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Opsvik & Jennings: A Dream I Used to Remember

A Dream I Used to Remember, Canada, Swimming Back Into the Picture, Anchor Lane Parade, Windswept, Steam and Bells, Sleepy Rush, The Good Eye, September and Starry Eyed, Sunroad

Músicos:
Eivind Opsvik: contrabajo, bajo eléctrico, batería, percusión, piano, teclados, voz, software
Aaron Jennings: guitarra eléctrica, guitarra acústica, banjo, voz, electrónicos, software
Peter Opsvik: flauta, voz
Rich Johnson: trompeta, voz
Rob Jost: cuerno francés, voz
Brian Drye: trombón, voz
R.J. Miller: batería
Michelle Accila: voz
Nova Chamber Choir: Mathilde F. Blichfeldt, Lillian Fjell Hassel, Karianne Jaeger, Karoline Ormasen, Maria Sandve, Hege Kristin Ulvin

Loyal Label, 2009

Calificación: Esta bien

Nuestros sueños pueden convertirse en realidad, si los deseamos tanto como para ir tras de ellos (Walt Disney)

En los fundamentos estéticos del dúo integrado por el guitarrista de Oklahoma Aaron Jennings y el bajista noruego Eivind Opsvik, convergen la música ambiental, la experimentación electrónica, el jazz, el folk (escandinavo y estadounidense) y el post-rock. Esa yuxtaposición de matices se traduce en una sólida connivencia de conceptos entre el pop, la música de cámara y los sonidos procesados vía software.
El quimérico y personal testimonio de Opsvik & Jennings recoge un sinnúmero de influencias que van desde el eclecticismo tecno de Mouse on Mars a la sombría melancolía del shoegazing expresada por Sigur Ros. En la arquitectura sonora del dúo se visualizan los significativos contornos de la música sub-audible de Brian Eno, el innovador post-rock de Tortoise, la calma de la música con ordenadores de Aphex Twin, el uso de controladores informáticos incorporados a la plástica de Daedelus y una aproximación a la música concreta al estilo de Gastr del Sol.
Sin embargo, estos influyentes retazos estéticos no adulteran la identidad del proyecto sino que la enriquecen y nutren, sobre todo al integrarse naturalmente con la sólida orientación vanguardista desarrollada por los miembros del dúo en sus respectivas carreras solistas. Aaron Jennings es una reconocida figura de la fértil escena del free-jazz y la experimentación electrónica de New York, mientras que Eivind Opsvik, desde que abandonó su Noruega natal para instalarse en Brooklyn, ha logrado convertirse en una de las expresiones más singulares de la nueva música creativa tanto por sus colaboraciones con Jon Irabagon, Tony Malaby y Jeremy Udden como en su rol de líder del Overseas Quartet.

Opsvik & Jennings hizo su debut discográfico en 2005 con el elogiado Floyel Files. En 2007 reiteró cualidades con el álbum Commuter Anthems y ahora nos llega su tercera entrega: A Dream I Used to Remember.
Éste es el trabajo más ambicioso realizado por el dúo hasta la fecha ya que la amplitud en la paleta de sonidos, la incorporación de invitados, la imaginativa frescura de sus texturas y la deliberada intención de facilitar su audición lo convierten en un álbum tan accesible como deliciosamente extravagante y con un vocabulario de características tan oníricas como las que refleja su título: A Dream I Used to Remember (“Un sueño que solía recordar”). Este álbum, al igual que en los sueños, parece transcurrir en un mundo fantástico e irrepetible y su desarrollo, más que atenerse a la lógica consciente, parece asumir la insustancialidad aparente del inconsciente.
A veces nos demanda mucho esfuerzo recordar un sueño o hasta podemos llegar a borrarlo por completo de nuestra mente. En ocasiones los recordamos mucho tiempo después de sucedidos y también hay sueños que vivimos tan intensamente que jamás olvidamos. Todos hemos tenido sueños, macabros o gratos, incomprensibles o inteligibles, potentes o insignificantes; que por alguna extraña razón nos obsesionan y alcanzan incidencia capital en nuestras vidas. Le doy un ejemplo: Supe tener un amigo que estaba trastornado por un sueño en el que su mujer lo engañaba con otro hombre. Lo peor es que a partir de su relato yo empecé a soñar que… me descubría.
En definitiva, eso tuvo incidencia en mi vida ya que hizo que nuestra relación terminara. Hablo de mi relación con su esposa, por supuesto.

La mejor manera para lograr recordar nuestros sueños es mantenerse despierto. Claro que eso representa enfrentar ciertas dificultades, ya que por un lado no es sencillo soñar sin dormir y por otro, no dormir, al menos en mi caso, da mucho sueño.
En los sueños intervienen la censura psíquica, la condensación y el desplazamiento. Freud aseguraba que la censura es la causa principal del olvido de los sueños debido a que ésta se ejerce contra deseos que despiertan horror por su egoísmo sin límites y la falta de escrúpulos. Cuando los sueños no pueden atravesar la censura entra en juego la condensación, proceso en el cual se sustituyen por elementos superfluos esas representaciones que no pueden atravesar la barrera de la censura. Así es como, para eludir la censura, lo que en un sueño es una orgia desenfrenada con media docena de voluptuosas colegialas, se convierte en un encuentro con las monjas de clausura clarisas franciscanas descalzas en el Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación.
El último factor que interviene en los sueños es el proceso de desplazamiento, mediante el cual se despoja de intensidad a los elementos de elevado valor psíquico y se le otorgan nuevas jerarquías a elementos de menor interés. Esto hace que el sueño no se reproduzca tal como fue sino a través de una deformación del deseo onírico inconsciente y es lo que le otorga a los sueños un carácter absurdo. (Ver ejemplo: “voluptuosas colegialas” versus “monjas de clausura”).

La apertura de A Dream I Used to Remember es con el tema que da título al álbum. Una delicada pieza electro-acústica cuyas orquestaciones en tonos, pausas y duraciones son manipuladas desde la interfaz digital. El protocolo de comunicación establecido permite que instrumentos y computadoras trabajen entre sí para configurar un clima obsesivo, perverso e infantil que por momentos recuerda a ciertos pasajes instrumentales de la banda sonora que compusiera Björk para el magnífico film de Lars Von Trier, Dancer in the Dark. En Canada una melodía naif, deliberadamente descolorida, confronta el country alternativo con el pop-folk a través de la consolidación de la electrónica y la informática no sólo para generar música sino también para crear sonidos sintéticos. Relegando de ex profeso la sustancia melódica y privilegiando la elaboración sonora. La trivial e inocente frescura estética de Swimming Back Into the Picture conjuga el sencillo fraseo de una guitarra acústica con texturas programadas no invasivas y la inserción de un coro que le asigna una cualidad etérea y vaporosa. Anchor Lane Parade es un derroche de optimismo. El aire folk de la melodía se estructura sobre un compás binario con una división de los tiempos en dos valores desiguales a la manera de las marchas o las danzas andadas. Todo rematado en una coda asociada a los parámetros de la música ambiental.
En el hipnótico groove de Windswept, el insistente riff en banjo a cargo de Jennings y el académico vocabulario del contrabajo de Opsvik se oponen a sonidos procesados mientras que el trenzado armónico privilegia la alineación de los instrumentos en función de sus cualidades tímbricas más que por lo que producen.
Steam and Bells reitera conceptos ya expuestos al proponer una refrescante revisión de los principios anclados en la unión de la música electrónica y el pop.

La inclasificable Sleepy Rush ofrece una secuencia rítmica más intensa en la que se mezclan de manera orgánica e ingeniosa los instrumentos acústicos, las exóticas sonoridades propulsadas tecnológicamente y las voces de impronta celestial desplegadas por el Nova Chamber Choir. El pueril contexto melódico de The Good Eye propicia un lúdico contraste entre el pop, el minimalismo y la música electrónica, con sutiles alteraciones del tempo que por momentos producen una perpleja sensación cacofónica. El lirismo, aparentemente baladí, de September and Starry Eyed suscribe a las más refinadas cualidades melódicas y rítmicas del pop mediante un mensaje de contenido conciso y con una detallada elaboración en su forma.
Sunroad ofrece un sólido alegato final que, a la manera de Todd Sickafoose en el impecable Tiny Resistors, tiene capacidad para articular un universo musical utópico y poético que se desentiende de la tensión entre la realidad y el mundo de los sueños.

Algunos afirman que, al soñar, intentamos transmitir información al cerebro a través de los ojos, pero como éstos están cerrados la información recibida no resulta coherente. Es entonces que el cerebro intenta organizar y reordenar el mensaje de manera lógica.
Opsvik y Jennings, en A Dream I Used to Remember, parecen querer transformar la compleja información onírica en un testimonio estético sencillo, candoroso e inocente, presentado sin falso patetismo, como algo cotidiano y por lo tanto muy verosímil.

Soñar es la actividad estética más antigua (Jorge Luis Borges)

Sergio Piccirilli

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