Por Los Codos

María Volonté

¿Estábamos en pleno desborde?

Bueno… (sonríe); pero me refiero a… a ver… Todo depende de lo que significa el desborde para cada uno. Porque desde el punto objetivo de la destrucción, seguramente hubo gente que se estrelló de frente contra una pared o que acostumbraba a inyectarse heroína cuatro veces por día…

O como decía Zavaleta, insecticida porque “es más barato”.

(Risas) Claro… Pero yo no me siento el paradigma de… (piensa, busca las palabras). Yo no puedo decir “ahhh… todo lo que yo probé…” No. Es más sutil, cada uno conoce sus límites y el solo hecho de tener que levantar a tus hijos e ir para adelante… te obliga a comportarte de determinada manera aunque convivas con cierta clase de dispersión. Pero de algo estoy segura: nunca estuve tan loca como la aventura en sí. Por eso mencioné la frase. Esto es lo que hizo que volanteara para evitar el choque de frente. Y nunca hice de la idea de la destrucción una bandera. Sí de la desestructuración de ciertos esquemas como para poder encontrar otras alternativas u otras búsquedas; protegerse menos, exponerse más y encontrarse con cosas más verdaderas. Creo que esa vieja cosa de la familia, los afectos, la fidelidad esencial a ciertos principios, me han ayudado. Y también te permite convivir con ciertas formas de la destrucción que no necesariamente tienen por qué ser propias, sino también ajenas. Por suerte, aunque una ha jugado y coqueteado con muchas cosas, hubo un criterio o solidez esencial que permitieron que pudiera transitar por ciertos caminos muy locos pero siempre atenta. Recuerdo que mi papá siempre decía que la flor de loto era algo muy bello pero que estaba inmersa en un pantano. Y a mí me funcionó en el sentido de que yo podía convivir con el entorno pero que ello no implicaba que debía dejar de ser yo misma. Muchos años después leí en un bar de Estados Unidos una frase que decía más o menos que si una persona está marchando en sentido contrario al de los demás, es posible que adentro suyo esté escuchando su propia música.

Como en la escena de (la película) Expreso de medianoche

Buenísima imagen (piensa). Es perfecta la referencia que usaste. Porque vivir al borde como decías, no es solamente picarse; cuando vas contra la corriente también estás al borde. Porque es en los extremos donde generalmente están las respuestas y uno puede escuchar su propia voz.

 La artista, ¿es muy distinta de la madre?

Sí… y no (piensa). No… es distinto… (dice “sí” y “no” varias veces lo que provoca –perdón- carcajadas de un servidor; por suerte, ella adhiere y también se ríe). Algunas veces trabajamos juntas y sí… la mamá se queda en casa. Yo tengo un costado de mamaza protectora, pero la artista tiene que poner límites. Cuando estoy por cantar, saben que no tienen que venirme con cuestiones que son para mamá. Hubo que hablarlo. Lo mismo que el juego del vestuario sobre un escenario. Por eso, en general, prefiero que las cosas estén separadas. Ahora ya son más grandes y es más fácil que lo comprendan. Y además está “la divina mentira del arte”; porque si yo sobre un escenario juego a que soy la diva de no sé cuánto, es dentro de un concepto artístico; y esa “mentira” no se lleva a casa. La ficción es ficción. Imaginate un actor que lleve un papel execrable a su casa… imposible.

¿Qué cosas, al margen de la música, te emocionan?

Uhhh… millones de cosas… siempre tuve un nexo muy fuerte con el cine. Me apasiona. Y la literatura, por supuesto. Porque ahora soy más deportista que de chica, por ejemplo. No iba a natación o a jugar al tenis… todo eso me duraba poco. Pero sí me he pasado horas y horas leyendo. De hecho, me encanta escribir también. También me gusta el campo, la vida al aire libre… pero el cine y la literatura siempre me han acompañado. Eso sí: en las giras o cuando grabo me obligo a no leer para no distraerme. Yo creo que las facciones anexas a la música se reflejan en lo que hago. Y ojo que también me sorprendí con algunas frases de escritores más livianos como P.D. James o Henri Le Carré. Y no leo lo que me aburre, haciéndole caso a Borges.


Teniendo en cuenta todo lo que comentaste, ¿por qué no nos metimos con el rock nacional?

Me parece que tiene que ver con que en algún momento, muy al comienzo… (piensa). En su momento, con mi marido, empezamos a desarrollar una búsqueda; yo sentía que había una falta de “algo”. Por supuesto que canté las canciones de Sui Generis y todo eso; pero me pasaron dos cosas muy fuertes: lo vi a Miguel Abuelo, que había vuelto no me acuerdo de dónde…

De Francia y España, a principios de los ’80.

Sí, lo escuché en (el teatro) El Picadero. Y yo, que tenía un vínculo muy estrecho con la música brasileña, lo relacioné rápidamente con un Caetano porteño, con esa cosa más rea que tenemos acá, más desenfadada, con una capacidad de sofistificación enorme pero con una garra más combativa, más agresiva. Y lo vi y me pareció una fuerza viva de la naturaleza, alejado incluso de lo que hacía con Los abuelos de la nada. Me atrapó enormemente. Y la otra cosa que me apasionó letrística y artísticamente fueron Patricio Rey y sus Redonditos de ricota, muchísimo antes de que se pusieran de moda. Pero en general yo sentía una falta de cosas que me gustara cantar. Y buscamos, con Javier Malosetti o con Ariel Prat, un vínculo con el rock y la música latinoamericana pero de una manera más comprometida. Pero quedó trunco. Aunque pasó algo bastante concreto y es gracioso que me hayas preguntado esto porque es algo que tenía prácticamente borrado de mi memoria. En ese momento teníamos unos cuantos temas y estábamos desarrollándolos con Javier (Malosetti) que tocaba la batería pero también se involucraba en los arreglos y aparecieron los Vitali con un sello discográfico. Ellos tenían un estudio haciendo varias cosas y recuerdo que el grupo se llamaba María Volonté y Obelix. De hecho, el año pasado grabé un candombe que compusimos en esa época. Y los Vitali querían que grabáramos pero con los músicos puestos por ellos. Y yo no sé, Marcelo, si fue una buena decisión o no, pero la respuesta fue que o lo hacíamos nosotros, todos, o no se hacía. Y no se hizo. Y si te digo que es gracioso que me preguntes esto justamente ahora, es porque a pesar de las distintas búsquedas y de explorar distintos terrenos, nunca me sentí tan cerca como ahora de volver a encarar la creación como una cosa… (hace un gesto grandilocuente), ¿entendés? Esto no quiere decir que mañana me ponga a componer rock; pero siento que, de hecho, estamos pensando con (la hija) Macarena componer cosas juntas. Tal vez en aquella época no era el momento o no estaban dadas las condiciones… porque yo creo que salvo en las cosas muy obvias, los límites o los miedos están más adentro de uno que afuera. Por supuesto que si alguien te pega un tiro, es muy probable que te mueras. Pero creo que el hecho de que se hayan caído algunas barreras que te permiten moverte con libertad…

¿Pero es consciente o inconsciente? ¿Uno se da cuenta de la existencia de esas barreras o recién cuando caen?

Yo creo que te das cuenta cuando empezás a hacer cosas que creías que no podías hacer. Ahí te cae la ficha de que las posibilidades estaban ahí. Yo creo que tenés razón… sería muy fácil si uno supiera que eso está ahí…

Hasta ahora yo siempre te vi con un humor de aceptable para arriba, ¿sos cabrona?

Sí; lo que pasa es que también estoy cambiando en eso. Me enojo mucho conmigo mismo, soy terrible.

Pero ¿produce un efecto dominó?

Bueno… justamente por eso creo que empecé a cambiar; porque cuando uno cree que está enojado o peleado consigo mismo, nunca la cuestión termina ahí y menos en alguien que se sube al escenario. Soy incapaz de decirte, otra vez, por qué uno empieza a entender que es mucho mejor relajarse y, más allá del susto, tirarse del tobogán. Ahora… por qué se activa en determinado momento ese mecanismo y no antes ni después, no tengo la menor idea. Volviendo a lo anterior, pensar o creer que los problemas o malhumores de uno empiezan y terminan en uno, es una falacia. Y la verdad… lamento que no hayas podido venir a ver los shows, porque algunas de tus agudísimas preguntas (el entrevistador se sonroja… mucho) tienen su respuesta sobre el escenario. Porque se generó una energía en cada presentación tan distinta y tan fuerte que motivó una devolución enorme. Algo detonó en mí, evidentemente. Y por supuesto que hay que estar abierto para percibir esas cosas. De lo que estoy segura es de que si bien los cambios asustan, también son capaces de generar una energía…

El movimiento genera movimiento…

¡Exactamente! Y parece una obviedad hasta que te das cuenta cuán atado estás inconscientemente; y mirá vos… para mí, hoy, el éxito no es “pegarla”, sino hacer lo que tengo ganas y ¡oh sorpresa!, preparamos unos shows sencillos, para disfrutar de la música y, sinceramente, si no seguimos es porque tenemos que ir a Estados Unidos para unas actuaciones acordadas de antemano. Parece que cuando uno menos se preocupa por lo aleatorio y se quiere más… qué sé yo… la energía es un gran misterio. Y éste, para mí,  es un tiempo para celebrar el comienzo de un nuevo tiempo.

http://www.mariavolonte.com/

Marcelo Morales

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