Por Los Codos

Marcelo Moguilevsky

Pero vos leés música…

Sí, claro, yo leo y escribo música desde los 20 años.

¿Y eso de dónde viene?

Lo estudié con un libro que se llama “Cómo aprender y escribir música a partir de la moguilevskypercepción”, me compré un libro de María del Carmen Aguilar, que decía “las negras son así” y yo decía, “ah bueno, mirá vos” y así aprendí solito, en casa.
Después vinieron los profesores particulares. Estudié armonía durante mucho tiempo (bah, mucho tiempo para mí es un año), luego 7 meses de clarinete, con Víctor Skorupski estudié siete clases de saxo. Yo me digo… qué loco, estudiar 7 clases… una pelotudez, pero parece que absorbía lo que necesitaba y después seguía dándole solo. Y no era que no recibiera nada, de paspado nomás. Estaba paspado por mi propia voracidad.

¿Sentís que la flauta es tu instrumento?

Sí. Aunque tengo una explicación que a mí me sirve aunque por ahí resulte medio ambigua. Cada instrumento que yo toco me sirve para decir lo que ese instrumento dice en mi música. Digo, un tema que suelo tocar en clarinete y lo quiero tocar con la flauta, suena… espantoso. Y eso es un hallazgo, encontrar con qué instrumento decir qué y en qué momento. Por eso es que yo apelé a otros instrumentos, porque la flauta tiene muy pocos armónicos, muy pocas octavas y no me servía para decir un montón de ideas que sí podía expresarlas con otros instrumentos, un clarinete, un clarinete bajo, un soprano, una gaita, un duduk y a veces el canto o a veces…

El silbido o la armónica.

El silbido o la armónica. Que realmente… el tema que yo hago con el silbido, no suena con otro instrumento.

Así se abre Shtil, ¿no?

(Piensa) Sí… Shtil se abre con “Inicio” que es piano a cuatro manos y silbido.

La época de Comedia, ¿vos la recordás también como una especie de “boom” y por qué creés que pasó?

Sí, yo la recuerdo así también. Sucedió porque… yo salí de la colimba, Comedia existía ya antes de eso; tengo fotos en el hall del Teatro san Martín peladito, tocando con Comedia. Yo estaba explotando por hacer música, me sentía apabullado por una vida que no se terminaba de armar como músico. Y se armó con Comedia. Ahí estaba esta suerte de socio que es César Lerner con quien estudiábamos mucho y había una química interna… y externa también, porque en esa época (finales de la dictadura) había mucha necesidad de la gente de que se escuchase otra cosa. Empezaban a retornar algunos músicos del exterior, se escuchaban otras formas de folclore y de rock y toda esa combinatoria hizo que Comedia existiera y que representara a un sector de la población, aunque “boom”… quería decir el hall del San Martín lleno, la vieja Trastienda de Thames y Gorriti… un boliche que se llamaba Entreacto, lugares que iban armando como resistencias culturales, los sellos culturales, Melopea, el de Cosentino… todo eso influyó para que surgiera Comedia con dos discos y con unos 7 años de trayectoria. Yo hoy estoy charlando la reedición de ese material pero hay que hablar temas de permisos y demás para poder hacerlo.

¿Existe algún paralelo entre tu literatura y tus composiciones musicales?

Sí. Descubrí que dentro de la literatura, todo lo que yo sabía de música, funciona. Esto me tiene pasmado. Por ejemplo, si empiezo a trabajar un cuento con determinado tipo de lenguaje, debo seguir ese lenguaje. En la música es igual, si estoy haciendo algo atonal no puedo poner un acorde de do mayor o viceversa. En una música totalmente consonante no puedo meter algo dodecafónico en el medio. O sí, pero va a ser raro y tendría que explicarlo, al menos para mí. Desde el lado formal pasa algo parecido: una presentación de elementos que luego se irán combinando y se irán anulando… los permisos para los caprichos, que también los tengo en la música. Hay muchas cosas estéticas y de lenguaje que me hacen sentir en un mundo paralelo bastante cercano y por otro lado me parece que todo lo que escribo, lo hago con mi carne y lo que hago con la música, también. Y lo digo porque también se puede hacer música desde afuera de uno. Yo podría hacer un disco de joropos venezolanos, pero sería una entelequia rara.

Adan BuenosayresPasamos en este punto a intercambiarnos gustos literarios y a contarnos qué hemos estado leyendo últimamente. MM (él) menciona El Entenado de Saer, Luz de crueles provincias de Tizón, todo Borges, Olga Orozco, Pizarnik… hasta que menciona Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal y se ilumina.

Lo leí de grande y me morí. Creo que ése fue el libro que me hizo escribir. Yo me fui a los bares de Villa Crespo y cuando me metí de lleno en el libro me di cuenta de que estaba metido en mi vida. De alguna manera era algo muy cercano para mí; y esa devoción, mezcla romántica de  la ciudad de Bs. As. con los personajes y los barrios, me despertó mucho amor a querer escribir y a poder sentir que el léxico no necesariamente tiene que ser de una erudición que no tengo, que yo puedo escribir de lo que soy, un tipo básicamente de barrio.

Pero flor de barrio.

Marcelo Morales.

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