Discos / DVD's

Sergio Alvarez: Un lugar solitario llamado libertad

 

AlvarezDijo el juglar, Cuando todo parecía al alcance de la mano, El desierto de los tártaros, Una visita al baño de la estación Constitución, Nena tu amor me convierte en abedul, Beth Gibbons amamantando, El ritual de la reproducción del fin de semana, La conspiración contra la raza humana, Ausencia, Arquitectura de la desesperanza, Fe de erratas, La explosión del Cámbrico, Maqueta, Cualquier cosa en cualquier momento en cualquier lugar y sin motivo alguno, El anciano terrible, MicropoLigetimía, Charles Ives sentado en una colina observa cómo Stravinsky, Messiaen y Kurt Cobain convergen a un mismo punto desde tres caminos diferentes, Al final Orfeo se da vuelta, Varias especies de pequeños animales peludos reunidos en una cocina bailando al compás de un bandoneón, Mejor no hablar de política, Victoria tardía, Se despide el juglar

 

Músicos:

Sergio Alvarez: guitarras, ruidos, biblioteca sonora

Daniel “Pipi” Piazzolla, Lulo Isod, Arnaldo Taurel: batería

Mariano Sívori: contrabajo

Franco Fontanarrosa: bajo eléctrico

d2mau: sintetizador modular, scratch

Mariana Enríquez, Gabriel Perrone: voz

 

Sello y año: Quark Records, 2018

Calificación: Está muy bien

 

El guitarrista, compositor, arreglador, productor y docente Sergio Alvarez es uno de los músicos más versátiles, requeridos y reconocidos en el panorama de la música creativa contemporánea argentina. Fue miembro fundador y líder de las agrupaciones Porco, Panza, La Experiencia Electroalvarez y Orquesta Ruido Negro, llevó a cabo una faceta solista denominada Electroalvarez, formó parte de Sorín Octeto, Octafonic, La Mujer Barbuda, Datrebil, etc. y ha participado en proyectos de muchos artistas de diferentes estilos.

En los últimos años se ha intensificado también su labor como productor; en la actualidad integra la agrupación de la cantante Mariana Bianchini, quien fuera la voz líder de Panza, banda con la que en el mes de marzo pasado realizara –luego de cuatro años de ausencia en los escenarios- un particular y soberbio homenaje a la música de Led Zeppelin en Usina del Arte.

Si bien estudió con varios maestros, se considera básicamente autodidacta y sostiene que en la música ha “hecho de todo”. Supo decirnos hace unos años que es “menos polifacético que impreciso”; y, en relación al haber “hecho de todo”, lo ejemplifica diciendo: “toqué en la calle con el peor violinista del mundo, hice transcripciones para gente que registraba sus temas (especialmente grupos de cumbia), toqué tangos, boleros y bossa nova en restaurantes, cumpleaños de 15 y casamientos, grabé discos, hice cambios, escribí para revistas de música, hice producciones, etc.”

En el año 2003 apareció el primer álbum de Electroalvarez titulado Música para contestadores, un registro que Alvarez llevó a cabo sin compañía. Distinta fue su segunda entrega discográfica, Música para bailar llorando -también firmada por Electroalvarez– aparecida en 2006 y con los aportes de Víctor Volpi y Dj Salvador. Muy disímiles entre sí, ambos discos forman parte de la “Trilogía Guitarrística No Idiosincrásica” cuyo primer volumen, Teoría de la negatividad, no fue editado.

Desde 1992 hasta 2014 Sergio Alvarez estuvo abocado, principalmente, a Porco y Panza, bandas de las que fue fundador, líder, compositor, guitarrista y algo más. Luego vinieron unos 4 años donde se dedicó a la producción, a participar en proyectos ajenos, a escribir, a componer. Entre diciembre de 2017 y marzo de 2018, Alvarez registró lo que sería el primer álbum firmado con su nombre: Un lugar solitario llamado libertad. Son 22 tracks, algunos de ellos con títulos muy llamativos, que el guitarrista decidió grabar (mayoritariamente) conformando dos tríos. Uno de ellos lo completan el baterista Daniel “Pipi” Piazzolla y el contrabajista Mariano Sívori; el otro, Lulo Isod (batería) y Franco Fontanarrosa (bajo eléctrico).

Un lugar solitario llamado libertad plantea un viaje que podría definirse como cinematográfico donde Alvarez hace las veces no sólo de actor protagónico sino también de director y montajista. Esto, deducido del hecho de que no se trata de una banda estable permitiendo así que el líder disponga del material a gusto y piacere, incluso tomándose ciertas licencias aleatorias de acuerdo a la película que se va cconcretando a medida que el proceso de grabación se va llevando a cabo.

La postura de Alvarez, desde el título del álbum, es singular. Se hace referencia a la soledad y a la libertad. Pero a la soledad no como la define en su primera acepción la Real Academia Española (“carencia voluntaria o involuntaria de compañía”), sino como –al menos en parte- la segunda de esas acepciones (“lugar desierto o tierra no habitada”). La soledad no como un estadio sino como un lugar elegido, a salvo de influencias intoxicantes (o no), que brinda esa libertad para poder elegir, decidir, sin quedar expuesto a determinados elementos contaminantes con los que se convive día a día.

Desde ese lugar solitario y con libertad, Alvarez pergeñó un disco heterogéneo, con elementos de rock, pop, jazz, avant-garde y música experimental. Momentos potentes conviviendo con pasajes de suma introspección, instrumental pero con espacio para algunas breves narraciones, con un importante e interesante trabajo de post-producción, el excelente trabajo en la grabación y mezcla -una vez más- de Facundo Rodríguez (en este caso junto con Javier Kida y Víctor Volpi) y todo confluyendo en una propuesta que, sin renegar de las influencias, tiene el indiscutido sello del guitarrista.

 

Dijo el juglar, interpretada exclusivamente por Alvarez, oficia de breve introducción de Cuando todo parecía al alcance de la mano, que incluye una gran intervención de Mariano Sívori en contrabajo, sostenido por un inquieto “Pipi” Piazzolla y un sutil Alvarez. El desierto de los tártaros, con Franco Fontanarrosa en bajo y Arnaldo Taurel (ex Porco) en batería, tiene una clara y deliberada reminiscencia al Inmigrant Song zeppeliano (el título original del tema hacía más explícita la referencia). Un formidable tour de force con una base potente y precisa, con Alvarez liderando en gran forma y aportando, desde la retaguardia, no pocos detalles de los buenos. Ideal (como todo el álbum) para escuchar con auriculares.

Una visita al baño de la estación Constitución muestra al guitarrista transitando una atmósfera ambiental que remite a Brian Eno; muy distinto es el clima en Nena tu amor me convierte en abedul, con una potente base disco a cargo de Fontanarrosa en bajo y Lulo Isod en batería, el aporte de d2mau en sintetizador modular y scratch, distorsiones y un semi caos que conduce a un plácido final con Alvarez en soledad. Beth Gibbons amamantando (guitarra y bebé) da paso a El ritual de la reproducción del fin de semana, con una atractiva entrega del tándem Piazzolla – Sívori y Alvarez llevando la melodía hacia un terreno épico que retorna al motif original conduciéndolo hacia un abrupto final. La conspiración contra la raza humana es contundencia no exenta de sutilezas y con el espíritu de Panza en su espalda. Gran entrega de Isod y Fontanarrosa y buen aporte de d2mau. La bella e intimista Ausencia, interpretada exclusivamente por el guitarrista, es uno de los puntos altos del disco, cuyo clima contrasta fuertemente con su predecesora pero a la vez tiene su correlato climático en el inicio de Arquitectura de la desesperanza, una balada –en principio- con una ubicua intervención de Sívori en contrabajo con arco tras la cual Alvarez lidera con pericia la mutación hacia un territorio salvaje, donde “Pipi” Piazzolla vuelve a demostrar una vez más que es un todo terreno. Fe de erratas es la voz de Alvarez sobre loops de guitarras. La explosión del Cámbrico es la pieza más extensa y experimental del álbum, con el guitarrista como protagonista casi excluyente por sobre los buenos aportes de d2mau. Maqueta es otro extraño monólogo de Alvarez. La lúdica y rapsódica Cualquier cosa, en cualquier momento, en cualquier lugar y sin motivo alguno viene acompañada de la voz de Mariana Enríquez, recitando. A continuación, la enigmática oscuridad experimental de El anciano terrible, la breve y “enjambrosa” MicropoLigetimía dando paso a otro de los momentos culminantes del disco: Charles Ives sentado en una colina observa cómo Stravinsky, Messiaen y Kurt Cobain convergen a un mismo punto desde tres caminos diferentes, a cargo de los inspirados Alvarez, Isod y Fontanarrosa. Al final Orfeo se da vuelta (con Piazzolla y Sívori) remite al David Torn de Cloud About Mercury. La breve Varias especies de pequeños animales peludos reunidos en una cocina bailando al compás de un bandoneón, da paso a la impactante Mejor no hablar de política que claramente referencia a Stratus (Billy Cobham, álbum Spectrum) y que brinda muy buenas aportaciones de Fontanarrosa, Isod, d2mau y, especialmente, un inspirado Alvarez. Victoria tardía aporta su potente aire setentista (y ochentista también) con una coda en la cual aparece la voz de Gabriel Perrone recitando el mismo texto que Enríquez pero en inglés. El cierre muestra al guitarrista en soledad con Se despide el juglar.

Sergio Alvarez se muestra en este disco como lo que es: un artista talentoso, detallista, arriesgado, inquieto. Notablemente acompañado, ha pergeñado un álbum que lo reafirma como un artista integral e influyente y que marca sin dudas un punto de inflexión en su extensa, profusa y envidiable trayectoria artística.

Y además, con Un lugar solitario llamado libertad, queda la fuerte sensación de que Sergio Alvarez ha plasmado el disco que ha querido hacer.

 

Marcelo Morales

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *