Por Los Codos

Nicolás Guerschberg

Cuando se habla de “universos paralelos”, se hace referencia a una concepción mental donde entran en juego la existencia de diferentes universos o realidades independientes. Esto fue corroborado en 2007 por matemáticos de la Universidad de Oxford. La teoría fue propuesta por vez primera en 1950 por el físico estadounidense Hugh Everett, quien sostuvo que “cada vez que se explora una nueva posibilidad física, el universo se divide y, para cada alternativa posible, se crea un universo propio”. Otras corrientes le adosan al físico Itzhak Bars haber sido el primero en proponer una segunda dimensión temporal.

Mundanamente, los universos paralelos se encuentran habitualmente reflejados en la ficción, ya sea en el cine, la literatura, el comic, etc. Sin entrar en complicaciones que nos llevarían a expresar nuestra sabiduría infinita en temas como la física cuántica, de una manera u otra todos tenemos nuestros universos paralelos, sin que esto implique que llevemos una doble vida (o sí, depende). Lo que sí quiero es comentar que esta cuestión de los universos paralelos me vino a la mente a la hora de entrevistar al pianista, compositor y arreglador Nicolás Guerschberg.

Porque en su ideario creativo sobresalen clara, nítidamente, dos universos que, al ser paralelos, no se tocan. Al menos no lo hacen de manera clara y explícita. Nos referimos al jazz y al tango. Es que Guerschberg, además de su carrera solista, es clave en dos agrupaciones que lo tienen como músico (y esto implica: pianista, arreglador y compositor): el sexteto Escalandrum por el lado del jazz y el quinteto La Camorra por el lado del tango. Guerschberg no hace un mix de ambos estilos, a pesar de que ambos están en su ADN y seguramente combatiendo de manera invasiva, pero el pianista tiene bien en claro qué cosa es para qué. Y no es lo único que tiene en claro, créame.

Nació en 1975 y ya a los cinco años su padre le ofreció optar por la guitarra o el piano. Su primera profesora fue Sarah Rousseau de Tegli (madre del pianista Mario Tegli), recibiéndose a los 12 años de Profesor de Piano (¡!). Ingresó a la Escuela Nacional de Música Pedro Esnaola donde conoció a varios de sus actuales compañeros de ruta. Estudió armonía e improvisación en jazz y música popular con Santiago Giacobbe, piano, audioperceptiva y lenguaje musical con el concertista Fernando Pérez, composición y arreglos con Manolo Juárez, contrapunto y armonía con Laura Baade y asistió a seminarios de interpretación e improvisación en tango dictados por Gustavo Beytelmann.

Pero su primer trabajo “oficial” fue en un grupo de salsa; esto lo llevó a Portugal por el término de aproximadamente un año. A su regreso, pasó por un período en el que ninguna otra cosa existía más que el piano. Participó de varias agrupaciones, entre ellas Clave Latina y Latinaje. A finales de 1998 (exactamente el 31 de diciembre), se formó el sexteto Escalandrum, liderado por el baterista Daniel Pipi Piazzolla. Luego de una audición fue convocado para integrar el Quinteto Fundación Ástor Piazzolla; y en 2001 se produjo el ingreso al quinteto de tango contemporáneo La Camorra. En la actualidad, se mantiene como músico estable de los últimos tres grupos mencionados.

Pero si ustedes creen que esto es todo, vayan tachándose la doble. Participó también de Manolo Juárez Quinteto, Ernesto Snajer y Nuevamérica, Nick “Brownman” Ali Quintet, Victor Mendoza Ensamble, Giusti Funk Corp. y, entre otras cosas, acompañó a numerosos cantantes de diversas extracciones: María Estela Monti, Raúl Lavié, Laura Hatton, Amelita Baltar, Lina Avellaneda, José Ángel Trelles, Roxana Fontán, Sandra Mihanovich, Ludmila Fernández y un largo etcétera.

El prolífico Guerschberg ha compuesto también una gran cantidad de obras para piano, conjuntos de cámara y las más variadas formaciones instrumentales. Podemos mencionar las Miniaturas Tanguísticas para octeto, la adaptación del musical Cabaret, los Movimientos Porteños para cuarteto típico de tango, la Suite del Sur para sexteto de jazz y orquesta de cuerdas, una serie de obras para clarinete y piano, la música original para los largometrajes Corazón Voyeur y Lisboa, para documentales del National Geographic Channel y, como para ir resumiendo, realizó un centenar de cortinas publicitarias.
Realizó incontables giras que lo llevaron por Portugal, España, Italia, Francia, Inglaterra, Israel, Uruguay, Colombia, Puerto Rico, Costa Rica, Holanda, Chile, El Salvador, Bélgica, República Dominicana, Austria y algunos que seguramente se nos han escapado.

Ha recibido también varios premios y reconocimientos: nominaciones a los Latin Grammy Awards, los premios Clarín, la Bienal de Arte Joven 2004, el Premio Konex 2005, el Fundación Octubre 2003, etc.
Su tarea docente también es prolífica; comenzó en 1992 enseñando piano, armonía e improvisación en tango y jazz; ha dictado cursos, clínicas y Master Classes sobre improvisación, interpretación, arreglos y estilos sobre el tango (Holanda, Italia, España, Portugal, Perú, Chile y Argentina) y durante varios años ha realizado talleres de música con niños discapacitados.

Su debut como solista se produjo en 2005 con Solo Piano, editado por el sello MDR; en el mismo año editaría Intersecciones, trabajo a dúo junto con el saxofonista Mario Gusso y en 2009 concretó la edición de Encuentro, grabado el 18 de diciembre en los estudios SoundRec y donde lo acompañaron los bateristas Daniel Pipi Piazzolla y Leandro Savelón y los contrabajistas Juan Pablo Navarro y Mariano Sívori. El álbum contiene seis composiciones propias y versiones de Cuando tú no estás (Carlos Gardel) y Los dinosaurios (Charly García).
En cuanto a la posibilidad de verlo sobre un escenario, sigue el ciclo de los martes con Escalandrum en Thelonious (Salguero 1884, Ciudad Autónoma de Buenos Aires); y en diciembre, también con el sexteto, participará de El Bolsón Jazz Festival, a realizarse entre el 4 y el 6 de diciembre en la localidad rionegrina.

Hemos intentado resumir cuanto pudimos las actividades de este incansable pianista argentino; que nos recibió con suma cordialidad y atención en su casa. De hablar claro y pausado, con una amabilidad infrecuente, Nicolás Guerschberg accedió a contestar nuestras preguntas preocupándose porque los datos fueran fidedignos y contando historias y anécdotas adicionales que nos hicieron pensar, incluso, que estaba a gusto…

Y antes de entrar de lleno en la más que amena charla mantenida con el pianista, un detalle: comentamos antes la relación (o libre asociación personal) entre los “universos paralelos” de Hugh Everett con los de Guerschberg. Ni bien ingresamos a su casa, vimos en una especie de revistero dos elementos que no hacen más que ratificar o reforzar lo antedicho. Allí convivían en forma paralela y sin tocarse, un libro del fotógrafo Herman Leonard titulado The Eye of Jazz y una partitura del tango La última curda. O sea…
Ahora sí, ojalá disfruten tanto como nosotros.

¿Familia de músicos?

Sí… en realidad todo nace básicamente por mi viejo; él es médico de profesión, pero toda su carrera de medicina se la pagó laburando como músico. No estudió formalmente pero tiene mucho talento y es sorprendente cómo le siguen apareciendo ideas… canciones, poesías, por ese lado. De hecho, con mi hermano (que toca el bandoneón) le estamos produciendo un disco con sus cosas, una cuestión más bien familiar, una manera de devolverle todo lo que nos generó. Mi vieja también apoyó, por supuesto, nada que ver con el rechazo familiar que pudieron sufrir otros músicos…

O sea que eso de “querés ser músico pero de qué vas a trabajar”, no te pasó… (risas)

No, para nada… a los 5 ó 6 años m acuerdo que me preguntó si quería estudiar piano o guitarra; algo que hoy le agradezco, porque a esa edad uno es muy chico como para saber realmente qué querés ser. Como veía que andaba a los tropezones, a los 10 años me volvió a preguntar; en esa época vivíamos en Caseros (localidad de la Provincia de Buenos Aires) y él tenía un consultorio ahí. Uno de sus pacientes era Mario Tegli, pianista y de la camada de Giacobbe, Cirigliano… La madre de Tegli, Doña Sarah, era algo así como la profesora más conocida del barrio y empecé a tomar clases con ella. Una vez por año me llevaba a rendir a un Conservatorio. O sea que a los 12 me había recibido de Profesor Superior de Piano, Teoría y Solfeo. De música mucha idea no tenía, pero tocaba… aunque sin entender exactamente lo que significaba eso que estaba tocando. Sin dudas que esta aproximación al instrumento de chico fue muy beneficiosa. De ahí salto a los 15 años cuando volví a hablar con Mario (Tegli); yo ya escuchaba a The Beatles, esas cosas, y le comenté que quería estudiar música popular; entonces, me recomendó a Santiago Giacobbe que fue mi primer gran Maestro. Aquí aparece el jazz, algo de lo que no tenía idea hasta ese momento.

¿Te decidiste por el piano por alguna razón en especial o porque sí?

Me gustaba… y hoy te diría que no se me cruza otro instrumento. Es el piano. Y por el momento tengo suficiente con él… es un instrumento muy complejo y siento que ya es parte de mí… Es el instrumento central en mi vida.

¿A la hora de escuchar también?

No necesariamente… porque con los años me he ido interesando en un montón de músicas distintas y varias de ellas no tienen al piano como principal referente. Pero sí me fascino con intérpretes de mi instrumento; y supongo que a los demás les debe pasar lo mismo.

¿Tenés esa deformación auditiva de decir “a ver qué hace el pianista”?

(Piensa) Tal vez… depende… me pasa con músicos que me sorprenden totalmente y que van por lugares inesperados. Yo celebro y me incentiva a explorar cuando aparecen esos tipos que te sorprenden. Obviamente que admiro a gente que toca bárbaro y que tiene swing, pero los que sorprenden me interesan más.

¿Hoy hay músicos que te generen esa sorpresa?

Sí… Brad Mehldau me sorprende permanentemente. Y también músicos locales, varios, como Diego Schissi tanto desde lo que escribe como desde lo que toca. Guillermo Klein es otro… es increíble… No quiero dar muchos nombres porque voy a terminar siendo injusto, pero hay, afortunadamente, hay. Incluso con colegas que tocan otros instrumentos, como (el saxofonista) Ricardo Cavalli o (los trompetistas) Juan Cruz de Urquiza y Mariano Loiácono. Tienen una mezcla de virtuosismo, corazón e ideas muy atrapante. Para presentar (el disco) Encuentro, hice un ciclo donde los tuve como invitados y… porque yo con el trío la paso bárbaro, pero cuando viene un invitado siempre algo extra pasa. Juan Cruz (de Urquiza) es una especie de Dios de la trompeta de acá; Mariano (Loiácono) es un pibe que no se puede creer lo que toca… pero puntualmente algo extraño pasó cuando vino Ricardo (Cavalli), como que se generó algo muy especial; porque más allá de lo que toca, tiene una energía muy fuerte… y lo que pasó me sorprendió por completo.

¿Cómo salimos de la autopista en la que te metés, viniendo de escuchar rock, de estudiar con Giacobbe… y el desembarco en el jazz?

Yo no llegué a meterme en el rock como músico, si bien me gustó y me sigue gustando… Yo me metí en el jazz por juntarme con gente, yendo a jam sessions en lugares como Oliverio y similares y empecé a trabajar profesionalmente como músico. Un amigo, Álvaro Torres, me empezó a llamar de cambio para tocar salsa, era por el ’93 o ’94. Pero algo importante fue que en el ’92 hice el quinto año en el Instituto Esnaola, donde conocí a gente como (el contrabajista) Mariano Sívori, (el baterista) Oscar Giunta… y amamos un par de proyectos porque ahí mismo se hacían muestras, festivales y conciertos. Fue un año de mucha apertura para mí y que hizo que empezara a pensar seriamente en dedicarme a la música. Volviendo a lo que te decía, terminan contratándome para tocar durante casi un año en Portugal… en un grupo de salsa. Yo tenía unos 20 años y aproveché para tocar en jams y con quien se pudiera. Cuando volví estaba medio desencajado pero con unas ganas enormes de estudiar y tocar. Y fueron años en los que lo único que hacía era tocar el piano. Me fui metiendo en el ambiente, llegué a tocar en ocho, diez grupos a la vez, estuve en Clave Latina, en Latinaje, también acompañé a cantantes como Laura Hatton y Ludmila Fernández. Fue una época bastante intensa.

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