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Mísia: Ruas

CD1 Lisboarium: Que Fazes Aí Lisboa, Joana Rosa, Conjugar Lisboa, Venho De Longe Lisboa, Fado Da Rua Da Bica, Rapsódia Dos 3 Poetas, Fado De Santa Catarina, ÉNoite Na Mouraria, Fado Inventaire, Lisboa Nâo Sejas Francesa, Autopsicografía, Um Raio De Luz Ardente, Cançâo De Lisboa

Músicos:
Mísia: voz
Daniel Pinto: contrabajo
Luis Pacheco Cunha: violín
Angelo Freiro: guitarra portuguesa
Carlos Manuel Proenca: viola de fado
Daniel Mille: acordeón

CD2 Tourists: Biraz Kül Biraz Duman, Hurt, Fallaste corazón, Mi sono innamorata di te, Pour Ne Pas Vivre Seul, Como el Agua, Era de Maggio, Love Will Tear Us Apart, Aishuh Hatoba, Attendez Que Ma Joie Revienne, Rosa Dos Ventos

Músicos:
Mísia: voz
Dirk Jans: batería
Nicolás Fiszman: bajo, guitarra acústica
Michael Ohayon: guitarra acústica
Bernardo Couto: guitarra portuguesa
Geoffrey Burton: guitarra eléctrica y acústica
Kudsi Erguner: ney
José Luis Monton: guitarra flamenca
Daniel Mille: acordeón
Philippe Decock: piano, teclados
Laurent Guéneau: programación
Peppe Servillo (voz) Vittorio Remino (bajo), Mimí Caramella (batería), Fausto Mesolela (guitarras) en Era de Maggio

Universal, 2010

Calificación: Está más que muy bien

Así como Argentina tiene como referente internacional musical el tango, Uruguay el candombe, España el flamenco, Brasil la bossa nova, Estados Unidos el jazz… Portugal (más específicamente Lisboa), tiene el fado, una música tradicional de carácter nostálgico, generalmente acompañado de una guitarra portuguesa. Aclaremos que hay dos fados: el de Coimbra, que resalta la vida de esta ciudad estudiantil y es cantada sólo por hombres; en tanto que la escuela lisboeta es cantada por hombres y mujeres y tiene temática más universal que recorre principalmente temas en torno a la tristeza, la nostalgía o saudade, el amor truncado, los valores lusos y el desamparo metafísico. Y el que ha tenido una mayor repercusión internacional, la verdad sea dicha.

Su origen es, como el del tango, poco claro. Hay quienes sostienen que resulta un derivado del lundum de Cabo Verde; otros, que la inmigración estudiantil brasilera hizo lo suyo. También es opinión de algunos musicólogos que hay una fuerte relación con la música árabe. El fado (cuyo significado más apropiado podría ser “destino”) proviene del siglo XIX y, como corresponde, de las clases bajas, habitantes de barrios marginales. Se dice también que dichos cantos eran entonados por prostitutas para matizar la espera entre cliente y proxeneta.
Sin dudas que la exponente principal del fado fue la gran Amalia Rodrigues (1920 – 1999), conocida como “La Reina el Fado” imagine usted por qué bondades. No sólo fue reconocida en su país sino en el resto de lo que llamamos planeta y supo tener numerosas participaciones televisivas y cinematográficas.
Y la Rodrigues ha tenido quien le suceda. Incluso algunas, en la actualidad, son reconocidas en la Argentina y algunos de sus discos se encuentran disponibles; ahí tenemos, por ejemplo, a Mariza, Cristina Branco, Dulce Pontes, Mafalda Arnauth y una tal Susana María Alfonso de Aguiar, nacida en 1955 y cuyo nombre artístico responde al de, simplemente, Mísia.
Hija de padre portugués y madre catalana, en sus inicios actuó como bailarina de cabaret en España, dato no menor, ya que varias de las influencias recibidas en esa época supo volcarlas en su estilo; no hablamos solamente de incorporar elementos del bolero, el tango y la música española sino también del agregado de algunos instrumentos poco habituales en el fado hasta el momento como el violín y el acordeón.
Su debut discográfico se produjo en 1991; y acaba de editarse en la Argentina el que seguramente resulta el álbum más ambicioso de su carrera: el doble Ruas. Con un concepto claramente definido, el primero de los CD’s se titula Lisboarium. Según la propia cantante, Lisboarium es un viaje imaginario y onírico a través de las calles de Lisboa, sus barrios y su música, no sólo el "Fado", sino también las "Marchas de Lisboa" y la "Morrna". Los sonidos de Lisboa con la riqueza de su mestizaje y su condición de ciudad periférica. Lisboarium es un sueño donde todo es posible…
En cambio el segundo compacto, Tourists refleja (volvemos a utilizar las palabras de Mísia) a los artistas de otras calles del mundo, de otras culturas, de los cuales pienso que tienen un alma de "fadista", y que algunos de ellos, sin duda, hubieran cantado fado si hubieran nacido en Portugal.

Lisboariumhace hincapié en reconocidos autores del fado, aunque con algún, digamos… detalle. Ya llegaremos. La apertura, con Que Fazes Aí Lisboa (de Gonçalves y Duarte de Carvalho) es impactante desde el inicio mismo, con Mísia cantando a capella una geografía portuaria con gran sensibilidad y el sobrio, ajustado acompañamiento de Daniel Pinto en contrabajo, Angelo Freiro en guitarra portuguesa y Carlos Manuel Proenca en viola de fado. El espíritu melancólico y descarnado se mantendrá prácticamente a lo largo de las 13 canciones que componen Lisboarium brindando un carácter de llamativa homogeneidad y donde resaltan las extraordinarias aptitudes interpretativas de Mísia. Vigorosa en Conjugar Lisboa, a caballo del lúdico entramado de cuerdas que la sostienen, modificando humores con singular naturalidad; con arrebatos andaluces (y por momentos con aires de Theodorakis, créame), en Rapsodia Dos 3 Poétas; sentida en Fado de Santa Catarina, con un dueto de voz y violín (mérito de Luis Pacheco Cunha) de belleza difícil de describir; cierto aire parisino se hace presente en É Norte Na Mouraria, sembrando el terreno a la interpretación de Fado Inventaire, del gran autor portugués Vasco Graça Moura, pero compuesta (e interpretada) en francés. Casi un anticipo de lo que nos depararía el segundo CD de Ruas.

Es hora de decir que los arreglos son de una aparente sencillez deslumbrante. Entregas instrumentales no invasivas, apareciendo (y desapareciendo) oportunamente y siempre al servicio de la propuesta global. Cierto aire festivo y desacomplejado en Lisboa Nâo Sejas Francesa (mire usted cómo han ido ubicándose los temas), da paso a Autopsicografía, escrita por el gran Fernando Pessoa y musicalizada por Felipe Pinto, y que ínclitamente ofrece frases como “el poeta es un simulador / simula tan completamente / que llega a fingir que es dolor / el dolor que de veras siente”; y una intervención en violín de Luis Pacheco Cunha acorde al genio del escritor. El atractivo continúa en las dos piezas finales: Um Raio De Luz Ardente (donde otra vez Cunha…) y Cançâo De Lisboa, con la cantante recitando (y bien) y manejando los climas con singular autoridad, rogándole a la ciudad que “cuando parta, ruega por mí, Lisboa, por lo que voy a sentir, penas interminables, una tristeza atroz (…) Y si a mi regreso me ves llorar, debes perdonarme, cuando le abra la puerta a la tristeza y ría desmedidamente”.

Lisboarium (reiteramos, el pimer CD de Ruas) es un alegato extraordinario de una artista que ha ofrecido una obra impecable, de rara y extraordinaria belleza, emocionante, conmocionante y elija usted unos cuantos adjetivos calificativos más, que temo caer en la redundancia. Con una voz en estado de gracia y un acompañamiento instrumental sobrio pero exquisito, casi como que da miedito incursionar en el segundo CD, Tourists, pero hacia allí vamos.

La diferencia con Lisboarium es radical, sustancial y absolutamente manifiesta. Se trata de 11 canciones interpretadas en varios idiomas; una suerte de recorrido multicultural heterogéneo, con instrumentación diversa (aunque la guitarra portuguesa goza de una “casi” omnipresencia) que comienza con Biraz Kül Biraz Duman (cuya traducción del turco sería “Fumar un poco de ceniza”), de tratamiento hipnótico gracias a la ney (precursora de la flauta moderna y que consta, parece, de unos 5.000 años de existencia) interpretada por Kudsi Erguner, famoso ejecutante turco nacido en 1952. Un comienzo inmejorable. Impacta también la  relectura de Hurt (de Trent Reznor, de Nine Inch Nails). Gran cadencia merced a la guitarra eléctrica de Geoffrey Burton y a la precisión de Dirk Jans en batería. Un salto olímpico, casi mortal, se poduce cuando comienza a sonar Fallaste corazón, del mexicano José Saldaña Sánchez, más conocido como “Cuco”. Aggiornada y bien interpretada por Mísia, pone en manifiesto las dificultades de ensamblar un repertorio, como dijimos, tan heterogéneo. A continuación, una acústica e intimista Mi sono innamorata di te, de Luigi Tenco, que aporta un buen trabajo de guitarras y poco más. Pour Ne Pas Vivre Seul, del compositor francés Daniel Faure, retoma los bríos nuevamente gracias a la tarea de Geoffrey Burton y Dirk Jans. Otro brusco salto se produce con Como el agua, que no obstante se destaca con el espíritu de Camarón de la Isla merced al cruce de guitarras flamenca y portuguesa a cargo de José Luis Monton y Bernardo Couto respectivamente. Las diferentes interpretaciones de Mísia siguen resultando superlativas, dicho se de paso. Para Era de Maggio, de Salvatore Di Giaccomo, Mísia cuenta con el aporte de Peppe Servillo (voz) Vittorio Remino (bajo), Mimí Caramella (batería) y Fausto Mesolela (guitarras). Innecesariamente edulcorada, ha gozado de versiones mucho más logradas.

Love Will Tear Us Apart, de Joy Division, respeta el espíritu de finales de los ’70 con la cantante haciéndonos recordar a una tal Blondie. Un silencio importante fue necesario para adentrarse en Aishuh Hatoba, compuesta por el tandem Ishimoto / Funamura; intimista, en guitarra acústica (Daniel Mille) y acordeón (Michael Ohayon), es una verdadera delicia. No sabemos cuánto le ha pegado la portuguesa a la fonética nipona, pero es una entrega creíble, cuanto menos. La composición de la cantante francesa Barbara, Attendez Que Ma Joie Revienne (no… no significa “atención que me juego un Ravanna”), es respetada con veneración y muestra una vez más que el francés, a Mísia, le calza a la perfección. El final es con una enérgica y rockera versión  de Rosa Dos Ventos, que tuviera numerosas versiones en las voces de María Bethania, Fernanda Porto y, fundamentalmente (entre muchos otros), Chico Buarque. Final.

La cantante portuguesa Mísia ha concretado un ambicioso proyecto en dos discos claramente diferenciables. El primero de ellos, prácticamente inmaculado. El segundo, con ciertos desniveles en la elección del repertorio y la secuencia elegida.
Pero pasa a ser un detalle menor ante lo arriesgado de la propuesta; que cuenta con una idea (¡una idea!), una intención, un propósito y que se ha llevado a cabo con profesionalismo, seriedad, respeto, un alto valor estético y grandes dosis de emoción.

Marcelo Morales

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