El Ojo Tuerto

Les Luthiers: Los premios Mastropiero El Quinteto De La Muerte (de risa)

Teatro Gran Rex
Buenos Aires

Les Luthiers - AficheEs muy difícil no caer en la obviedad. Es sencillísimo desbarrancar en los lugares comunes. Es improbable ser original. Es muy fácil que este comentario orille los bordes del papelón o la injusticia.
Igualmente haré el intento. Es un casi pleno que fracasaré con todo éxito.
Mi historia con Les Luthiers arranca siendo yo un escolar secundario.
Eran tiempos harto difíciles en la Argentina, con los carcamanes de azul o verde dominando este país y nuestras libertades todas.
Finales de la década del ’70.
El horror sin necesidad de… sin necesidad.
A pesar de las numerosas circunstancias dolorosas que me ha tocado sentir, presenciar, padecer, he tenido una suerte mayúscula. Esto puedo decirlo ahora; en su momento era un inconciente absoluto de lo que podía esperarme diez metros más allá… o más acá.
Mi familia no ayudaba mucho, es necesario aclarar.
Y para alguien (yo) que tenía la sana torpeza de pretender que a cada pregunta le siguiera una respuesta seguida de un “porque” (así me fue), las dificultades y los tropiezos y los porrazos y varios etcéteras, estaban a la orden del día.
Pero era (¿era?) muy, pero muy tozudo. O cabezón. O kamikaze.
Era un (muy) buen alumno, lo que me posibilitaba manejar mis estudios con una libertad que en otros ámbitos era inexistente.

Les LuthiersAsí fue que en dos oportunidades inventé salidas escolares grupales al teatro (de noche) para poder asistir a dos espectáculos que me marcaron de por vida.
Uno fue una actuación del grupo Bubu, en el que Miguel Zavaleta cantaba y contaba la historia de un mago que, utilizando infinitos artilugios, intentaba seducir a Anabelas.
De ahí a mi adoración posterior por Sueter, sólo un par de años.
El otro acontecimiento fue asistir a un espectáculo de Les Luthiers, Mastropiero que nunca.
Una de las excusas utilizadas fue que debíamos (para un trabajo práctico posterior) asistir a la representación del unipersonal El Bululú, a cargo del notable José María Vilches (algo que estaba pautado pero a un mes vista). Y en esta situación sufrí un pequeño traspié: un compañero de colegio fue a mi casa, dijo lo que no había que decir y, al regreso, me esperaba una alpargata 42 con ganas de dejar sus huellas.

Les LuthiersRecuerdo que una de las cosas que me había llamado la atención fue esa frase rimbombante “el conjunto de instrumentos informales Les Luthiers”.
Yo había escuchado algo, pero eso de “instrumentos informales” había que verlo; porque en la tele no lo pasaban, el VHS no existía, ni hablar del DVD…
Y ahí fui, no sin mucho, pero mucho temor a que ocurriera lo que finalmente ocurrió: que me descubrieran.
Pero no se había inventado aún una alpargata que oficiara de amnésico.
Y recuerdo todos y cada uno de los momentos vividos en aquella mágica noche en el (si mal no recuerdo) Teatro Coliseo.
Casi 30 años después debo admitir una suerte de fanatismo rayano en el patetismo más ridículo, acordándome de memoria largos parlamentos de todos y cada uno de sus espectáculos; porque con la excepción de uno solo (el que brindaran con la Camerata Bariloche y titulado Grosso Concerto), asistí a todos.
Tuve mis dudas con respecto a la continuidad del combo cuando Ernesto Acher decidió abrirse paso hacia otros horizontes; y más de una vez fui con cierta desconfianza y por supuesto que algunos espectáculos fueron más logrados que otros.
Pero había que ir; sentía que debía ir.
Más aún cuando no había riesgo de alpargatas al regreso.

Les LuthiersEl último espectáculo del hoy quinteto, Los premios Mastropiero, difiere de los demás en su concepción, ya que hay un hilo conductor a lo largo de todo el espectáculo que trata, obviamente, de una entrega de premios.
Se han hecho ya numerosas críticas del espectáculo que además ya no está en cartel.
De ahí entonces que uno se pregunte una y otra vez: ¿cómo ser original?
La respuesta viene del gran Warren Sánchez: “yo qué sé”.
Intentemos (les comenté de mi tozudez, ¿no?).

Es una entrega de premios. Eso está claro, es difícil pifiarle y hay coincidencia plena.
Pero a lo Les Luthiers. Porque para acceder a una estatuilla “hay que ser un gran artista o pagar lo suficiente”.
Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich son los maestros de ceremonia y ya hay un guiño a los seguidores del grupo; los apellidos elegidos fueron Murena y Ramírez, los mismos utilizados para Radio Tertulia (“nuestra opinión y la tulia”), del espectáculo Todo por que rías, de 1999.
Presentan las ternas, los premios y, como en toda entrega, los musicales.

Les LuthiersCarlos López Puccio, Jorge Maronna y Carlos Núñez Cortés son el soporte musical de la entrega y quienes tienen a su cargo la interpretación de las canciones, la recepción de los premios y acotaciones varias.

En El desdén de Desdémona, Mundstock mezcla las historias y los personajes de Shakespeare de manera desopilante afirmando incluso que Desdémona se la pasaba mirando televisión.
Los milagros de San Dádivo (con Mundstock brillando nuevamente intentando coimear al santo y recibiendo de éste un llamado a su teléfono móvil) es la excusa para el premio al programa religioso Gran Hermana.
En Ya no te amo, Raúl hay un pequeño inconveniente. La cantante sufrió una indisposición pasajera, por lo que el bolero es interpretado por Rabinovich que, leyendo la letra, debe ir cambiando toda referencia masculina por una femenina como, por ejemplo, Raúla. Notable.
Luego del tango (imaginen) Ella me engaña con otro, llega uno de los momentos (me pongo rimbombante) más impresionantes de la historia toda de Les Luthiers.
Como introducción a Juana Isabel (canción con forma de merengue) Mundstock y Rabinovich rescatan del espectáculo Unen canto con humor, de 1994, la doble disertación a cargo del merengue.

Les LuthiersDoble porque mientras uno (Mundstock) se refiere todo el tiempo al estilo musical, el otro (Rabinovich) lo hace con respecto al postre seco.
Gracias a la tecnología he visto ese sketch cientos de veces.
No… perdón… no han sido cientos… ¡han sido miles! Y cuando empezaron, creí fallecer ahí mismo de felicidad. Un contrapunto exquisito, con improvisaciones, quitas, agregados… y siempre contundente y eficaz.

El final (con voz en off de Norma Aleandro incluida) es para Valdemar y el hechicero (comedia musical infantil para adultos), en el que presentan un nuevo instrumento, El alambique encantador y, a decir de Mundstock , se trata de “copas que se tocan frotándolas, y botellas y bidones con líquidos que cuando se sumergen hacen sonar una lengüeta y se necesitan tres personas para tocarlo”.

Les LuthiersY se sabe que con Les Luthiers siempre hay un único bis. Y en este caso se trató de otro guiño, otra genialidad rescatada del espectáculo Por humor al arte, de 1983: Pepper Clemens sent the messenger: nevertheless the reverend left the herd (ten step), cuya traducción, dicen que es: “Schmerz el mequetrefe, ese repelente vejete verde".
La introducción a cargo de Mundstock, en la cual el doctor que le encarga la obra a Mastropiero va proponiendo diversos cambios en la composición y ejecución de la obra es de lo mejor no de esa noche… sino de todas las noches.
Y final del recital.

Señoras y señores, lo han hecho de nuevo.
Y me rindo ante semejante despliegue de talento al que le han sumado una importante dosis de “quemeimportismo” revoleando banquetas, puteando por lo bajo pero sin disimulo, metiéndose con la Iglesia, los políticos, los medios de comunicación… con mucha acidez pero nunca baratos, nunca previsibles, siempre comprometidos con su arte.
Les Luthiers han provocado, una vez más, carcajadas sonoras y estomacales.
A pesar de la acidez.

Marcelo Morales

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