El Ojo Tuerto

Axel Krygier: Fascinante, contenido, perfectible

La Trastienda– Buenos Aires
Jueves 29 de abril de 2010 – 21:00 hs.

Más de una vez he recurrido (y, con seguridad, no fui el único) al notable texto de Alejandro Dolina “Instrucciones para elegir en un picado”. Y adivinó, hacia él vamos nuevamente. Allí se hace una descripción de cómo se realizan las elecciones para un partido de fútbol. Dos jugadores van eligiendo de a uno por turno. La lógica indica que “los más diestros serán elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos”. Pero en el cuento de Dolina, el querido Manuel Mandeb “observó que sus decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles”; porque “un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos”. El escritor cierra con un argumento prácticamente irrebatible: “El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico: uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.”

En el territorio del arte, en general, no se tiene muy en cuenta el criterio de Manuel Mandeb. Cuando un músico conforma un grupo se fija, general y mayoritariamente, más en las cualidades artísticas que en las humanas. Pero hay otros que parecen considerar que necesitan de un fuerte respaldo humano para, así, poder plasmar mejor su propuesta artística. La situación ideal parece ser la concordancia entre los valores artísticos y humanos. Es decir: que la elección de los acompañantes se dé indistintamente, por poseer aptitudes equivalentes en ambas geografías.
Lamentablemente no suele ocurrir muy a menudo. Podemos mencionar numerosas bandas cuyos integrantes han seguido juntos durante años y hasta décadas a pesar de detestarse hasta lo indecible. Y, en algunos casos, sin soportar siquiera verse las caras en medio de la grabación de un disco.

Axel Krygier ha demostrado, desde la edición de su primer álbum Échale semilla! (1999), que tenía varias cosas para decir. Y que esas cosas eran interesantes. Y que sabía cómo decirlas. Esto ha ido confirmándose en cada una de sus entregas posteriores: Secreto y Malibú (2003), Zorzal (2005) y también en su cuarta y, hasta el momento, última entrega Pesebre (2009).
Ex integrante de Instrucción Cívica, La Portuaria y Sexteto Irreal, le ha dado a su carrera solista una impronta personal y distinguida abrevando en una diversidad de estilos incalculable que confluyen en una propuesta sonora moderna, abarcativa y multidireccional, sin eludir sus influencias formativas. La resultante es una propuesta original, distinta, universal y atemporal.
Para la presentación de Pesebre en La Trastienda, Krygier conformó un septeto integrado por Diego Arcaute, Fernando Mántaras, Juan Ravioli, Juanfa Suárez, Alejandro Terán, Cristian Terán y, por supuesto, AK.
La misión tenía sus riesgos, ya que sería el debut oficial de esta formación y el repertorio estaría basado en el recorrido casi absoluto (once temas de doce) de su álbum más reciente, sacrificando incluso algunos caballitos de batalla de sus actuaciones, con todo lo que ello implica.

Krygier (me) sorprende gratamente cuando a las 21:35 hs. da inicio al concierto con el instrumental Angus, breve pieza de un minuto interpretada en acordeón, trompeta y clarinete que, al igual que en el CD, hace las veces de introducción de La fiera. El líder, detrás de los teclados, adopta una postura circense acorde con el espíritu festivo imperante en esta composición que no elude al klezmer y los ritmos balcánicos. La sección de caños, en esta oportunidad clarinete, saxo barítono y trompeta, suena afiatada en lo que sería una constante a lo largo de todo el show. Este comienzo (ideal), tiene su continuidad en Campo de Marte. Mientras Ravioli pasa de la guitarra a los teclados y entra en juego la flauta, Krygier parece un murguero apasionado y al borde del desborde. Desde ya que se respiran momentos de suma libertad. La banda, un relojito con varios todo-terreno que no sólo hacen lo que les corresponde sino también que aprobaron con eficacia la materia “relevos”. Y esa frase… “El alma no duda del cuerpo y el cuerpo del alma, no sé. Parece que espera a estar muerto para saber…” Vamos bien.

Juanfa Suárez y Cristian Terán hacen percusión, Alejandro Terán pasa al violín, Krygier permanece en los teclados y Juan Ravioli brilla desde la guitarra para una irresistible Cumbietón rutero en permanente estado lúdico. Alejandro Terán toca el violín con los dedos y Krygier mete algunos sonidos guturales muy bien puestos, dicho sea de paso. Empiezo a pensar que si no hubiera mesas en el recinto todos estaríamos revoleando ponchos y boleadoras supersónicas y danzando como arañas. Una intro de violín a cargo de Alejandro Terán preanuncia Serpentea el tren. A un hermoso pasaje en acústica y teclado-que-suena-como-si-se-hubiera-tragado-una-kalimba, le sucede una notable entrada de Juanfa Suárez en trompeta asordinada y otra buena intervención en violín. Estamos en alguna localidad cercana a Nashville (gracias de nuevo Ravioli), sólo parece faltar el heno rodando por las calles.
El sonido ha mejorado, ya no saturan los graves como al inicio y aparece el primero de los temas no pertenecientes a Pesebre: Princesa, de Zorzal. Una intro que nos traslada a Arabia (sí, soñar cuesta poco). Krygier, con voz distorsionada (un clásico) agradece a los presentes. Hay buenas (muy) intervenciones de Krygier en flauta y de Ravioli en guitarra. Hacia el final, Diego Arcaute en batería y Fernando Mántaras en bajo empujan y el combo acompaña en gran forma.
Krygier parece estar más relajado. Cambiando los tonos de su voz realiza una imaginaria conversación que sirve de preámbulo a Llega enero ( y el regreso a Pesebre). En cuarteto y sin bronces, la versión es rara y lúdica. Parece que costó sacarla a flote (¿se olvidó la letra?). Otro diálogo imaginario con “la voz de los animales” nos lleva a Pesebre (el tema). Interpretada en trío (batería, bajo y teclados), la voz sampleada y distorsionada de Jorge Luis Borges, entrega simple, contundente y acelerándose frenéticamente hasta el abrupto final.

A continuación, dos segmentos instrumentales de neto carácter improvisatorio. El primero, un dueto a cargo de Krygier (teclado) y Alejandro Terán (violín), de gran belleza. El segundo, con el aporte como invitado de Camilo Carabajal en bombo y Krygier pasando a la melódica, tiene aires de zamba que incluyó otro dueto, esta vez en bombo y violín. Impecables entregas ambas.
Otro invitado, esta vez Pedro Onetto en teclados quien, sumado a los Terán en clarinetes, Diego Arcaute en batería, Fernando Mántaras en bajo y Krygier que por vez primera no distorsiona su voz, ofrendan una impecable versión de Ansia, una suerte de balada de desamor, desgarradora, que no le impide al cantante danzar robóticamente hasta desaparecer del escenario.

Para el primero de los temas de Échale semilla! de la noche, el líder convoca a su hermana, la cantante Marcia Krygier. Cantan a dúo; más acelerada (y mejorada) que en el CD, la jazzy Cabeza de barro incluye un buen solo de Juanfa Suárez en trompeta y otro igualmente atractivo de Cristian Terán en flauta. A la cantante se la nota más suelta y con mayor protagonismo en Zorzal, asumiendo con autoridad el liderazgo vocal. Muy bien Alejandro Terán en violín; Cristian Terán y Juanfa Suárez vuelven a la percusión y es fundamental el aporte (por momentos casi silente) de Juan Ravioli. Sin virtuosismo, pero con gran ubicuidad, Axel Krygier regala un impecable aporte en trompeta.

También de Zorzal proviene Sentimiento/Pensamiento. Interpretada en cuarteto (batería, bajo, violín y teclados), la relectura goza de gran contundencia, con un fundamental aporte de Alejandro Terán (¡sí, otra vez!) en violín y con el líder haciendo percusión con su voz. Otro momento de gloria que tiene su correlato en ¿Dónde estarás hermanita?, con el ingreso de Sofía Viola en voz y de Camilo Carabajal en bombo. Ravioli, en lo que a la distancia nos pareció un cuatro venezolano, vuelve a demostrar su versatilidad y, cerca del final, todos participan de un momento mágico a capella como para dar las hurras.

El retorno a Pesebre se produce con el hit del verano (y ahora, del otoño): Cucaracha, un irresistible tour de force (auguramos) que parece haber nacido con buena estrella, ya que un acople inesperado entró en el momento justo y no nos sorprendería que fuera incluido en sucesivas versiones. Ravioli en los teclados, tremendos ambos Terán en clarinetes y Krygier comandando todo desde su acordeón. El público se ha acercado al escenario esquivando las mesas y lo bien que han hecho. Sofía Viola, además de cantar, entra en una frenética danza y otro tanto ocurre con Carabajal que hace su propio pogo al lado de su bombo legüero.

Krygier amaga y nos vamos dando cuenta de lo que se viene. La ovación de una audiencia desde su teclado ayuda a arengar a la audiencia real, que responde en buena forma. Al programar el instrumento se justificó diciendo “no sé manejar un auto…”, pero Krygier aquí hace todo bien (y más que eso). Hay un impecable pasaje instrumental protagonizado por los bronces y el líder se permite explicar (y explicarse) lo que canta una y otra vez, dejando en claro que Échale semilla! (el tema) goza de total impunidad. Extraordinario momento.
Esclavo de olor sonó contundente y mejorada; pero así y todo no (me) termina de cerrar. Krygier se dirige al público y dice “che… no bailaron en toda la noche; bueno… a mí me gusta bailar pero no con una mesa adelante”. Aplausos.
El cierre oficial del concierto fue con una portentosa Looking 4 the summer hit, instrumental extraído de Zorzal, con indisimulable base disco, muy buen arreglo de bronces (aquí trompeta, saxo tenor y flauta), un gran Ravioli desde la retaguardia y una exquisita intervención de Axel Krygier en flauta. Larga, festiva e imbatible.

Los bises fueron cuatro, todos de Pesebre. El primero, el instrumental con aire de ragtime Charlone, a dúo entre el líder (teclados y silbido) y Diego Arcaute en batería. Luego, y con todos (sí, todos) sobre el escenario, una suerte de reprise que incluyó Agnus, La fiera y (cómo no…) Cucaracha. A las 23:30 hs. se dictaminó el final.

Axel Krygier seguramente trabajó a destajo para presentar, con un septeto (más los invitados), el material de un álbum –Pesebre– que grabó sólo con el aporte del baterista Fernando Samalea. Y que fue interpretado, con la excepción de Tucumana, en su totalidad. Ya vendrá seguramente la depuración; hay varios temas esperando en fila (ya que me lo pregunta… Habláme por favor, Vamos los gauchos, Nuevo Creole, El regreso del león bizco…) y Krygier sabrá (sabe) cómo balancear convenientemente su repertorio.
Las casi dos horas de concierto han brindado una gran cantidad de ribetes disfrutables y para humores varios. Muy buenos aportes instrumentales y una presencia escénica de Krygier contagiante, lúcida e inquieta; pero, además, un líder atento y concentrado a todo detalle todo.

Axel Krygier ha sabido rodearse una vez más de músicos versátiles, varios de ellos verdaderos multi-instrumentistas, que han disimulado con sapiencia el carácter debutante del septeto. Pero con el valor agregado de la complicidad, el guiño, la generosidad y el altruismo. Como para reafirmar, por si hacía falta, aquel pensamiento de Manuel Mandeb que bien supo reflejar Dolina en sus Crónicas del Ángel gris.
Con la salvedad de que la paleta de Krygier posee muchos más colores para pintar su universo que, además de atractivo, aún es perfectible.
Afortunadamente.

Marcelo Morales

Nota: Imágenes del concierto, gentileza de Pablo Mekler http://pablomekler.blogspot.com

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