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Steve Coleman and Five Elements: Harvesting Semblances and Affinities

Attila 02 (Dawning Ritual), Beba, Clouds, 060706-2319 (Middle of Water), Flos ut Rosa Floruit, Attila 04 (Closing Ritual), Vernal Equinox 040320-0149 (Initiation)

Músicos:
Steve Coleman: saxo alto
Jonathan Finlayson: trompeta
Tim Albright: trombón
Jen Shyu; voz
Thomas Morgan: contrabajo
Tyshawn Sorey: batería
Marcus Gilmore: batería en Beba
Ramón García Pérez: percusión en Flos ut Rosa Floruit

Pi Recordings, 2010

Calificación: Dame dos

Todo conocimiento tiene por sí mismo algún valor, no hay nada tan pequeño e insignificante que yo no prefiera conocer a ignorar (Ben Johnson)

El saxofonista y compositor estadounidense Steve Coleman es una de las figuras más significativas e innovadoras que ha producido el jazz de vanguardia en décadas recientes. Los conceptos y el andamiaje teórico que sustenta el conjunto de su obra no sólo representan por sí mismos un universo estético de innegable valor sino que también han servido como fuente de inspiración para las nuevas generaciones del jazz. En ese sentido, basta con observar la ascendencia que ha tenido su pensamiento musical en algunos de los actuales popes de la música creativa (Vijay Iyer, Rudresh Mahanthappa, Steve Lehman, etc.) para confirmar que Coleman es uno de los músicos más influyentes de los últimos tiempos. El cuerpo principal de su fértil producción artística se funda en una serie de nociones y principios musicales a los que su propio autor encuadró dentro del movimiento denominado M-Base.
El M-Base (acrónimo de Macro-basic of Structured Extemporization) es una concepción metodológica que vincula a la creación musical con dos principios ancestrales: la Energía (como elemento potencial de cambio en fenómenos físicos, metafísicos y psíquicos) y la Geometría Sagrada… todo aclarado, ¿no? No.

Saber que la música de Steve Coleman se circunscribe a los preceptos del M-Base y que éste es un acrónimo de vaya a saber qué cosa y que eso a su vez se vincula con lo que ya dijimos que se vincula, no sólo no significa haber adquirido una cabal comprensión del tema sino que además puede constituirse en una cadena interminable de información sin sustento, más próxima al oscuro territorio de la ignorancia que a la luminosa jurisdicción del conocimiento… Alguien me lo dice a mí, yo se lo digo a usted, luego usted lo repite ante su tía, prima, cuñada o similar y así hasta que un día millones de personas en el mundo estamos hablando sobre Macro-basic Structured Extemporization o geometría sagrada sin tener la más mínima idea de qué significa o si eso es bueno o malo y para qué sirve, si es que sirve para algo.
El conocimiento y la ignorancia son cualidades antagónicas que interactúan en un mismo plano. La existencia de ignorancia implica una ausencia de conocimiento, en tanto que la presencia del conocimiento permite disipar la ignorancia. Ergo, resulta lógico deducir que nuestro destino variará según las cantidades de ignorancia y conocimiento que vayamos adquiriendo en la vida; de allí la importancia de las decisiones que adoptemos para que ellas aumenten o disminuyan. No obstante, aunque resulte paradójico, la adquisición de nuevos conocimientos puede también generar más ignorancia ya que, ante cada misterio develado y cada pregunta respondida, irán apareciendo otros interrogantes o enigmas por resolver que no existían antes de la adquisición de ese nuevo conocimiento.

En lo personal, reconozco que ignoro o carezco de información sobre muchísimas cosas pero también hay algo en lo que tengo pleno conocimiento y absoluta certeza. Y no me pregunte de qué se trata porque acabo de decirlo, o sea: “reconozco que ignoro o carezco de…”, etc., etc., etc. ¡Eso lo tengo clarísimo!

El encadenamiento que permite transformar la ignorancia en conocimiento se constituye por una serie continua de eslabones que van impulsándose sucesivamente. Así es cómo partiendo de la confusión que provoca la ausencia de conocimiento, pasamos a una etapa signada por la sospecha, en donde si bien aún no hemos adquirido un conocimiento determinado, al menos nos permite definir su orientación. Esa ambigüedad, luego transmuta en una duda sobre la consistencia de lo aprehendido; pero con el desglose de su identificación y preponderancia surge un grado aparente de conocimiento que se manifiesta en forma de opinión. Finalmente, la efectividad en la construcción de esa opinión nos brindará la capacidad para emitir un juicio de afirmación o certeza. En todo caso queda de manifiesto que, como decía Carlos Timoteo Williams: “el que bebe una vez de la copa del conocimiento, jamás la dejará”.
Y así fue como pasó toda su vida dedicado a… la bebida.

Para ser honestos, al trasladar los conceptos musicales de Steve Coleman a esa secuencia evolutiva que va de la ignorancia al conocimiento, quizás debamos reconocer que estamos en un punto en el que sólo poseemos indicios, una orientación básica, algunas dudas y muy pocas certezas. Está claro que se puede disfrutar de la música sin entender los principios en que se funda; pero nadie podrá negar que una cabal comprensión, nos otorgara más conocimientos sobre las causas de ese goce.
Por ejemplo: si a uno le gustan las mujeres pero no averigua sobre las razones o los motivos de esa atracción, puede terminar seducido por su suegra o, peor aún, la mía.
Mientras nos recuperamos de la impresión causada por este espeluznante y aterrorizador ejemplo iremos desglosando algunos de los estatutos que modelan la música de Steve Coleman, tales como el concepto de Energía y la Geometría Sagrada.

La energía es la capacidad que posee un objeto o una persona para producir un cambio, en potencia o en acto. La energía, de acuerdo a su estado, es potencial cuando está contenida en un cuerpo o cinética si existe movimiento. A grandes rasgos podemos decir que, en el epítome del ideario creativo de Steve Coleman, el lugar de la energía potencial lo ocupan las estructuras musicales específicas (jazz, funk, soul, folclore africano, etc.); mientras que la energía en estado cinético se encuentra representada en los movimientos producidos al improvisar sobre esas estructuras.
La geometría sagrada, en cambio, es un conjunto de interpretaciones arcanas que asocia elementos geométricos y matemáticos con valores espirituales y místicos, utilizándolos como llaves de acceso a las grandes verdades sobre la naturaleza del universo. Esos principios fueron aplicados a la construcción de estructuras sagradas como las pirámides egipcias, los templos mayas, los zigurates babilónicos, las catedrales cristianas, las mezquitas islámicas y los tabernáculos de Jehová. Coleman adopta la hermética divinidad de la geometría arcana y emplea diversas formas musicales que parecen simbolizar algunos de sus arquetipos como el Cubo de Metatrón, la Semilla de la Vida, la Vesica Piscis y los sólidos platónicos.
Espero que haya entendido… así me lo explica. Le puse voluntad pero debo aceptar que soy (para decirlo en términos de geometría sagrada) un “divino cuadrado”.

Steve Coleman & Five Elements regresa ahora con Harvesting, Semblances and Affinities, álbum en donde reafirma los pensamientos y criterios ya mencionados pero agregando influencias inspiradas en la obra desarrollada en el siglo XIII por el filósofo místico y teólogo mallorquín Ramón Llul, autor de El árbol de la Vida e inventor de una máquina lógica denominada Ars Magma et Ultima, cuyo funcionamiento permitía un acercamiento a la verdad a través de formas… geométricas (¿le suena la “palabrita”?).
Attila 02 (Dawning Ritual) es un viaje musical hipnótico y profundo, sellado por arreglos instrumentales de impactante meticulosidad que van trazando sobre el entramado armónico diferentes estructuras métricas en una polirritmia magistral. Las intervenciones solistas se integran a progresiones en tetracordio con infrecuente naturalidad  pero, como ocurre en todo el álbum, el protagonismo está representado por los laberínticos patrones rítmicos que emergen de la batería de Tyshawn Sorey y por el innovador aporte vocal desplegado por Jen Shyu. Beba exhibe una medida métrica indefinida que orilla los contornos del funk pero sin recurrir a su rigidez estructural y permitiéndose libertades para el desarrollo de contrapuntos polifónicos y texturas provenientes de la diáspora africana. Clouds ofrece un desconcertante lirismo con vestigios de música antillana, en tanto que la expansiva fluidez del asimétrico 060706-2319 (Middle of Water) otorga amplios espacios para la improvisación colectiva. La recreación del clásico Flos ut Rosa Floruit, pieza del compositor danés Per Norgard sobre textos en latín, expresa una eufonía infinitamente lejana y de extraña espiritualidad sustentada en las cualidades operísticas que provee el amplio registro vocal de Jen Shyu. El cierre contrapone la despiadada agitación del breve Attila 04 (Closing Ritual) con la embriagante calma de Vernal Equinox 040320-0149 (Initiation).

Steve Coleman, en Harvesting Semblances and Affinities, parece estar más cerca de la precisión científica que de la vaguedad del artista; pero eso no le impide manifestar una sensibilidad creativa con suficiente autoridad para hacernos repensar los conocimientos adquiridos sobre el arte musical y a hurgar en aquellos que aún ignoramos.

El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va (Antoine de Saint-Exupery)

Sergio Piccirilli

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