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Quartet Offensive: Carnivore

The Dirty Dollar, Yo Banana Boy, Heavy-Light, The Sheep Ate the Flower, Good Bye Cavendish, O.D, Jelly, The M.B.S.

Músicos:
John Dierker: clarinete
Eric Trudel: saxo
Matt Frazao: guitarra
Adam Hopkins: contrabajo
Nathan Ellman-Bell: batería

Morphius Records, 2009

Calificación: Esta muy bien

 El primer humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra, fue el fundador de la civilización (Sigmund Freud) 

La palabra ofensivo tiene diversas acepciones. El término define la capacidad de ofender, humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien pero también se utiliza para describir aquello que ataca o se emplea para atacar o refiere a la agresión o ataque realizado por una fuerza militar. No obstante, esos diferentes usos que tiene la palabra ofensivo, podrían confluir en el hipotético caso de que un ejército en lugar de usar municiones atacara al enemigo con agravios, injurias y vituperios. Eso, en términos de estrategia militar, merecería denominarse como una ofensiva… “muy ofensiva”. Tal vez no sea tan eficaz como el método tradicional, pero desmoraliza.
No hay demasiados antecedentes que demuestren que esto haya sucedido alguna vez, pero eso no impide deducir que resulta mucho más digno para un soldado estar bajo fuego enemigo en el campo de batalla que enfrentar el ataque de un ejército que sólo pretende abatirlo con insultos y frases irreproducibles o haciendo gestos obscenos e impúdicos. Convengamos que una cosa es regresar a casa con una cicatriz, una medalla y en condiciones de compartir heroicos relatos y otra muy diferente es volver cabizbajo, ultrajado y con un rosario de insultos como único recuerdo.
Todo esto guarda relación, pero no demasiado, con el álbum debut de Quartet Offensive (en inglés: cuarteto ofensivo).

El término ofensivo, al menos en este caso, parece aludir elípticamente al concepto artístico de avant-garde. En la estética del arte el avant-garde o vanguardia refiere a la primera línea de creación de aquellas corrientes que tienden a la renovación radical en los contenidos y las formas mediante la confrontación con los sistemas imperantes. Esa característica “ofensiva” en el arte tiene una relación explícita con el origen del vocablo vanguardia ya que éste procede, justamente, del francés avant-garde. Término utilizado en el léxico militar para designar a la parte más avanzada del ejército y a la primera línea de combate que confronta con el enemigo.
Por suerte, Quartet Offensive cuenta en su arsenal con suficientes municiones para su ataque creativo. Sus postulados recorren, sin amaneramientos dogmáticos y con un balanceado ejercicio de virtuosismo técnico, los contornos de un territorio estético demarcado por la visceral intensidad del rock, la sofisticación armónica del jazz, el carácter innovador de la música creativa y la vocación exploratoria de la libre improvisación. Dos de los elementos más ponderados para alcanzar una estrategia ofensiva exitosa son la experiencia y el factor sorpresa. En cuanto al primero corresponde consignar que los jóvenes integrantes de Quartet Offensive grabaron y tocaron con músicos de la envergadura de Uri Caine, Gary Thomas, Peter Kowald, George Garzone y Paul Bollenback, han compartido escenario con Tim Berne, Michael Formanek, Jack Wright y Dave Ballou y participan asiduamente en diversos proyectos colectivos como Powerlunch, Lafayette Gilchrist and the New Volcanoes, Soul Cannon, Panacea, Out of your Head Collective, Subatomic Particles y Microkingdom.
Mientras que el factor sorpresa alcanza un grado de representación deliberado en el hecho que Quartet Offensive (cuarteto ofensivo) es en realidad un quinteto.
¡Sí! Así como lo oye con sus propios ojos.

Ante todo corresponde aclarar que cinco músicos pueden entrar en un cuarteto, aunque un poco apretados. Incluso con un poco de organización y sin demasiados prejuicios puede resultar bastante divertido. No hay que abusar… Tampoco es cuestión de meter en un cuarteto a una orquesta sinfónica ya que la falta de espacio, por dar un ejemplo, podría hacer que el o la pianista termine tocándole la flauta a algún colega sin consentimiento de una o ambas partes.
Para no perder el hilo de la conversación, digamos que también se da el caso contrario, es decir grupos cuyo formato no es del talle apropiado para la dimensión de sus integrantes. Sin ir más lejos, viene a mi mente el recuerdo de los miembros de un trío que si no hacen a una rigurosa dieta en poco tiempo más, no entrarán ni en un octeto.
De todas maneras, el hecho de que Quartet Offensive sea un quinteto tiene una explicación mucho más sencilla de lo que se supone. En principio fue un cuarteto integrado por John Dierker en clarinete bajo, Matt Frazao en guitarra, Adam Hopkins en bajo y Nathan Ellman-Bell en batería al que más tarde se sumó el saxofonista Eric Trudel; pero el grupo, pese a adoptar un nuevo formato, decidió conservar su denominación original.

El alegato sonoro de Quartet Offensive recorre sendas paralelas a las transitadas por bandas como Alasnoaxis y la Hilmar Jensson’s Tyft, ya que al igual que estas últimas reúne desde la perspectiva de la vanguardia al jazz y el rock pero evitando caer en los ostentación de virtuosismo y la petulancia que suele caracterizar a la música de fusión.
Pero además, su vocabulario expresivo se manifiesta permeable a influencias icónicas que van del Vandermark 5 a The Nels Cline Singers, pasando por Tim Berne’s Bloodcount y Naked City, entre otros, que lejos de hacerle perder identidad ofician como alimento de su propia autonomía. Esto, tal vez, se refleje con fina ironía en el título elegido por Quartet Offensive para su debut discográfico: Carnivore.
Se llama carnívoro a todo animal que para su subsistencia se alimenta del cuerpo de otros animales. La relación que se establece entre las distintas especies de un ecosistema, en relación a su nutrición, les permite a los carnívoros ocupar posiciones avanzadas en la cadena trófica o cadena alimentaria. En definitiva, la suma de todos los elementos mencionados nos llevan a concluir que en Quartet Offensive nada es producto del azar o la casualidad y en donde términos como ofensivo y vanguardia y carnívoro e influencias parecen guardar una sutil simetría conceptual.

El álbum da inicio con la visceral elocuencia de The Dirty Dollar. Un opulento entramado armónico en el que coexisten, en derredor de un riff que recuerda a Led Zeppelin, la crudeza expresiva del rock, la vocación experimental de la libre improvisación y la disposición estructural del jazz. Yo Banana Boy no es el hiperbólico título de mi autobiografía (aunque no lo descarto), sino el nombre de una composición que propicia sugestivos contrastes entre una afable impronta melódica conducida por el cristalino fraseo de la guitarra y la efusividad de un groove próximo al funk que construye el tándem rítmico integrado por el bajo de Hopkins y la batería de Ellman.
En la introspectiva Heavy-Light lo abstracto relega a lo concreto y la sugerencia climática se impone al mensaje explícito. Un notable preludio que entrelaza el saxo de Trudel y el clarinete de Dierker nos sumerge en una atmósfera opresiva y misteriosa signada por una melodía de perímetros difusos. Todo realzado por la versátil sonoridad de la guitarra de Frazao, cuya convincente exposición estilística nos recuerda por momentos a Nels Cline. La esquizoide The Sheep Ate the Flower (La oveja se comió la flor) abarca un amplio espectro sonoro. Sus primeros pasos siguen las huellas del minimalismo, luego un estratégico interludio en 7/4 visita las fronteras del krautrock y finalmente hace una parábola que nos deposita en el motif germinal.
No quiero pasar por alto el hecho de que la oveja puede comer flores porque no es una animal carnívoro como los felinos, la hiena, el hurón, el oso polar, el tiburón, los mustélidos, el canis adustum y tantísimos otros. Si bien no hay muchas probabilidades de encontrarse con un tiburón o una hiena en la bañera, sugiero tomar precauciones. Por ejemplo a mi vecino, en una distracción, lo atacó un canis adustum y le dejó el curriculum a la miserium… Tampoco caiga en la psicosis como el famoso caso del tipo que mató a su suegra pensando que se trataba de un hurón y a causa de esa confusión se pasó el resto de su vida pidiéndole perdón a la familia de… los hurones.

Los polos de influencia manifestados por la banda no sólo se expresan en un alegato confluyente sino que también siguen derroteros oscilantes. Mientras la pausada y somnolienta Good Bye Cavendish se recuesta en la tradición del jazz, la incendiaria vehemencia de O.D. pisa los umbrales del rock de los setenta en torno a un adictivo riff. En tanto que Jelly propone un descanso anímico a través de una pastoral línea melódica en la que se avizoran las fronteras del blues.
The M.B.S. actúa a manera de síntesis permitiendo la intersección en dosis equilibradas de libre improvisación, post-rock, avant-garde y minimalismo.

La refrescante narrativa de Quartet Offensive pierde fuelle en algunos pasajes y también el ritmo interno decae en varias ocasiones, es cierto. Pero en todo momento se manifiestan dispuestos a desmontar el engranaje clásico y eludir el camino trillado. Arriesgando, buscando y finalmente encontrando su voz, su estilo, su propio destino.

Uno encuentra su estilo cuando no puede hacerlo de otra manera (Paul Klee)

Sergio Piccirilli

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