Monterey Jazz Festival 2004 – Festilindo

Si años atrás me hubiesen preguntado en dónde se llevaba a cabo el Monterey Jazz Festival habría respondido (con la seguridad propia de un participante del repechaje de Feliz Domingo): ¡En México!

“Disculpen mi ignorancia” dijo Jorge Luis Borges. “Siéntese, tiene un: uno”, diría mi profesora de Geografía de la secundaria. Lo cierto es que Monterey se encuentra a 115 millas al sur de San Francisco, California y es uno de los lugares más bonitos de la costa oeste de los Estados Unidos.

La edición numero 47 tuvo lugar entre los días 17 y 19 de Septiembre de 2004. En esas tres (inolvidables) jornadas, el jazz y sus derivados y afluentes se expresaron a través de conciertos, exhibiciones, conferencias, clínicas, etc.;  todo en permanente interacción entre músicos, organizadores y publico. Para alcanzar ese objetivo es indispensable contar con una buena organización. Y esta edición del festival, la tuvo. Seis meses antes de su inicio recibí información detallada sobre todas las actividades del evento: músicos participantes, valor y forma de adquisición de tickets, servicio de hotelería, traslados disponibles, lugares de interés turístico, días y horarios de los eventos programados y así hasta el último detalle. Treinta días después, o sea faltando cinco meses para el festival, ya tenía mis boletos, pases y abonos en el bolsillo. Un verdadero derroche organizativo fue la característica principal que destacó a esta edición del Monterey Jazz Festival. Aclaro: nadie me regalo nada. Nadie me lo contó. Lo viví en carne propia e interpretando el rol de un don nadie (rol para el que parezco estar especialmente dotado) y seguramente la mayoría de los miles de asistentes experimentaron lo mismo, aunque supieron tener la prudencia de no escribirlo.
 
Era imposible asistir a todas las actividades pero me hice tiempo para conocer el Museo de Arte de Monterey, el Monterey Bay Aquarium y demás lugares típicos de la península. A cambio sacrifiqué mi asistencia a varios shows: Chaka Khan, Take 6, Bobby Mc Ferrin con Jack DeJohnette, Terence Blanchard y otros que seguramente se habrían ofendido por mi ausencia…de haber sabido de mi existencia. Participé de una charla desopilante a cargo de Clint Eastwood y Marian McPartland sobre la importancia del piano en el jazz. Estoy seguro de que si hubiesen hablado sobre la importancia del agua en la navegación, el resultado habría sido igualmente entretenido. Disfruté también de la galería de fotos en el Starbucks Coffee House, experimenté serias dificultades para comer una parrillada acompañada de ensalada mixta y vino tinto y comprobé que Monterey es un lugar apto para pasar un fin de semana romántico con la esposa o con la futura esposa o con la ex-esposa de otro.
 
Mi primer show fue Charlie Hunter Trio integrado por Derek Phillips en bateria y John Ellis en saxo. Al igual que el crimen (Charlie Hunter) siempre paga. Un extenso set en solitario y posterior acople del resto de la banda. Los temas incluidos pertenecen en su mayor parte a sus últimos trabajos “The seen and unseen friends” y “Right move now” y si bien no agregan demasiado a lo ya conocido de su trayectoria, el formato en trío deja muchos espacios para el lucimiento de sus integrantes. La mejor parte la lleva, por supuesto, Carlitos sonando como un bajista, un guitarrista y un tecladista todo al mismo tiempo, con un solo instrumento  y  -aparentemente- con un solo cerebro (de esto último no estoy tan seguro). John Ellis tuvo altibajos, por momentos se lo vio algo nervioso e impreciso pero siempre dispuesto a transpirar la camiseta. Derek Phillips en cambio mostró su categoría sin excesos pero con pasajes brillantes sobre todo cuando el funk dominaba la escena. La gente quedó satisfecha y para no ser menos…yo también.

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