El Ojo Tuerto

Rachelle Ferrell: Garganta Profunda

Catalina's Bar and Grill – Hollywood
Miércoles 23 de abril de 2008 – 22 hs.

Rachelle FerrellLa cantante Rachelle Ferrell, en su carrera, ha transitado diferentes estilos y corrientes musicales: rhythm and blues, gospel, música clásica, pop, funk, soul y jazz. Sus incomparables condiciones vocales le han permitido obtener un amplio reconocimiento. Sin embargo, pese a la dilatada trayectoria, su producción discográfica ha sido escasa y despareja y sus presentaciones en escena son esporádicas e infrecuentes.
En los ochenta fue vocalista de la banda de Dizzy Gillespie y de la orquesta de Quincy Jones. También colaboró con George Benson y con The Manhattan Project, ensamble que integraron Wayne Shorter, Michel Petrucciani, Lenny White y Stanley Clarke. Ha mantenido una prolongada sociedad musical con George Duke materializada en recíprocas colaboraciones. En 1990 editó en Japón su álbum debut First Instrument, trabajo orientado al jazz que sería relanzado cinco años después en el resto del mundo a través del sello Blue Note. En 1992, con su disco Rachelle Ferrell se recostó en las mansas aguas del pop. Debieron pasar 8 años hasta su siguiente trabajo Individuality (Can I Be Me?) en el que abrevó en las fuentes del rhythm and blues, el soul y el funk. Su ultimo álbum Live at Montreaux data de 2002 y registra actuaciones de Ferrell en ese festival entre los años 1991 y 1997.

En todo caso queda claro que no son sus discos ni sus colaboraciones las que propulsaron la carrera de Ferrell hasta convertirla en un ícono del canto contemporáneo. El factor que la distingue y eleva a la categoría de diva, es su voz.
La voz es el sonido producido por el aparato fonador humano y, aunque usted no lo crea, todos llevamos uno incorporado. Este ingenioso artefacto se compone por el órgano de respiración integrado por los pulmones, los bronquios y la tráquea, los órganos de fonación que conforman la laringe, las cuerdas vocales y los resonadores nasal, bucal y faríngeo y los órganos de articulación, es decir el paladar, la lengua, los dientes, los labios y la glotis. El correcto funcionamiento de este maravilloso invento, está controlado por el sistema nervioso central y por el área de Broca. Lugar que está situado en el hemisferio izquierdo de la corteza cerebral del dueño del aparato fonador, preferentemente. En los casos en que no se ubica allí pueden igualmente emitirse sonidos pero estos serán incomprensibles, ininteligibles y sin significado para el oyente, tal como ocurre en los casos de algunos políticos, los martilleros públicos, las suegras y mi jefe, entre otros.
Los dos mecanismos básicos de producción de voz son la vibración de las cuerdas vocales, lo que da lugar a los denominados “sonidos sonoros” y las interrupciones en el flujo de aire que sale de los pulmones, que dan lugar a los “sonidos sordos”.
La voz tiene un importante rol en el arte de la música, porque es el único instrumento musical capaz de transmitir palabras.

La clasificación de la voz humana se hace en función de los límites entre los que una voz se mueve sin dificultad o tesitura (tenor, barítono, bajo, etc.), de las calidades de timbre o registro (voz de pecho, voz de cabeza, voz de silbido) y de cualidades más específicas (tenor lírico, tenor dramático, bajo cantante, bajo profundo, etc.)
La voz es una de las expresiones humanas en donde mejor se exponen las características del individuo, englobándose en ellas tanto las constitucionales y anatómicas como anímicas. También expresan los cambios que devienen con la edad. Por ejemplo, debido al cambio hormonal, todas las voces se transforman durante la adolescencia de un ámbito agudo a uno más grave. Esa mutación es más marcada en las voces masculinas que en las femeninas.
En épocas pretéritas se suprimía la mutación de la voz a través de la amputación de los testículos, pero sólo en el caso de las voces masculinas.
La tradición del castrato, como corresponde, tuvo su auge en el medioevo pero ya no existe en la práctica musical de hoy en día. Sin embargo, no hace mucho tiempo un amigo mío que es profesor de canto, me confesó que algunos de sus alumnos merecían que se reimplantara aquella costumbre. Deseo que finalmente no consumó por falta de, justamente, lo que quería amputarle a sus estudiantes.
Es en el canto donde las características de la voz, como son el timbre, tono e intensidad, se ponen de manifiesto y determinan las diferencias de cualidad que esperamos hallar en la voz cantada.

El acrobático rango vocal de Rachelle Ferrell supera las seis octavas. Para ubicarnos en contexto, señalemos que en la actualidad la brasileña Georgia Brown tiene el record Guiness por poseer el registro vocal más amplio del mundo con una extensión de 8 octavas, desde un sol2 (que es la nota más grave que puede cantar un barítono) hasta un sol10 (cinco octavas más agudo que la nota más aguda que puede cantar una soprano). Inclusive, sus tonos más altos se encuentran fuera del rango auditivo humano. Sería inhumano analizar si esto último es productivo o no, valga la redundancia. No obstante, aparecer en el Libro Guiness puede resultar de discutible valor, ya que el supuesto prestigio que otorgan las plusmarcas registradas allí, supone compartir espacio con parámetros tales como el gato mas pesado del mundo, la planta mas venenosa, el río mas corto o el tumor más grande.
Y de ahí al enano más alto o al gordo más flaco… hay un paso.

Ya tenemos en escena a Rachelle Ferrell y su banda, integrada por Lil’ John Roberts en batería, Rex Rideout en teclados y Dwayne Smitty Smith en bajo.
Ferrell, guitarra acústica en mano, con innegable autoridad escénica, exuberante simpatía y estudiada sensualidad, ataca sobre Why You Wanna Mess it All Up del álbum de 2000, Individuality (Can I Be Me?). Una estructura armónica excesivamente familiar que oscila entre el soul y el blues en la que Ferrell logra eludir la intrascendencia de lo rutinario merced a sus vastos recursos vocales y al suficiente tino para evitar el desborde innecesario, moviéndose en todo momento en la amplitud tonal adecuada con comodidad y sin apresurar las notas extremas, ubicándose así en las antípodas de una cantante que no voy a mencionar, que es tan desafinada que una vez se desmayó y, en lugar de volver en sí, volvió en Do.
Sigue con un segmento dedicado al funk que incluye Satisfied y Sista, ambos del álbum Individualy (Can I Be Me?). La decorosa solidez y el profesionalismo de la banda le permiten a Ferrell desenvolverse con libertad. Improvisa un diálogo con el público, desarrolla con espontaneidad algunos pasos de baile y expone un perfecto dominio del passagio, recurso que desde mi extrema ignorancia podría definir como la forma en la cual la voz en registro de pecho se prepara para entrar en el registro de cabeza superando el registro de falsete con la necesaria cobertura de la nota y la supresión de los armónicos del sonido emitido de la laringe al tracto vocal… O sea, lo que los expertos en la práctica del bel canto definen técnicamente como “una especie de Tarzán haciendo gárgaras, una especie…”.
En la balada I Forgive You, Ferrell canta con romántica expresividad: “estoy tan cansada de sentir dolor, sólo quiero estar entera otra vez… entonces te perdono, te perdono, te perdono…” Y sí… convengamos que no es Shakespeare pero igual “te perdono, te perdono, te perdono…”
Seguidamente Ferrell pasa al piano para ofrecer en soledad una versión de intensa expresividad y concluyente belleza de Peace on the Earth.

Es el turno del inédito Thank You, Lord. De un extenso pasaje instrumental emergen los solos de rigor, con sobresalientes intervenciones de Dwayne Smitty Smith en bajo y una sorprendente aparición de Ferrell en sintetizador. El tema hace un giro inesperado y adopta aires latinos para confluir en un inaudito contrapunto entre la batería y la voz, que Ferrell corona con su habitual dominio del flageolet o voz de silbido, registro híper-agudo en los que no hay vibración en músculo, cuerda o mucosidad vocal y que se consigue cerrando los labios hasta dejar un pequeño hueco. Lo que en el caso de Ferrell representa un doble desafío, ya que no sólo debe dominar la técnica sino que además… ¡hay que lograr cerrar esa boquita!
A continuación hace With Opens Arms del álbum Rachelle Ferrell de 1992. Otra balada peligrosamente próxima al smooth jazz salvada del naufragio por una puntillosa recorrida por las seis octavas de extensión de su rango vocal.
Semejante voz para tan escaso contenido musical, es algo así como ir a comprar el pan en un Boeing 747; eso sí… en primera clase. Y además imagínese la cara de asombro del panadero cuando vea aterrizar a Ferrell en la puerta de su negocio.

Tras una sobria interpretación de la romántica Sentimental, cierra con una gloriosa versión de Nothing Has Ever Felt Like This, tema que en su versión original era interpretado a dúo con Will Downing y que aquí, en un alarde técnico, Ferrell decide hacerse cargo con innegable autoridad de las dos voces.
Final.
Rachelle Ferrell se despide ante un devoto auditorio que la ovaciona de pie.
Toda voz tiene y debe ser conocedora de sus limitaciones, ya que ninguna voz sirve para interpretar toda la música existente.
Sin embargo, con Rachelle Ferrell parece ocurrir todo lo contrario.
En su caso es como si la música fuese devorada por una garganta profunda.
Provocando un placer tan intenso y estremecedor… como pasajero.

Sergio Piccirilli

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