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JazzPOP Creative Jazz Series: La marcha victoriosa del jazz

Michael Dessen Trio / Vinny Golia Sextet / Aram Shelton Quartet

7, 14 y 21 de septiembre de 2012 – 19:30 hs.

Hammer Museum – Los Angeles, California (USA)

 

En el prestigioso Hammer Museum de la coqueta ciudad de Brentwood (Los Angeles) tuvo lugar entre los días 7 y 21 de septiembre la séptima edición del ciclo anual JazzPOP. En esta ocasión, el evento –auspiciado por la Universidad de California y la radio KJazz y con supervisión artística de la renombrada contrabajista y curadora Lisa Mezzacappa – contó -en tres semanas sucesivas- con las presentaciones del trombonista Michael Dessen y su trío integrado por Christopher Tordini en contrabajo y Jason Nazary en batería, el Vinny Golia Sextet (con su líder en diversos instrumentos de viento, Gavin Templeton en saxo alto, Daniel Rosenboom en trompeta, Alex Noice en guitarra, Jon Armstrong en bajo eléctrico y Andrew Lessman en batería) y el saxofonista y clarinetista Aram Shelton en compañía del cuarteto que completan Keefe Jackson en saxo tenor, Anton Hatwich en contrabajo y Tim Daisy en batería.

 

La serie JazzPOP, desde su primera edición en 2006 hasta la fecha, ha mantenido su fidelidad con la idea de divulgar expresiones asociadas al jazz creativo con base, preferentemente, en la escena musical de la costa oeste estadounidense. Los principios fundacionales de este ciclo –cuyo acceso es libre y gratuito- tanto como la orientación de sus metas, aparecen representados en la denominación JazzPOP, título que no aspira a dar una idea de convergencia entre el jazz y la música pop sino que apunta a la búsqueda de que las expresiones punteras del jazz se reencuentren con las raíces de un género que nació, justamente, en el campo popular.

Ante esto resulta poco menos que inevitable verse asaltado por una seguidilla de interrogantes que probablemente tengan, inspiren o despierten múltiples respuestas. Todos nosotros (cuando digo “todos nosotros” asumo que somos usted y yo… o por lo menos yo) alguna vez nos hemos preguntado: ¿es el jazz de vanguardia una forma de expresión de raigambre popular? Si no lo es, ¿puede serlo? Y si puede serlo, ¿por qué no lo es aún? Incluso podríamos vernos igualmente impelidos a cuestionar si lo popular y lo masivo son la misma cosa o si aquello que hoy se proclama desde los medios monopólicos como “popular”, es algo que sólo tiene una masividad de alcance circunstancial y pasajera o si en cambio lo auténticamente popular es lo que perdura en el tiempo y se expresa por afuera del sistema imperante.

 

Es posible que usted (si aún esta allí) se pregunte “por qué me pregunto tantas preguntas” e inclusive no descarto que piense que no hay necesidad alguna para “preguntarse las preguntas que me acabo de preguntar”. Aun así estoy dispuesto a hacerlo, salvo que tenga algún argumento sólido e irrefutable para evitarlo… me refiero a una buena explicación, un alegato brillante, una pieza maestra de la oratoria o quizás algo más contundente todavía como –por ejemplo- una buena patada en las encías, un batazo en la nariz o una interminable secuencia de rodillazos en el coxis.

No creo que para hallar respuestas sea oportuno ni necesario contar, paso a paso, la historia del jazz ya que no cuento con espacio ni tiempo para eso, porque además lo sucedido es de dominio público y –básicamente- porque no la sé…

No obstante, cabe recordar que el jazz tuvo su origen entre los esclavos y las comunidades negras del sur de Estados Unidos a fines del siglo XIX y principios del XX. La cuna popular y marginal en donde nació el jazz, el carácter libertario implícito en su esencia y la velada amenaza que representaba para el orden establecido en aquel entonces, hizo que los jerarquías eclesiásticas intentaran controlarlo –por ejemplo, obligando a las razas negras a que cantasen salmos e himnos en estilos musicales europeizados- o que los estamentos gubernamentales dictaran leyes prohibiéndole a los esclavos el uso de instrumentos musicales u obligando a las comunidades afroamericanas a tocar su música sólo en días establecidos y lugares autorizados. Por fortuna, esos intentos represivos –como siempre suele ocurrir en la historia- tuvieron el efecto contrario y el jazz se propagó hasta alcanzar la entidad e identidad con la que es reconocido en la actualidad.

 

Queda claro, entonces, que el jazz tuvo un origen popular e innovador y que no fue aceptado de inmediato por el resto de la sociedad y mucho menos bienvenido por el poder de turno. Sin embargo el jazz, pese a que desde su raíz embrionaria fue estigmatizado como una música para pocos, supo perdurar no sólo por sus cualidades intrínsecas sino también por su permanente capacidad evolutiva y su inquebrantable búsqueda por mantenerse apareado a la originalidad, la innovación y la creatividad.

Esa fortaleza distintiva no pudo impedir que las sucesivas corrientes vanguardistas emergidas en distintos momentos de la historia del jazz – llámense bebop, free-jazz, improvisación total, etc.- también fueran estigmatizadas como expresiones minoritarias o ajenas a los principios mercadotécnicos de la industria discográfica. Es decir, que los condicionantes vividos otrora por los esclavos y las comunidades pobres de raza negra sin formación académica alguna y que reivindicaban sus derechos a través del jazz arcaico, son padecidos hoy –de una forma más sutil pero igualmente limitativa- por las clases urbanas progresistas con una sólida formación pedagógica y que se manifiestan en el ámbito de la avanzada del jazz y la música creativa del nuevo milenio.

No sé si usted estará de acuerdo conmigo en todo esto pero le voy avisando que para convencerme de lo contrario, no le bastará con un par de argumentos ingeniosos, elaborados silogismos o argucias indescifrables. ¡No, señor! En esta ocasión necesitará algo más decisivo y categórico… un hacha, gas mostaza, un buen sable samurái o cualquier otro elemento que sirva para imponerse en una discusión civilizada.

En definitiva, la idea de entender al jazz como una sublimada expresión surgida desde las entrañas del campo popular hace que la denominación JazzPOP parezca ser tan utópica e ideal como deseada y certera.

 

La apertura de la serie se produjo el 7 de septiembre con la actuación del Michael Dessen Trio, banda que conforman su líder en trombón y electrónicos, Jason Nazary (Darius Jones Trio, Little Women) en batería y Christopher Tordini (Andy Milne’s Dapp Theory, Igor Lumpert Trio) en contrabajo.

Michael Dessen, además de ser uno de los trombonistas más relevantes de nuestro tiempo, es una de las figuras emblemáticas de la escena jazzística de la costa oeste estadunidense. Su música ha transitado un amplio territorio estético en el que se congregan la tradición acústica del jazz, la libre improvisación, la experimentación electrónica y un invariable apego a la innovación. La mayoría de esos intereses y aspiraciones artísticas aparecen documentados en la discografía del Michael Dessen Trio (Between Shadow and Space de 2008 y Forget the Pixel en 2011, el primero de ellos con Tyshawn Sorey en batería, el segundo con Dan Weiss y en ambos con Christopher Tordini en contrabajo), en los álbumes junto al cuarteto Cosmologic (Starting at the Sun de 2000, Syntexis en 2002, III de 2005 y Eyes in the Back of My Head en 2008), en sus conciertos telemáticos (conciertos a larga distancia conectados a través de la internet), en las múltiples colaboraciones desarrolladas como sesionista y también en su reconocida labor pedagógica.

En la noche del Hammer Museum, el Michael Dessen Trio ofreció una convincente recorrida por algunos de los temas de sus dos álbumes más recientes permitiendo, además, que asomaran con naturalidad las aquilatadas cualidades para hurgar en territorios sonoros inexplorados que suelen distinguir a Dessen –aquí alternando trombón y electrónicos-, el pulso seguro y concentrado de Tordini y la variedad de recursos percusivos que emergen de la batería de Jason Nazary. En los dos segmentos en los que estuvo divido el concierto, se fueron sucediendo –entre otros temas-  las sutiles exploraciones de la pieza inspirada en Pablo Neruda Between Shadow and Space perteneciente al álbum homónimo de 2008, la espectral dinámica de la composición en tributo a Alice Coltrane Water Seeks, el enérgico alegato de Resteless Years (también del álbum Between Shadow and Space), el introspectivo temperamento de Three Sepals (cuya versión original integrara Forget the Pixel de 2011) para, finalmente, cerrar con el tema dedicado a la prestigiosa artista abstracta venezolana– y esposa de Dessen– Mariángeles Soto Díaz, titulado The Utopian Tense of Green (for Mariángeles).

En síntesis: Michael Dessen es un músico que se ha ganado el merecido respeto de sus colegas, la crítica y el público, a galope de propuestas tan sólidas e interesantes como la ofertada aquí junto a su trío.

 

La segunda jornada del ciclo JazzPOP tuvo como protagonista al legendario vientista e improvisador Vinny Golia y su sexteto integrado por Gavin Templeton (Plotz!, Dr. Mint) en saxo alto, Daniel Rosenboom (Daniel Rosenboom 6tet, Plotz!) en trompeta, Alex Noice (Falsetto Teeth, Noice/Sato/Lessman) en guitarra eléctrica, Jon Armstrong en bajo eléctrico y Andrew Lessman (Joe Santamaria Quartet, Noice/Sato/Lessman) en batería.

Los imponentes pergaminos que ostenta Vinny Golia incluyen la elaboración de un cuerpo orgánico de trabajo en el que se da cita el free-jazz, la música clásica contemporánea, la libre improvisación y la world music. En su extensa trayectoria, Golia ha contribuido con partituras originales para ballet, danza contemporánea, películas, videos y producciones teatrales, compartió escenarios y grabaciones con artistas del calibre de Anthony Braxton, Henry Grimes, Wadada Leo Smith, Tim Berne, Joelle Leandre, George Lewis, Horace Tapscott, Misha Mengelberg, Peter Kowald, Nels Cline y John Zorn, entre otros y ocupó además un puesto de preeminencia en el campo pedagógico, como docente en distintos claustros académicos en la cátedras de Historia del Jazz, Improvisación e Historia de la Música para Cine.

En ese contexto el Vinny Golia Sextet asoma –y por varios motivos- como uno de los proyectos que mejor expresa el ideario artístico de su líder, ya que allí se dan cita algunos de los complejos intereses composicionales que lo distinguen (free, jazz eléctrico, libre improvisación, etc.) en comunión con una visión actualizada y asequible de elementos provenientes del groove, el jazz-rock y el funk; y todo ello enmarcado en una formación que, pese a estar integrada por algunos de sus discípulos en el California Institute of The Arts, exuda un democrático temperamento interpretativo que se manifiesta tanto en la distribución de las intervenciones solistas como en una construcción sonora que no parece estar sometida a los designios de un líder excluyente.

 

La actuación del Vinny Golia Sextet –dividida en dos sets de cuarenta y cinco minutos, cada uno de ellos sin interrupciones entre tema y tema- estuvo mayormente centrada en explorar material proveniente del álbum Abstractions and Retrocausalieties de 2011 y en cuyos puntos más destacados afloran la arrolladora y sincopada energía del caleidoscópico Why would a whale Act like this? (God help us all!… another SyFY Channel Original Movie?), las angulosas líneas en funk de His Career In Dance, Is Not Yet Doomed (here’s Johnny!), las vagas referencias al jazz eléctrico de principios de los setenta con el abstracto e inasible Kamikakushi y el poderoso testimonio exploratorio de Full Moon (so thats a piano), entre otros. Todo esto realzado por el impiadoso –y consabido- dominio de Vinny Golia en saxo soprano y barítono, la imperturbable firmeza que imparte el bajo eléctrico de Jon Armstrong, los precisos arrestos percusivos y la variedad de matices exhibidos por Andrew Lessman en batería, las encomiables y protagónicas entregas solistas de Daniel Rosenboom en trompeta y de Gavin Templeton en saxo alto y los fantásticos horizontes sonoros que dibujó el joven Alex Noice en guitarra eléctrica.

En síntesis: el concierto ofrecido aquí fue una nueva oportunidad para comprobar la vigencia y vitalidad artística de Vinny Golia y para observar la notable evolución musical de los jóvenes integrantes de su sexteto.

 

El día de clausura del ciclo JazzPOP estuvo a cargo del saxofonista y clarinetista Aram Shelton y su cuarteto conformado por Keefe Jackson (Project Project, Fast Citizens, Chicago Luzern Exchange) en saxo tenor, Anton Hatwich (Josh Berman’s Old Idea, Kyle Bruckmann’s Wrack, Project Project) en contrabajo y Tim Daisy (Vox Arcana, Vandermark 5, The Rempis Percussion Quartet) en batería.

La propuesta estética de Aram Shelton a lo largo de toda su carrera ha tenido epicentro en la avanzada del jazz y la libre improvisación. Su prolífica trayectoria lo mostró, en tiempos recientes, encabezando los ensambles Fast Citizens (en compañía de Keefe Jackson, Josh Berman, Fred Lonberg-Holm, Anton Hatwich y Frank Rosaly), Arrive (con Jason Adasiewicz, Jason Roebke y Tim Dasy) y Marches (sexteto inspirado en música de Archie Shepp, Albert Ayler y Sun Ra), participando del colectivo Cylinder (en donde comparte créditos con Lisa Mezzacappa, Darren Johnston y Kjell Nordeson), acompañando al vibrafonista Jason Adasiewicz en su grupo Rolldown e integrando -con el baterista Alex Vittum y el tecladista Michael Coleman- el trío de música experimental Stratic.

 

La soberbia actuación ofrecida por el Aram Shelton Quartet en la noche angelina, pivoteó con solvencia y marcado buen gusto entre el jazz tradicional –con énfasis en el bebop y el free- y la avanzada estética de la libre improvisación. En su recorrido por material extractado de los álbumes These Times de 2010 y Everything for Somebody de 2012, el cuarteto evidenció un altísimo grado de interacción colectiva, una cuidadosa y detallada exposición de las partituras originales y un mesurado lirismo en los segmentos adjudicados a los solistas.

La actuación del cuarteto transitó, entre otros temas, las sofisticadas armonías –con claras referencias a Ornette Coleman- de Anticipation; los lejanos aires de vals del aquilatado Rusing Set, las introspecciones climáticas resueltas en swing de These Times, la abrasiva intensidad de Deathfall –con un memorable preludio para solo de saxo a cargo de Shelton- y el impactante crescendo en groove de Fleeting.

En ese contexto resulta imposible dejar de mencionar las encendidas intervenciones de Aram Shelton en saxo alto y clarinete a lo largo de toda la noche, la sobriedad y el buen gusto manifestado por Keefe Jackson en saxo tenor, la implacable firmeza del contrabajo de Anton Hatwich y la infinita variedad de recursos y colores demostrada por el experimentado Tim Dasy en batería.

En síntesis: La sólida propuesta escénica del Aram Shelton Quartet manifestó un claro balance entre el respeto por la tradición y las nuevas tendencias del jazz. Y quizás en ese equilibrio se encuentren las razones que hicieron de su actuación una de las más festejadas y concurridas de la serie.

 

La séptima edición del ciclo JazzPOP, además de ofrecer una inmejorable organización, impecable sonido, buena programación y un acogedor lugar para su desarrollo, nos ayudó a recordar que el jazz sigue evolucionando y que su destino no depende de los poderes de turno ni de los estamentos rectores de un sistema que parece fomentar la pereza intelectual, sino de la activa militancia que congrega a músicos interesados en explorar nuevas formas creativas, a organizadores dispuestos a asumir riesgos y a la solidaria participación del público más comprometido con los liberadores principios del arte que con los esclavizadores dogmas de la sociedad de consumo.

No es fácil, es cierto, pero aprendiendo de la historia nos daremos cuenta que nunca lo fue y que ningún obstáculo pudo detener hasta ahora… La marcha victoriosa del jazz.

 

Sergio Piccirilli

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