El Ojo Tuerto

Liliana Herrero: En Casa de Herrero… Artista de Fuste

Teatro Coliseo – Buenos Aires
Viernes 11 de julio de 2008 – 21:30 hs.

En ocasión del comentario que realizáramos de Igual a mi corazón, el último trabajo discográfico de Liliana Herrero, se escribió: "Y entiendo a aquellos que se resisten a la cantante. A los que, simplemente, Liliana Herrero 'no les gusta'. Por supuesto que los entiendo".
Una cosa es entender. Otra muy distinta es compartir.
Yendo un poco más lejos, aunque sin exagerar, podemos afirmar que en algunos casos, incluso, hay rechazo. En biología, el rechazo es un fenómeno inmunológico por el que un organismo reconoce como extraño a un órgano o tejido procedente de otro individuo, aunque sea de la misma especie. Podemos deducir entonces que lo extraño genera rechazo.
Lo extraño es algo raro, singular. También es un movimiento súbito, inesperado y soprendente. Raro es quien se comporta de una manera inhabitual. Alguien escaso en su clase o especie, extraordinario, poco común o frecuente, insigne, sobresaliente o excelente en su línea. Cuando decimos que una persona es singular, estamos queriendo significar que es única en su especie.

Sabemos también que se rechaza lo desconocido, lo que se ignora, lo que no se conoce de antemano. Y en esta, lo admito, parcial introducción, he mencionado muchos de los atributos de una artista inquieta, en constante búsqueda, apasionada, seria y honesta.
Lo que quiero decir es que aquello que a algunos les provoca rechazo, a mí (y mire usted lo que son las cosas) es lo que más me atrapa.

El viernes 11 de julio, la entrerriana se presentó en el Teatro Coliseo. Fue una verdadera sorpresa que, presentando un álbum que contó con una gran cantidad de invitados, recurriera exclusivamente al acompñamiento de Matías Arriazu en guitarras y voces, Mariano Cantero en percusión y voces y, en algunos pasajes, Ernesto Snajer en guitarras y que fuera, junto con Herrero, el productor artístico de Igual a mi corazón. Apuesta fuerte la de la cantante, entonces. Ella y su grupo, algo que, en la previa, se encargó de aclarar debidamente.

ArriazuA las 21:50 hs Cantero y Arriazu atacan con los acordes de La casa de al lado, de Fernando Cabrera. Cuado Herrero asoma, es recibida cálida y afectuosamente. La sobriedad percusiva y la sutileza de Arriazu, contrastan con la energía que Herrero imprime desde "aquí no hay tongo, no hay tango ni engaño; aquí no hay daño que dure cien años". Y es para creerle.
El orden del CD se respeta, ya que a coninuación el trío regala Zamba del Arribeño (de Soria y Juan Falú). Lo antedicho se intensifica. Herrero salió a quemar las naves desde el inicio mismo.
El primero de los temas ajenos al último álbum es El cosechero, de Ayala e incluido en Litoral. La cantante se soltó definitivamente fracturando y desestructurando la composición, arrastrando una frase, juntando varias. No es ninguna novedad a esta altura ratificar la excelencia de sus compañeros Cantero y Arriazu. La nostalgiosa, de Eduardo Falú y Jaime Dávalos, sigue ratificando que haber asistido fue una gran decisión.

Herrero - SnajerCuando Ernesto Snajer se suma al trío, Herrero hace mención a su cuarteto, diferenciándolo claramente de "otros cuartetos –¿conflicto del campo?– que andan dando vueltas". Ya refiriéndose a la composición que interpretaría, reconoce con honestidad que le explicaron algo durante dos horas pero que se olvidó. Y entre las sonrisas generalizadas y con el público entregado, asoma Urugua y, de Rubén Olivera y que, en esa catarata irreprochable de palabras sueltas y aleatorias, recuerda al tratamiento que Spinetta realizara en Por, del magnífico Artaud de 1973. Hacia el final, junto a la soberbia y enérgica percusión, Herrero se agacha, danza, golpea el piso y grita con sentido.
Para Chañarcito, de Guastavino y Benarós, la cantante recurre a la sola compañía de la guitarra de diez cuerdas de Snajer. Antes comenta "me agito… voy a tomar un poco de vino". Ante la reacción del público, Herrero comenta "pero ustedes aplauden cualquier cosa…" El tema, de gran complejidad, se transforma en uno de los grandes momentos de la noche, con la Herrero y Snajer en notable y perfecta sincronía. Con el cuarteto nuevamente sobre las tablas, se anuncia Brillantina de agua, de Ana Prada. pero antes Herrero interpreta a capella, y como si estuviera n el living de su casa, Pueblito, mi pueblo (de Guastavino), que realizara en Recuedos de provincia. Cuando arremeten con el huayno, la gente acompaña con palmas. La rendición es incondicional.

CanteroOtro momento sublime fue la interpretación de Canto labriego, de Teresa Parodi. En trance y acompañada por un silencio sepulcral, nuevamente Herrero se arodilla al borde del escenario improvisando la letra, manteniendo el riesgo en un hilo delgado de inusitada fortaleza.
Achado, de Careqa y Mello, provee un acompañamieno contundente y a una Herrero mimetizada con una murguera uruguaya. Arbolito del querer, de Coqui Ortiz y Meloni, brinda calidez con el aporte de las guitarras de Arriazu y Snajer. Nuevamente en trío pero sin Snajer y con Cantero, Herrero pone la voz al límite en Zonko querido, de Juan Falú y Pepe Núñez. Y se anima, nuevamente a capella, a interpretar fuera de programa otra composición de Núñez. El público la acompaña. Herrero se llama a silencio.

Canción de las cantinas, de Castilla y Rolando Valladares, es acreedora de una gran y sentida versión, con el notable trabajo en copas de Cantero y la siempre ubicua guitarra de Arriazu. El tiempo está después, de Cabrera, propicia un clima festivo con un primer segmento casi rappeado. Guitarra, voz y xilofón (creemos) unen sus calidades para Agua de mi sed, de Coqui Ortiz y Arriazu. Breve, potente y bella. Y distinta (muy) a la versión del álbum, en cuarteto de cuerdas y voz.
Tierra adentro, también de Ana Prada y en cuarteto, regala contundencia, expresividad y un gran clima. El final oficial se acerca. Así se suceden la sobriedad de Cais, de Nascimento, una bellísima Vidalero, de Juan Quintero (gran arreglo que disimuló a la perfección la ausencia de la Itiberé Orquesta Familia), interpretada solamente en percusiones (Cantero y Arriazu) y voz (ya sabemos quién) y Confesión del viento, a la que sucedió una larguísima y merecida ovación.

Pero habría más.
Bastante más. Luego de espetar "ahora vamos a hacer El oso", el cuarteto irrumpe con una trionométrica versión de Algarrobo, algarrobal, de Ponferrada y Espinosa en la cual Snajer, desde su instrumento, hace tentar (no sólo) a la Herrero quien, en plena interpretación y sintiéndose más en su living que nunca, ríe a mandíbula batiente. A continuación, una impecable Oración del remanso, de Jorge Fandermole, a dúo con el público y, más que cantada, lamentada.
El último bis fue Lapacho, de Ramón Ayala, con Liliana Herrero liberada por completo.
Y así como sus discos últimamente vienen con "yapa", el concierto contó con una nueva versión de La casa de al lado, esta vez en cuarteto, como para cerrar el círculo con el mejor de los compases.

Liliana Herrero es visceral, sanguínea, imperfecta.
Generosa, talentosa, desbordante.
Una artista.
Se presentó en el Teatro Coliseo acompañada por Matías Arriazu, Mariano Cantero y Ernesto Snajer. La excusa fue la presentación de su último álbum, Igual a mi corazón, que fue interpretado en su totalidad.
El sonido, a cargo de Tatu Stela, y la iluminación, mérito de Maxi Sánchez, fueron impecables.
Y un aparte para la escenografía, responsabilidad de Fernando Rubio. Sobre el escenario, en forma absolutamente desordenada y sin una aparente lógica, había cubos negros con letras blancas. De distintos tamaños y ubicados, aparentemente, en forma aleatoria.
Pero no.
Las letras, ¿debidamente? ordenadas formaban la frase "Igual a mi corazón".
Pocas veces una escenografía ha tenido tanta concordancia con un artista.
Porque Liliana Herrero, en su arte, también arma y desarma.
Lógicamente que se requiere del oyente una especial ausencia de estatismo para poder participar de lo que me gustaría denominar fiesta creativa.
Es lógico esperar que algunos se queden afuera.
Será que esperan (necesitan) lo obvio.
Rechazan lo singular, lo diferente.
Y se pierden de disfrutar conciertos como éste.

Marcelo Morales.

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