El Ojo Tuerto

Monterey Jazz Festival 2004 – Festilindo

Con el tiempo justo para algunas necesidades fisiológicas (las más básicas) regresé a tiempo para el show de The Bad Plus. Era la tercera vez que veía a esta banda en poco más de un año. Primero en el House of Blues compartiendo escenario con Garage a Trois en una noche a puro descontrol y luego en el Knitting Factory de Hollywood con una performance apta para ponerse el smoking e invitar a nuestra abuela. Esta vez llegó la síntesis y el equilibrio, seguramente adquirido en base a la experiencia que provee estar tantas noches sobre un escenario. Pude percibir en el publico una molesta “badplusmanía” (que haría las delicias de Juan Alberto Bad-ía) pero que en mi caso solo logro desconcentrarme. Pese a ello, se las ingeniaron para hacer un show entretenido y con varios momentos de gran efectividad, especialmente en algunos covers de clásicos del rock como “Iron Man” de Black Sabbath o “Smells like teen spirit” de Nirvana. Los tres (Ethan Iverson en piano, David King batería y Reid Anderson en bajo acústico) cumplieron lo suyo más que bien, aunque debo reconocer cierta debilidad por este último por soltura, creatividad y sonido.

A continuación vendría uno de los mejores momentos del festival: Uri Caine Trio. Un show caliente, despiadado y con una banda de lujo integrada por Drew Gress en bajo y Ben Perowski en batería en perfecta sincronización. Uri Caine es un pianista fantástico, capaz de pasar de un sutil pasaje intimista a subirse a un fórmula uno a puro swing y estrellarse contra el muro sin medir las consecuencias… Los otros muchachos, que no son mancos, lo siguen sin perder el rastro. En términos musicales el contenido compositivo puede ser discutible pero la forma de interpretación elegida es irreprochable. A esas alturas me preguntaba: “¿Y ahora que?” Piensen que tenía casi 60 horas de festival por delante.

Si uno necesita descanso, nada mejor que Lynne Arriale Trio. Rápidamente pude afirmar: “Esto es jazz.” Digo jaZZZ … Nada, que pueda interrumpir la merecida siesta, ocurrió. Jay Anderson tocó el bajo y Steve Davis la batería e hicieron sonar sus instrumentos como si fuesen bajo y batería, respectivamente. Lynne Arriale toca el piano muy bien y tiene unos ojos celestes maravillosos, pero de tan clásica que es, sólo tiene dos (hablo de los ojos, piano tiene uno solo) The show must go on…

Luego pasarían -sin pena ni gloria- la Anthony’s Brown Asian American Orchestra y Flutology, trío integrado por Frank Wess, Ali Ryerson y Holly Hoffman. Con el primero me entretuve tratando de memorizar su nombre y con los segundos comencé a experimentar cierta fobia y rechazo incontrolable por el instrumento llamado flauta. Nada de esto alcanzó a preocuparme ya que pegadito venía el trío integrado por Don Byron, Jason Moran y Jack DeJohnette. Por aquellos días todavía no estaba editado “Ivey-Devey” disco con la misma formación, así que la expectativa era grande e incluía el interrogante de saber qué harían. ¿Free Jazz? ¿Música Clásica? ¿Chamamé? A Don Byron lo había visto en dos ocasiones. En New York en el ‘96 acompañando a Vernon Reid de los Living Colour (¡y como teloneros de Santana!) y luego en Buenos Aires en dueto con Uri Caine. En ambas ocasiones me dejó la mejor de las impresiones. Y ésta, la tercera, no sería la excepción. Para la mayoría (y como siempre formo parte de minorías…) fue el mejor show del festival y Don Byron su artista más destacado (quizás en esto ultimo es difícil disentir). La propuesta fue, y es, una vuelta de tuerca sobre el memorable trío que integraron Lester Young, Nat Cole y Buddy Rich lo cual no representa en sí mismo un acto de creatividad irrefrenable. Pero, sin dudas, el nivel interpretativo jerarquiza el origen fundacional de este proyecto y lo eleva por encima de su verdadera esencia. Don Byron estuvo incontenible y se ganó varias merecidas ovaciones. Jason Moran, desde el piano, juega un rol aparentemente secundario, pero si uno agudiza el oído se percata rápidamente de que la ausencia de bajo no se nota gracias a él y que es el cimiento sobre el que se monta la estructura de este trío. En batería, Jack DeJohnette sabe pero no siempre quiere. Aquí, obligado por las circunstancias, quiso. (Más tarde mostraría la otra cara de la moneda en el show del Jack DeJohnette Latin Project que por respeto al buen gusto me abstendré de comentar). En síntesis: Don Byron tuvo a su cargo uno de los momentos más destacados del festival y esto, dadas las circunstancias, no es poco decir.

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