El Ojo Tuerto

Mariano Otero Quinteto: Quinteto Mata Promesa

Sábado 6 de septiembre de 2008 – 21:00 hs.
La Trastienda – Buenos Aires

A pesar de lo que los científicos, historiadores, lingüistas y hasta los medios de comunicación intentan hacernos creer (sin demasiados argumentos, justo es reconocerlo), una promesa no significa estar a favor de una mesa. Su significado es bastante más complejo. Todos hacemos uso y abuso de ella y también, por su causa, sufrimos ciertos desengaños, decepciones y bajezas plenas de toda bajedad.
Ahora… siendo un poco menos juguetones, todos sabemos fehacientemente lo que es una promesa: esteeee… claro… cómo no va a saberlo… viene del verbo regular prometer (que tampoco se trata de estar a favor de "meter", por si cabía alguna duda), que como todos saben, viene a significar la… lo que uno tiende a hacer cuando… usted me entiende… y la verdad que si hay algo que no quiero es abrumarlo con detalles innecesarios que no harían otra cosa que confundirlo aún más.

Usted se preguntará a qué viene todo esto y lo felicito: compartimos el mismo interrogante. Pero a veces se dan circunstancias y situaciones arbitrarias, de ésas a las que es más fácil entregarse y hasta entenderlas, que saber la manera de explicarlas. La cuestión es que, a pesar de una catarata de contradicciones internas, me hice una promesa. Clara, férrea, indoblegable, imposible de romper y que es la siguiente: por un tiempo largo, no hablar en este site de Mariano Otero. Por varias razones: lo entrevistamos dos veces, realizó el 1×5(+1), infomamos de la aparición de sus CD's y cubrimos varios de sus conciertos.
Porque como generalmente hemos hablado bien, no queríamos que se llegara a la conclusión de que había "tongo", un arreglo solapado (o no), un interés personal (o no), un acuerdo previo (o no).
Así las cosas, nos apersonamos en La Trastienda pura y exclusivamente para disfrutar (o no) del concierto.
Y si no lo viste… alpiste, fuiste, perdiste… (o no).

A las 21:25 hs. el quinteto sale a escena pero no a quemar las naves, no… El comienzo es calmo, relajado, sentido, espiritual. No recordamos que esta melodía figure en el reciente álbum del contrabajista, En vivo en Medio y Medio, que era lo que en teoría se iba a presentar. Y algo comenzó a pasar(me). En un arrebato inconsciente (y contra todo pronóstico), saqué hojas y birome y comencé a tomar nota de los sucesos. Luego de anotar "simpleza y belleza", "solo relajado de Rodrigo Domínguez", "buena participación de Juan Cruz de Urquiza en flugelhorn" y un par de sabias frases más, el demonio que todos llevamos dentro me espetó al oído un "je, je…" que en principio no entendí.
Pero luego sí…
Bueno… no me mire así… tengo mil respuestas para ofrendarle… ¿o acaso usted nunca rompió una promesa? ¿O nunca se la rompieron a usted (la promesa)? ¿Y el mundo cambió? ¿Ha sido ustd acaso el responsable de fatalidades como el huracán Katrina, la caída de la economía estadounidense, el índice de analfabetización en África, el conflicto entre Israel y Palestina, el descenso de la la Gloriosa Academia Racing Club en el '83? Decididamente no (aunque si alguna responsabilidad le cabe en el último ejemplo, retírese de inmediato de este site).
El mundo ha seguido andando… a los ponchazos sí, llevándose puestos a unos cuantos… pero ha seguido andando… entonces: ¿qué le hace una mancha más a un tigre de bengala? ¿Quién se las va a contar? Y si es una auto-promesa… ¿quien se va a enterar?
Escudado en este anonimato (que nadie sepa que estoy rompiendo una promesa conmigo mismo) y a riesgo de tener que abonar facturas y medialunas con recargo y punitorios, seguí anotando cosas. Trataré (aunque a esta altura ya no puedo prometer nada porque igualmente… ¿quién me va a creer, ah?) de evitar epítetos ya utilizados y adjetivaciones desmedidas.

Pero ordenémonos. Los días 25 y 26 de enero de 2008, el Mariano Otero Quinteto se presentó en el Festival Medio y Medio, en Punta Ballena. Parte de esas actuaciones es lo que refleja el álbum (recientemente editado por S'Music) En vivo en Medio y Medio. Con la misma formación, presentarían ese trabajo en La Trastienda. Lo que hizo el contrabajista, compositor, arreglador y bajista Mariano Otero fue re-arreglar temas del repertorio de su big band para interpretarlos en este formato. El disco está bárbaro. Y en él (y en el concierto) participaron Sergio Verdinelli en batería, Francisco Lo Vuolo en Rhodes, Juan Cruz de Urquiza en trompeta y flugelhorn, Rodrigo Domínguez en saxos alto y tenor y el dueño del balón en contrabajo y bajo eléctrico.

Estábamos en el inicio calmo, relajado, etcétera. Se trata de Redemption Song, al que le adosan sin más ni más una furibunda versión de Mingusiana, dedicada ya sabemos a quién (a Mingus y a Ana). Juan Cruz de Urquiza recurre a su trompeta para demoler sin importarle nada. Lo Vuolo, en el centro de la escena, sonríe feliz. El liderazgo pasa a manos (dedos) de Domínguez mientras Otero y Verdinelli, en la base, se chicanean de lo lindo. Una mini fanfarria desemboca en un trío comandado por un Lo Vuolo que sigue sonriendo como niño haciendo travesuras. Y las hace. Verdinelli se toma libertades infinitas gracias, en gran parte, a la solidez de Otero. La merecida ovación para Lo Vuolo nos pone contentos por varios motivos: es un músico tremendo, con un potencial enorme, se lo ha visto poco por Buenos Aires en el último año y ha encontrado, en este formato, un lugar óptimo para desarrollar sus cualidades, que no son pocas. Por primera vez, además, el Rhodes parece haber encontrado su correspondiente lugar en el mundo Otero. La versión viene con hard-bop, blues, un caos inducido por de Urquiza y acatado por todos. Otero se va del escenario; mientras tanto, tremendo dueto a cargo de Domínguez y Verdinelli. Otero regresa. Domínguez hace ciertas las palabras del bajista ("Rodrigo me aporta luz", supo confesar), quien comienza a realizar una suerte de "Monkey Dance" que incluye palmas hasta que las incisivas notas de Lo Vuolo lo animan a poner orden. Otero va al cuerpo del tema con la velocidad de Bolt y luego realiza un gran solo. Poseído, sigue balanceándose dejando de manifiesto su "cura look" o, dicho en criollo, mostrando la pelada.

Uno espera que en un concierto suceda, al menos, algo. La sensación, en estos primeros 22 minutos de concierto, fue que ha sucedido todo.

Luego de cinco minutos de un monólogo del líder que incluyó la presentación de los músicos, la explicación de lo que estaban presentando y una sucesión de comentarios que aquí no evaluaremos, arremeten con la preciosa Flor, con Otero al bajo eléctrico y Verdinelli utilizando diversos lementos de percusión. Domínguez brindó el puntapie inicial para que luego el flugelhorn de Juan Cruz de Urquiza pilotee la nave acompañado por Lo Vuolo y Verdinelli. A juzgar por los gestos del líder, algún fraseo le está pegando en algún sentido lugar. Otero pasa a liderar con igual ubicuidad y mayor gravedad. El final, de extrema complejidad, muestra un combate entre Otero-Lo Vuolo por un lado y Domínguez-de Urquiza por otro. Verdinelli, circunstancial árbitro, decreta el final con un toque de triángulo.

Brown rompe nuevamente el molde con su inicio lúdico. Verdinelli comienza a hacer aspavientos (esto lo pongo para que crean que he leído algo de literatura rusa del siglo XIX, donde los aspavientos y el samovar eran kopecs corrientes) y Lo Vuolo a saltar sobre su asiento. Pasa a comandar las acciones de Urquiza secundado por un Lo Vuolo que parece estar disfrutando como nunca. Y yo, de él, también. El trompetista recurrre a efectos que mete sutilmente pero que quedan tan bien… Tras un abrupto corte, comienzan a tocar quedito (diría el Chavo). Domínguez brinda una intensa y atractiva participación con el saxo alto. Y Verdinelli que sigue en lo suyo, acertando hasta cuando entra a destiempo (imperceptible, pero…) y la sensación de que los solos forman parte de la composición y no una mera excusa para el/los lucimiento/s personal/es. El final, que se va lentificando, es increíble, con Lo Vuolo y Verdinelli grooveando como si supieran. Y saben.
Cuatro temas en una hora. De ahí que Otero diga "si ven que nos vamos de mambo, avísennos; con decir listo… o bueno… entendemos y vamos cerrando".
Hasta el cielo nos trae calma. El inicio no otorga demasiados atractivos; pero luego aparece una potencia contenida que comienza a irradiarse desde el tenor de Domínguez. Lo Vuolo, por efecto dominó, desquicia a Otero y Verdinelli. La coda final es un bálsamo repleto de sutilezas.

Otero cuenta alguna intimidades de su abuela, presente en el recinto y reconoce haberla acompañado a ver a Racing a la cancha (siendo de la contra, mirá vos…). Pero no nos distraigamos. Un denso blues liderado por la arrastrada trompeta asordinada de de Urquiza nos mete en Rebel. Lo Vuolo enloquece al Rhodes y a partir de ahí es un palo y palo con evidentes signos de demencia, un tomala vos, dámela a mí; Verdinelli sigue mostrándose como un todo terreno y Lo Vuolo entrega otra feliz intervención. Un tremendo solo de Domínguez eleva aún más la temperatura y así, en plena ebullición, final. Colosal.
Zep es… es… Rodrigo Domínguez la rompe en saxo alto, tremendo solo de Juan Cruz de Urquiza, Verdinelli usa (y abusa de) todo su repertorio, Otero danza con el contrabajo como compañerita adolescente y a-go-go. El caos sanguíneo se generaliza en pleno estado heavy mental. Por supuesto que no falta a la cita el Kashmir de Physical Graffiti ni la contundencia, entrega y precisión de todos.

El bis le correspondió a Espíritu, con el muy buen aporte del invitado Ramiro Flores. Los solos se suceden en esta suerte de salmo musical que tiene a Lo Vuolo nuevamente como actor principal. Y ahora sí, a casi dos horas del inicio, final.

El sábado 6 de septiembre de 2008 Mariano Otero, Sergio Verdinelli, Francisco Lo Vuolo, Rodrigo Domínguez y Juan Cruz de Urquiza actuaron en La Trastienda. La excusa fue la presentación del álbum En vivo en Medio y Medio, del Mariano Otero Quinteto.
Yo me había hecho una promesa que no supe cumplir.
O no pude.
Y acá sí que desligo responsabilidades…
Porque le puse garra y resití cuanto pude.
Pero mis debilidades, la música que brotó desde el escenario, la comunión absoluta entre los integrantes del quinteto y la gran noche de Francisco Lo Vuolo ayudaron a romper ese contrato con… con… basta ya…
Tal vez haber roto una promesa traiga acarreado un altísimo costo.
Pero tanto beneficio recibido hubiese sido una injusticia no compartirlo con ustedes.
Eso sí: tengan en cuenta que no volverá a ocurrir.
Se los prometo.

Marcelo Morales

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