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Ingrid Schmoliner x 2: Watussi & Para-ligo

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ingrid schmolinerUsted no es libre hasta que no haya sido hecho prisionero por una convicción suprema (Marianne Moore)

La convicción es la seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza sobre aquello que piensa o siente. Ese apego a una idea a la que se está fuertemente adherido hace que el individuo tenga la confianza y el convencimiento de que puede alcanzar los objetivos trazados a través de sus propias capacidades.

La convicción estimula la consecución de planes y la obtención de metas pero también implica un desafío, por cuanto enlaza una necesidad interior -y sensaciones que no pueden ser cabalmente explicadas- con la certeza y la aceptación sobre algo que puede estar a nuestro alcance o no.

En el curso de la vida las convicciones van construyéndose a partir de una compleja vinculación de elementos (contextuales, hereditarios, formativos, relacionales, etc.) que, en definitiva, coadyuvan a la elaboración de la propia identidad. Estar convencidos nos ayuda a determinar rasgos de nuestra personalidad, nos acerca a personas, ámbitos e ideas al tiempo que nos aleja de otras tantas y también le otorga solidez argumental a nuestra manera de entender el mundo.

En el contexto de una sociedad que parece tener invertida la tabla de valores y en donde el consumo pretende impregnar de frivolidad nuestros actos, neutraliza la capacidad de abstracción e ignora la intangibilidad de lo trascendente, la creatividad artística sigue manifestándose como una de las convicciones más valiosas que puede tener el ser humano.

Por fortuna, para el futuro de nuestra sociedad existe una enorme cantidad de jóvenes artistas en distintas disciplinas que –a base de sus convicciones- se muestran dispuestos a rivalizar con la banalidad y los arquetipos impuestos por los medios hegemónicos de comunicación, mediante una inquebrantable fidelidad vocacional con su arte.

En ese selecto lote –donde se amalgama talento, convicción, compromiso y estilo- puede ubicarse a la pianista, compositora, vocalista y curadora Ingrid Schmoliner.

 

La declaración estética de esta joven artista vienesa manifiesta sus intereses por la música improvisada y experimental contemporáneas y permite divisar claras influencias provenientes del free jazz, la improvisación libre, el folk de avanzada y la nueva música creativa. Su ideario no transita lugares comunes ni recorre caminos fáciles y tampoco nos ofrece todo masticado ni explicado. Por ende, obliga al oyente a asumir una posición comprometida y activa para llegar a comprender, desmenuzar y decodificar las complejidades de una obra que siempre parece devenir de profundas convicciones artísticas.

Ingrid Schmoliner ha recibido una sólida formación académica que incluye educación clásica y especialización en piano en el Carinthina State Conservatory de Klangefurth (Austria) y un riguroso entrenamiento pedagógico en el campo del jazz vocal y el canto tirolés que le valió cantar como solista invitada en la ópera Buio del afamado compositor Hannes Kerschbaumer y actuar bajo la dirección de Franz Jochum en la pieza coral Muata Erdn. Los múltiples focos que abarcan su labor artística incluyen obras interdisciplinarias con bailarines, coreógrafos y artistas visuales como Riikka Theresa Innanen, Enikö Buday y Sara Scerhalmi y, también, una destacada tarea como curadora en distintos festivales y series de conciertos de música contemporánea. Todo esto sin dejar de mencionar la beca conferida a su favor en 2011 por el State Ministry for Art and Culture. Schomoliner ha compartido escenario con músicos de la talla de Don Robinson, Clayton Thomas, Pascal Niggenkemper, Marco Eneidi, Frantz Loriot, Pamela Kurstin, Diego Mune, Susanna Gartmayer y Thomas Berghammer, entre otros; compuso la música del film documental Close the Eyes e hizo su debut discográfico junto al clarinetista y saxofonista Joachim Badenhorst con el álbum Flaechten de 2009.

A continuación haremos un repaso de sus dos producciones más recientes: Watussi y Para-ligo.

 

watussiIngrid Schmoliner / Joachim Badenhorst / Pascal Niggenkemper: Watussi

Tuuli, Kumts, Nuggale, Versteck, Nocht, Do, Wechsel, Keskustelu, Sophie, Watussi, Her, Blaubraun

 

Músicos:

Ingrid Schmoliner: piano, voz

Joachim Badenhorst: saxo, clarinete

Pascal Niggenkemper: contrabajo

 

Sello y año: Listen Closely, 2013

Calificación: Dame dos

 

En el libro Relational Aesthetics de Nicolas Bourriaud, su autor afirma que la esencia de la práctica artística radica en la invención de relaciones entre sujetos en donde la obra de arte termina propiciando un haz de relaciones con el mundo circundante. La propuesta enunciada en Watussi por el trío multinacional que integran la pianista austríaca Ingrid Schomoliner, el clarinetista y saxofonista belga Joachim Badenhorst y el contrabajista franco-alemán radicado en Estados Unidos Pascal Niggenkemper, parece ser un ejemplo vivo de esa aserción. La asombrosa interacción manifestada aquí por estas tres figuras emblemáticas de la nueva generación vanguardista, dota al proyecto de un temperamento tan personal como inequívoco. En Watussi confluye orgánicamente la aparente fragilidad de los vientos, el sonido percutido del bajo, los altibajos tonales del canto tirolés y los experimentales arrestos del piano preparado, para fundirse con naturalidad en un innovador paisaje sonoro caracterizado por la austeridad, lo exploratorio, el detalle conciso y la sutileza.

En el alegato de Tuuli convergen la ausencia de clímax y crisis y el uso de módulos repetitivos de evolución, a la vez que la idea tradicional de variación va dejando su lugar a un elaborado proceso gradual de mutación. En tanto que el canto a la tirolesa –en donde las palabras son reemplazadas por la onomatopeya y la gesticulación sonora– tiñen de tenso exotismo al inquietante Kumts.

Un notable preludio en contrabajo con arco a cargo de Pascal Niggenkemper nos introduce en el misterioso Nuggale, a cuyo oblicuo desarrollo contribuyen los vaporosos ornamentos del saxo de Joachim Badenhorst y las novedosas sonoridades que imparte el piano preparado de Ingrid Schmoliner.

En el enigmáticoVersteck los tonos leves e incorpóreos del clarinete contrastan con cierto dramatismo clásico provisto por el piano, mientras que los espaciosos silencios de Nocht acumulan tensión hasta generar un sentido de espacialidad que parece asociarse al expresionismo abstracto.

Do retoma –a la manera de un mantra-  las frases de canto expuestas en el tema que abre el álbum y, a partir de ellas, evoluciona en un contenido e inquietante crescendo. Luego sobreviene la perturbadora nana o -para utilizar el nombre con el que se denomina en música clásica a las canciones de cuna- berceuse de Wechsel, los sutiles contrapuntos de Keskustelu y el abrazo entre la improvisación libre y la música de cámara que emerge del hipnótico Sophie.

Sobre el final se suceden el elusivo y aletargado micro-tonalismo de Watussi; la vivacidad que le imprime a Her el canto a la tirolesa y el solo de piano de la breve y deliberadamente inconclusa Blaubraun.

En síntesis: Una obra exigente, incomparable, comprometida y diferente que, a través de sucesivas audiciones, puede hacerse carne en el oyente.

 

para ligoIngrid Schmoliner / Elena Kakaliagou / Thomas Stempkowski: Para-ligo

Heinz, Vulgo eipa, Ti ine, -1º, Sandra, Canidae, Ihabkafoelagsen, Juvetsi me porta

 

Músicos:

Ingrid Schmoliner: piano

Elena Kakaliagou: trompa, voz

Thomas Stempkowski: contrabajo

 

Sello y año: Creative Source, 2013

Calificación: Dame dos

 

El trío Para que alinea a Ingrid Schmoliner en piano, Elena Kakaliagou (Aeolides Quintet, Rank Ensemble y Luiss, entre otros) en trompa y Thomas Stempkowski (Bergtatt, Vienna Improvisers Orchestra, Quanten, etc.) en contrabajo ofrece, desde la perspectiva de un lenguaje sonoro experimental, una elaborada propuesta estética que se asienta en los principios fundacionales de la composición instantánea contemporánea.

En el entramado sónico del trío –además de su infrecuente paleta tímbrica- se aúnan la íntima austeridad de la música de cámara, una reducción de los elementos composicionales como en el minimalismo, el apego a traspasar las fronteras tradicionales de armonía a la manera del dodecafonismo, cierta forma de cuestionamiento a los valores mismos de la música y la naturaleza del sonido implícitos en la música aleatoria (pensemos en John Cage) y, fundamentalmente, el carácter exploratorio que distingue a la avanzada musical del nuevo milenio.

En la apertura del álbum, un extenso prólogo en trompa a cargo de Elena Kakaliagou desemboca en el etéreo lienzo que dibuja Heinz , luego adornado por las pinceladas del pizzicato en contrabajo de Thomas Stempkowski y los sorpresivos colores que fluyen del piano preparado de Ingrid Schmoliner. Una pieza en donde la terminología pictórica parece estar más cerca de lo descriptivo que de la metáfora.

Vulgo eipa yuxtapone técnicas extendidas, un crescendo de tono ceremonioso y el enigmático descenso que desemboca en una atrapante conclusión de lectura abierta.

En el trío Para las influencias del jazz sólo se expresan como una prerrogativa implícita en la improvisación pero desplazando las convenciones del género para entronizar un tratamiento del sonido como algo que tiene sentido más allá de la melodía, la armonía y la interpretación.

Esa búsqueda está presente en el inasible relato de Ti ine (aquí acentuado por la voz de Kaliagou),  en la exploración de los espaciosos territorios de -1º hacia donde nos conduce el piano preparado de  Schmoliner, en la oscura reformulación del leitmotiv de la apertura del álbum implícito en Sandra, en el dramático final del paisaje sonoro de Canidae y en la sensación de pesadez, subrayada por el contrabajo con arco de Stempkowski y los acordes de tono catedralicio del piano de Schmoliner en Ihabkafoelagsen.

El cierre llega –tras un prolongado silencio- con el onírico clima de Juvetsi me porta.

En síntesis: De obligada escucha para todos los amantes de las músicas menos acomodaticias.

 

Lo exhibido por Ingrid Schmoliner en Watussi y Para-ligo no presume de verdades universales sino sólo de las propias.

Y en ellas se intuyen unas profundas convicciones artísticas y la urgente intención de llevarlas hasta las últimas consecuencias. Nada más y nada menos.

No tengo verdades, apenas convicciones (Jean Rostand)

Sergio Piccirilli

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