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Jim Campilongo: Orange

Backburner, Awful Pretty Pretty Awful, Blues for Roy, No Expectations, I’m Helen Keller and You’re a Waffle Iron, Orange, Chelsea Bridge, Fingerpuppet, Because you Like Trombone, I’ve Got Blisters on my Fingers, Huckleberry, No Fun, Maceo, When You Wish Upon a Star

Músicos:
Jim Campilongo: guitarra eléctrica, guitarra acústica
Tony Mason: batería, percusión
Stephan Crump: contrabajo
Leah Siegel: voz en No Expectations y No Fun
Steve Cardenas: guitarra acústica en Orange y Because You Like Trombone

Blue Hen Records, 2010

Calificación: Está muy bien

La lealtad constituye el más sagrado bien del corazón humano (Seneca)

La lealtad es una cualidad que distingue a aquellas personas que cumplen los acuerdos, tácitos o explícitos. La lealtad es un pacto autoimpuesto, una promesa que nos hacemos a nosotros mismos para abrazarnos a una causa sin que importe nada más, sin que exista razón o motivo que nos impida seguir aferrados a ella. La noción de lealtad suele entremezclarse con la de fidelidad pero, aun cuando ambas tienen significados comunes y asumen similares necesidades e importancias en el desarrollo de relaciones duraderas, existen innegables diferencias conceptuales entre ellas.
La fidelidad está directamente relacionada con una persona, en tanto que la lealtad puede ir atada a una causa, a secas. El ideal es ser fiel y leal; aun así, existe la posibilidad que uno sea leal pero no fiel cuando cree en la causa pero no en la persona que la representa. Mientras la fidelidad guarda más relación con el corazón, la lealtad se emparenta más con la razón así como la fidelidad tiene que ver con el amor mientras que la lealtad lo hace con lo legal. De hecho, de allí proviene su raíz etimológica.
La fidelidad se materializa en promesas en tanto que la lealtad lo hace en acuerdos. Los esposos se prometen fidelidad hasta que la muerte los separe pero a veces no pueden esperar tanto tiempo… Esto deriva del hecho que la fidelidad, o la falta de ella, suele asociarse al engaño de tipo sexual. Sin embargo, un perro es fiel a su dueño y eso no implica que no le gusten las perras. Desde ya me refiero al perro y no al dueño, aunque hay dueños que… esteee… no quiero justificar a nadie pero… ¡algunas perras son tan lindas! En definitiva, si la fidelidad es lo contrario de la infidelidad y la lealtad lo es de la deslealtad, podemos llegar a ser leales sin ser fieles (¡iuuupiiii!). De todas maneras recomiendo tomar ciertos recaudos… y digo esto en base a la experiencia acumulada. Sé del caso cercano de un marido que intentó ratificar su lealtad con la esposa confesando que le había sido infiel. El resultado no fue el mejor, tal vez porque no supo transmitir el concepto adecuadamente o no eligió las palabras apropiadas o quizás por las dificultades para desarrollar una serena exposición mientras era perseguido con un hacha. Sobre el particular, sólo me resta decir dos cosas: la primera es que, por obvias razones de privacidad, no develaré la identidad del marido involucrado en la historia; y la segunda es que mi esposa no me alcanzó. Todavía.

El concepto de fidelidad a una mujer esta signado por principios morales y por lo tanto es relativo. No es lo mismo ser fiel para un individuo formado en los preceptos éticos del catolicismo que para los sultanes y pachas del Imperio Otomano.
Debemos convenir que una cosa es ser infiel a una esposa y otra muy distinta es engañar a un harem con otro harem.
En lo personal, debo reconocer que siempre ubiqué a la lealtad por encima de la fidelidad no sólo por conveniencia (¡?) sino también porque la fidelidad está relacionada al sometimiento y a perdonar errores; mientras que la lealtad tiene que ver con el asentimiento y, por lo tanto, tiende a confrontar los errores demandando los ajustes que impliquen su corrección.
Todo esto viene a cuento del notable guitarrista Jim Campilongo y la lealtad manifestada hacia su instrumento: la guitarra Fender Telecaster.
Y cuando uso la palabra lealtad en lugar de fidelidad es porque, en este caso, la estrecha unión que liga a músico e instrumento parece provenir de un acuerdo y asentimiento voluntario más que de un sometimiento o una imposición externa.
Jim Campilongo no sólo ha continuado la senda iniciada por Roy Buchanan, uno de los pioneros en el uso del sonido Telecaster, sino que además parece haber descifrado los códigos secretos del instrumento, elevando y potenciando sus posibilidades de expresión y desarrollo en un amplio abanico de géneros musicales que van del rock al jazz y del folk al blues. La dilatada trayectoria de este guitarrista nacido en San Francisco (hoy radicado en New York) incluye una abigarrada producción discográfica como líder que incluye proyectos con el Jim Campilongo & 10 Gallon Cats, Jim Campilongo Band y Jim Campilongo Electric Trio pero también contiene una prolífica labor como sesionista que registra colaboraciones con Martha Wainwright, Teddy Thompson, Sean Walsh, Brandi Shearer, Michael Shelly, Chiara Civello, Joe Goldmark y en bandas como Cake, Preacher Boy and the Natural Blues, Norah Jones’s The Little Willies y Wilson Gil and The Wilful Sinners, entre otros.

Orange, el nuevo trabajo de Jim Campilongo, es una apología al eclecticismo. Sin embargo, a pesar de la variedad de géneros y estilos musicales que abarca, el álbum destila frescura y honestidad, como si cada uno de los temas hubiese sido incluido bajo la sencilla premisa de sentir placer al tocarlos y no con el ánimo de obtener un resultado específico ulterior. En su atemporal estética nada suena forzado o prefabricado o en todo caso, si persigue conscientemente una búsqueda deliberada, es la de capturar la audacia, atrevimiento, desenfado y alegría que solemos hallar cuando revisamos los discos que hemos atesorado en la juventud.
Para la materialización de esa idea Campilongo, además de la depurada técnica, la sensibilidad melódica y la agudeza sonora que lo caracterizan, contó con la invaluable colaboración del legendario productor Anton Fier, los aportes del bajista Stephan Crump (Vijay Iyer Trio) y el baterista Tony Mason (Charlie Hunter Band) y las participaciones especiales en algunos temas de la cantante de folk-rock Leah Siegel y el experimentado guitarrista Steve Cardenas (Ben Allison Band, Charlie Haden Liberation Orchestra, Paul Motian Band, Joey Baron’s Killer Joey, etc.).
El título de su nuevo álbum es toda una declaración de los principios de lealtad y singularidad manifestados por Campilongo, ya que Orange (naranja en inglés) no sólo alude al color del amplificador que suele utilizar (un Fender Princeton Reverb Orange) sino que también hace referencia a la más famosa de las palabras sin rima del idioma ingles: orange (así como lo es la palabra “cursi” en castellano).

El álbum en toda su extensión despliega, sin perder identidad, un constante juego de humores diversos y climas contrastantes. Mientras la apertura con Backburner es un agresivo boogie groove resuelto con bravura por la guitarra de Campilongo, la ingenuidad melódica de Awful Pretty Pretty Awful  oficia como una clase en acción sobre el uso de la técnica de fingerpicking que parece rendir pleitesía a Chet Atkins desde una perspectiva naif. En tanto que el lamento bluesero impregnado de glissandos, rápidos staccatos y pellizcos armónicos en Blues for Roy, son usados por Campilongo para homenajear a su héroe musical: el guitarrista Roy Buchanan.
El primero de los covers que incluye el compacto llega con una cálida versión en blues (aquí en la voz de Leah Siegel) de No Expectations, clásico de The Rolling Stones perteneciente al álbum de 1968 Beggars Banquet.
I’m Helen Keller and You are a Waffle Iron abreva en las fuentes del country y el rock para evocar desde su título a la autora, activista política y oradora estadounidense sordociega fallecida en 1968: Helen Keller. A este tema, en otro juego de temperamentos dispares, le sobreviene Orange. Un cándido y relajado dueto acústico entre las guitarras de Campilongo y Steve Cardenas. La colisión estilística se acentúa luego al empalmar una respetuosa y ascética versión del clásico de jazz Chelsea Bridge de Billy Strayhorn con el portentoso y adictivo Fingerpuppets, una especie de magnus opus del líder que, por extensión y resultados, adquiere el carácter de pieza central del álbum. Because You Like Trombone propone una exquisita versión acústica a cargo de Cardenas y Campilongo del tema que este último incluyera en su álbum junto al Electric Trio de 2006 Heaven is Creepy. I’ve Got Blisters on my Fingers es un funky visto desde una óptica próxima a Miles Davis cuyo título fue extractado de la frase que Ringo Starr pronunciara al final del tema de The Beatles de 1968, Helter Skelter.

Huckelberry asume la impronta del country y el blues sureño en tanto que No Fun, otra vez con Leah Siegel en voces, nos ofrece una descarnada versión del tema de The Stooges de 1969. Tras la reposada sencillez melódica de Maceo, el álbum cierra con una versión de la imperecedera When You Wish Upon a Star, composición de Ned Washington que formara parte de la banda sonora del film Pinocchio de 1940.
Orange no asume falsas poses y su disfrute no requiere de sesudas abstracciones. Apenas es una explosión de frescura y candor de un músico que ama lo que hace.

Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace (Jean Paul Sartre)

Sergio Piccirilli

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