Por Los Codos

Lito Vitale

Bueno… cuando León Gieco participó de Yendo de la cama al living (álbum de Charly García, año 1982), cantando en Yo no quiero volverme tan loco, tuvo que figurar con otro nombre, un tal Roberto o Ricardo Gómez…

Exactamente…

¿En cuál de tus roles te sentís más a gusto?

Me siento cada vez más cómodo como compositor y arreglador, no tanto como pianista. El camino me fue tirando para el lado de la producción, estoy con lo de (el sello) Calle Angosta; es más, en muchas de las producciones del sello ni toco… hago algún que otro trabajo incidental… pero es que hice tantas cosas desde el año ’85 y sin parar un segundo, que cuando vi la posibilidad de producir, escuchar a otros músicos, etc., me dije que era el momento de parar de tocar hasta nuevo aviso.

¿Qué es lo que creés que ven en vos como productor?

Lo que tengo es una impronta personal muy marcada y la ductilidad, me siento muy cómodo en varios estilos. Y tengo la suerte, por la historia y -fundamentalmente- por el programa de televiión, de tener una agenda bastante extensa y te diría que hay dos o tres que me dicen que no…

Vos hablaste recién de la ductilidad y es cierto; anduviste por el lado del folclore, del rock, del tango, el ballet… pero no te he visto muy metido en el jazz…

No, la verdad que no… porque en el jazz hay un componente muy importante que es el virtuosismo y el conocimiento del estilo; yo puedo tocar jazz pero de una manera muy básica y no me siento cómodo… En el rock, el tango, el folclore, si tenés más o menos el swing de cada una de esas músicas, podés meterte; pero en el jazz hay factores necesarios que yo no poseo. Nunca intenté porque es algo de lo que no me siento seguro.

Pero vos improvisás… que también es un componente importante del estilo.

Sí, improviso… y seguramente ése sea mi costado más jazzístico, pero nunca me puse a estudiar y a intentar sentirme cómodo con el estilo. No soy un gran escuchador, sí me gusta Bill Evans, Keith Jarrett, Lyle Mays, Pat Metheny… pero no soy un gran conocedor.

¿Cómo ves el panorama musical argentino en este momento?

Como siempre… bah… en realidad… como siempre… no. Porque raramente, a partir de la democracia, bajó el nivel musical. Todos los recuerdos que tengo de las grandes canciones del rock, por ejemplo, son hasta finales de los ’70. El folclore, más o menos igual; el tango, incluso más atrás. Como si lo bueno que tuvo la democracia, que fue abrir los medios de comunicación a todas las expresiones, hizo que el rock se transformara en un proyecto que funcionara a nivel comercial; por lo tanto, cuando la cosa mejora comercialmente, aparecen las cabezas del negocio con una impronta que pasa por el marketing… algo que atenta, siempre, contra el resultado artístico.

¿Es privativo de la Argentina esto que decís?

(Piensa) A mediados de los ’70 se produjo un gran movimiento, el rock sinfónico, con discos increíbles. Esto se terminó, como mucho, en el ’75; después, el movimiento del jazz rock también aportó lo suyo… en cambio acá se viró más hacia el lado del entretenimiento. Por supuesto que siempre hubo cosas muy buenas; en los ’90, con los nuevos conceptos de producción, hubo muchas cosas interesantes. A mí me gustaban algunas cosas de Árbol, de Bersuit… Incluso hoy, toda la camada de los sellos independientes como Los Años Luz, con proyectos como los de Puente Celeste, La Bomba de Tiempo, Aca Seca Trío, me parece increíble. Pero una situación bisagra, no la encuentro. Los compositores argentinos son Charly García, Spinetta, Litto Nebbia, Piazzolla… hoy es difícil encontrar a alguien con esa cabeza.

Vos hiciste referencia, dentro de lo más interesante de la actualidad, a músicos y sellos independientes, a los que les cuesta, que la tienen que pelear. Y antes dijiste que, paradójicamente, con la democracia se produjo un estancamiento. ¿Será que hace falta tener un enemigo claro o, al menos, tener que sudarla?

(Sonríe) Evidentemente el artista… saquemos de esto a la dictadura, por supuesto, pero cuando el artista no tiene la distracción del éxito, definitivamente su proyecto artístico es mejor. Todos los trabajos que hacen Moguilevsky – Lerner (dúo argentino de música klezmer integrado por Marcelo Moguilevsky en vientos y César Lerner en piano y acordeón), que son increíbles y finísimos, si de pronto, como me pasó a mí con El Trío, que empezó a funcionar y a funcionar, a llenar teatros, tocar para 10.000 ó 20.000 personas… eso, en el caso nuestro, bastardeó la música; porque la “necesidad” de llegar a más gente, te juega en contra, los temas duran menos, estás más pendiente de si les gusta o no… y te distraés con tantas cosas que…

Empezás a descuidar la faz artística pensando más en la gente que en la propuesta en sí.

Totalmente. Yo, para el 2010 tengo un proyecto que siempre soñé, que es un disco con piano y orquesta o cuarteto y orquesta y lo voy a editar y no lo voy a presentar en vivo y no me importa nada. Lo voy a hacer solamente porque quiero hacerlo y editarlo para que la gente que quiera tenerlo, lo tenga. Aunque tal vez lo cuelgue como para que se pueda bajar de internet, no sé. Todo lo que en mi carrera fue mantener una convocatoria, una atención por parte de los medios y del público, es sinónimo de haberme repetido o haber bajado el nivel conceptual de mis proyectos. Ésta es mi experiencia personal y sé que a muchos músicos les sucede.

Sos muy autocrítico…

Sí… la paso bien tocando pero soy autocrítico. No creo que nada de lo que haya hecho fuera realmente increíble. Obviamente que conecté con la gente, pero incluso aquellos proyectos que funcionaron bien, hoy los escucho y no me suenan perfectos ni mucho menos.

¿Qué sentís que le aportó tu música a la gente?

Yo creo que lo que mi impronta tiene como más marcado es el eclecticismo, la libertad, el respeto por lo diferente; creo que eso es lo que más me acerca a la gente, que hace que cualquier chico o cualquier músico se refiera a mí como “Maestro” (sonríe), porque los respeto a todos y trato de meterme en el mundo de otros músicos para, antes de decir “esto es una porquería”, tratar de entenderlo… y si no me gusta, bueno… no me gusta. Hace poco tuve la suerte de compartir un trabajo con Pablo Lescano (integrante de Damas Gratis, grupo señero de la denominada “cumbia villera”), que es un músico que toca buena música de la que siempre estuve lejos y nunca me había importado tender un puente para entrar en ese mundo y captar ese feeling; ahora lo hice y no me arrepiento, sino que me cuestiono el por qué no lo hice antes. Yo creo que el swing que ese pibe tiene es tan valorable como el swing de otros músicos que más había respetado siempre. Pasa que cada momento y cada juntada tiene que ver, justamente, con una conjunción… Yo en mi casa escucho Ravel, Rachmaninoff, Wagner… a veces pongo un poco de Jarrett pero esporádicamente; porque a la hora de escuchar música, lo hago con la que considero más sublime; pero cuando estoy acá (refiriéndose al estudio), me pongo la camiseta de los proyectos.

Si se apersonara un desavispado, alguien de otro siglo o un habitante de Ganímedes y tiene la posibilidad de entrar a la parte de tu cerebro destinada a la música, seguramente vería muchas divisiones; ¿cómo explicarías la forma en que decidís qué es para una cosa y qué es para otra?

Intuición pura (tajante). Mi único patrimonio es mi intuición. Intuición e información que tengo después de haber escuchado tanta música. Y también, quizás, el hecho de poder ponerme en los pantalones de otros artistas tan distintos y disímiles tiene que ver con que en la vida he tenido momentos de éxito pero también momentos duros. Yo ya sé que no soy lo más grande que hay (sonríe), lo tengo clarísimo; aprendí que soy uno más y que lo que tengo, lo disfruto. Pero fundamentalmente, lo que me caracteriza, es la intuición.

José Ganímedes me acota que no te entiende (risas). Porque… el que más o menos te conoce y sabe que vos trabajás con Julio Bocca, tocás con los Redondos, hacés tangos con Baglietto…  ¿Qué hubiese pasado si un proyecto se hubiese metido en el casillero del otro?

Es que muchos proyectos convivieron en el tiempo (dicho esto con la mayor naturalidad). Cuando produje el disco del rock argentino (se refiere a “Escúchame entre el ruido – 40 años de rock argentino”, del que fue el responsable máximo), al mismo tiempo estaba haciendo Adiós hermano cruel (música para ballet). A la mañana hacía lo del ballet y a partir de las dos de la tarde arrancaba con el disco de rock argentino con todos los invitados.

Y esto, con intuición…

(Poniendo cara de “yo no fui”) Y… sí… (carcajada del entrevistador); me salen así las cosas…

Pero ¿hay un proceso o estudio previo?

No… soy muy improvisador; los ballets son todas improvisaciones que hago acá y las voy orquestando con la ayuda de los programas de la computadora, que te deja probar muchas cosas que en cinta hubiera sido imposible. Lamentablemente, nunca pude concretar el hecho de hacerlo con una orquesta en lugar de los teclados por una cuestión de presupuesto. Porque la diferencia es tan abismal, que nadie te lo paga… nunca. Por eso, el proyecto con orquesta que te mencioné antes, me lo voy a bancar con mis ahorros y quiero hacerlo bien sin que me interese recuperar un centavo. O lo hago bien o no lo hago. Pero sí, lo reafirmo, es intuición pura.

Yo veo aquí, en el estudio y también sobre el escenario, muchos teclados; ¿le tenés miedo al piano acústico?

No… últimamente estoy tocando bastante más el piano. Hice un disco con Lucho (González) y (Víctor) Carrión con piano acústico; lo que pasa es que, en vivo, antes de tocar con cualquier piano que no suene bien, prefiero hacerlo con cualquier sampler. Pero últimamente lo estoy tocando mucho… lo que pasa es que en general estoy tocando bastante poco (sonríe ante la aparente contradición), casi nada.

El destino hizo que coincidiéramos en La Habana, Cuba, cuando se hizo la presentación de Escúchame entre el ruido en la Plaza Antiimperialista. ¿Qué te dejó esa experiencia?

Mirá… yo no soy de andar paseando… tengo un respeto muy grande por la impronta de la Revolución Cubana, pero me parece que algunas cosas ya están fuera de “syncro”; eso de estar desconectados del mundo no me gustó… alguna gente sigue teniendo ese entusiasmo pero hay otros que se hartaron (piensa). Me parece que la mayor fortaleza que uno puede tener como padre o como productor es dejar volar a las personas que están con vos; y el hecho de no dejar volar a alguien por expresar ideas distintas me parece un síntoma de debilidad y no de fortaleza. Con la ignorancia que tengo y con todo el respeto, no es algo con lo que pueda estar de acuerdo. Con respecto al show, una vez que terminó me encontré con gente que estaba muy emocionada y yo, la verdad… no sentí lo mismo. No fue tanta gente como se esperaba, el día estuvo feo (hubo viento y lluvia) y toda la adrenalina que me anticiparon que iba a sentir… no la sentí. Además, a nivel interno, como fui con un contingente que tenía que ver con la política, porque nos llevó el Gobierno, cuando ves a algunos personajes que están ahí, te decís “pero yo con esta gente no tengo nada que ver”. A mí me pasa permanentemente porque yo trabajo mucho para los distintos gobiernos, porque asumí que si se trataba de gobiernos democráticos votados por la gente, no tiene que importarme si lo voté yo o no. Si me proponen un trabajo artístico que me convence y donde se me respeta, lo hago. Yo trabajé para Macri, para los Kirchner… pero si me hacen algún comentario que implique coartar la libertad artística, me las tomo. Pero el concierto en Cuba, particularmente, estaba teñido de algo parecido al “vamos todos para el mismo lado”… y yo no voy para el mismo lado de muchos de los que estaban ahí. No fue una gran noche para mí.

Vos recién decías “uno, como padre, como productor…”; vos sos padre de una artista (la cantante y actriz EMME), ¿cómo te llevás con eso?

Lo que siento es orgullo; a veces, si necesita usar el estudio lo usa, porque si se lo presto a mucha gente cómo no se lo voy a prestar a ella… Pero trato de no meterme mucho; además últimamente viró su historia hacia lo actoral, así que… Ella empezó con un disco que fue muy mediático, que no fue un éxito de ventas y después empezó a grabar un segundo CD que quedó en stand by porque renunció el presidente del sello discográfico (Alejandro Varela, de EMI) que era, de alguna manera, quien apoyaba el proyecto. Y empezó a cambiar el rumbo encontrando en lo actoral (que lo hace realmente muy bien), una realización personal muy profunda. También tiene una ductilidad importante para manejarse en diversas facetas, no como yo que de la música no salgo. Yo la veo como hija y, además, ella prefiere a otro tipo de productores (risas).

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