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Eleonora Eubel + Trío: Por el aire

Viento Sur, Una mujer y una gallina, El Becerrito, Encantamiento (Enchantment), Pacha, Conjuro, Aída, Sumercé me quiere, Ñamkupangui, Te sigo (I’ll Catch You), Currulao – danza colombiana

Músicos:

Eleonora Eubel: voz

Carto Brandán: batería

Julián Montauti: contrabajo

Enrique Mendoza: guitarra

Invitado:

Enrique Norris: corneta

Acqua, 2010

Calificación: Está muy bien

 

No me levanté didáctico pero, con el transcurrir de las horas, cierta dosis de curiosidad, necesidad y, por qué no, también una pizca de malicia se fue apoderando de este servidor. Así que hoy (este “hoy” es mío, el suyo depende de usted; desde ya, no serán coincidentes), así, como si no me importara nada, le voy a comentar un par de cuestiones acerca de un elemento vital e indispensable. Me refiero a una mezcla gaseosa compuesta (aproximadamente, no se me ponga quisquilloso) por 21 partes de oxígeno, 78 de nitrógeno y, agrupado en un minúsculo 1%, una verdadera banda: vapor de agua, argón, criptón, ozono, dióxido de carbono, hidrógeno, metano, óxido nitroso y también (aunque no siempre) polvo, polen, flúor, mercurio, azufre, esporas y ceniza volcánica.

Y toda esa mezcla usted, yo y estoy en condiciones de afirmar que muchos más, sin pensarlo, automáticamente, sin premeditación y alevosía, nos la mandamos derechito a los pulmones.

Le juro.

 

Porque estamos hablando de aquello que constituye la atmósfera terrestre.

Acertó: el aire.

Que es inodoro, incoloro e insípido; de menor peso y densidad que el agua; su volumen es indefinido y, entre otras cuestiones, no existe en el vacío (en el asado no lo sé). El aire limpio y puro (purísimo) forma una capa, alrededor de la Tierra, de unas 500.000 millones de toneladas. Yo, que toco el aire y a usted no lo toco, colijo que vamos a necesitar una buena flota de Transmix si un día pinta la mudanza…

Pero entre nosotros (no entre usted y yo sino entre nosotros, o sea… entre todos nosotros), el aire tiene alguna que otra impurecita. Y sabe usted muy bien que la contaminación del aire es uno de los problemas más importantes que supimos conseguir. Y lo de “supimos” (o “no supimos”, depende) es porque generalmente se produce (la contaminación), como resultado de nuestras actividades. No me pida precisiones de cuáles, aunque alguna idea tengo. Lo que sí puedo comentarle es que los contaminantes se dividen en primarios y secundarios (de jardín y terciaria, ni noticias). Y le tiro un datito así como si nada… cada uno de nosotros consumimos entre 3.000 y 5.000 litros de aire por día (depende de lo que cada uno haga, por supuesto). La principal condición es estar vivo. La segunda, respirar. Con estas dos consignas, tiene la mayoría del problema resuelto.

 

El Licenciado, Doctor y Catedrático español Carmelo Lisón Tolosana sostiene, entre otras cosas, que un caballo convenientemente amaestrado puede ejecutar 31 aires (¡?) y que éstos definen los modos y cadencias del animal y la colocación del jinete en la montura. Y que según el tipo de caballo los aires pueden ser altos, bajos, buenos, malos, ligeros, pesados, etc. Pero lo que nos interesa particularmente en este caso de Tolosana es lo siguiente: “El grado de celeridad o de lentitud y la forma o estructura de una obra musical vienen indicados por el aire que el compositor indica con palabras italianas que se acostumbran a escribir junto a la clave. Larghetto, lento, sostenuto, maestoso, cantabile, andantino, allegro, scherzo, vivace, prestisimo (…)”. O sea que alguna relación entre el aire y la música tenemos. Ya sé lo que está pensando… si con los instrumentos de viento bastaba para relacionar… pero es que a mí me gusta complicármela un poquito (y de paso complicársela a usted, si me lo permite) y de paso dejar en claro que si de algo soy un devoto, es de las relaciones que un tal Carmelo Lisón Tolosana es capaz de realizar en relación a la música… y el aire.

 

Ahora entiendo por qué me mira así… claro… es que no le comenté que el núcleo de este comentario es el disco Por el aire, de la cantante y compositora argentina Eleonora Eubel. Que en su booklet trae una frase (más bien una definición): “El sonido, cuando se propaga por el aire, recorre 340 metros en un segundo”. Y Carl Lewis con las barbas en remojo. Por ello será entonces que el significado “oficial” de la frase “por el aire” significa “con mucha velocidad”.

 

Eleonora Eubel debutó discográficamente (luego de pasar por algunos grupos pop hasta desembocar en el jazz de la mano del pianista Tony Salvador y el guitarrista Walter Malosetti para luego formar parte de Fénix Jazz Band y Creole Jazz Band) en 2000 con Full Moon (acompañada por Guillermo Bazzola, Oscar Giunta y Fernando Galimany, más invitados como Rodrigo Domínguez y Jorge Navarro, entre otros); le sucedió Esthesia en 2003, donde contó con un trío conformado por Carto Brandán, Jerónimo Carmona y Miguel Tarzia (Enrique Norris y Bazzola como invitados). Su tercer álbum, Espejos de agua, fue grabado en 2006 junto a Carto Brandán, Marcelo Gutfraind y Julián Montauti (con Mario Gusso como “guest”). Y ahora llegó el turno de Por el aire, editado por Acqua Records y nuevamente con un trío como sostén: Carto Brandán (batería), Julián Montauti (contrabajo) y Enrique Mendoza (guitarra). Aporta lo suyo en algunos temas Enrique Norris (corneta).

 

Si algo caracteriza a la cantante es su espíritu inquieto, su búsqueda, presentándose en distintos formatos (dúo, trío, cuarteto) con artistas de distintas extracciones y generaciones dentro del jazz; Manuel Fraga, Paula Shocron, Esteban Sehinkman, Marcelo Lupis, Diego Mark, Roberto Tormo, Alejandro López, Guillermo Delgado, Ricardo Nolé y Diego Lutteral, entre muchos otros, han compartido escenarios o grabaciones con Eubel. Quien, además, no deja de plasmar un fuerte compromiso en sus composiciones, declaraciones y actitudes.

Eleonora Eubel se escapa de los convencionalismos argentos al cantar jazz en español; ya se trate de sus propias canciones o bien componiendo letras en temas de autores como (en este caso) Horace Silver y John Scofield. En Por el aire, además, profundiza en algo que ya había manifestado en su disco anterior, Espejos de agua, donde incorporó elementos del folclore sudamericano y algunos vocablos en mapuche.

 

El álbum se inicia con Viento Sur, una composición situada entre el straight ahead y la baguala, vibrante, enérgica, con Eubel apartándose de la-típica-cantante-de-jazz-que-quiere-sonar-como-alguna-otra y asumiendo, por ende, riesgos. El acompañamiento instrumental, con sobrio solo de Enrique Mendoza en guitarra, es el indicado para la ocasión y fluye sin esfuerzo, con comodidad, aunque sin complacencia. Una mujer y una gallina…, una balada que cuenta desde el inicio con el valor agregado del cornetista Enrique Norris y que ubica a la cantante, por la forma, pero también por el fondo, más en poetisa que en letrista (porque no es lo mismo, ¿vio?), rehuyendo a algunos lugares comunes y a la previsibilidad que generalmente aportan los estribillos (aquí, afortunadamente, ausentes). El solo de Norris es decididamente inmaculado mientras Eubel sigue proponiendo un estilo personal, de difícil encasillamiento.

 

El Becerrito, del venezolano Simón Díaz, muestra los buenos oficios del guitarrista Enrique Mendoza, en sintonía con Eubel que suena creíble en un territorio que, a esta altura, no solamente no le es ajeno sino que parece haberlo adquirido como propio. Encantamiento es, en realidad, Enchantment, de Horacio Silver, con letra de Eubel y, nuevamente, el aporte de Norris. Una correcta re-lectura con buenos aportes de Carto Brandán en batería y de, por supuesto, Norris en corneta. Pacha, en tanto, vuelve a mixturar al jazz con el espíritu del folclore latinoamericano y con la cantante, por momentos, sonando como una Dianne Reeves vernácula. Conjuro es, probablemente, lo que mejor resume el concepto del álbum. Eubel en gran forma cantando “Con la ayuda del aire y el poder de los sueños, de su boca salen volando mariposas de fuego”, una base rítmica que pasa del espíritu free al mero acompañamiento para un correcto solo de Mendoza, una buena intervención de Montauti en contrabajo y con la cantante ofreciendo hacia el final un sutil scat (o similar). Aída prescinde del jazz y, con sutil y ubicuo acompañamiento de Enrique Mendoza, Eleonora Eubel demuestra nuevamente que es buena de verdad. Gran composición. Gran Momento. De lo mejor del álbum.

 

Sumercé me quiere, con música de Mendoza y letra de la cantante, vuelve a contar con Enrique Norris en corneta que descuella nuevamente dentro de una composición sin demasiadas sorpresas. El swing asoma en Ñamkupangui aunque nuevamente transitando por terrenos explorados. Te sigo (I’ll Catch You, de John Scofield, apertura de “Works for Me”, de 2001) ofrece, además de las bondades de Eubel y dentro de un straight ahead muy bien tocado y poco más, el atractivo adicional de (sí, otra vez) Enrique Norris. El final es con la placidez de Currulao, con letra de Ricardo Ramos y letra de Enrique Mendoza, de neto corte folclórico, con acompañamiento jazzístico y Eubel como en el living de su casa (la casa de ella, no la suya de usted).

 

Eleonora Eubel demuestra, en Por el aire, no sólo sus dotes vocales, compositivas e interpretativas sino que está en un momento de gracia; pero, mejor aún, en permanente búsqueda. Habíamos dicho que el aire es esencial para los mortales y que “por el aire” significa “con mucha velocidad”. No obstante, Eleonora Eubel parece haber optado por el camino más largo, que a su vez es el menos transitado y por ello más atractivo.

Está claro que sin el aire no podríamos vivir.

Y casi podemos afirmar que Eubel, sin su música, tampoco.

Y tiene usted ahí una buena noticia y un mensaje elevado.

Porque no importa tanto el “qué”; lo trascendental es el “cómo”.

 

Marcelo Morales

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