Por Los Codos

Guillermo Klein

¿Sentís que es una imposición la del artista?

Mirá, una cosa es decir tu verdad y otra cosa es ir gritándola… o molestando a la gente con tu verdad. Lo más lindo de la música es cuando vos decís tu verdad cuando tenés la necesidad de hacerlo; y más cuando es en grupo. Por eso creo que yo, al igual que amigos y músicos a los que respeto y admiro, hacemos lo que hacemos. No hay ningún tipo de imposición o la necesidad de andar diciendo “yo soy el mejor” o “yo soy el peor”; esas boludeces no cuentan. Creo que nosotros hemos evolucionado mucho, al menos la gente con la que me muevo. Estoy muy orgulloso de eso, de estar disfrutando mucho lo que hacemos y que a veces nos plantamos con mucha madurez ante ciertos planteamientos que van más allá del arte o de la expresión. Tenemos un grupo bastante grande de músicos acá en Argentina y varios que conozco del exterior que en ese sentido la tenemos clara. Y también creo que tiene que ver con la decadencia de la venta de los CD’s; eso es interesante también, ¿no? Que todo esté mucho más al alcance de la mano. Por eso, en función de lo que me preguntaste… todo va por Los Guachos 1. El tipo no lo quiso sacar… pagó el master en su momento… el tipo pagó, ¿me entendés? Él tiene el master… es algo muy interesante… aparte vos te estás desayunando de algo con lo que yo acarreo desde hace trece años. Hay muchos músicos a los que les han pasado cosas parecidas. Cada uno reacciona como piensa que tiene que reaccionar. Yo me he planteado mucho eso… De hecho he grabado temas de ahí en otros discos posteriores. La música sigue viva… es muy interesante (sonríe), realmente muy interesante… y más ahora que estoy tan metido en la música del Cuchi (Leguizamón), hay tanta música de él que ni se sabe que es del Cuchi… Y de ésas que cantás por la calle… La Arenosa, Carnavaleando, Zamba de Lozano… hay tantos temas que cantás sin saber que son de él… Hasta qué punto es cuestión de uno como personaje lo que uno hace… Hay que ir tratando de dominar lo más posible al personaje. Que la música, al menos en mi caso, que soy músico, sea el motivo por el que vos y yo estamos hablando. De los acordes, de las elecciones de sonido, de ese tipo de cosas.

¿Por qué te interesa puntualmente el Cuchi Leguizamón y no otro artista?

Es que su música es realmente grossa. Para mí está a la altura de la música de Ellington, de Coltrane, de Ástor (Piazzolla), de gente a la que no le preguntás nada. Vos escuchás la música del Cuchi y no le preguntás nada, la absorbés. Lo mismo ocurre con temas de Charly (García) o del Flaco (Spinetta), absorbés, te metés adentro y no te deja pagando. Por eso el Cuchi. Y encima, con una data rítmica, melódica… y las letras. Es todo un paquete muy potente. Y además, con muchos temas que yo no sabía que eran de él. Y eso te pega. A mí cuando me propusieron hacer su música (para el Festival de Jazz de Buenos Aires), pregunté cuál era su música. Y ahí me dijeron La Arenosa, Zamba del Carnaval, Balderrama... y por cada una yo decía “ahhh… mirá vos…” las conocía y no sabía que eran de él. Por eso el Cuchi…

Es que ya parecen himnos anónimos…

Eso es impresionante… es una enseñanza, un baldazo de humildad.

La propuesta de interpretar la música de Leguizamón surgió en el Festival de Jazz del 2008, ¿no?

Exactamente.

Y te lo propusieron o fue una idea que surgió de vos?

No… me lo propusieron. Yo no acostumbro a… (piensa). Yo tengo demasiado ruido en la cabeza; me contactó Iaies para hacerlo, me puse a chequear la música del Cuchi y, de hecho, yo venía tocando temas sin saber que eran de él. La Zamba del Laurel la habíamos grabado acá en Buenos Aires. Otro fue Zamba del Carnaval, que creí que era del Chango Farías Gómez. No sé si conocés un tema mío que se llama “Va Román” (asentimos, tema dedicado al futbolista Riquelme), está hecho en base a los acordes de la Zamba del Laurel. Entonces… claro… ¿cómo no le voy a hacer un tributo a un tipo al que llevo adentro sin saberlo? Esto es folclore puro, es lo más grande que hay, es como… no sé… el otro día, en el Tributo a Ástor que hizo Escalandrum, cuando empezaron a hacer Adiós Nonino, vi que toda la gente estaba como hermanada. Son canciones tuyas. La escribió Ástor (Piazzolla) pero es tuya también. Eso es lo que tiene el Cuchi: escribió canciones que ya lo trascienden a él, que ya son tuyas y mías también, Y eso es muy fuerte…

Y además trascienden otros límites menores también, porque te hacen una propuesta a vos, para un Festival de Jazz, para trabajar sobre composiciones de un folclorista…

Sí… y además, a mí lo que me dio el Cuchi fue la posibilidad de estar viviendo al folclore no de una forma teórica sino activa, investigadora y por qué no revolucionaria, en el sentido de dar más revoluciones, más velocidad, ¿entendés? A mí me ha dado mucha alegría, por eso sigo tocándola y voy a seguir haciéndolo hasta que me muera. De hecho, estuve laburando mucho este año en Alemania, Holanda y tocaba su música; y la gente disfrutándolo. Ya te queda adentro… es un demonio (sonríe); es algo impresionante…

¿Te ha pasado con otros artistas?

Sí, con Ellington, Coltrane, Ástor, es que… ¿a quién no le ha pasado con Piazzolla… o con Charly, o con Spinetta, o con Fito (Páez)? Y los muchachos, los músicos, me entienden lo que digo. Cuando uno se enamora de una música, la llevás para siempre encima y forma parte de tu propio folclore. Pero también pasa que la buena música te hace disfrutar toda la buena música. Me ha pasado con Messiaen, también; a mí, entender la música de Messiaen me hace entender y disfrutar más la música de Duke Ellington. Es potente entender que uno hace lo que hace porque vive donde vive y porque vive lo que vive. Y no hay que hacerle asco. Vos me preguntabas de los viajes… yo ahí tengo un maremoto jodido y bueno… eso es parte de quién soy yo, ¿entendés? Lo importante, más allá de los viajes, de lo que vivo con mi familia y todo eso, es poder plasmar lo que uno tiene. En el momento en que vos podés plasmar tu sentimiento en lo que hacés, es como una especie de exorcismo, una cosa muy liberadora. Me fui por las ramas… pero creo que todo esto tiene que ver con lo que te hablaba del Cuchi. Vos escuchás su música y verdaderamente sentís la naturaleza. Sentís el aire, sentís algo en tu cuerpo, es un tipo que tiene una conexión con los sentidos muy grande. Yo después de tocar tanto lo del Cuchi el año pasado, cuando volví a tocar mi música, en el Village Vanguard y en otros lugares, es como que pude ver mi música desde afuera. Me decía: “ésta es mi música, esto es lo que yo hago”. Y me vino bien; eso es lo bueno de aprehender la música de otra gente; así, aprehender, con “h”. Porque te hace ver a vos mismo y qué es lo que vos podés aportar. Es como salir del cascarón, lo que hablábamos antes de que hemos madurado, de alejarse de esa competencia inocua porque, en realidad, la música es una sola. Hacela lo mejor que puedas desde tu propia vibración pero también fijate que es una constante evolución. Eso es lo que te ayuda en un universo válido que te propone alguien de afuera. Que cuando sos más pendejo lo hacés constantemente; si la profesora te da algo de Schumann, tenés que ir agarrándole la vuelta vos… te metés en la música de Ligeti o de Wayne Shorter y… me preguntás por qué el Cuchi y en realidad es por qué todos… Meterte en algo válido te da una alegría realmente grande y después hacé lo propio cuando sea realmente inevitable. Hay gente que quiere componer y se encierra tres meses para hacer una canción y no le sale… ¿para qué querés componer si no te sale? Hacelo cuando sea inevitable, tocá temas, analizá, si eso también te da alegría…

En ese momento nos distraen unas violentas imágenes televisivas que compartimos en silencio

La verdad que te iba a cancelar… estoy así de intenso porque estuve todo el día, pero todo el día con la Zamba de Lozano tratando de encontrar un par de acordes. Estoy intenso, lo sé. Pero es la vida…

Vos te zambulliste en la música del Cuchi Leguizamón pero casi no hay cosas de él propiamente dichas, sí varios tributos pero…

¿Viste vos? Mirá… y esto ponelo (enfatiza): lo de Liliana (Herrero) con Juan (Falú) es de las cosas más grandes que se han hecho. Tuve la suerte de conocerla a Liliana y claro… ella lo conoció al Cuchi. Está la esencia ahí. Hay un par de cosas mágicas que pasan con el Cuchi. Al haber pocas grabaciones, ¿en qué te basás para tocar esa música? En la tradición oral, como en el verdadero folclore. A veces la tradición oral va simplificando la canción a través de las generaciones. Y se va haciendo cada vez más simple; a veces para bien y a veces para mal. Es como agarrar El día que me quieras y que vaya pasando de guitarreada en guitarreada hasta que un chabón la toca en Do Fa Sol (sonríe). Y vos te sacás el sombrero porque ese flaco la hizo con tres acordes y la canción camina… Lo bueno es entonces que la hace más universal y lo malo es que le va sacando cierta elegancia, el trazo del propio escritor. También estuve hablando con Delfín, el hijo del Cuchi, para ver si tenía partituras de mano. Lo que yo hice fue transcribir las grabaciones, no solamente las partes del piano sino también la voz. ¿Viste lo que hace Hermeto con el presidente de Brasil? (se refiere a la inclusión de un discurso de Collor de Mello en el tema “Pensamento positivo”) Bueno… lo mismo. Agarré la voz del Cuchi y transcribí las alturas y los ritmos y después te das cuenta… el tipo hace esas melodías porque habla así: muchos saltos, séptimas, octavas, novenas… ¡hablando! Ahí te das cuenta de que todo es real. Por suerte al menos tenemos un par de discos de él; después hay algunas cosas en Youtube, de un documental, El silbador; no sólo es su música sino cómo la toca. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con Coltrane. Es cómo el tipo sopla. Lo mismo podría decir acerca de Ástor y Ellington. Es muy poderoso… Lo que pasa es que de Ellington tenés 150 CD’s; en cambio al Cuchi no lo hemos cuidado. Y eso es algo que a mí me ha pegado… que tal vez haya hecho que yo esté acá, ahora. Estoy cansado de escuchar que los argentinos tenemos mucho talento para después darte cuenta de que no nos cuidamos. No nos cuidamos y no se cuidan y no se dejan cuidar… son cosas que yo creo que ahora estamos empezando a madurar. Desde el hecho que me haya llamado Iaies para meterme en este laburo… es algo muy positivo; y como vos decís, en el ámbito de un Festival de Jazz. Me podría haber pedido Ginastera o Charly (García) o Ástor (Piazzolla) mismo…

O un músico de jazz…

Y… pero ahí seguramente no hubiese agarrado… Porque además, yo con el tema del jazz, es otra cuestión… el jazz es un espíritu especial pero de ahí a ser músico de jazz, a tocar jazz… es otra cosa. Yo estoy acostumbrado a ir a un concierto, tocar, improvisar mucho, largarme… y eso es para mí el espíritu del jazz. Tocar con swing es otra cuestión. Creo que acá en Buenos Aires lo tenemos más claro que en otros lugares del mundo.

¿Hay diferencias sustanciales cuando trabajás con tus composiciones que con las del Cuchi?

Yo con el material del Cuchi hago las partituras y es todo más detallado. Si seguimos trabajando más y más sobre él va a haber cada vez menos escritura. Cuando toco con gente que lo hace conmigo desde hace 15 ó 20 años como Richard (Nant) o Juan Cruz (de Urquiza), hay cosas que no tenemos ni que decirlas. Es más, yo cada vez escribo menos, como para que haya más espacio para que aporten los que sé que entienden de qué va la cuestión. Lo del Cuchi está todo escrito porque primero hay que meterse. (Hace una pausa) Para el Cuchi su piano era su pequeña orquesta y prácticamente no variaba sus temas. Era como… más “pop” (risas).

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