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Satoko Fujii Min-Yoh Ensamble: Fujin Raijin

Itsuki no Komoriuta, Champloo, Shimanto, Slowly andSslowly, Fujin Raijin, Kariboshi Kiriuta

Múicos:
Satoko Fujii: piano
Natsuki Tamura: trompeta
Andrea Parkins: acordeón
Curtis Hasselbring: trombón

Victo, 2007

Calificación: Está muy bien

La tradición no se hereda, se conquista (Andre Malraux)

Hace poco más de dos años tuvimos el privilegio de entrevistar a la pianista y compositora Satoko Fujii. En aquella oportunidad nos manifestaba su intención de concretar un proyecto basado en música folclórica japonesa. Por aquel entonces decía: “Será un encuentro con mi esencia, una fusión entre mi actualidad y mis raíces.”
El álbum Fujin Raijin es la materialización de esa búsqueda creativa y el Min-Yoh Ensamble el vehículo utilizado para proyectarse.
En el booklet que acompaña al disco, Fujii aclara: “El min-yoh (en japonés música folclórica) es parte de mi ADN”.
Si consideramos que ADN es la abreviatura del ácido desoxirribonucleico, estaríamos en condiciones de extractar nuestra primera conclusión: el min-yoh es el ácido desoxirribonucleico de Satoko Fujii.
Aunque usted no lo crea.
El ADN es el componente primario de los cromosomas y el material en el que los genes están codificados. O sea que el min-yoh es… eso.
El ADN (inicialmente llamado nucleína) fue identificado en 1868 por el biólogo suizo Friedrich Miescher, en los núcleos de las células de pus obtenidas de los vendajes quirúrgicos desechados y en el esperma del salmón. Esto ratifica que no cualquiera puede ser científico. Mientras el hombre común aspira a formar una familia, tener un buen trabajo y ver a Racing dando la vuelta olímpica, un científico prefiere hurgar en células de pus o salir a seducir incautos salmones para quitarles su esperma.
La contribución científica de Miescher ha brindado un invalorable aporte a la humanidad y un enorme placer a… los salmones.

La música folclórica japonesa tiene un origen muy antiguo. En sus inicios se expresó básicamente bajo formas musicales de carácter religioso, canciones de trabajo y acompañamiento de danzas.
Su ámbito de desarrollo fueron algunos de los principales entretenimientos tradicionales, tales como los bailes de máscaras, el teatro folclórico y las danzas comunales. Casi todo era concebido y ejecutado por gente común y no por músicos profesionales, por lo tanto el min-yoh es usualmente de simples formas, estructuras y escalas.
A menos que uno conozca muy bien la música tradicional japonesa, podría llegarse a pensar que cada pieza suena exactamente igual a las demás. Sin llegar al extremo de apropiarnos de aquella lapidaria descripción de Woody Allen, “la música japonesa es una tortura china”, podemos hallar detrás de esa aparente uniformidad más de cincuenta estilos diferentes. En esa diversidad contextual, sólo un puñado es puramente instrumental, ya que en su mayoría esta integrado por canciones con acompañamiento musical.
El min-yoh, por lo general, cuenta con una sola línea melódica pero existen ligeras diferencias entre un género y otro, subrayadas sutilmente por la combinación de instrumentos y su estilo interpretativo.
Occidente ha ejercido notable influencia sobre algunos estilos tradicionales japoneses. Esa inserción se produjo a fines del siglo XIX con la llegada del emperador Matsushito. Al propiciarse la democratización educativa y la explicita aceptación de nuevas formas musicales basadas en modelos occidentales, terminó promoviéndose una impensada interacción cultural. Indudablemente, Matsushito dejó su marca (más tarde llegarían otras como Mitsubishi, Yamaha, Toyota, etc.) El arribo de la música occidental a Japón, al no darse por imposiciones foráneas ni por motivaciones estéticas especificas, provocó un intercambio natural y progresivo. Así es como encontramos músicos japoneses con formación occidental, música occidental producida por occidentales en Japón, música japonesa hecha en occidente, música tradicional japonesa tocada con instrumentos occidentales, etc.
La diversidad es tan grande, que incluso podemos hallar japoneses que no son músicos y músicos que no son japoneses.

Fujii conserva la tradición expresada en el min-yoh pero utilizando un lenguaje innovador fundado en la incorporación de instrumentos occidentales, en la apropiación de la rigurosidad académica de la música clásica y sumergiéndose en las profundidades del avant-jazz.
Fujin Raijin abre con Itsuki no Komariuta. Esta canción tradicional del min-yoh es un arrullo popular, de los muchos que existían en la villa Itsuki en Kuyshu y que solían entonar montañeses sumidos en la más extrema pobreza. De las versiones contemporáneas, la más conocida es la que ofreció Yamaguchi Goro en Flute and Koto of Japan.
La aproximación de Fujii es perturbadora, oblicua y atrapante. El piano dibuja los trazos melódicos principales. El trombón de Hasselbring acentúa con autoridad, filtrando camuflados fraseos del clásico de Thelonius Monk, Round Midnight. Finalmente, el acordeón de Parkins y la trompeta de Tamura terminan por configurar un paisaje sonoro poco familiar para el oído occidental pero de adictivos contrastes.
Champloo no es el producto cosmético que usamos para lavarnos el cabello, sino el titulo del segundo tema de Fujin Raijin. Esta composición de Satoko Fujii respeta las raíces folclóricas niponas pero incorporando elementos de kagura, música que proviene de la antigua religión japonesa llamada sintoísmo, que se utilizaba en ceremonias religiosas, funciones imperiales y también en festividades destinadas a alabar a los dioses. Bueno, algo tenia que ver con la cosmética… digo, era para alabar. Sobre una dramática secuencia de acordes en piano se despliegan los discursos superpuestos del trombón y la trompeta. La estructura central se desvanece para abrir paso a un juego experimental comandado por el acordeón. Una recorrida por territorios inexplorados que por momentos suena como si se tratara de música clásica ejecutada con los parámetros de la escala de Okinawa.

La bucólica Shimanto se relaciona en términos de sonido con Gato Libre, proyecto también asociado al matrimonio Fujii-Tamura. Ambos experimentos creativos abrevan en fuentes tradicionales, pero mientras uno se inspira en el min-yoh, el otro lo hace en el folclore europeo.
En Slowly and Slowly, una elocuente intro a cargo de Hasselbring deriva en una densa atmósfera cargada de las fracturas melódicas que caracterizan las composiciones de Fujii y cercana a un discurso pianístico que combina disonancias a lo Cecil Taylor con la riqueza rítmica de Randy Weston y sutiles toques románticos a lo Paul Bley.
El tema Fujin Raijin, si bien está emparentado con la elegancia melódica del gagaku, tiene un enfoque netamente occidental. Parece remitir a las transformaciones que aceptara Stockhausen en su composición para conjunto de música gagaku, Der jahreslauf y que posteriormente (al adaptarse a instrumentos occidentales) terminaría convirtiéndose en el primer acto de su obra Martes de Luz. También admite influencias de Streams de Barry Conyngham. Compositor que fuera discípulo de uno de los íconos de la música japonesa Toru Takemitsu.
El álbum cierra con el tema tradicional, Kariboshi Kiriuta. En esta versión, Fujii vocaliza, aproximándose en términos de estilo al shomyo o el O-kyo, términos que se emplean para designar al canto budista y cuya estructura tiene que ver más con la recitación que con el canto.
Síntesis: En este álbum Fujii viaja a su pasado pensando en el futuro. Aun cuando sus recuerdos no nos pertenezcan ni resulten familiares, la invitación a imaginar un camino diferente es difícil de rechazar.

Seguir un solo camino es retroceder (Stravinski)

Sergio Picirilli

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