El Ojo Tuerto

Dave Douglas Quintet: Sin Tesis

He tenido oportunidad de ver a este quinteto en tres ocasiones y con distintos saxofonistas. Primero con Chris Potter y luego con Seamus Blake. A estas alturas estoy dispuesto a afirmar temerariamente que con McCaslin en saxo la cosa funciona mucho mejor.
Salen los caños y el quinteto se convierte en trío. Uri Caine hace malabares con su piano Fender Rhodes. Vuelve Douglas y luego de un furibundo contrapunto entre ambos, llega el solo de batería del incansable Penn (su nombre de pila debería ser… Energizer).

A continuación hacen Painter’s Way. Un melódico pasaje a cargo de Caine abre el juego. Mientras tanto, Douglas le dice algo al oído a McCaslin. Por la forma en que se ríe este último… el chiste debe ser buenísimo. Douglas deja el rubro cómico y hace un solo que me deja tocando castañuelas con los dientes. James Genus quiere entrar pero entre la trompeta y las castañuelas, no lo logra.

James GenusGenus es el más formal y contenido de la banda, aunque su pelo pretenda indicar lo contrario. Aprovechando que estamos hablando de él, hace un impecable solo. Le sigue una intervención de Caine en Fender que incluye frasecitas de Oh Susana.

Con él todo es posible…
Hasta lo imposible.
Aplausos de los cincuenta asistentes y también de los doscientos treinta ausentes.

Un breve monólogo de Douglas en el que se deshace en elogios a McCaslin, desemboca en Elk’s Club. A juzgar por los resultados, los elogios son merecidos. Si la versión original incluida en Meaning and Mistery era fantástica, ésta es… fantástica al cuadrado.

Un blues sórdido con arreglos de orfebrería. De pronto el tema se convierte en hot jazz y sin necesidad de una noche de luna llena.

El hombre lobo es McCaslin hincando sus dientes en el saxo. De la nada surge Uri Caine y con su unipersonal les hace sombra a todos. Pero no una sombrita insignificante.

Hablo del Teatro Negro de Praga, por lo menos.
Vamos muy bien.
Pienso en los 230 ausentes y suelto la carcajada.
Sigue Tim Bits, tema que también pertenece a Meaning and Mistery.
Un collage de fracturas rítmicas que evocan a la música de Tim Berne (en origen se iba a titular Timberneland).

Clarence PennUna impecable intro en batería a cargo de Penn desemboca en un contrapunto entre Douglas y McCaslin.
Más que un contrapunto es una conversación.
Más que una conversación es una carrera…
Y entre Speedy Gonzalez y el Correcaminos.
Caine mira de reojo como si fuese el Coyote y ataca con su piano que no es marca Acme sino Fender Rhodes.
Es la primera vez en la historia que el Coyote sale ganando.
Penn se yergue para acentuar cada frase. Genus, en cambio, se sienta.

El resto levita.
Final. Llevamos una hora de concierto.
Otra vez el mismo viejo truco.
Los músicos se retiran del escenario, el público aplaude y pide más. Retorno asegurado y bises…
¿O no?
Las luces se encienden. Uri Caine asoma la cabeza.
Ya vuelven.
Bueno, eso creo. El tiempo pasa. El público se va retirando.
Ya pasaron un par de horas y empiezo a intuir que no habrá bises.
Ni despedidas. Ni puesto de venta de discos. Ni nada.
El viejo truco… puede fallar.
Eso sí, fue un show tremendo de principio a fin.
Lo único malo es que de principio a fin sólo transcurrieron 65 minutos.

Siento como si de las 230 butacas vacías surgieran 458 ojos (uno de los ausentes era bizco) mirándome fijamente como diciendo: “¿viste por qué no vinimos?
No es la primera vez que me ocurre algo así con Douglas.
Parece que tiene un gran poder de síntesis…
Y está bien…
Después de todo, tesis es una conclusión; y como esto quedó inconcluso, nos tuvimos que ir…
Sin Tesis.

Sergio Piccirilli

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