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Giancarlo Mazzú: Pure Landscapes

Tore e la partita decisiva, Preludio poético, Cuerdas, Drops of Nectar, Sunday Morning, Tears of Joy, Dakini’s Dance, Scuráu, Giuseppino Mata e Grifone, Stella’s Eyes, Nubes Sobra El Mar, Pure Landscapes

Músicos:
Giancarlo Mazzú: guitarra acústica

Dodicilune, 2007

Calificación: Dame dos

Era un domingo al mediodía y estábamos comiendo pastas en familia. Desde la época de Los Campanelli, se sabe que “no hay nada más lindo que la familia unida”, así que…
Ah… disculpe… tiene razón…
A finales de los años sesenta, un programa de televisión denominado Los Campanelli, acompaañaba a cada familia argentina bien nacida desde la pantalla de Canal 11 (hoy Telefé, en esa época Teleonce, con la mascota Leoncio). Se trataba de una familia italiana afincada en la Argentina donde se sucedían grotescas (y no tanto) situaciones cotidianas y que, eludiendo prácticamente todo compromiso con la realidad, finalizaba cada emisión con un almuerzo en el que don Adolfo Campanelli (Adolfo Línvel) le decía a su esposa Lucía (Menchu Quesada) la remanida e inolvidable frase: “no hay nada más lindo que la familia unida”.
Algunos de los actores que pasaron por Los Campanelli (que luego contó con un par de largometrajes de los que, por piedad, no entraremos en detalles) fueron Alberto Anchart, Santiago Bal, María Cristina Laurenz, Edda Díaz, Carlos Scazziota (sin su “salta Violeta”), Tito Mendoza, Dorita Burgos y hasta Claudio García Satur, que luego se haría mega popular con la tira Rolando Rivas, taxista.
La música era de un tal Alain Debray, que cuando se ponía serio se transformaba en Horacio Malvicino, guitarrista de Ástor Piazzolla…
Y la melodía supo ser adoptada y adaptada por las hinchadas futboleras; durante años La Guardia Imperial, La Número 1, Los Racing Stones, La 95, todos apelativos aplicables a los seguidores del glorioso Racing Club de Avellaneda entonábamos: “no hay nada más lindo que la familia unida… los esperamo’ a todo’ a la salidaaaa…”
Yo les dije: adopción y adaptación. Un cover, bah…
La cuestión es que estaba en pleno almuerzo y se me ocurrió poner una musiquita para amenizar la ingesta. Algo instrumental y que, en la medida de lo posible, hiciera juego con las pastas.

Hace aproximadamente un año y medio nos cruzamos casualmente con el pianista Luciano Troja, quien amablemente nos entregó dos CD’s que fueran reseñados en su momento en este site. Uno de ellos, Taranta´s Circles, del grupo Mahanada y el otro un dueto con el guitarrista Giancarlo Mazzú, titulado Seven Tales About Standards. Ambos me encantaron, pero el último me dio vuelta como a una media.
Un día anterior al almuerzo Campanellinesco, recibí por correo el último trabajo de Mazzú, Pure Landscapes, donde cuenta con la exclusiva compañía de una guitarra acústica.
¿A que no saben qué CD puse para amenizar la comilona?
Pero… ¿otra vez usted? ¿Cómo dice? Ah… lo siento… disculpe… nuevamente, tiene razón.

Giancarlo Mazzú se graduó en Guitarra Clásica y en Composición y Arreglos de Jazz. Ha tocado solo, a dúo (ya sea con flauta o piano) y también con el Armonie Mediterranee Quartet. Diplomado en 1999 por la Berklee School of Music, como miembro de los mencionados Mahanada (donde además canta, toca percusión, flauta y armónica) ha representado a Italia en diversos festivales. Creó el quinteto Isologos (una suerte de fusión entre la música europea y oriental con lugar para la improvisación). En los años 2004 y 2005, con su ladero Luciano Troja, dirigieron Universi Sonori, un laboratorio de música improvisada de la Universidad de Messina. Requerido para musicalizar obras de teatro o bien para acompañar a actores, con Mahanada compusieron Sketches of Cervantes acto de apertura de un festival teatral dedicado, obviemente, a Don Cervantes. También junto con Troja compusieron Antologia Pirata, dedicada a Pier Paolo Pasolini. Ah… en los ratos libres interpreta instrumentos convencionales como guitarra fretless, bouzuki, sitar, cetra, arabic rebab violin, lira griega y oud.

Ahora sí… ya tiene alguna idea del Giancarlo, ¿no?
¿Ve? Es cuestión de saber pedir nomás…
Ahora sí, estaba por hincarle el diente a unos sabrosísimos Moños Santa Teresa (receta proporcionada por el gran Terminiello en nuestro número anterior) cuando Pure Landscapes comenzó a sonar.
Y, como escribiera Jorge Luis Borges en el imbatible El milagro secreto, “el universo físico… se detuvo”. O como dijera Adolfo Campanelli, no se oía “ni el volido de una mosca”.
Me corrijo: se oía la guitarra de Mazzú.
Nada más.
Así desfilaron Tore e la partita decisiva, donde un partido de ping pong se transforma en una metáfora de la vida; dejé los cubiertos en la mesa para constatar que no había acompañamiento alguno y que tampoco había sobregrabaciones. Y que el álbum se grabó el 26 de marzo de 2006 en dos canales. El clima es el de una festiva reflexión con ciertas reminiscencias a los mejores momentos de Michael Hedges. Preludio poético y sus dos minutos con aires sudamericanos. Cuerdas es, según Mazzú, “una celebración de la guitarra y sus posibilidades”, que aquí parecen ser infinitas. Desde el comienzo, áspero, aguardentoso, con precisión, velocidad y técnica admirables sin caer en el virtuosismo banal. Mazzú colorea y sabe llamarse a recato con ínclita maestría. Y nuevamente certifico que es un instrumento, dos manos con cinco dedos cada una y el almuerzo que ya es historia.

Drops of Nectar está dedicada a una práctica de meditación del Budismo Tibetano. El interés no decae ni un ápice. Pero estoy empezando a tener problemas. ¿Es jazz, música clásica, world music? ¿Importa?
Sunday Morning sorprende por su sencillez y una melodía tan atrapante como envolvente. Con Tears of Joy vuelve la introspección, la finesse; Dakini’s Dance se adentra en aires rítmicamente complejos pero con una naturalidad que asombra. Giancarlo Mazzú juega con las velocidades, el estiramiento de las cuerdas y, fundamentalmente, sabe que existe el silencio. Un aura eminentemente clásico es el que acompaña a Scuráu; según el guitarrista, refleja el momento en que el día va transformándose en noche. Algo así como un atardecer. De los buenos.

Giuseppino, Mata e Grifone amenaza, en su comienzo, con ser un típico ejercicio guitarrístico. Pero la amenaza no se cumple y, con agilidad y (muy) buen gusto, Mazzú va transformando la composición en un relato onírico con escalas y arpegios y rasguidos donde no queda cabo suelto ni atado ni nada. Se adivina, eso sí, que el flamenco no le es ajeno.
Stella’s Eyes es tan reposada como exquisita. Stella debe tener unos ojos magníficos. Ojos que hablan y que, también, son capaces de inspirar momentos deliciosos como éste…
Nubes sobra el mar (sic), comienza con Mazzú percutiendo las cuerdas e intercalando armónicos. Luego, una suerte de mixtura entre el flamenco y la clásica. Pero tomen esto apenas como una insignificante guía como para darse una idea de cuál es el plan aquí. Mazzú sabe ser intimista pero también extrovertido.
Y el cierre, con Pure Landscapes es, según el intérprete, una visión de la Tierra Pura.
Listo, se acabó.

Algo más de 47 minutos notables, cautivantes, magnéticos, pletóricos de belleza y lirismo.
Debo hacer memoria para recordar un álbum de solo guitarra, con música original (porque todas las composiciones le pertenecen a Mazzú), que me haya impactado tanto como éste.
Los fideos se enfriaron.
No me importó.
Almuerzos con la familia, afortunadamente, habrá muchos, pero muchos más.
Discos como Pure Landscape… lo dudo.

Marcelo Morales

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