Leslie Stainton: Lorca, sueño de vida
Adriana Hidalgo Editora
Se esperaba de cada estudiante que tomara notas detalladas de todo lo que viera y oyera. Lorca se aplicó al trabajo con una desacostumbrada constancia. En páginas atiborradas de palabras mal escritas y líneas meándricas, detallaba sus actividades diarias, anotaba la historia de los lugares antiguos y trazaba la genealogía de reyes y reinas españoles. Escribía con exuberancia, con los oídos atentos a la melodía y el ritmo de las palabras tanto como a su música. En Baeza anotó extasiado: "Aquí entre estas rocas doradas uno está siemrpe ebrio de romanticismo". Describió la catedral del lugar como "un solemne acorde negro". Tras su vuelta a Granada a la semana siguiente, leyó algunas de sus notas a los del Rinconcillo. Sus amigos estaban tan sorprendidos por las observaciones de Federico como por su inesperado estilo.
Hasta entonces seguía interesado en estudiar música, y en las semanas posteriores se convenció paulatinamente de que debía atender ese llamado. Un poco antes de su viaje a Andalucía, su querido profesor de piano, Antonio Segura Mesa, murió. Deseoso de consagrar la vida a la memoria de su profesor, pidió enseguida a su padre que lo enviara a París a estudiar piano. El hacendado se negó. Desconcertado, buscó impulsivamente una nueva vocación que no requiriera el soporte económico de su padre. Más tarde describió este período en una breve y desapasionada nota autobiográfica: "Como sus padres no permitieron que se trasladase a París para continuar sus estudios iniciales, y su maestro de música murió, García Lorca dirigió su (dramático) patético afán creativo a la poesía". Nuca se sintió del todo cómodo con la elección. Ya de adulto, una vez señaló: "Nunca podré decir tanto con la poesía como lo que hubiera podido decir con la música".