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Fernando Kabusacki en Concierto: Afortunados

Centro Cultural de la Cooperación – Buenos Aires (Argentina)

Jueves 7 de abril de 2011 – 22:00 hs.

 

Si usted se cruza con la imagen de una mujer con los ojos vendados, una balanza en una mano y una espada en la otra, no se entusiasme demasiado: no es una propuesta erótica, sexual, fetichista… aunque vaya uno a saber. Pero existe un alto porcentaje de probabilidades de que usted esté frente a la imagen de la justicia. Que entre otras cosas viene a significar que hay que darle a cada uno lo que le corresponde o le pertenece… de acuerdo a vaya uno a saber qué parámetros. Pero, créame que es lo que hay.

O lo que no hay, si se tratare de una injusticia.

 

Convengamos que el concepto de “justicia” puede variar de acuerdo a los tiempos, las sociedades y hasta las personas. No parece existir una justicia absoluta o irrebatible, tal vez porque su valor depende de los valores éticos, culturales de una sociedad. Que a su vez está conformada por individuos. Cuyos “conceptos de justicia” seguramente difieren entre los mismos en mayor o en menor medida.

Ahora… que no podamos definir con certeza a la justicia… ¿no le parece injusto?

 

No tema… no nos abocaremos aquí a intentar encontrar el eslabón perdido ni mucho menos. Lo que sí es indudable es que hay situaciones que nos parecen más justas que otras. Ahá… ¿a quiénes? ¿Cómo saber si lo que es ineludiblemente justo para esta porción de la sociedad que, humildemente y casi por obligación, integro, es similar para un poblado de las afueras de Halmstad (que en un principio perteneció a Dinamarca, hoy a Suecia y dentro de un tiempo vaya uno a saber)? Tampoco es lo mismo la justicia civil que la militar, la distributiva que la divina…

 

Pero hay algo que, debido a aquellos patrones sociales, culturales, costumbristas y aledaños, nos indican que determinada circunstancia es (o no es) “justa”.

Igualmente le propongo un ejercicio; aunque más que un ejercicio parece ser un comentario anecdótico histórico. Dicen (a esta altura… decían) que hace unos cuantos añitos, cuando un fulano o fulana se mandaba alguna trapisonda, una de las formas posibles de castigo era la de encajarle 100 latigazos (o piedrazos, incluso algunos revoleaban cactus, imagine…); pero como existía la chance de pifiarle en el conteo, por ansiedad en el verdugo, por equivocaciones en el contador, por lo que pudiere ser, sólo se proporcionaban 99 latigazos o piedrazos o cactusazos. ¿Y sabe por qué? Para no pasarse ante la eventualidad de que, injustamente, en lugar de cien, terminaran resultando 101. Es decir, no querían ser injustos.

Pues bien… ahora… el tipo de castigo en sí, ¿era justo?

Y no me pida que me explaye, que desarrolle o que me meta en un berenjenal de ésos que marcan épocas.

No sea injusto conmigo…

 

Hundido en estas cavilaciones (y otras que por pudor prefiero callar… por ahora…), el jueves 7 de abril me encaminé hacia la coqueta sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación. El motivo era la presentación del magnífico álbum Luck, del no menos notable guitarrista argentino Fernando Kabusacki. Que, además, estaría acompañado por Fernando Samalea en batería, Matías Mango en teclados, Miguel Bassi en bajo, Paula Shocron en piano, María Eva Albistur en voz y bajo y Maxi Trusso en voces, al igual que la inclasificable Bárbara Togander.

 

Kabusacki comienza solo la intro de Lady’s Gone (de Luck), un viaje a Nashville con un no-tan-disimulado aire gospel y elementos tomados del blues sureño. El octeto queda reducido a cuarteto (quedan el líder, Samalea, Mango y Bassi) para la coda final, que se pega con la potente Cocktail Music (del álbum Blue Orb, de Electric Gauchos), un hard rock atravesado por la música surf sucedido por un viraje al jazz experimental de los ’70; de allí al descontrol sonoro sin escalas… y final.

En sexteto, con los aportes de Paula Shocron y una magnífica Bárbara Togander, se zambullen en Toledo, que en su momento definimos como una “neo Sketches of Spain”. Con una percusión mínima, los destellos de Kabusacki van codo a codo con las bondades de la cantante. Bella y sutil.

Angel of Light, nuevamente en octeto, se inicia con el protagonismo de Mango y Bassi en lo que remite a un pseudo funk setentista. La atmósfera, envolvente, permite el lucimiento de Maxi Trusso en un registro a mitad de camino entre Roy Orbison y Bryan Ferry. Un muy buen aporte de Samalea y un genial Kabusacki preludian, ya en Suerte!, otra impactante performance de Togander y una potente, pegadiza y adictiva aventura sonora notoriamente influenciada por los experimentos conjuntos llevados a cabo por Brian Eno y David Byrne. Soberbio (¿insuperable?) momento.

 

La breve e intimista The Monks actúa de envolvente pasaje que desemboca en La provincia invisible, donde Paula Shocron justifica en gran forma su presencia. Este tour jazzístico parisino ofrece además (y otra vez) a Togander en estado de gracia, cantando en francés, actuando, compenetrada, genial, sostenida por una correcta entrega de Samalea en escobillas y un Kabusacki cuyos destellos (detalles) sonoros resultan poco menos que indescifrables.

 

El segundo tema ajeno a Luck proviene de La Maravilla: The Hendersons. Con María Eva Albistur en bajo eléctrico, Matías Mango en teclados, Samalea y Kabusacki, se produce una liberación de tensiones. Versión directa, contagiosa, contagiante, con arrestos (una vez más) del mejor pop alternativo de años ha. Pero no se confundan: todo está tan, pero tan bien, que da para la sospecha. El elevadísimo nivel del concierto no decae con Como el agua clara, con Bassi retomando su lugar como bajista y el regreso de Shocron al piano. Samalea en triángulo, la pianista inmersa en su instrumento toqueteando las cuerdas y la complicidad de Togander, brindan un carácter lúdico no carente de excelsitud.

 

Kabusacki recurre al álbum debut de Los Gauchos Alemanes (Hot Fat Fish) para una impecable rendición de Voices of Ancient Children, interpretada en trío (con Samalea en percusión y Matías Mango esta vez en piano acústico) y hacia el final, con el guitarrista en soledad, la magia se apodera del recinto.

A continuación sorprenden con una potente y terrorista versión de Stratus (del álbum de 1974 Spectrum, del baterista Billy Cobham). En cuarteto (batería, bajo, guitarra y teclados), con una base demoledora y Kabusacki en llamas, el guitarrista sonreía, contento con su (para el público) inesperada elección que fue presentada como una composición de “Billy Coghlan” y luego de la cual Kabusacki se permitió una sonora carcajada. Para el final, también en cuarteto, se despacharon con una violenta y estremecedora The Whip, también de Hot Fat Fish (Los Gauchos Alemanes), cercana al trash y con destacadas entregas solistas de Matías Mango y del líder.

 

Para el momento de los bises vuelve el octeto en su totalidad. La relectura de People of the World es formidable, con la ayuda y el aporte de Fernando Samalea en percusión (inexistente en la versión original). Otra buena intervención de Maxi Trusso y un solo de Fernando Kabusacki de extraordinaria factura (estaba tentado de escribir “que lo sitúa en la intersección de Nels Cline y Mary Halvorson”, pero no lo hice y ya está) que no impidió apreciar las sutilezas de Shocron. Energizante, casi un remix, vigorosa, final ideal… pero no… aún faltaba que el círculo se cerrara con el tema que diera inicio al concierto: Lady’s Gone, con una atmósfera por momentos litúrgica y con la encantadora Bárbara Togander que parece haberse devorado una bandeja giradiscos y hace scratch (y de los buenos). Ahora sí, final con sonrisas y complicidades varias.

 

Fernando Kabusacki presentó Luck, su último álbum, en la sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación. Lo hizo acompañado de músicos que parecen haber comprendido a la perfección tanto la idea como la propuesta del guitarrista. También contó con el hipnótico aporte en visuales de Laura Manson.

El concierto fue extraordinario (si no fue, apúntelo como “una de las cosas que se ha perdido”), con un sonido inmejorable y… ¿se acuerda que al principio le comentaba algunos dislates acerca de la justicia y aledaños? Pues bien… la concurrencia al CCC fue inversamente proporcional a la calidad del espectáculo ofrecido.

Una verdadera injusticia, créame…

Porque puedo asegurarle que quienes asistimos a la presentación de Luck hemos sido, sin lugar a dudas, verdaderamente afortunados.

 

Marcelo Morales

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