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Mark Feldman / Uri Caine / Greg Cohen / Joey Baron: Secrets

Lubavitcher Nigun, Avinu Malkenu, Chabad Nigun, Z'Chor Dovon, Satmar Rikud, Bobover Nigun, Kel Adon, Z'Chor Hashem, Moditzer Nigun

Músicos:
Mark Feldman: violín
Uri Caine: piano
Greg Cohen: contrabajo
Joey Baron: batería

Tzadik, 2009

Calificación: Está bien

Les voy a contar un secreto.
Pero antes, habrá que definir qué es un secreto.
Del latín, secretum, significa "cosa que cuidadosamente se tiene reservada y oculta". Bueno… esto no sé si ayuda mucho ya que hay varias cosas que uno (y otros) tenemos en reserva y ocultamos sin que se trate exactamente de un secreto… no sé si me explico.
Sin ir más lejos, mi vecina del 5º B, si nos atenemos fielmente a la definición, porta unos secretos que te la voglio dire… y haciendo analogía, hace unos minutos fui hasta su departamento y le propuse compartir con ella uno de mis secretos bien guardados.
La resultante fue un soberano sopapo que sí reveló un secreto: su uppercut de derecha es magnífico.
Si investigamos un poquito más, llegamos a la conclusión de que un secreto también es algo "oculto, ignorado, escondido y separado de la vista o del conocimiento de los demás".
Mi sagacidad hizo que evitara probar si la vecina poseía un buen cross de izquierda.
Pero no sé para qué insisto en meterme en estos embrollos si todos sabemos, uppercut va, cross viene, lo que significa un secreto, ¿no?

El secreto del que le hacía mención (que ahora pasaría a ser un secreto a voces, pero no me pida que le explique esto, por favor) tiene que ver con la diferencia que existe entre el placer personal y el rigor profesional. En el terreno deportivo, por ejemplo, se sabe que la actualidad futbolística del Racing Club de Avellaneda es poco feliz, una sequía perenne, un dislate, un disparate, una angustia sempiterna; pero ello no evita que los académicos llenemos partido tras partido las tribunas, que alentemos todo el tiempo sin parar como enajenados o descerebrados, como si la gloriosa Academia estuviera a punto de disputar la final intercontinental, que cada partido sea la excusa para una verdadera fiesta y que, a pesar de los infinitos traspiés a los que nos vemos sometidos, sintamos un orgullo digno de la sinrazón.
Aquí está la cuestión, señor lector. Con los discos, pasa algo parecido.

Cuando me enteré de la edición del álbum Secrets, comencé a dar cabriolas similares a las del Toti Iglesias o Hugo Sánchez; no veía la hora de que el CD llegara a mis manos; es que la unión de cuatro de los íconos de la música actual abrigaba en mí enormes expectativas. De todas maneras, no me aparté de una de mis frases preferidas: "cero expectativa, cero frustración". Pero… Feldman, Caine, Cohen y Baron (me) sonaba similar a Colombatti, Toti Iglesias, Rubén Paz y Walter Fernández.
Y ya que estamos en tren de tirar nombres, si les digo, por ejemplo, Lubavitch, Bobov, Modzitzer Hassidim y Satmar, probablemente usted piense que nos referimos a la delantera de Hungría, Bulgaria, Israel, Rumania, Bélgica o Noruega… pero no. Es que Secrets ofrece una relectura (jazzística) de composiciones esenciales de la dinastía del judaísmo jasídico pertenecientes a… los que acabo de mencionar (les debo el nombre del arquero).
Y sabemos que el violinista Mark Feldman, el pianista Uri Caine, el contrabajista Greg Cohen y el baterista Joey Baron son expertos en la materia. Y si usted no estaba enterado, pues ya lo sabe.
O sea, composiciones clásicas del judaísmo jasídico pero versionadas por cuatro músicos de jazz que han abrevado no una sino varias veces en el repertorio musical judío, ya sea histórico o contemporáneo (¿les suena John Zorn y el sello discográfico Tzadik?).

El álbum comienza con Lubavitcher Nigun, un straight ahead comandado desde el inicio por el piano de Uri Caine y bien sustentado por Greg Cohen. Las escobillas de Joey Baron completan este inicio en trío que, dicho sea de paso, tocan de taquito. Luego de tres minutos aparece el violín de Mark Feldman relegando a Caine a un ubicuo segundo plano. La intervención del violinista es correcta, sin sorpresas. Baron y Cohen nunca despegan. El final del tema no parece bien resuelto, casi forzado. Es el inicio, esperemos.
El aire jasídico se hace presente en la sentida Avinu Malkenu, con Caine y Feldman alternándose en el liderazgo. El violinista saca algún cuerpo de ventaja sobre sus compañeros con un solo en el que se siente más que a gusto. Primer aporte visiblemente audible (¡?) de Greg Cohen respetando el espíritu, casi un lamento. Baron se llama "casi" a silencio. Buen momento entre pianista y contrabajista. Reaparce Feldman, el clima sigue imperturbable, sin nubarrones a la vista.

Chabad Nigun arranca con el ímpetu prodigado por Baron. Cohen se suma; el violinista pasa al frente de la que bien podría ser una composición del John Zorn de Masada; Baron sigue regalando dosis homeopáticas de su talento como instrumentista. La fórmula parece reiterarse: el ldierazgo es propiedad exclusiva de Feldman y Caine, alternadamente, con un mayor compromiso del violinista. La base entrega un swing de la hostia. Y el final llega casi forzadamente. otra vez.
La calma regresa con Z'Chor Dovon; preciosa intro a cargo del, digamos, dúo líder. Las escobillas de Baron y una ascética participación de Cohen, hacen el resto. Y me parece que me estoy repitiendo en algunos conceptos… Porque con lo dicho hasta aquí… a ver… Satmar Rikud nos trae de nuevo al straight ahead de la mano (again) de Mark Feldman, justo es decirlo, en gran forma. La posta la toma (ejem) Caine; breve solo a cargo de Baron que aporta más convencionalismos aún. Bobover Ngun, intro de solo piano, relajada, desconstracturada, a la que se suma (sí, adivinaron) Mark Feldman. La base vuelve a ser "Siddhártica", con el baterista esta vez jugando con los platillos, hasta que aparecen (no dije nada) las escobillas.
Kel Adon trae un poco de esa furia que en Masada tan bien nos hace.Caine enloquece un poquito y sienta bien. Minuto y medio de intro, en trío, que tiene lo suyo. Luego, Feldman comanda las acciones y la desaceleración provica que el interés decaiga sensiblemente. La principal novedad es que hay una nueva intervención solista (breve y hasta cauta) de Cohen.

Z'Chor Hashem aporta, desde el comienzo, un contagiante vigor gracias a la prodigiosa digitación de Caine y el aporte de Feldman. Correcto pero innecesario solo de Baron que aporta no nada, pero sí poco (y ojo, que si no nada, se ahoga).
Secrets finaliza con Moditzer Nigun, otra balada en la cual el puntapié inicial (¡oh, sorpresa!) está dado por Cohen; se suma el pianista. Y la gran novedad gran es que el tema desiste de las participaciones de Baron y Feldman. Listo. Se acabó.

Les hablaba al principio de esta nota acerca de la diferencia existente entre " el placer personal y el rigor profesional". Ahora quedará más claro el concepto.
Secrets es un álbum que disfruto muchísimo, que me gusta, que lo comparto.
Pero la verdad sea dicha, poco aporta tanto a la historia personal de cada músico como al enriquecimiento, digamos, intelectual, de quien lo escucha.
Estos cuatro músicos, seguramente, no pueden tocar mal ni proponiéndoselo. El tema pasa por el riesgo, la búsqueda, la inquietud, que en este álbum es difícil de encontrar. Caine, Baron, Feldman y Cohen tienen antecedentes que enorgullecerían a cualquiera y, desde ya, han tenido participaciones discográficas mucho más elevadas que la que nos ocupa.
Por eso la dicotomía…
Porque no siempre lo que nos gusta es, en definitiva, tan bueno.
Y desde este lugar, estimo que hay que hacer notar esa (gran) diferencia.

Marcelo Morales

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