a-Links PrincipalesEl Ojo Tuerto

Stick Men en Concierto: Palo y a la bolsa

Teatro ND/Ateneo – Buenos Aires (Argentina)

Viernes 12 de marzo de 2011 – 21:00 hs.

En su vida usted seguramente se habrá cruzado, no necesariamente cara a cara, con algún o alguna Chapman. Que, desde ya, le aclaro que no significa “hombre chapa” (no se preocupe, durante mucho tiempo yo incurrí en el mismo error que usted, son cosas que pasan).

Por si en este momento usted tiene una laguna del tamaño del Mar Caspio, intentaremos desde este lugar echar un poco de luz a su oscura memoria (no lo tome como un insulto, son cuestiones circunstanciales, no se preocupe, son cosas que pasan). Ha habido y hay Chapmans de toda índole y calaña, pero no tema, no haremos aquí juicio de valor, cuestión meramente subjetiva aunque en algunos casos no hay manera de chingarle al vizcachazo, si me permite la referencia telúrica.

Ahí tenemos a uno de los más célebres, lamentablemente célebres, un tal Mark David Chapman, aquél que decidió comprobar si John Lennon andaba por las calles con chaleco antibalas. La experiencia resultó negativa. Al Dr. Gary Chapman, quien se hace llamar “experto en matrimonios y vida familiar” (le juro). La empresaria rusa Anna Chapman, por su parte, hija de Irina y Vasily, decidió jugar al espionaje durante sus ratos libres; fue arrestada en New York y deportada a su país de origen (mirá vos… tan modosita que parecía… y que parece). Por su parte, el beisbolista cubano Aroldis Chapman posee el récord de lanzamiento más rápido en las Grandes Ligas (porque el morocho juega para los Cincinnati Reds). Gran lanzador de piedras de pequeño, ha sabido arrojar la bola a una velocidad de 169 km. por hora.

Ya metiéndonos en el terreno artístico, imposible no mencionar a Graham Chapman, de los inolvidables Monty Python (¡de pie!) y a Tracy Chapman, cantautora y antropóloga estadounidense nacida en Ohio que sorprendió con su álbum debut en 1988, inicio de una trayectoria comprometida y coherente, más allá de los habituales desniveles que pueden hallarse en su carrera discográfica, habiendo editado 8 discos.

Y llegamos a un tal Emmett Chapman, guitarrista de jazz nacido en 1936 pero que tuvo una idea. Y no solamente la tuvo, sino que la desarrolló, la concretó y, convenientemente, la patentó. Sin temor a equivocarnos (no por seguridad sino porque a esta altura no le tenemos miedo a nada), podemos afirmar que 1974 fue el año que marcó un verdadero punto de inflexión en su vida y, posteriormente, en la de muchos otros. Nos referimos a la creación del Chapman Stick, un instrumento que originalmente constaba de 7 cuerdas (hoy los hay de 10 y de 12), una suerte de mix de bajo y guitarra que se ejecuta presionando las cuerdas con los dedos de ambas manos haciendo tapping. Originalmente se lo llamó Electric Stick (palo eléctrico). Hoy la sociedad en su conjunto ha simplificado la cuestión y, musicalmente hablando, todos entendemos (algunos más, otros menos) lo que es un stick (palo).

Sin ningún lugar a dudas (temeraria afirmación pero ya le dije que la palabra “miedo” no figura en… bueno… no tome las cosas de manera tan literal…) que el referente principal del instrumento es el bostoniano Tony Levin, de quien no haremos un resumen biográfico aquí habida cuenta de la reciente entrevista que le realizáramos para este mismo site. Simplemente diremos que este bajista, compositor, arreglador, productor, fotógrafo y (por supuesto) stickista, posee una frondosa foja de servicios que tiene como cenit su participación junto a Peter Gabriel y su labor en el siempre sorprendente King Crimson.

También ha liderado proyectos como Liquid Tension Experiment o Upper Extremities; su última aventura lo tiene al frente de Stick Men, trío con el que ha editado el álbum Soup (2010) y que en la actualidad completan Pat Mastelotto en batería y percusión y Markus Reuter en touch guitar, este último reemplazante del stickista Michael Bernier.

Y Stick Men regresó exactamente un año después de su primera visita a Buenos Aires para presentarse en el Teatro ND/Ateneo en dos funciones a sala llena. Algo que no sorprende… es que Tony Levin, por estos pagos, juega de local. Ha venido en numerosas oportunidades, ya sea como integrante de King Crimson o de la banda de Peter Gabriel y la devoción del público argento se cristalizó de inmediato.

Por ello la ovación incondicional cuando los músicos salieron a escena. Y ni hablar cuando se adivinaron los primeros compases de Indiscipline, tremendo e inoxidable clásico de la banda liderada por Robert Fripp. La versión, iniciada con un bombardeo percusivo de Mastelotto que incluyó sonidos de patitos y platillos lanzados al aire, fue cantada (recitada) por Levin en castellano y respetuosa del original. El trío sonó potente, agresivo, cohesionado y contagió a la audiencia que regaló la primera (previsible) gran ovación. Pero el concierto no fue un grandes éxitos de KC ni mucho menos. Stick Men atacó con Smudge, inédito y que formará parte del EP Absalom; potente, con Reuter tomando el liderazgo por encima de una base impecable. La melodía no es un dechado de originalidad pero ofrenda un muy buen momento a dúo entre Mastelotto y Levin. El power trío regala, hacia el final y como una coda, un toque de lo que podríamos denominar Levin-tronics.

En Speedbump, de Stick Man (2007), Levin salió a ganarse la cena a base de buena digitación y atinados armónicos. La base roza el mix entre el hard rock y la música disco; la precisión y contundencia alterna con breves pasajes de calma (casi pequeños interludios) hasta la explosión final. Del mismo álbum entregan Slow Glide, que incluye una base de voces pregrabada que remite a Because, de The Beatles. Mastelotto se encarga de que el trío vire hacia el hard-pop con el líder cantando (más bien susurrando). A pesar de la aparente simpleza de la melodía, algo no termina de estar bien aquí: pero el baterista con la percusión electrónica (tenue), Reuter con su aporte minimalista y Levin recurriendo al arco provocan un momento camarístico, con cierto toque de clásica contemporánea. Mastelotto raspa el borde de los platillos con sus baquetas, se retoma la melodía inicial y Levin regala una sutil intervención aunque… todo se alarga tal vez demasiado. La coda final no la entendí.

El power trío volvió a pleno con Mastelotto y Levin brillando por igual en otro estreno: Time’s Insane Ashes. Luego de una breve disertación del stickista acerca de su experiencia con King Crimson en Buenos Aires (que incluyó una estadía de aproximadamente un mes en 1994), Stick Men arremete con el segundo tema crimsoniano de la noche, el complejo Vrooom Vrooom (con la intro de estudio), en una relectura más directa y más rocker (si cabe) que la original, con un destacado trabajo de Markus Reuter en su touch guitar, Mastelotto haciendo de sí mismo y de Bill Bruford y Tony Levin de pelado y de Trey Gunn. Momento exorcizante. Que tuvo su continuidad (estilística y compositiva) con Absalom, en cuyo inicio asomó cierta calma para desvanecerse rápidamente. La también inédita Crack in the Sky repite la fórmula: la brisa antes de la tormenta sonora con Reuter como protagonista y Mastelotto que se permite un atractivo juego percusivo en los aros de los tambores. Hay que decir a esta altura que el sonido, envolvente, es magnífico. Y nos quedamos cortos…

Hands (incluida en Soup) es otra singular muestra de contundencia, precisión y con un pasaje que remite (una vez más) a Vrooom Vrooom de manera ineludible y vehemente. Descollante entrega del baterista. Cuando parece que se viene el final, un intempestivo cambio viene acompañado de la voz líder de Levin y aires de hit single. Gran momento con el stickista utilizando su instrumento en plan Philip Glass pero atravesado por Iron Maiden. En Big Dog (de Absalom), Mastelotto fue el protagonista; no el único pero sí el principal, secundario, singular y plural.

Stick Men recurre a dos instrumentales de King Crimson para cerrar oficialmente el concierto. En primer lugar, Industry (de Three of a Perfect Pair), con el baterista divirtiéndose con la percusión electrónica y Red, en versión muy similar a la de B’Boom: Official Bootleg – Live in Argentina (que a decir verdad tampoco difería demasiado de la original de 1975). Muy buenas elecciones, impecablemente ejecutadas, el final con todos de pie, Levin sacando fotos y a esperar los bises.

Un simpático “triálogo” verbal abre Soup, verdadero tour de force: una melodía harto contagiosa, con sutilezas instrumentales de diversa índole y las habituales (a esta altura) contundencia y precisión. Descollante tarea de Reuter. El segundo bis fue una verdadera (y más que agradable) sorpresa: Breathless, desde Exposure (1978), primer álbum solista de Robert Fripp del que el stickista formara parte. Compleja, adictiva y genial versión que, a caballo de otra notable performance del guitarrista, hizo honor y justicia con el original. El final de fiesta fue con el rock and roll furioso de Relentless (de Soup), con el líder haciendo que el hecho de tocar el stick a velocidad supersónica parezca lo más natural del universo, al que le sucedió un momento de calma y reflexión como para dejar en claro por qué el stick es sinónimo de Tony Levin… Y de nuevo las fotos, los saludos y el ya clásico “Tony… Tony…”.

Pero el fervor de la gente hizo que hubiera un bonus track; nada menos que Elephant Talk (Discipline, King Crimson, 1980). Levin canta, el público acompaña con palmas, no faltan los elefantazos pregrabados… un tema imbatible… si se tiene con qué tocarlo, por supuesto…

Y ahora sí, final definitivo.

Tony Levin, Pat Mastelotto y Markus Reuter brindaron dos horas de un concierto en el que su líder supo amalgamar las composiciones propias con las acertadas elecciones del repertorio frippeano. Un verdadero power trío que, a pesar de algunas limitaciones compositivas, ofrendó un sinnúmero de ribetes sonoros y sutilezas aunque, claro está, la primacía estuvo del lado de una apabullante contundencia y una llamativa precisión no exenta de virtuosismo y coherencia.

Porque no han quedado dudas de que Stick Men se mueve como pez en el agua cuando se trata del palo (stick) y a la bolsa; no sé si me explico…

Marcelo Morales

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