El Ojo Tuerto

Sex Mob: Placer Bajo Amenaza

Teatro ND/Ateneo, Buenos Aires
Miércoles 9 de Mayo de 2007 – 21:00 hs.

Steven BernsteinMe voy a referir a un tema que espero no me traiga efectos colaterales ni acciones secundarias. O viceversa.
La Mafia.
El término, dicen, apareció por vez primera en Palermo. No, no en los Bosques o en la añorada “Villa Cariño”, sino en Italia, al representarse un drama popular titulado “I mafiusi di la Vicaria”. Algunos sostienen que el término indica las iniciales de la frase “Morte Alla Francia, Italia Anella”, algo así como “Muerte A Francia, Italia Anhela”, cuando los campesinos sicilianos resistieron la invasión en 1282.
Otros, sin embargo, sostienen que el origen del vocablo proviene de una antigua expresión toscana, “maffia”, con lo que se emparentaba a la miseria. Pero si queremos complicar las cosas, podemos remitirnos a “mu’afah”, que en árabe significa “protección de los débiles”.
Para los sicilianos, “mafia” implica bravura u orgullo. Pero tercian nuevamente los árabes con “mahya”, en referencia a la jactancia o bravuconería.
Detalle no menor: los árabes ocuparon Sicilia entre los años 965 y 1060.
Hablando de Arabia… no… mejor no nos metamos con ellos.

En lo que parece haber coincidencia es en la creencia de que el término, tal cual lo entendemos en la actualidad, nace a instancias del pueblo siciliano que intentaba hacer justicia por mano (y alguna otra cosa) propia contra los terratenientes luego de haberse quedado (muchos) sin empleo gracias a la abolición del régimen feudal en 1812. Estos grupos organizados fueron disueltos por Garibaldi en 1860 aunque siguieron existiendo en forma clandestina, incluso con ramificaciones en otros países como (perdón por la obviedad) Estados Unidos, donde comenzaron cobrando “impuestos de protección” y tuvieron su auge en la época de la “Ley Seca”.
Pero no son los estadounidenses (ni los italianos) los únicos que cuentan con agrupaciones mafiosas. Los rusos aportan Medvedkovskaya (también con presencia en España) y Orekhovskaya; los chinos, las Tríadas (con numerosas ramificaciones de Borneo a Filipinas, pasando por Francia y Singapur). No hay que olvidarse de los Carteles en Colombia, las Organizaciones y, también, Carteles mexicanos, los grupos en Rumania y, en Japón, la Yakuza.
Perú y la Argentina también supieron (¿saben?) tener clanes mafiosos.

Vito CorleoneLa estructura de estas familias (clarísimamente ejemplificada en la extraordinaria saga cinematográfica de “El Padrino”, donde Vito Corleone tiene un singular parecido a Marlon Brando) forma con Jefe (Don o Padrino), Subjefe, Músculo, Consejero, Capo (o Capitán), Soldado y Asociado (extrapartidario familiar sin chances de campeonar).
Según el sitio http://www.mafianews.it/, en los últimos 10 años la mafia se “cargó” a unas 2500 personas de las cuales 155 fueron “inocentes” pero que, presentes en el lugar de los hechos escucharon cosas que “no debían” y otros 37 eran niños o adolescentes.
Para ir finalizando esta suerte de breve e incompleto comentario, nadie duda de que en la actualidad la mafia sigue existiendo. Y como en todas las épocas, se trata de un número minoritario que suele encantar a sus súbditos hasta el fanatismo.
Las consecuencias, en forma directa o indirecta, sí llegan a una importante cantidad de habitantes. Aunque éstos ignoren el origen de sus elecciones, comportamientos, reflexiones, irreflexiones, ideas y muchas otras cosas que, por precavido, prefiero resumir en un inocente etcétera.

Adan y EvaVayamos a algo menos peligroso y más placentero.
El sexo.
Aunque a veces resulte más peligroso y menos placentero, ¿no?
Todos sabemos que el sexo tuvo sus inicios mucho antes que la mafia.
Si somos simplistas podemos decir que la cuestión comenzó con Adán, Eva, la costilla, la serpiente y la manzana.
Pero en tren de complicar nuevamente las cosas, nos basamos en varios científicos que afirman que el sexo apareció en forma rudimentaria entre diminutas bacterias en los primeros días de la Tierra, cuando el oxígeno escaseaba; tampoco había una gran capa de ozono y todo el planeta todo se pegaba una flor de ducha de radiación ultravioleta. Una porquería, bah…
Y no vamos a extendernos demasiado porque, a pesar de que los tiempos han cambiado y las formas son bien distintas (algunas, si se me permite, incomprensibles para este escriba), su vigencia es plena: en pareja, trío, grupo, solos, con elementos adicionales, animalitos, con muñecas, muñecos, por teléfono, por Internet, por mensaje de texto… tachame la doble.
Lo que sí podemos afirmar entonces es que se trata, contradictoriamente, de una historia interruptus.

Steven BernsteinNo recuerdo exactamente en este momento por qué decidí hablar de la mafia y luego del sexo, pero como una cosa trae la otra y las dos van juntitas y de la mano, con ambas palabras en inglés podemos formar Sex Mob, la Mafia del Sexo.
¿Es, el sexo, mafioso?
¿Es, la mafia, sexual?
Tómenlo como tarea para el hogar; lo cierto es que, contra todo pronóstico, el cuarteto estadounidense Sex Mob se presentó en el Teatro ND/Ateneo de Buenos Aires el miércoles 9 de mayo de 2007.
Conformado en 1995, el grupo es liderado por el trompetista Steven Bernstein (que cuenta además con un currículum tan impactante como envidiable). Lo acompañan el saxofonista Briggan Krauss, el baterista Kenny Wollesen y el bajista Tony Scherr.

Din Of Inequity - SexoticaDesde su álbum debut, Din Of Inequity (1998), quedaba claro que estábamos en presencia de una combinación explosiva de talento, imaginación, riesgo y caradurez; el disco incluía atractivas composiciones propias y versiones (en algunos casos difícilmente reconocibles) de Live and Let Die, Sign ‘O’ the Times, House Of the Rising Sun, Goldfinger y el (hasta aquí) impresentable Macarena.
Lo enunciado quedaría plasmado y mejorado en sus entregas posteriores Solid Sender y Theatre & Dance (2000), Sex Mob Does Bond (2001), Dime Grind Palace (2003) y Sexotica (2006).
Lamentamos reconocer que no nos sorprendimos ante la escasa asistencia de público. Da la sensación de que, en Buenos Aires (lo hemos dicho en reiteradas ocasiones) somos siempre los mismos 500 de los cuales la mitad no paga por distintas razones y la otra mitad tiene devaluado su poder adquisitivo.

KraussA las 21:35 los muchachos arremeten con Holiday Of Briggan (tema que abre su disco debut). Kenny Wollesen, con anteojitos y un look que rememora a The Knack, Tony Scherr con su peinado simil gorro, Briggan Krauss con lentes “a la nerd” y camisa fuera del pantalón y el líder, saco oscuro y zapatos bordó. Ya desde el inicio se empiezan a maltratar. El baterista y el bajista se castigan por su lado; el saxofonista y el trompetista se fajan por el suyo. A los pocos minutos uno se pregunta: ¿es ésta la misma base rítmica que aburrió con Bill Frisell no hace mucho? Aquí arremeten sin piedad mientras Krauss y Bernstein (saxo alto y trompeta a vara respectivamente) se divierten de lo lindo. El líder desarma, literalmente, su instrumento y destila tanto humor como concentración. El ritmo es arrollador. Bernstein realiza un primer solo que interrumpe para pedir un aplauso para… Wollesen (¡?). La intervención es notable; Krauss se mete a molestar y lo logra; tanto, que el líder se le acopla. Wollesen, con las escobillas, saca un sonido similar al encendido de un fósforo. Krauss da batalla mientras Scherr, con cara de piedra y el gorro capilar, sostiene todo. Pequeña alusión a “El vuelo del moscardón”. Ahora Kenny Wollesenel molesto es Bernstein. Descontrol. Aceleración. Caos. Final desordenado. Un pequeño solo de Wollesen es el nexo que desemboca en una base sobre la cual, salvo un mal Frisell, todos podríamos tocar. Los caños meten cortas y ajustadas notas que derivan en un irresistible funk que da paso a Sign ‘O’ the Times, de Prince que, en esta versión, se transforma en King.
Bernstein, que con las manos hace señas dictaminando los pasos a seguir (como Zappa cuando tomaba pruebas sorpresa a sus músicos), hace simulados gestos de desaprobación a sus compañeritos provocando risas. Briggan Krauss toma riesgos y saca de su instrumento un sonido similar al de una gaita escuchada en una radio AM mal sintonizada. Viran a un candombe; a los pocos segundos, a un arrastrado blues; Wollesen está encendido.
Se emperran, no son complacientes, son geniales.
Tony Scherr

Se suceden Down On the Farm, Exotique, 7 Bab y Head Check 2000. Scherr apela al arco; Wollesen afina y desafina sus parches; Scherr percute las cuerdas con el arco sin violencia pero con vehemencia y justeza, Wollesen apoya un codo en el tambor; Bernstein imita con su instrumento un extrañísimo sonido salido de un platillo; Krauss mantiene su cara de poker y luego sonríe sin disimulo. Bernstein realiza un solo que parece extraído del fondo de un turbulento estanque acuático (¿eh?). Me sonó así, lo siento.
El primer break real del concierto es a los 40 minutos. Bernstein comienza a gritar “¡Sex Mob, Sex Mob!” Luego, recita en castellano a Ruben Darío “cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer”.

BernsteinDe nuevo en la música, el Steven –después de utilizar una falsa flauta- asordina su trompeta. Blues… lento… adornos percusivos de Wollesen, dulzura, delicatessen. El líder vuelve a hacer señas y es notoria su cara de felicidad cuando sus colegas lo comprenden cabal-mente. Tanto, que se dedica durante largos minutos a observar extasiado a sus músicos. Efímera e inusitada violencia. La calma. Aires latinos. ¿Es? ¿No es? La melodía de “Quizás, quizás, quizás” se filtra antes de la aceleración y el rock and roll. Bernstein adosa un solo de gran factura y Krauss no le va en zaga. Y se juntan y te aplastan.
Y es nomás. Estamos en Fernando, de los suecos ABBA. Increíble. El tema se va muriendo y el cortejo es encabezado por Scherr. Pero Wollesen se pone a jugar con las manos en el tambor y el momento es impagable. Y vuelta a empezar. Se viene toda la caballería toda a galope sostenido. Scherr la sigue gastando y explota para que el final… no… lo alargan, lo arrastran. Ahora sí, final.
La ovación de los pocos asistentes emociona. El operador de luces, conmovido, ilumina la sala. Bernstein toma el micrófono: “Muchas gracias, pero no hacía falta el uso de esas extraordinarias luces. Sabemos que la multitud es escasa”. Carcajadas a granel.

TopolinA Wollesen se le ocurre hacer pororó con su redoblante y a la voz de “aura” (imaginadlo, plis), se vino un furioso rock and roll con Bernstein distorsionando (sí, en serio) y los demás aguantando. Furiosos cortes de sincronización suprema que preceden a dos solos demenciales del líder primero y de Krauss después.
Wollesen transpira.
Amagan con el final del Darling Nikki de Prince, pero al baterista se le ocurre prolongar la cuestión y dale que va. Al trompetista no le queda otra que sonreír y devuelve la gentileza con un solo gomoso y chirriante; luego, saca elementos de percusión. Krauss se lleva la mayor ovación extrayendo de uno de ellos un sonido similar al de un pato. Los instrumentitos parecen extraídos de un Topolín. Luego de gran pompa, al Bernstein uno no le suena y el pato de Krauss que carcajea de lo lindo.
Luego de jugar, siguen jugando… con nosotros.
La balada que inunda el recinto invita al relax. Vuelven los juguetitos para todos, menos para Tony Scherr. Poético y plácido momento lúdico.

Kenny WollesenEn Martin Denny vuelve la fiesta. El trío que comanda Bernstein es sólido y serio. Continúa un intenso dueto con Krauss que recurre nuevamente a aquella gaita de la AM. La base juega al atajo infinito hasta que enderezan y toman de nuevo la ruta principal a alta velocidad; el ritmo decae hasta desembocar en Heaven, de Duke Ellington, que vira a un falso reggae y que en un terrible y casi infinito in crescendo… en pleno caos… se detiene.
Y es el final del concierto.

Pero vuelven para los bises, que son dos dúos.
Steven BernsteinEl primero, a cargo de Wollesen y Krauss, es una improvisación titulada Duet. El alto suena como una flauta y sigo preguntándome si “este” Wollesen es el mismo que “aquel” Wollesen. Luego les toca a Bernstein y Scherr que se despachan con Ripple, de los Grateful Dead, un blues en el que el bajista domina la escena con total autoridad mientras Bernstein sigue siendo Bernstein.
Ahora sí, terminó.
Unas dos horas de un concierto extraordinario.
Y puedo decir que está bien que se llamen Sex Mob.
Porque los integrantes de esta mafia (desde el Padrino hasta los Asociados), quedó dicho, no somos demasiados. Pero sí fervorosos y fieles.
Y además, esta familia brinda tanto placer como el sexo.
Y a veces, según el caso, más.

Marcelo Morales

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