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Pipi Piazzolla Trío: Transmutación

 

tapa_cuadradaDance Cadaverous, Cascada milagrosa, Deambulador nocturno, Piedra lunar, Intro Lolo, Lolo, VLA, Chopchi, La era de los bebés, La Gallardeta

 

Músicos:

Daniel Pipi Piazzolla: batería

Damián Fogiel: saxos tenor y soprano

Lucio Balduini: guitarra

 

Sello y año: Club del Disco, 2015

Calificación: Dame dos

 

Si nos atenemos a la letra fría del reglamento imperante en el seno de la Real Academia Española (RAE), deberíamos ceñirnos a que “transmutar” es “mudar o convertir algo en otra cosa”. Pero hay más, mucho más.

El término “transmutación” está íntimamente ligado, científicamente hablando, a la física y la química. Suele empleárselo con referencia a la transformación de un elemento químico en otro. Esto puede darse de manera natural (cundo un elemento químico tiene un núcleo inestable) o artificial. El primer científico en llevar a cabo el experimento con éxito fue Ernest Rutherford en 1919 cuando bombardeó –con partículas alfa- un átomo de nitrógeno. No obstante, habría que retroceder en el tiempo unos cuantos años (unos 4000 ó 5000) ya que la idea de transmutación estaba muy presente en los alquimistas.

Por supuesto que la idea era (es) que el resultado de la transmutación mejore al o a los elementos de su estado anterior. De allí la intención de transformar los metales en oro, por ejemplo.

Pero esta idea, digamos, superadora, adquiere una mayor relevancia dentro de un contexto espiritual. Aquí hay que tener cuidado porque la sensación de estar al borde del delirio místico es frecuente. No obstante se pueden tomar elementos que, una vez tamizados, pueden incluso ser un faro revelador, una guía, una ayuda, un etcétera.

Así las cosas, de la creencia de los alquimistas de la existencia de una piedra filosofal con la propiedad de transformar (transmutar) los metales en oro o plata, pasamos a que ciertas religiones o creencias asocian la transmutación al cambio interno que una persona puede experimentar cuando se aleja de acciones o pensamientos dañinos o maléficos y se acerca a la representación de un ser superior relacionado con la bondad y la magnanimidad como, por ejemplo, Dios. O, si usted no es creyente, “un” dios, un referente, elíjalo, apúrese, cada vez quedan menos.

Para que quede al menos un poco más claro: la transmutación es un proceso por el cual se pasa de un estado determinado a uno superior buscando la excelencia. Y veamos cuánto hay de ello en el segundo y nuevo trabajo del Pipi Piazzolla Trío que se titula, mire usted lo que son las cosas, Transmutación.

La tarea no aparece como sencilla. El líder de Escalandrum conformó su trío, que completan Lucio Balduini en guitarra y Damián Fogiel en saxos tenor y soprano, en 2010. Debutó discográficamente en 2012 con el excelente Arca Rusa, un álbum conceptual basado en la exquisita película homónima de Aleksandr Nikoláyevich Sokúrov. Y en referencia al nuevo álbum, hay a priori diferencias muy marcadas que surgen aún antes de comenzar su audición.

La primera diferencia es que no estamos aquí, como en el debut, frente a una obra conceptual grabada de un tirón (así como la película fuera filmada en plano secuencia). Arca Rusa contenía temas originales del baterista y un bonus track: Evidence, de Thelonious Monk. Transmutación, en cambio, comienza con un clásico de Wayne Shorter, se cierra con un tema de Jesús Fernández, el bonus track le pertenece al líder y el resto de las composiciones se reparten entre los integrantes del trío y el contrabajista Mariano Sívori (compañero de andanzas de Piazzolla en Escalandrum). No hay –en apariencia- un hilo conductor tan claro como en Arca Rusa. Por otro lado, tenemos al trío con 5 años encima de tocar juntos y a tres del anterior registro. Ergo, casi natural y afortunadamente, hay diferencias.

Que también son notorias en el inicio del álbum, con Dance Cadaverous, del mencionado Wayne Shorter, que originalmente apareciera en Speak No Evil (1964). No sólo porque el saxofonista decidió conformar para el disco un quinteto que aquí se reduce a un trío apianístico, sin contrabajo y con una guitarra multifunción, sino también por una cuestión filosófica: el trío se encargó de no realizar una mustia fotocopia; muy por el contrario. Se respeta la melodía; pero lo que le da a la versión una impronta diferente es el cambiante tratamiento de los valores rítmicos propuestos magistralmente por Piazzolla. Tanto como que parecieran estar re-interpretando un tema de Steve Coleman o del primer James Carter. Hay también una muy buena faena de Fogiel en saxo tenor y de Balduini en guitarra (por momentos, espacial). Cascada milagrosa parece, en principio, una suerte de continuación de Dance Cadaverous, pero no. Nuevamente Piazzolla elevando la vara en esa suerte de base-rítmica-de-un-hombre-solo y Damián Fogiel, en este caso en saxo soprano, asume el liderazgo con autoridad e inventiva. En cambio, en Deambulador nocturno (apropiadísimo título), el que nos sumerge en la atmósfera imperante es Lucio Balduini, aportando gravedad desde la zaga. Fogiel en tenor es quien lidera; pero luego los roles se invierten con un Piazzolla ascético como nexo de lujo. Se respira –aunque tal vez sean sólo ideas mías- cierta fragancia al Octeto Electrónico, de Ástor. El final es explosivo con el líder en magnífica entrega. Piedra lunar, en tanto, muestra una vez más la cohesión del trío, con precisión en la complejidad y protagonismos repartidos.

Prepárese para una de las sentencias más revolucionarias de la década: Introducción Lolo es, ni más ni menos, que la introducción –larga, 3 minutos- al tema posterior, Lolo. Sí, ya sé, algo más hay que decir: la lleva adelante solito y solo Lucio Balduini (es el compositor) y es como si parte de Marc Ribot, junto a Los Cubanos Postizos, se hubieran adueñado de la mente y los dedos del guitarrista. Y Lolo (el tema, de Pipi Piazzolla) es una belleza. Hasta –por momentos- con una atmósfera ciudadana, con una muy buena intervención de Damián Fogiel en saxo tenor y un Balduini exquisito. La extensa VLA puede funcionar tranquilamente como un resumen de las bondades del trío. Los tres brillan, beneficiados por una composición (y sus correspondientes arreglos) que otorga libertades y espacios necesarios para que Balduini, Fogiel y Piazzolla demuestren que se sienten cómodos incluso en situaciones de extrema complejidad que exigen inventiva, precisión, sutileza, desparpajo y riesgo.

Chopchi es una intensa y compleja composición de Mariano Sívori que el contrabajista grabara con su sexteto en su álbum debut No Dogma (donde el baterista es Piazzolla y el guitarrista es Balduini). Re-arreglada para trío, no desentona ni un ápice con el nivel general del álbum, con atractivas intervenciones de Fogiel y Piazzolla. Y Balduini que disfraza a su guitarra –por momentos- de órgano Hammond B3 en forma notable. Transmutación culmina “oficialmente” con La era de los bebés, del pianista Jesús Fernández (incluido en Música Bardera, de 2012, en trío de piano, contrabajo y batería), una balada intimista con un inspirado Damián Fogiel como protagonista, por encima de un hipnótico entramado tejido por Piazzolla y Balduini.

El bonus track, como dijimos, pertenece al líder. Es un tema dedicado al equipo de fútbol de River Plate dirigido técnicamente por Marcelo Gallardo y que lleva por título La Gallardeta. Una suerte de breve marcha interpretada por Daniel Pipi Piazzolla acompañado únicamente por su instrumento y una voz (¿la suya?) repitiendo el nombre del tema.

Daniel “Pipi” Piazzolla, acompañado magníficamente por Damián Fogiel y Lucio Balduini, ha concretado en Transmutación un álbum homogéneo, compacto, atractivo, exigente, con la gran virtud de hacer que lo complejo parezca sencillo y transitando por terrenos escasamente utilizados, desde la conformación de un trío poco habitual hasta el resultado final que, si bien difiere y bastante del concepto utilizado en Arca Rusa -su antecesor- lo iguala en su calidad estética, sonora, compositiva e instrumental. La Transmutación, en este caso, permite ver que hay dos caras distintas de una misma moneda. Y que ambas son sumamente atractivas, en el intento de “convertir algo en otra cosa” o bien “pasar de un estado determinado a uno superior buscando la excelencia”.

 

 Marcelo Morales

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