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José Gurría’s Gurrisonic Orchestra: Three Kids Music

 

gurrisonicConstant Deprivation of Monetary Funds (The Beast), Three Kids Music, In Your Face, Ishuakara,The Finger, Aquí, Oso, Caballo Viejo

 

Músicos:

José Gurría: batería, composición, arreglos, orquestación, dirección musical

Mike Steaver: trompeta, trompeta piccolo, fiscorno

Daniel Rosenboom: trompeta, fiscorno

Allen Fogle: trompa

Peter Connell: trombón

Blake Cooper: tuba, cimbasso

Christine Tavolacci: flauta alta, flauta

Daniel Weidein: flauta, saxo soprano, saxo tenor

Justo Almario: flauta, clarinete, saxo tenor

Gavin Templeton: flauta, saxo alto, clarinete bajo, saxo barítono

Brian Walsh: clarinete, clarinete bajo, saxo barítono

Rory Mazzella: clarinete, clarinete bajo

Daniel Szabo: piano

Alexander Noice: guitarra eléctrica

Tylana Renga: violín, viola

Eric KM Clark: violín, loops

Lauren Baba: violín, viola

April Guthrie: cello, voz

Aniela Perry: cello

Dave Tranchina: contrabajo

Karina Kallas, Dorian Wood, Areni Agbabian: voces

Marc Lowenstein: director

 

Sello y año: Three Kids Music, BMI, 2015

Calificación: Dame dos

 

El desafío de este milenio es construir sociedades inclusivas y diversas en términos culturales (Mark Malloch Brown)

 

La libertad cultural constituye una parte esencial del desarrollo humano ya que, para alcanzar una vida plena, es imprescindible poder elegir la propia identidad en igualdad de derechos y sin limitaciones. La cultura no es un conjunto estático de valores y prácticas y en ninguna circunstancia debería ser usada como pretexto para negar los derechos humanos y la igualdad de oportunidades; pero, en el contexto actual, la política de identidad que hoy polariza a los pueblos ha generado la nociva existencia de enfrentamientos, divisiones y posiciones irreconciliables.

Sin lugar a dudas, esto guarda relación con los cambios y transformaciones que el proceso de globalización está originando en todos los planos de nuestra existencia.

El ambiguo concepto de globalización proviene y se origina en el ámbito económico; pero su proyección afecta a todos los niveles de la sociedad e incide, entre otros aspectos, en lo político, cultural, ideológico y comunicacional. No obstante, podría resultar ingenuo negar que la globalización está dotada de un carácter neoliberal que acentúa su componente capitalista y, por ello, no sorprende que los medios hegemónicos de comunicación y los falsos predicadores del consenso, la libertad de mercado y la alegría banal, hayan unificado sus respectivos discursos para proporcionarle legitimidad a los grupos de poder dominantes.

La consecuencia de esa nefasta cosmovisión dio lugar al desarrollo de una creciente situación de exclusión y desigualdad, la proliferación de enfrentamientos entre opresores y oprimidos, el rechazo al inmigrante, la inadmisible discriminación a las minorías –ya sea por razones culturales, filosóficas, religiosas, políticas, sexuales o étnicas- y un desprecio infinito hacia aquellos que no se someten mansamente a la supremacía que esos grupos dominantes de poder pretenden imponer.

Aun en ese estado de cosas -en el que muchas veces terminamos sintiéndonos visitantes en nuestra propia casa- no todo parece estar perdido. Debe colegirse que las políticas inclusivas, distributivas y de integración social, no llegarán por revelación divina ni por un rapto de lucidez de los poderosos; pero también es cierto que en cada uno de nosotros reside la capacidad y la voz de mando para crear espacios de crecimiento, ejercer el derecho a ser incluidos en la sociedad y, en definitiva, para desarrollar la propia identidad en libertad sin que nadie ni nada pueda impedirlo.

Es cierto que, en ocasiones, las dificultades pueden hacernos caer en la tentación del conformismo, la aceptación de la rutina y en la resignación de permitir que otros piensen por nosotros; pero, en esos momentos, suele aparecer el arte para recordarnos que siempre se puede luchar contra los obstáculos, las imposiciones y los sistemas establecidos. Y esto es así porque el ejercicio creativo, más que devenir de un mérito intelectual o de una habilidad especial, es una actitud de vida que todos podemos desarrollar si tenemos el coraje, la perseverancia y la voluntad suficientes para hacerlo.

El álbum Three Kids Music de José Gurría’s Gurrisonic Orchestra es -por su concepción, contenido y resultado estético– un buen ejemplo de lo antedicho.

El compositor y baterista José Gurría nació en México, pero reside en la ciudad de Los Ángeles desde hace casi una década. Su consumada formación académica incluye una licenciatura en música obtenida en el Berklee College of Music, una Maestría en estudios de jazz y un doctorado en educación musical, teoría de la música y composición clásica otorgado por la Thorton School of Music de la Universidad del Sur de California. En el devenir de su trayecto artístico ha tocado con Abraham Laboriel, Howard Alden, Bill Watrous, David Fiuczynski, Peter Erskine, Vardan Ovsepian, Miguel Atwood-Ferguson, Daniel Rosenboom y Victor Goines, entre muchos otros.

En el ámbito de las despiadadas transformaciones provocadas por la globalización, ser un creativo o un artista o un inmigrante –o las tres cosas al mismo tiempo, como en el caso de José Gurría– supone un componente contracultural cuyo desarrollo implicará ingenio, valentía, sacrificio y fuertes convicciones para poder hacerse escuchar, pensar por sí mismo y elaborar una identidad representativa de la propia visión del mundo.

En cierta ocasión, el célebre pintor renacentista Miguel Ángel dijo que “el mayor de los peligros no es que nuestro objetivo sea demasiado alto y no lo alcancemos, sino que sea demasiado bajo y lo logremos”; y aunque a diario vemos gente dilapidando su vida con objetivos de poca monta, también existen otros que con la desmesura de sus sueños y utopías nos enseñan que para alcanzar las grandes metas primero hay que estar decidido a buscarlas.

En Three Kids Music su autor ha pensado a lo grande y, para dar salida a las exuberantes ideas composicionales que pergeñó a favor de este proyecto orquestal -en donde se dan cita el avant-garde, el jazz y la nueva música contemporánea– constituyó a la Gurrisonic Orchestra, un ensamble de veintidós miembros dirigido por la experta batuta de Marc Lowenstein y que congrega a algunos de los representantes más conspicuos de la escena musical de Los Ángeles.

En el personal imaginario estético concebido por José Gurría se amalgaman –sin perder frescura ni espontaneidad- influencias provenientes de figuras icónicas del jazz como Thad Jones, Thelonious Monk, Charles Mingus, Bob Brookmeyer, Bill Holman y Duke Ellington; elementos asociados a la música clásica contemporánea heredados de Luciano Berio, György Ligeti, Paul Hindemith y Alban Berg y ciertas referencias al rock.

La apertura del álbum, con Constant Deprivation of Monetary Funds (The Beast), nos entrega una pieza de aliento épico en donde convergen una acción dramática realzada por elaborados movimientos armónicos, un entramado orquestal de insoslayable vigor, viscerales impulsos rítmicos emparentados con el punk-rock y una línea melódica cargada de luminosidad. En un contexto de interpretación superlativo sobresalen aquí, muy especialmente, los aportes ofrecidos por Daniel Rosenboom en trompeta, Daniel Szabo en piano y Gavin Templeton en saxo alto.

La candorosa ternura de Three Kids Music -pieza que da título al álbum y que alude a los tres hijos del compositor– es una canción de cuna de exquisitos trazos melódicos y que encuentra en la voz de Areni Agbabian a su protagonista ideal.

In Your Face parece trazar una bisectriz imaginaria entre el pop y la fanfarria, pero unificada por un ingenioso impulso rítmico que sigue la impronta de los half-time suffles. El tema evoluciona en un crescendo de intensa complejidad –desde donde emergen las inmejorables intervenciones de Christine Tavolacci en flauta y Lauren Baba en violín– para luego arribar a su faz conclusiva y rematar con los miembros del ensamble gritando a voz en cuello el título de la pieza.

Ishuakara (“renacer”, en lengua zapoteca) dibuja un colorido paisaje sonoro que otorga protagonismo excluyente al encantador timbre de voz de Areni Agbabian.

En la sobrecogedora e íntima belleza de The Finger hallamos otra canción de cuna, pero en este caso con epicentro en la emotiva profundidad que irradian la voz de Karina Kallas y el piano de Daniel Szabo.

La desbordante energía de Aquí conjuga vagas referencias a Igor Stravinsky y Bela Bartok, con la distorsionada sonoridad de la imaginativa guitarra de Alexander Noice y los precisos acentos percusivos que provee la batería de José Gurría.

En los logrados contrastes de Oso se interceptan el jazz y la música clásica -a la manera de la Tercera Corriente, impulsada otrora por Gunther Schuller– pero dejando asomar sutiles referencias a los ideales de la AACM de Chicago. En su vibrante tránsito tienen especial destaque los aportes de Daniel Weidlein en saxo soprano, Rory Mazzella en clarinete bajo, José Gurría en batería y Christine Tavolacci en flauta.

El cierre del álbum entrega una emotiva relectura de Caballo Viejo -tema perteneciente al compositor venezolano Simón Díaz– que ubica en el centro de la escena a la incomparable voz de Dorian Wood.

José Gurría, en Three Kids Music, elaboró un monumental manifiesto de integración musical y cultural mediante el cual nos dice quién es, de dónde viene y adónde va.

Y lo hizo con talento, convicción y originalidad.

 

Un individuo convencido y con una idea original vale por noventa y nueve con un único interés (John Stuart Mill)

 

Sergio Piccirilli

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