola y adiós; y el portazo sonó como un signo de interrrogación. Sospecho que así se vengaba, a través del olvido, Cupido, de mí. No pido perdón, ¿para qué? Si me va a perdonar… porque ya no le importa…” Epa.
Aquí se termina el segundo tercio del álbum; y la sensación (luego confirmada) que acaba de pasar lo mejor. Porque Penélope (otra vez ese saxito…) y Más de cien mentiras nos vuelven al terreno de la obviedad. Pero llega Cantares. Si hay algo que criticar, paso. Me excede y, además, he vuelto a vestirme con la piel de erizo. Otro top llega con La del pirata cojo (con Serrat vestido de pirata, pero pareciéndose más a un torero). Otra gran letra para los bien nacidos, para lo peor de cada casa, para los locos bajitos, los conductores suicidas, los locos de atar, los comoellos, o sea.
Los últimos dos temas, Pastillas para no soñar y Para la libertad son buenos momentos, con la adrenalina propia del show que se termina. No mucho más. Final.

Debe ser éste el comentario sobre un disco más largo que he escrito jamás.
Y así y todo no me conforma.
El disco es irregular.
Seamos honestos: no es bueno.
Pero hay algo que me excede; y que no tiene que ver con el hecho histórico de que hayan unido fuerzas dos poetas increíbles, dos juglares con testículos de amianto.
Más allá de gustos, se respira honestidad, intención de la buena, placer mutuo, generosidad, admiración, entrega y emoción.
Lo demás… ya lo dijo Nietzsche: “¿qué me importan los demás? Los demás son, simplemente, la humanidad”.

Marcelo Morales

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