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Escalandrum: Piazzolla Plays Piazzolla

Lunfardo, Buenos Aires Hora Cero, Vayamos al Diablo, Oblivion, Tanguedia 1, Fuga 9, Escualo, Romance del Diablo, Adiós Nonino, Libertango

 

Músicos:

 

Daniel “Pipi” Piazzolla: batería

Nicolás Guerschberg: piano

Mariano Sívori: contrabajo

Damián Fogiel: saxo tenor

Martín Pantyrer: clarinete bajo y saxo barítono

Gustavo Musso: saxo alto y soprano

 

Sello y año: Epsa, 2011

Calificación: Está muy bien

 

Hay varias aristas por donde avanzar. Y si no… fíjese…

Podemos comenzar por el significado del nombre de la banda, algo que ya hemos hecho. O bien por sus doce años de existencia con la misma conformación. O que estamos en presencia del sexto álbum del sexteto (y jugar con el número seis, su significado y demás). Pero también tenemos, de acuerdo al título, la relación entre el homenajeado y el líder de Escalandrum… y seguramente muchas otras alternativas.

Pero algo muy significativo (ojo, no quiero decir con esto que lo antedicho no lo sea, pero usted sabe cómo es esto…) tiene que ver con el título.

 

Porque fíjese bien… no es “Escalandrum Plays Piazzolla”, sino Piazzolla Plays Piazzolla, manifestando en forma clara e incontrastable que el baterista Daniel “Pipi” Piazzolla es el líder de la banda aunque sea el pianista Nicolás Guerschberg el responsable de los arreglos. Ya que estamos le cuento que el sexteto se completa con Mariano Sívori en contrabajo, Damián Fogiel en saxo tenor, Gustavo Musso en saxos tenor y soprano y Martín Pantyrer en clarinete bajo y saxo barítono.

 

Retornando al título del CD, en ninguno de los cinco álbumes anteriores hubo una manifestación tan explícita acerca de quién marcaba el rumbo del grupo; porque si bien nunca se ocultó, desde el nombre mismo del sexteto, que el líder es Daniel “Pipi” Piazzolla, Escalandrum, puertas afuera, siempre se manifestó como un proyecto grupal integrado por seis músicos de fuerte presencia en la escena jazzística argentina.

Escalandrum, conformado en 1999, es a esta altura una marca registrada y que goza de un reconocido prestigio que excede los límites de nuestro país. Piazzolla Plays Piazzolla es, además, el primer trabajo discográfico en el que el sexteto no apela a composiciones propias, así que las expectativas –si se me permite y en lo personal- eran muchas; el desafío de la banda también y, sin dudas, fue decidido en un momento de indudable madurez.

 

Resulta a esta altura ocioso hablar (en este caso escribir) acerca de la dificultad con la que se encuentran los músicos a la hora de intentar decir algo “distinto” con composiciones tan “perfectas”, “redondas”, “sin fisuras”, “herméticas” (etcéteras) como las de Ástor Pantaleón Piazzolla. Ha habido algunos pocos intentos realmente fructíferos; pero la mayoría han cometido unas cuantas tropelías en el (los) intento(s). En Piazzolla Plays Piazzolla, Escalandrum seleccionó diez creaciones del bandoneonista; algunas clásicas, otras no tanto. Ante el amplio abanico de posibilidades a la hora de abordar el material piazzolliano, el sexteto pareció tomar la decisión de respetarlas, con arreglos que remiten más a su propia identidad, antes que rendirse a la tentación de “piazzollear” su sonido. Escalandrum no ha incorporado sonoridades diferentes a las de sus álbumes anteriores sino que se ha mantenido fiel a sí mismo, a riesgo de no poder plasmar un punto de inflexión histórico en las relecturas de Ástor Piazzolla.

 

La decisión tomada no parece desacertada: respeto a las composiciones originales y a la sonoridad del sexteto. Sin incorporar bandoneones, violines, cantantes… simplemente (¿simplemente?) Escalandrum mostrando, desde sí mismo, su punto de vista musical acerca de uno de los artistas más trascendentales de la historia argentina.

 

El clima tanguero de Lunfardo queda claro desde el inicio mismo con las voces líderes de los bronces sobre una base con (por momentos) cierto tinte folclórico. Guerschberg se permite improvisar desde la retaguardia luego de una interesante entrega de Martín Pantyrer. El desatado final muestra a Escalandrum en su salsa. Sívori marca el pulso de Buenos Aires Hora Cero; Daniel Piazzolla amenaza constantemente con escaparse por una imaginaria tangente y Guerschberg subyuga con sus disonancias mientras los saxos actúan de cable a tierra. Vayamos al Diablo es contundencia pura no exenta de precisión. Piazzolla y Sívori contagian; Guerschberg no puede menos que sumarse y el afortunado dislate proviene de una singular batalla llevada a cabo por Musso, Pantyrer y Fogiel.

 

La calma llega con Oblivion; el soprano de Gustavo Musso lidera por sobre Pantyrer y Sívori en una relectura que (me) suena un tanto forzada. Tanguedia 1 en cambio está tan cerca del espíritu piazzolliano como de la esencia de Escalandrum. Fuga 9 se sostiene con el afiatado pulso rítmico de Daniel Piazzolla sobre el que se van sumando, sucesivamente, Damián Fogiel, Gustavo Musso, Martín Pantyrer, Nicolás Guerschberg y Mariano Sívori, en ese estricto orden de aparición; luego el sexteto explota como preámbulo de una gran entrega de Guerschberg en piano.

El espíritu lúdico de Escualo se hace presente en una versión potente y con una atmósfera por momentos desquiciada. Aquí sobresale Martín Pantyrer en saxo barítono previo a un final de asombro gracias a una llamativa precisión a velocidad supersónica. Romance del Diablo baja las revoluciones, sin sobresaltos ni demasiadas sorpresas. El riesgo mayúsculo de Adiós Nonino es atacado desde la introducción con un Guerschberg respetuoso y lúcido en similares dosis. El tema es imbatible. Y la versión no desentona en absoluto.

El final del álbum es con otro clásico inoxidable: Libertango. Escalandrum se permite aquí un carácter improvisatorio que maneja con pericia, solo de batería incluido, y con un final que hace pensar seriamente en la posibilidad de estar frente a un verdadero tour de force y probable cierre de concierto(s).

 

Piazzolla Plays Piazzolla muestra a Escalandrum en un subyugante y envidiable estado de madurez. En esta ocasión, no apostando a una deconstrucción violenta de los originales pero sí adoptándolos como propios logrando el fácil reconocimiento de cada una de las melodías sin que el espíritu de la banda se resienta en cuanto a su sonoridad, complejidad, capacidad improvisatoria y algunas otras bondades.

 

En su sexto álbum y a doce años de su nacimiento, en la presente entrega Escalandrum se siente (disculpe usted el canto a la obviedad) como pez en el agua confirmando una vez más, como ya se ha dicho, su afianzamiento como una de las propuestas jazzísticas (y en este caso también tangueras) más sólidas de un buen (y extenso) tiempo a esta parte.

 

Marcelo Morales

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