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Julio Cortázar: 62. Modelo para armar

Editorial Sudamericana

De a ratos se había acordado de las palabras entre cantadas, dichas y silbadas por Calac, un tango donde se hablaba de perder un amor nada más que para salvarlo, una cosa por el estilo que en la traducción amablemente facilitada por Calac debía perder bastante de su sentido. Más tarde Nicole había pensado pedirle que le repitiera las palabras, pero ya estaban saliendo del museo después de la llegada de Harold Haroldson y la remoción del retrato del doctor Lysons, Marrast hablaba todo el tiempo pidiendo explicaciones sobre lo ocurrido, y después Calac se había ido silbando el tango en la llovizna y Marrast se la había llevado a beber oporto a un pub y por la noche al cine. Sólo algunos días después, acariciando distraídamente el pelo de Austin que dormía contra ella, se dio cuenta de que hubiera podido reivindicar el tango con algún derecho y casi le dio risa porque los tangos en francés eran siempre un poco risibles y hacían pensar en viejas fotografías de galanes morenos con cabezas de coleópteros, así como también era risible que Austin estuviera durmiendo contra ella y que Marrast le hubiera enseñando las pocas cosas inteligibles que Austin alcanzaba a decirle con todos los acentos mal puestos mientras la tenía en sus brazos.

De los gnomos a Austin no podía decirse que hubiera una gran diferencia; mirándolo dormir y acariciándole el pelo que usaba demasiado largo para mi gusto, vikingo adolescente, casi virgen, tan desoladoramente novato, sus torpezas o sus absurdos recatos me habían hecho sentirme como una puta vieja y un poco maternal. Padre, me acuso de haber corrompido a un joven/ ¿Y quién eres tú?/ Padre, paredro mío, soy la malcontenta, mi chiamano così/ Ma il tuo nome, figliola/ Il mio nome e Nicole/ Ahimè, Chalchiuhtotolin abbia misericordia di te, perdoni i tuoi peccati e ti conduca alia vita eterna/ Confesso a te, paredro mió, che ho peccato molto, per mia colpa, mia colpa, mia grandissima colpa/ Va bene, lascia perdere, andate in pace, Nicole. Visto: se ne permette la stampa/ ¿Pero quién es Chalchiunosecuanto?/ El dios de las tinieblas, el eterno destructor cuya imagen sólo se refleja en la sangre de los sacrificios, el agua preciosa que es la sangre sobre la piedra del suplicio. Y representa a las víctimas femeninas divinizadas por oposición a los guerreros sacrificados/ Pero yo, padre, no tengo nada de víctima, no quiero ser víctima, yo he asestado el primer golpe, paredro mío, yo me adelanté a golpear, es a conciencia pura que pierdo mi amor, el resto que te lo cante Calac que lo sabe en su idioma. Y eso de que se ne permette la stampa era un lapsus considerable de mi paredro, poco versado en el idioma que la malcontenta había creído atinado emplear mientras soñaba tan litúrgico momento entre otras pesadillas parecidas. Pero en cambio no había soñado el Marquee Club de Wardour Street, un club de jazz desportillado y oscuro y sin alcohol, con jóvenes tirados por el suelo para escuchar mejor los solos del viejo Ben Webster de paso por Londres, con Marrast previsoramente borracho porque sabía que en el Marquee encontraría apenas té y jugos de frutas, con Austin que había hablado de Kropotkin a lo largo de un jamón con huevos y dos vasos de leche, a menos que fuera del Potemkin, nunca se sabía con el francoinglés de Austin. Y en algún momento entre Take the A Train y Body and Soul, Nicole había recordado la letra del tango, a Calac repitiéndola en la llovizna para ella, solamente para ella, harto de compadecerla, de proponerle caramelos por la ventanilla de un tren que no tomaría; lentamente había acercado su mano a la de Austin sentado entre ella y Marrast en una banqueta que la gente de pie convertía en una trinchera tenebrosa, le había sonreído, per mia grandissima colpa, la malcontenta había rozado la mano del Austin el vikingo, había sonreído al desconcertado y ansioso Parsifal, der Reine, der Tor, Austin que de golpe se había tragado todos los peldaños de la secuencia de la escalinata de Odessa (porque era Potemkin, después de todo) con una sola convulsión de su nuez de Adán antes de ponerse a verificar tímidamente que la mano que jugaba con la suya era la de la amiga de su profesor de francés perdido en Body and soul y muchos precavidos vasos de vino tinto, y las manos habían comenzado un paseo de tarántulas alunadas sobre el cuero de la banqueta, tomándose y rechazándose y el índice contra el pulgar y cuatro contra tres y la palma húmeda contra el dorso velludo, per mia colpa, y Austin había vuelto a tragarse espasmódicamente la guerra ruso-japonesa o algo por el estilo antes de asegurarse medrosamente de que Marrast estaba perdido y lejano y completamente Ben Webster, y buscar entonces el cuello de Nicole con un primer beso tibio de carácter marcadamente filial. Visto, se ne permette la stampa, vámonos de aquí, hace demasiado calor, y el miedo irónico de que Parsifal preguntara a último momento: What about him?, la calle deliciosamente fresca, el primer beso en la boca bajo un portal ornado de chapas concernientes a la importación de juguetes suizos garantidos, la habitación de Austin en puntas de pies aunque Mrs. Jones dormía en el otro extremo de la pensión. Así no, Austin, todavía no, nada más que por salvarte, ándate in pace. ¿De verdad es la primera vez, Austin? Well, not exactly, but you see. No importa, bebé, un gnomo más o menos, también puede tener su encanto si cierro los ojos y veo otra cara, si siento otras manos y me pierdo en otra boca. Chalchiuhtotolin abbia misericordia di te, dios de tinieblas, agua preciosa, destructor florido. Selah.

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