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Orquesta Sarabia en Concierto: Ensayo de Orquesta

Skirball Cultural Center – Los Angeles, California (USA)

Jueves 9 de agosto de 2012 – 20:00 hs.

 

El 9 de agosto pasado se produjo, en el Skirball Cultural Center de la ciudad de Los Angeles, la presentación en sociedad de Orquesta Sarabia, proyecto musical que fuera comisionado al compositor y percusionista cubano Roberto Rodríguez por parte del prestigioso Lincoln Center for the Performing Arts de Nueva York.

La oferta de este nuevo emprendimiento artístico encabezado por Rodríguez nuclea influencias provenientes de su Cuba natal, música sefaradí y ritmos tradicionales arábigos, materializados sobre nuevos arreglos de algunas de sus composiciones más conocidas y también mediante la recreación de piezas extractadas del acervo orquestal contenido en el taraab africano. La interpretación del alegato estético implícito en este trabajo estuvo a cargo de un elenco multiestelar e internacional que incluye –además de su líder en percusión y dirección musical- a Amir ElSaffar en santur y trompeta, Isamil Lamnowvski en clarinete, Tarez Abboushi en buzuki y percusión, Hadar Noiberg en ney y flauta, Megan Weeder Gould en violín, Zafer Taweel-Oud en percusión y qanun, Uri Sharlin en acordeón y piano, Igor Aries Baro en voz y percusión y Jennifer Vincent en contrabajo.

Dado que la propuesta de Orquesta Sarabia implicaba un acabado conocimiento de distintas geografías y culturas, el directorio de El Intruso resolvió -en sesión extraordinaria- encomendar la cobertura del evento a Oriolo y Guibaudo. La decisión adoptada se fundó en dos razones: la primera de ellas obedeció a que ambos son viajeros incansables y que han visitado una interminable lista de países. Es cierto que de algunos los deportaron y que en otros los echaron a patadas pero en la mayoría… no los dejaron entrar. La segunda –y principal- razón es que ambos eran los únicos miembros de nuestro equipo en condiciones de concurrir a ese show.

 

– ¿Cómo le va Oriolo?

– Hasta que me encontré con usted Guibaudo… bien.

– Esta noche tiene que venir conmigo a un concierto en el Skirball Center…

– No puedo… con esto de que el fin del mundo está cada vez más cerca he suspendido todos mis compromisos… ¡el tiempo se nos acaba, Guibaudo!

– No diga paparruchadas, Oriolo… lo del fin del mundo en 2012 es pura superchería; incluso el año pasado un cónclave de científicos determinó que el fin del mundo no ocurrirá hasta dentro de mil trescientos millones de años…

– Sí, ya sé… ¡pero el tiempo pasa volando! Además, eso fue el año pasado… así que apenas nos quedan mil doscientos noventa y nueve millones de años… ¡A mí no me alcanza!

– Lo escucho hablar y siento un irrefrenable deseo de que el fin del mundo sea en este preciso instante… Y hablo de un fin del mundo más personalizado y exclusivo… Uno a su medida y sólo para usted.

– ¡Qué cosas tan lindas dice! Usted es como un papi para mí…

– Y usted para mi es el hijo no deseado…

 

El músico cubano Roberto Juan Rodríguez dejó su país natal a los nueve años de edad para radicarse en Estados Unidos, lugar en donde poco después emprendió su carrera musical al integrarse a la banda de su padre, el trompetista Roberto Luis Rodríguez. Desde ese entonces desplegó una prolífica labor como sesionista junto a figuras procedentes de géneros y estilos diversos y que van desde Marc Ribot a Rubén Blades, de Lester Bowie a Joe Jackson, de Lloyd Cole a John Zorn y de Wadada Leo Smith a Miami Sound Machine, pasando por Larry Coryell, Julio Iglesias, Paul Simon, Rufus Wainwright y Celia Cruz, entre muchos otros. Su trayectoria como solista y líder de banda no es menos sobresaliente y extensa, ya que lo muestra encabezando el Sexteto Roberto Rodríguez; compartiendo créditos con su esposa -la baterista Susie Ibarra- en los proyectos Electric Kulintang y Mundo Niños, desplegando sendas sociedades musicales con los pianistas Irving Fields y Maurice El Medioni o asistiendo -en un rol protagónico- a afamados músicos de la India como Kavita Krishnamurti y Dr. L Subramaniam. Ese particular interés manifestado en su obra por combinar distintos géneros musicales –con preferente epicentro en la tradición antillana- se encuentra testimoniado en una discografía cuyos puntos sobresalientes parecen ser los álbumes El Danzón de Moisés de 2002, Baila! Gitano Baila! en 2004 y Timba Talmud de 2009.

 

– La verdad es que no me importa una goma su opinión Oriolo, pero igual le pregunto: ¿le gusta la combinación de géneros?

– Depende de los géneros, Guibaudo… si son de origen vegetal como el algodón y el lino me gustan… ahora los de origen animal como la seda, el cuero y la lana no me gustan para nada. Me pican, me hacen transpirar, la ropa se me pega al cuerpo… un asco.

– A mí también me da asco… escucharlo. Hablaba de géneros musicales como, en este caso, la música afrocubana, el klezmer, el taraab y otros más que usted debe ignorar como el resto de las cosas habidas y por haber en el mundo. Le explico, el taraab es…

– El taraab es un género muy popular en Tanzania y Kenia, que recoge influencias musicales provenientes del África subsahariana, el sur de Asia, Oriente Próximo y Europa. Según la leyenda sus orígenes se remontan a fines del siglo XIX con la llegada del Sultán Seyyid Barghash bin Said y…

– Bueno, ya está bien… debe tratarse de un error pero parece que sabe…

– ¡Claro que sé! Con decirle que a mi perro le puse Sultán en honor a esa leyenda.

– Me imagino que con ese nombre debe ser un pastor alemán…

– ¡No, nada que ver! El tal Seyyid Barghash bin Said creo que era musulmán tanzano y mi perro es ateo argentino.

 

En el tema de apertura afloran los principios medulares de un proyecto donde converge una hibridación de elementos heredados de la nuba andalusí, ritmos afrocubanos e improvisaciones sobre modos melódicos propios del maqam árabe.

La utilización de instrumentos no habituales para el oído acostumbrado a la música occidental y el carácter exótico implícito en las fuentes de donde se nutre esta pieza; sumado a su extensísima duración, un temperamento bien trazado pero demasiado neutro y sin aliento épico, los amplios espacios adjudicados a favor de la exposición de los solistas y algunos evidentes problemas de sonido, harán de lo propuesto en escena una experiencia auditiva de dificultosa asimilación. De todos modos, lo mencionado no llegará a impedir el especial lucimiento de Amir ElSaffar (con solos sucesivos en santur y trompeta) ni opacará los vibrantes soliloquios de Megan Weeder Gould en violín, Hadar Noiberg en flauta, Isamil Lamnowvski en clarinete, Uri Sharlin en acordeón y Roberto Rodríguez en percusión.

 

– No sé qué pensara usted Oriolo –ni me importa- pero esto me pareció desangelado, gélido y “sans charme”. Incluso el tono monocorde e impostado de esta “mélange” de géneros arroja un insalvable déficit de concordancia “expressif” acentuado aquí por una ausencia notoria de “savoir faire” y la elusión manifiesta de un abordaje sonoro más “avant-garde, “risqué” y “sauvage” que me impidió “voir le bon côté des choses”…

– ¡Wow! No le entendí una pepa Guibaudo, pero me encanta cómo pronuncia el alemán…

– En primer lugar no es alemán sino francés y lo que quise decir es que en ciertos pasajes el tema me hundió en un profundo sopor…

– Me confundí porque su francés tiene acento alemán… ¿Dónde lo aprendió, en Berlín? En cuanto a mi opinión sobre lo escuchado le respondo en francés: Je tampoqe le sopor…

 

En Rumba Oriental se van integrando con naturalidad en un mismo plano sonoro cadencias en ritmo de guaguancó (la forma más elaborada de la rumba cubana), una orquestación con vagas reminiscencias del ancestral tareeb árabe y espaciados motivos melódicos que parecen abrevar en las fuentes de la tradición andaluza. Esa yuxtaposición estilista da como resultado una invitación a la danza colectiva a la que buena parte del público responde afirmativamente.

 

– ¿Sabe una cosa, Guibaudo? Esta pieza me resulta muy familiar.

– ¡Ah! ¿La conoce?

– No, me resulta familiar porque me recuerda a mi suegra… Es densaaaaa… ¡uff!

– ¡Vamos, Oriolo! A la gente le gustó mucho… todo el mundo salió a bailar.

– Una cosa es “salir” a bailar y otra muy diferente es quedarse bailando acá…

 

El segmento final del concierto ofertará –entre otros temas- una relajada versión de la pieza de aires arábigos-andalusíes Malika (proveniente de Descarga Oriental, álbum que en 2006 reuniera a Roberto Rodríguez con el pianista argelino Maurice El Medioni), una vibrante interpretación -especialmente adaptada para esta alineación tímbrica- de Hadida (en origen incluida en el álbum del Sexteto Rodríguez de 2004 Baila! Gitano Baila!) y un efusivo repaso de Ana Duana, canción que también fuera extractada del álbum Descarga Oriental de 2006.

 

– Después de todo no estuvo mal… ¿no le parece, Oriolo?

– No sé… me siento mal, Guibaudo. Tengo alucinaciones, veo gente bailoteando a mi alrededor… el show terminó pero sigo escuchándolo… ¡Es una escena dantesca!

– Está bien, ¡cálmese! Venga a mi casa, tómese un té y miremos una película juntos así se distrae un poco…

– ¿Una película? Siempre que no que me recuerde lo que acaba de pasar…

– Qué tal una del gran Federico Fellini?

– Está bien, siempre que no sea ”Ensayo de Orquesta”.

 

Sergio Piccirilli

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