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Pablo Aslan: Tango Grill

El amanecer, Viejo Smocking, El Marne, La payanca, Sin palabras, Rencor, El flete, Dandy, La última cita, Divina, La trampera

Músicos:
Pablo Aslan: contrabajo
Néstor Marconi: bandoneón
Nicolás Ledesma, Abel Rogantini: piano
Ramiro Gallo: violín
Gustavo Bergalli: trompeta
Daniel Piazzolla: batería

Zoho Music, 2010

Calificación: Dame dos

Algunos estudiosos afirman que la “tradición” es el conjunto de bienes culturales (costumbres, creencias, relatos), que van transmitiéndose de generación en generación. Preferentemente, esta transmisión debería ser realizada en sentido cronológico, es decir: abuelo a padre, padre a hijo. Distinto (muy) sería un orden inverso. De poco puede servirle a un octogenario el traspaso de una tradición contemporánea como el intercambio de archivos por internet, por ejemplo. Además, la transmisión del mensaje sería limitado, perecedero, aunque nos hallemos frente al hombre bicentenario… Pero hay quienes sostienen que cada generación, al margen de recibir el legado de sus antecesores, debe colaborar aportando lo suyo para quienes tomen la posta en el juego de la vida.

Esto último, en el inconsciente colectivo, no suele ser tenido demasiado en cuenta. Muchas veces nos referimos a algo en forma despectiva tildándolo de “tradicional”, asumiendo que se trata de comportamientos estancos, arcaicos, en desuso. Es posible deducir entonces que una visión, digamos, “conservadora” de la tradición, no permite el menor cambio, agregado o motividad de la misma; pero si lo que se pretende es que dicha tradición perdure, se mantenga viva y, si se me permite, sirva para algo, es necesaria la renovación, la adopción de nuevas formas, estilos y características sin que ello implique una deformación sustancial de su esencia primigenia.

Tampoco es cuestión de exagerar y cantar el Arroz con leche en ritmo de hip-hop (aunque vaya uno a saber…) o intentar sostener que un triciclo moderno posee una rueda. Aprovechando la euforia mundialista… no es lo mismo la adopción de la tecnología para saber si fue off side o no, a que la pelota pase a tener forma romboidal, ¿me explico?

No vamos a profundizar en el tema por diversos motivos. Uno de ellos, es nuestro desconocimiento fácilmente comprobable y otro, una pereza indisimulable por investigar el tema en cuestión. Pero además porque me asumo como un cobarde hecho y derecho, habida cuenta de los vericuetos por los que han debido transitar quienes se abocaron a la “tradición” de manera denodada, seria y, si se me permite el término, kamikazística. Uno de ellos fue el matemático, filósofo y metafísico francés René Guénon (1886 – 1951). Es que el bueno de René se ha metido en formidables bailes y no carnavalescos. En el interesante artículo “¿Vida fácil de René Guénon?”, escrito por Pietro Nutrizio, se refleja claramente el inquieto espíritu del francés, que lo ha llevado a incursionar en el estudio (y condena) de pseudo doctrinas ocultistas y teosofistas, la Escuela Hermética, dirigida por Papus, quien a su vez lo admite en la Orden Martinista que él mismo creó (el tal Papus, más conocido como Gérard Anaclet Vincent Encausse). Luego, en 1908, ingresa en la Iglesia Gnóstica con el nombre de Palingenius (¡!). A posteriori, Guénon funda la Orden del Templo, lo que le costó que el tal Papus lo expulsara de todos los grupos que comandaba. Sin achicarse un ápice, Guénon solicitó ser admitido (y lo logró) en la Logia Masónica Thébah, dependiente de la Gran Logia de Francia. En 1909 fundó la revista La Gnose, donde publica su primer escrito, algunos artículos sobre Masonería y queda manifestado cómo las doctrinas orientales lo habían influenciado por entonces. En 1910 conoció a John Gustaf Agelii, (pintor sueco devenido en musulmán y vinculado al esoterismo islámico), conocido por todos (usted y yo incluido) como Tasawwuf (¡salud!). Guénon se casa en 1912 y, como no podía ser de otra manera, ingresa al Islam. Y para no aburrirlo (me/nos/los/les), avancemos hasta 1921, año en que edita sus primeros libros. Algunos títulos clarifican: Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, El teosofismo (o historia de una seudo religión), El error del espiritismo, Oriente y Occidente, El hombre y su devenir según el Vêdânta y El esoterismo de Dante, La crisis del Mundo Moderno… También colaboró con una revista católica, realizó un estudio sobre San Bernardo (de Lucila del Mar ni una página…) y su historia sigue siendo decididamente fascinante… pero con lo expuesto hasta aquí queda claro que algún revuelo iba a armar, en especial cuando volcó sus experiencias, justamente, en la tradición. Para Guénon, la tradición es única para toda la humanidad, manifestándose de forma superficialmente distinta en los diferentes pueblos y religiones, variando según el contexto, pero manteniendo siempre intacta la parte interior o esotérica, que es inalterable e incomunicable. Y afirmó además que la cadena se hace añicos con la época moderna, donde se pierde la tradición verdadera y sólo persisten costumbres que no remiten a ninguna realidad trascendente, escapándose de los límites establecidos por la misma tradición.

Como verá, tenemos para preparar un lindo guiso. Todo, por culpa de la tradición. Y si lo remitimos a nuestro país (avisamos, Argentina), pocas cosas más tradicionales que el tango. También tenemos el mate, el dulce de leche, la chacarera y la hinchada de Racing. Pero durante mucho tiempo el tango sufrió de “tradicionalitis estancadorum”. Hasta que vino un tal Piazzolla y se armó un desbarajuste de novela.
Luego de mucho tiempo llegó la aceptación; pero a los sucesores se les complicó. Sin entrar a debatir aquí (nuevamente) si el tango electrónico entra en la categoría del tango, muchos creyeron que seguir a rajatabla los pasos de un tal Ástor significaba transitar el camino de la renovación, cuando en realidad lo que se concretaba era un segundo capítulo en eso de “respetar la tradición”. Porque a Piazzolla se lo ha respetado demasiado, salvo honrosas excepciones claro está. Y muy pocos se atrevieron a intentar un terreno inexplorado; tal vez por temor a no tenerlas todas consigo como el citado Guénon. Porque en lo personal estoy del lado de los que sostienen que a la tradición (y el tango forma parte de ella, sin dudas) se la respeta como corresponde adoptando (como se dijo, bah… escribió) “nuevas formas, estilos y características sin que ello implique una deformación sustancial de su esencia primigenia”.

El contrabajista Pablo Aslan ha decidido correr riesgos. Pero no estamos ante un músico oportunista que vio el filón y se subió al carro, viajando en el estribo y de colado. Hace ya 14 años que se llevó a cabo el concierto reflejado en Y en el 2000 también, álbum de Avantango registrado en trío junto con el saxofonista Thomas Chapin y el pianista Ethan Iverson (integrante de The Bad Plus).
El proyecto ha ido modificando nombres, repertorio e instrumentación. Y para la reciente entrega, Tango Grill, el contrabajista balanceó la propuesta con músicos provenientes del tango y del jazz.
Aslan ha tomado aquí algunas decisiones importantes; la primera de ellas fue el repertorio: verdaderos clásicos pero no de ésos reconocidos inmediatamente por el gran público tanguero. También decidió no modificar in extremis las armonizaciones de cada composición, pero sí brindando los espacios necesarios para la improvisación, la libertad, la creatividad. Allí es donde aparece otro pleno de Aslan: sus acompañantes en esta empresa. El líder no ha pretendido pecar de omnipresente (o si lo pretendió, le salió mal… afornutadamente); y los músicos convocados no se han visto tentados en ocupar más espacio del pertinente, lo que le da a Tango Grill un sentido de homogeneidad, independientemente de la diversidad de instrumentos y de la conformación grupal (distinta) en cada tema.

Ya desde la apertura, en El amanecer, se respira aroma a algo grande. Acompañado por Nicolás Ledesma en piano, Néstor Marconi en bandoneón y un inspiradísimo Ramiro Gallo en violín, Aslan se aferra a la tradición de este clásico de los años ’20 pero cuya introducción goza de una formidable improvisación comparable al jazz pero sin perder un ápice de su espíritu tanguero. En Viejo Smocking, el piano es propiedad de Abel Rogantini; la ausencia de Gallo es notablemente suplida por el trompetista Gustavo Bergalli. Y el tandem conformado por Aslan y el baterista Daniel Piazzolla brinda una exacta combinación de solidez y espíritu lúdico. En la introducción de El Marne (de Arolas), la trompeta de Bergalli interpreta a la perfección el carácter bluesero que Aslan propone desde la retaguardia. Breves pero exquisitas intervenciones de Gallo, Bergalli, Aslan (con arco) y Ledesma se suceden sostenidas por un inventivo trabajo de Piazzolla cuya batería, estratégicamente grabada en una suerte de segundo plano, ocupa un extraordinario espacio no invasivo.
La payanca, en cuarteto de contrabajo, bandoneón, piano (a cargo de Ledesma) y violín, asume un carácter lírico no exento de vigor que subyuga. Sin palabras muestra, desde el inicio, a un Bergalli imponente desde su trompeta asordinada; pero además está la lucidez de Gallo, la ubicuidad de Ledesma y un gran aporte en escobillas de Piazzolla. Y un solo de Aslan con arco, sucedido por exquisitas intervenciones de Gallo y Bergalli, como para el auxilio de un respirador artificial.

Evitaremos ser reiterativos. Rencor suma nostalgia y cierto enojo aplacado en el bandoneón de Marconi, la trompeta de Bergalli y el piano de Rogantini. El flete deja en claro que Ramiro Gallo entiende perfectamente de qué va la cuestión. Otro tanto ocurre en El dandy, donde vuelven a sobresalir Aslan y Bergalli en entregas repletas de sutilezas camarísticas. La última cita es un regocijante lamento comandado por Gallo y Marconi en la delantera, con el ubicuo soporte rítmico de Ledesma y Aslan. Divina parece haber sido arreglada para apreciar las bondades de Bergalli, fundamentalmente. Y el cierre es con La trampera, verdadero clásico de Troilo, versionado aquí en sexteto conformado por Piazzolla, Gallo, Bergalli, Rogantini, Aslan y Marconi. Atravesado por cierto aire de candombe, la larga versión (más de nueve minutos) permite el lucimiento de cada instrumentista con sus respectivos solos, breves e intensos.

Tango Grill, el nuevo trabajo del contrabajista Pablo Aslan, respeta la tradición del tango sin posibilidad de discusión alguna. Pero el espíritu inquieto y artístico de Aslan no le ha permitido convertirse en un típico tradicionalista a ultranza. Lejos de ello, ha incorporado elementos de otros estilos (básicamente del jazz –y dije “básicamente”-) con lo que ha logrado plasmar una propuesta estética más que moderna atemporal, valiéndose para ello de conocimientos, búsquedas y aptitudes que, sumados a sus habilidades como líder y arreglador, lo posicionan como uno de los músicos más inquietos y representativos de la música contemporánea argentina; sumando, a un estilo como el tango, elementos y valores enriquecedores que enaltecen y potencian sus valores e importancia histórica, con una acertada lectura del presente y apostando hacia el futuro.

Marcelo Morales

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