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La Mujer Barbuda: Música para cuando aparece un monstruo

La venganza del Plomero Líquido, Hipopótamo amarillo, Técnico superior en plásticos y elastómeros, La rana, El Plomero Líquido ataca de nuevo, Enano de jardín, Coccix, Montaña que revienta, El Plomero Líquido insiste, Pixel, Axel el axolote, Hombre gangoso

Músicos:
Franco Fontanarrosa: bajo
Lulo Isod: batería
Sergio Álvarez: guitarra
Martín Pantyrer: saxos y clarinete

Independiente, 2008

Calificación: A la marosca

Nunca, ni de chico, me interesó en demasía el circo. La verdad… que ni un poquito. Ya en la post adolescencia encontré la excusa con aquello del maltrato a los animales. Pero me sinceraré con ustedes. Con animales o sin ellos, no recuerdo siquiera haber ido a alguno. Tampoco me entusiasman las versiones contemporáneas como las del Cirque Du Soleil, por ejemplo. No sé… por otro lado, algunos de los números, por separado y en otro contexto, sí me llamaban la atención. Otros despertaban mi curiosidad aunque me dieran un poco de miedito, la verdad sea dicha.
Una tarde, caminando por la calle Rodríguez Peña en el querido Villa Bonich, Partido de General San Martín, un cartel incitando a asistir a un evento único e irrepetible, me alejó aún más de los espectáculos circenses. Allí, en el cartel, se anunciaba la presencia de una mujer barbuda como un evento inusual, terrorífico, insólito, irrepetible y tremebundo. Para uno, que de chico se acostumbró a mirar a la gente a la cara, resultó una falacia total. No solamente porque en el barrio teníamos a varias que bien podrían, con un poco menos de aseo, cumplir ese rol, sino porque en los corsos de la calle Suipacha (mismo barrio, misma época) era muy común ver a señoritas ligeras de ropas que no solamente tenían barba sino que, además, la misma se extendía a lo largo de todo su cuerpo. Por supuesto que con el tiempo aprendí algunos secretos del travestismo, pero si en esa época se me hubiese ocurrido preguntar, la respuesta hubiese sido un fenomenal y reprobatorio soplamoco.

Pero parece ser que la mujer sin depilar no era (no fue) propiedad exclusiva del circo, de San Martín y mucho menos del corso de la calle Suipacha. En el siglo XVI, Juan Sánchez Cotán pintó un cuadro titulado "La barbuda de Peñaranda", que representaba (dicen testigos presenciales del hecho) a Brígida del Río que, a la hora del retrato, (para la merienda, más o menos) contaba con 50 añitos. El gran José Ribera retrató a Magdalena Ventura en "Barbuda de los Abruzos" por pedido del duque de Alcalá, por entonces Virrey de Nápoles. Y hay más: Olga Roderick se casó tres veces, tuvo dos hijos, pero terminó deambulando por los circos y no como espectadora. Otro tanto ocurrió con la mexicana Julia Pastrana. Su querido esposo la mostró por doquier hasta que en 1859 quedó embarazada (ella). La criatura vivió menos de dos días y ella murió cinco días después del parto. Los restos se encuentran en la Universidad de Moscú. Anécdotas, relatos y leyendas hay por doquier. Incluso el querido Miguel Abuelo compuso La mujer barbuda, tema que incluyera en su Buen día, día y la actriz mexicana Salma Hayek protagonizará a una (Madame Truska) en la película Cirque du Freak, bajo la dirección de Paul Weltz.

Y cuando el tema ya había sido enviado a la papelera de reciclaje de mi cerebro, aparece un disco de título magnífico: Música para cuando aparece un monstruo. Y adivinen… el responsable del álbum es un cuarteto bautizado como La Mujer Barbuda. Si hasta dan ganas de decir: "¡suéltame, pasado!"
Los responsables son Franco Fontanarrosa en bajo y liderazgo, Lulo Isod en batería, Sergio Álvarez en guitarra y Martín Pantyrer en saxos y clarinete.
El álbum apareció a finales de 2008 e intentamos ser cautos, pero mucho no nos dejaron. En la encuesta que publicáramos en febrero, el cuarteto fue seleccionado por la prensa especializada como una de las revelaciones del año; y su álbum debut alcanzó el tercer lugar en su rubro. Al mes siguiente convocamos a nuestros lectores a que eligieran su favorito (dentro de aquellos discos que habían recibido más votos sumando los de los músicos y periodistas locales). De los 113 sufragantes, un 37, 17% se inclinó por Música para cuando aparece un monstruo. El disco que le sucedió, obtuvo exactamente la mitad. Sorprendente, ¿no?
No.

La mayoría de las veces (abrumadora mayoría, que conste) que nos acercan un CD debut, no la pasamos tan bien. Sabemos del esfuerzo, del tiempo, del empeño y de la dedicación. Queremos que nos guste, que nos interese, que nos perfore el estómago, que nos sorprenda. Luego vamos bajando progresivamente el nivel de exigencia hasta llegar a desear que, por lo menos, podamos brindar una respuesta sincera sin que nadie se sienta mal por ello. Deduzcan ustedes qué es lo que ocurre habitualmente.
Por eso, cuando algo nos entusiasma de entrada, intentamos ser cautos. Porque de verdad nos encantaría que todo lo que escuchamos nos haga dar cabriolas marca Acme. Entonces vamos por la confirmación. O no.

El álbum contiene doce composiciones originales de Franco Fontanarrosa; tres de las mismas (las composiciones) son miniaturas con el Plomero Líquido (para quienes no lo saben, una marca de destapacañerías) como denominador común. Justamente con una de ellas, La venganza del Plomero Líquido, comienza el disco. Veinticuatro segundos después avanza Hipopótamo amarillo, a todo galope, con la guitarra de Álvarez en primer plano y Pantyrer aprovechando el primer resquicio para colar su sonido prístino. Cortes abruptos, violentos, arbitrarios y Fontanarrosa e Isod que brindan una base mortífera y sin fisuras para que Álvarez y Pantyrer jueguen a entrelazar sus sonidos. Técnico superior en plásticos y elastómeros se inicia con un Isod tan preciso como envolvente. Älvarez y Fontanarrosa (distorsionando su instrumento), se montan sobre el baterista pero todo cambia (de nuevo) rápidamente. Fraseos entrecortados, el bajo que sigue haciendo de las suyas desde la retaguardia, el clarinete de Pantyrer que sobrelleva la melodía mientras el guitarrista distorsiona con sentido. Otro corte nos deposita en un pasaje de, como diría Spinetta, "características aleatorias". Mientras Fontanarrosa sigue haciendo sonar a su bajo como si estuviera engripado, Isod y Álvarez se baten a duelo con vigor y consistencia. Una suerte de rock mugriento gobierna el final del tema.

La rana contiene tratamientos de electrónica realizados por Fontanarrosa a partir de procesos de sonidos de un Citroën 3CV (ahí se entiende el título). Una pandereta y escobillas golpeteando sobre los tambores animan a Pantyrer que, insistimos, últimamente parece estar haciendo todo bien. Álvarez se le suma con una distorsión lo suficientemente exacta como para no distinguir un instrumento de otro. Ya sé… ustedes pensarán que me estoy dejando llevar por el entusiasmo… y tienen razón. Promediando La rana, un momento de bella reflexión donde Fontanarrosa muestra sus bondades sin desbordes y la guitarra se ubica en un tercer plano de primera. El 3CV aporta lo suyo, que no es poco. Pantyrer reaparece para tomar a sus compañeros de la mano y conducirlos, alegremente, hacia un semi caos con el que el tema se diluye.

Segunda miniatura: El Plomero Líquido ataca de nuevo, con arpegios y los chiches sonoros de Isod. Enano de jardín comienza con una travesura. Lo descubren rápido y llega la calma. Pero usted vio cómo son los enanos, además de chiquitos. Traviesos, lúdicos, inquietos, hasta maliciosos. Ya me está dando un poco de fastidio el disco, debo pensar mucho para no reiterar conceptos, para no adular en demasía. Coccix brinda los momentos de mayor experimentación, ideal para escuchar con auriculares, no aconsejable para poner en una reunión familiar, porque en un momento se desbocan y te empiezan a mirar raro, porque Álvarez distorsiona, Pantyrer exprime su instrumento y, de yapa, te ofrecen treinta segundos finales aptos para ser considerados un hit-single.
Montaña que revienta da inicio con la guitarra distorsionada de Álvarez, en soledad, a la que se suman los otros tres desquiciados. Pero el guitarrista no se llama a silencio ni mucho menos. Simplemente que, al minuto, la historia ya es otra, donde la calidez de Pantyrer marca el camino y todo es plácido, desde la montaña se ve el verde valle y los animalitos del bosque. Notable trabajo de Isod. Como de Fontanarrosa. Como de Álvarez. Y de Pantyrer. Aquí y en todo el álbum. Ah… mientras escribía esto les cuento que, ahora, la Montaña que revienta viró hacia un blues y que no esperen que les diga si se trata de un disco de jazz, de rock, de folclore, chamamé o salsa pimentera. Álvarez suena como un mix entre Fripp y Fiuczynski. Sigo embalado, sepan disculpar.

Tercer miniatura: El Plomero Líquido insiste. Que precede a Pixel, lo más relajado del álbum. Con Pantyrer… bueno… ya hablamos de Pantyrer, ¿no? Y el clima me recuerda, indisimuladamente por momentos, al Wondering de Van der Graaf Generator. Sí. Tal cual. No te exagero ni un poquito.
Axel, el axolote viene con un Fontanarrosa high class y un juego maravilloso y sutil entre Pantyrer y Álvarez. Nuevamente hay momentos para la reflexión; un buen solo del bajista mientras los demás ocupan los espacios admirablemente. El final es imprevisible y caótico.
Finalizamos con Hombre gangoso. Que arranca como para potencial hit y luego deriva en un momento cuasi-electro-folk que me resulta difícil de explicar. Distorsiones, juegos no aleatorios entre los músicos y un final donde se retoma el inicio. La única pena es que cuando los parlantes están a punto de explotar, el disco se termina.

La Mujer Barbuda debutó con Música para cuando aparece un monstruo.
Un álbum en el que, por supuesto, se adivinan muchas influencias. Pero que concluyen en una propuesta original, sólida, llamativa y decididamente atractiva. Si a usted músicos como John Zorn, Frank Zappa, Miles Davis, Wayne Horvitz o David Fiuczynski le provocan admiración, placer o respeto (o todo junto), no se pierda a La Mujer Barbuda. Música no sólo para cuando aparece un monstruo, sino también para disfrutarla a pleno en compañía de quien usted desee.
O en soledad.
Que, de vez en cuando, está bueno hacerse regalos como éste.

Marcelo Morales

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