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Elysian Fields: The Afterlife

How We Die, Where Can We Go But Nowhere, Drown Those Days, Turns Me On, Only for Tonight, Someone, Climbing My Dark Hair, The Moment, Night Melody of the Pull, Ashes in Winter Light

Músicos:
Jennifer Charles: voz
Oren Bloedow: voz, guitarra, bajo, piano, órgano
Thomas Barlett: piano, órgano
Ben Perowsky, Matt Johnson, Charles Haynes: batería
Jeff Hill, James Genus: bajo
Stefan Zaniuk: saxo barítono
Michael Blake: saxo tenor
Jason Lindner: piano eléctrico
Ed Pastorini: piano
Eric Biondo: trompeta
Shelley Burgon: arpa
Chris Castagno: percusión
Pamella Kurstin: theremin
Eric Elterman, Sam Amidon: violín

Vicious Circle, 2009

Calificación: Está muy bien

La música es el lenguaje que me permite comunicarme con el mas allá (Robert Schumann)

En la mitología griega, los Campos Elíseos o Elysian Fields eran el lugar sagrado a donde iban los hombres virtuosos, los poetas y los guerreros heroicos después de su muerte. Ese paraíso en el más allá, que asemeja al cielo en las creencias cristianas, era la antítesis del Tártaro, sitio de tormento y sufrimientos eternos similar al Infierno del cristianismo o al Inframundo de las religiones paganas. Según cuenta esta saga mitológica, quienes residían en los Campos Elíseos podían regresar al mundo de los vivos; sin embargo, era algo que no hacían con mucha frecuencia… Tal vez por pereza, comodidad o simplemente para evitar gastos. Convengamos que no debe ser fácil solventar los costos de un viaje de esas características ya que si el precio de un pasaje en el mundo de los vivos es caro, en “el más allá” los valores deben ser para morirse.
Los moradores de los Campos Elíseos llevaban una existencia dichosa y feliz rodeados por otra gente virtuosa y en medio de paisajes verdes y floridos, o sea… como una versión mitológica de La Familia Ingalls pero adaptada para la televisión griega.

El mito de los Campos Elíseos ha sido evocado también desde la óptica literaria. Algunos manuscritos de Píndaro (uno de los poetas líricos más celebres de la Grecia Clásica) afirman que “las almas limpias y puras cuyos corazones no estén manchados por el mal y la injusticia serán conducidas al palacio de Cronos” (el gobernante de los Campos Elíseos). Homero, en La Odisea, describe a los Campos Elíseos como la última morada de Radamantis, el Rey de Creta; mientras que en La Ilíada lo hace con Patroclo, uno de los héroes de La Guerra de Troya.
Ese concepto, que para los griegos estableció la naturaleza de la vida después de la muerte, también sirvió de inspiración para que el grupo co-liderado por la cantante Jennifer Charles y el guitarrista Oren Bloedow adoptara el nombre Elysian Fields.
La banda, desde su formación en los noventa, logró distinguirse por su particular mixtura de art-rock y jazz & pop en comunión con letras perturbadoras que reflejan influencias literarias provenientes de Charles Baudelaire, Gustave Flaubert y Guillaume Apollinaire, entre otros. Los continuos cambios en su integración no han impedido que el grupo mantenga su núcleo creativo (con epicentro en la sociedad musical compuesta por Charles y Bloedow) y la cohesión expresiva de sus intereses estéticos fundacionales. Eso ayudó a que Elysian Fields, a pesar de sus esporádicas presentaciones y su errática producción discográfíca, lograra convertirse en objeto de culto para una legión de fans alrededor del mundo.

Su debut fue con el extended play Elysian Fields de 1995, en tanto que un año después lanzaron su primer larga duración: Blood Your Cedar. En 2000 editaron el álbum Queen of Meadow y el E.P. Bend your Mind. Luego llegaría Dreams that Breath Your Name en 2003 y Burn, Raps and Love Taps en 2005.
The Afterlife no sólo es su trabajo más reciente sino también el proyecto que ofrece, al menos desde su título, más puntos de contacto con el nombre de la banda.
El “más allá” (en inglés: The Afterlife) es un término genérico, ampliamente consensuado en distintas creencias que hace referencia a la existencia espiritual o experimental tras la muerte o más allá de este mundo. La cultura popular acepta el concepto como una creencia no verificable e infalsificable que está fuera del conocimiento científico, lo cual ha permitido el desarrollo de varias fuentes asociadas a las que pueden otorgarse un presunto grado de fidelidad. Así es como encontramos testimonios de conocimientos experimentales como el regreso a la vida o el recuerdo de una existencia anterior. También hay testimonios aparentes sobre un entendimiento especial del “más allá” como el adjudicado a santos y obradores de milagros, otros directamente atribuidos a visitantes del más allá (Dios, ángeles, espíritus, etc.) y hasta algunos que aseguran haber desarrollado la facultad de prestar su cuerpo a espíritus que han sido separados de la materia por la muerte. Aquél que ostenta esta facultad, por lo general, es denominado: Médium. Aunque es lógico suponer que también haya small y extra-large para comunicarse con muertos de otros talles.

Los escépticos, con frecuencia, ven (vemos) estas descripciones del más allá como racionalmente débiles. Así es como ateos y agnósticos de mentalidad laica y humanista sostienen (sostenemos) que al morir dejamos (dejo) de existir completamente (completamente). No obstante, las tradiciones religiosas históricamente han formalizado y sistematizado la idea del más allá como un lugar en el cual uno puede ser recompensado o castigado en función de sus actos o fe. En consecuencia, las almas serán condenadas a ir por toda la eternidad a un lugar de tormento como el Infierno o el Tártaro o enviadas a un sitio de felicidad como el Paraíso o los Campos Elíseos.

Mientras se resuelven estas cuestiones administrativas, vayamos a…The Afterlife.
How We Die (“Cómo morimos”) dibuja una estética plena de sensual sofisticación articulada a través de una melodía tenue, ambientes relajados y cautivantes cadencias que llevan la impronta del down tempo en comunión con el rock-noir. Sobre esa plataforma sonora, emerge la voz de Jennifer Charles para exponer una visión de la muerte más próxima a la “supremacía del sentimiento frente a la razón” del romanticismo que al dilema mente-cuerpo de la psicología racional. Nos habla de un lugar “al que entramos desnudos y temblando, esperanzados y desesperanzados. Sin saber qué decir, tragándonos las respuestas” e imaginando que ese pasaje a la inmortalidad es como ir “remando en ríos sin fin de sublime belleza, cargando un barril de deseos” y “cumpliendo una sentencia que no podemos entender”.
Where Can We Go But Nowhere es una canción de amor que, en términos de exposición musical, es más complaciente pero no por ello menos inquietante. Lejos del romanticismo irracionalista de amores platónicos o no correspondidos y cerca de la atracción sexual y pulsión de vida manifestada en el concepto de Eros, expresa: “Perdiste el control de la nave, es mejor que te estrelles contra el sol… La flor deja caer sus pétalos y pilas de placer y de dolor decoran el suelo”.
La etérea sordidez de Drown Those Days y Turns Me On contienen elementos de la chanson francesa vistos desde la perspectiva iconoclasta de Serge Gainsbourg.

Only for Tonight es un intento fallido por acercarse a la música lounge y la bossa nova. Un híbrido sonoro de fácil escucha que, por piedad, podría calificarse como poco feliz.
Someone es una balada que Jennifer Charles viste de sofisticado erotismo. Su interpretación evidencia identificación con el texto, dominio vocal y un portentoso centro de seducción con capacidad para provocar… ehhh… ¿cómo lo explico? Sigmund Freud afirmó que la sexualidad era el principal determinante de la conducta; y escuchando a Charles, me doy cuenta de que Freud tenía razón. ¿Está claro?
Climbing My Dark Hair es otra encantadora balada cuya letra describe la frágil línea que separa al placer de un amor no consumado. Mientras que The Moment es una canción con aires de música country que no pasa a mayores; aunque cabe decir que, por mucho menos que esto, Norah Jones vendió millones de discos.
Night Melody of the Pull nos sumerge en una atmósfera envolvente y embriagante en la que alternan protagonismo la voz de Charles, la guitarra de Bloedow y el piano de Barlett; en tanto que el tema de cierre, Ashes in Winter Light, nos ofrece un romántico dueto vocal entre Bloedow y Charles adornado por un cuarteto de cuerdas.

El concepto de amor es inseparable de la evolución del hombre. Por ello no sorprende que Jennifer Charles y Oren Bloedow, en su madurez artística y personal al haber tomado nota de la fugacidad de la vida, hayan relacionado al amor con el “mas allá”.
No por temor a morir, sólo para demostrar que para amar no hay que temer a la vida.

Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos. (Bertrand Russell)

Sergio Piccirilli

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