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Eduardo Elia: Figuras de un solo trazo

 

Eduardo EliaLa persistencia de lo fugaz, A grandes rasgos, Lo que dura un instante, Fastone, Lo que queda de lo que cambia, Irreversible, Pasajero frecuente, Todos en uno (Presagio), Todos en uno / Cuarenta momentos, Como vivido dos veces

 

Músicos:

Eduardo Elia: piano

Cristian Andrada: contrabajo

Luciano Ruggieri: batería

 

Sello y año: Blue Art, 2015

Calificación: Dame dos

 

Villa María es una ciudad (cabecera del Departamento General San Martín), ubicada en la provincia de Córdoba, Argentina. Situada a orillas del río Ctalamochita (ex Río Tercero), es la tercera en importancia después de Córdoba Capital y Río Cuarto. Fue fundada (dicen) el 27 de septiembre de 1867 y cuenta en la actualidad con una población aproximada de 80.000 habitantes. Algunos le atribuyen su nombre a la Virgen María (patrona de la ciudad) y otros a una tal María Luisa, hija de Manuel Anselmo Ocampo, dueño de las tierras del lugar y quien sentara las bases de la fundación de la ciudad al ordenar el trazado de un mapa con el loteo donde se proyectó la nueva población. El tal Ocampo, posteriormente, resultaría ser el abuelo de las escritoras Silvina y Victoria Ocampo.

Es una de las principales cuencas lecheras del país, posee una importante producción  de soja, maíz, cebada, trigo, girasol, etc. y hay una fuerte presencia de importantes industrias agropecuarias, metalmecánicas, tecnológicas y alimenticias. Es un punto neurálgico del desarrollo económico del interior de la Argentina al ser atravesada por las principales vías de comunicación terrestres.

Usted se preguntará a esta altura por qué le dedicamos este espacio a una ciudad que tiene una temperatura promedio de 16°C, que posee numerosas atracciones turísticas y cuenta con varias Universidades (estatales y privadas) y Centros Culturales. Es que en Villa María nació el pianista y compositor Eduardo Elia, protagonista principal de la presente nota.

Egresado de la Escuela de Música Popular La Colmena (Córdoba), cursó estudios de perfeccionamiento en la Escuela de Música Contemporánea Berklee Internacional Network (Buenos Aires) y en la Berklee College of Music de Boston (Massachussets) para la que fue becado; reconoce como sus dos grandes maestros a Luis Lewin y Ernesto Jodos. También tomó clases privadas con Laszlo Gardony , Neil Olmstead y Tino Derado  Ha participado de numerosos festivales en distintas localidades del país tocando con artistas locales e internacionales.

Eduardo Elia debutó discográficamente como líder en 2008 con Callado, acompañado por Martín Dellavedova (saxo tenor), Cristian Andrada (contrabajo) y Luis Barzola (batería). En 2011 llegó el turno de El yang y el yang, en trío, con Carto Brandán (batería) y Jerónimo Carmona (contrabajo). Un año después, a dúo con el contrabajista Cristian Andrada, registró We See. Y en 2015, en trío, nuevamente con Cristian Andrada en contrabajo y con Luciano Ruggieri en batería, editó (por intermedio del sello rosarino BlueArt, al igual que sus discos anteriores) Figuras de un solo trazo.

 

El álbum fue grabado en una única sesión, el día 11 de octubre de 2014 y contiene 10 composiciones originales del líder. A priori, uno podría suponer “otro disco más en trío de piano…”. Pero cuando comienzan a sonar las primeras notas de la hipnótica intro de La persistencia de lo fugaz, el tema de apertura, la suposición se aleja dando paso al interés, la atención, la atracción. Porque queda claro que aquí las composiciones existen como tales y no como meras excusas minimalistas para promover las bondades improvisatorias en los solos de los músicos, que generalmente dependen de la inspiración del momento. Aquí estamos frente a verdaderas y elaboradas construcciones que permiten dilucidar a un compositor serio, alejado del confort, de la tan recurrente “fórmula”. En los tiempos que corren (y en los que caminan también) es un manantial en el Sahara. En la intención primaria el oyente ya ganó. Pero hay más que eso, afortunadamente.

Para que quede claro: no es que no haya improvisación; la hay y mucha, pero en este caso al servicio de la composición y de la música misma. Se intuye –o al menos un servidor encuentra cierta analogía- en esa suerte de salto al vacío que implica una improvisación con el título del álbum. Cuando se lleva a cabo una “figura de un solo trazo” (de chico siempre me costó la estrella de seis puntas… y de grande también) no hay otro camino que avanzar, aventurarse, arriesgar. Y se llega al objetivo o todo queda en un mero intento. Elia ha decidido tomar riesgos apoyado en un formato convencional en el jazz, arraigado en la tradición pero sin ataduras que lo frenen o lo hagan desviar de su intención primaria que parece ser el transitar por senderos alejados de lo pre-establecido. Y eso se nota claramente, como dijimos, ni bien se inicia el disco. La persistencia de lo fugaz, con su atrapante intro en solo piano repleta de gravedad, tensión, lucidez, a la que se asocian un formidable trabajo de Cristian Andrada en contrabajo con arco y de Luciano Ruggieri en lo que podríamos definir como “percusión afinada” (terminología sustraída de algunos LP’s de rock sinfónico de los ’70), es un arranque superlativo y una fidedigna muestra de lo que sobrevendrá a lo largo de todo el álbum.

La reflexiva y ascética A grandes rasgos brinda un entramado sutil, espiralado, que va de una suerte de réquiem a un blues y donde Andrada y Ruggieri se afanan en aportarle originalidad a la base rítmica y lo consiguen. Lo que dura un instante ofrenda una poética introducción en solo piano que es luego apoyada sin estridencias por Andrada y Ruggieri en muy buena forma. Fastone imprime vigor, velocidad, potencia y precisión; podríamos situarla dentro del hard bop pero también se hace presente el free jazz y, si bien el liderazgo de Elia aquí es indisimulable, el trabajo (otra vez) de la base rítmica es imponente. La calma regresa con Lo que queda de lo que cambia, que cuenta nuevamente con una sutil intro en solo piano pero cuyo protagonismo recae luego en un segmento a dúo entre Cristian Andrada en contrabajo y Luciano Ruggeri en batería desembocando luego en lo que podríamos bautizar como “bolero enigmático” (¡!). Una delicia.

Irreversible, una balada sin estridencias, da paso a Pasajero frecuente que coquetea con la clásica contemporánea para –de manera tan sutil como exquisita y atractiva- adentrarse en el terreno del free jazz. Todos en uno (Presagio) funciona en realidad como un breve preámbulo en piano solo de Todos en uno / Cuarenta momentos, la pieza más larga del álbum que, dentro de la amabilidad del straight ahead, muestra a un Elia creativo en sus intervenciones y a Andrada y Ruggieri aportando cierta “incomodidad” necesaria. Un muy buen pasaje en contrabajo solo es el punto de inflexión para un cierre intimista y con no pocas sutilezas. El final del álbum es con Como vivido dos veces, una ínclita y prístina exposición de Elia que oficia como réquiem del álbum.

El pianista y compositor cordobés Eduardo Elia, excelentemente acompañado por Cristian Andrada en contrabajo y Luciano Ruggieri en batería, entrega en Figuras de un solo trazo una interesantísima faceta como compositor, arreglador, instrumentista y líder. El álbum transcurre y evoluciona en su construcción de manera fluida, tocando en varias aristas estilísticas sin prisa, sin pausa, como si se estuviera dibujando, justamente, una figura de un solo trazo.

 

Marcelo Morales

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