El Ojo Tuerto

Mike Stern: El Club de Solos

La Trastienda – Buenos Aires
Domingo 21 de mayo de 2006 – 21:00 hs.

Mike SternCada vez que Mike Stern ha venido a Buenos Aires (y han sido varias), sus conciertos se transforman en una especie de ritual con mucha entrega y devoción mutua, ya sea por parte del músico como de la audiencia.

En esta oportunidad, el guitarrista se presentó con una formación que carecía de los nombres pesados a los que nos había acostumbrado, llámese Dave Weckl, Dennis Chambers o Jeff Andrews.

La batería estuvo a cargo de la morena Kim Thompson; el bajo fue responsabilidad de Lincoln Goines y Bob Franceschini se hizo cargo del saxo tenor.

Los últimos dos trabajos de Stern han sido bastante flojos, en especial Voices. En These Times levantó un poco la puntería, pero igualmente está a años luz de sus mejores trabajos que, a fuer de ser sinceros, se habían tornado ya un tanto repetitivos.

Pero si hay que ser crudo, me inclino por el jamón. Perdón… quise decir que en todos los álbumes de Stern hay temas y momentos notables, pero globalmente ninguno aún se ha ganado el mote de “el” disco (¿tal vez Standards –and other songs?)-.

Pero en concierto, ya lo sabíamos, los antecedentes sirven de muy poco y más con este tipo afable que tiene un gran dominio del escenario y que con su sola presencia se mete al público en el bolsillo. Al menos esto es lo que pasó en todas y cada una de las visitas que el bostoniano realizara a nuestro país.

¿Nos sorprendería el Mike? ¿Volvería a decepcionarnos Franceschini? Kim Thompson ¿tocaría en un rango similar al de Terri Lyne Carrington, Cindy Blackman… o ninguna? ¿Lincoln Goines seguirá mostrando cuán sobrio y preciso puede ser con su instrumento?

A las 21:35, ante una Trastienda colmada de público enfervorizado (ya el muchacho juega de local desde hace rato) el cuarteto ataca con un tema que tardamos en reconocer. Tanto tardamos que no lo reconocimos. Y está bien: es un inédito (aun sin título) de su próximo álbum Who Let the Cats Out. Y fue un típico comienzo Sterniano; un tema largo (más de 20 minutos) con solos de todos y con los correspondientes vaivenes: funk, rock, balada… nada que no hayamos escuchado, pero con una potencia demoledora.

Stern, como siempre: la misma pilcha, la misma sonrisa, el meneadito al solear, todo en su sitio.

Lincoln Goines, sentado, casi pachorra, una pared, sin fisuras, un solo con virtuosismo (bastante) e ideas (algunas).

FranceschiniBob Franceschini, la segunda voz del grupo, jugando permanentemente a “toquemos al unísono con Mike”. Puede hacerlo, pero si uno recuerda cómo sonaba esta prenda dominguera con Bob Berg o Michael Brecker… sus solos son correctos, con energía (mucha) y las ideas… esteeee…

Kim ThompsonKim Thompson, la doncella del cuarteto. Todos han quedado asombrados desde el inicio por la potencia de la morocha. ¿Llamaba la atención porque era mujer? Su estilo, al menos en lo que vimos, es potente, con una mano izquierda terriblemente ágil; no siempre es precisa. La sensación es… como si quisiera demostrar que puede tocar como Chambers o Weckl. Y termina haciéndolo como Gary Husband: contundente, pero barullera y desprolija. Abuso en el uso de los platillos; un solo con energía (mucha) e ideas (algunitas).

El segundo de los temas también es inédito y su título es K.T. (supuestamente por la drummer girl, ¿no?) Arranca en un mid tempo; como es fácil adivinar, la cuestión va in crescendo. Nuevamente Bob y Mike al unísono; la Thompson sigue apaleando sin piedad. Desde el fondo de la sala se ve entrar una manifestación con banderas que rezan “Liga de defensa a los parches y platillos”. Luego de algunos forcejeos, se pasa a cuarto intermedio. Mientras tanto, Stern que se lanza a un solo que, de tan rocker, incluye una cita al Strange Kind Of Woman de Deep Purple.

Dos temas, cuarenta minutos.

Bob y Kim abandonan el escenario. Stern y la galletita (Lincoln) empiezan a dúo con una de las típicas baladas Sternianas que bien podría ser I Know You… o cualquier otra. Está bien. Hay calma y la gente se brinda con un respetuoso silencio; tanto, que se escucha nítidamente cómo a una de las camareras del lugar, un vaso se le hace añicos contra el piso. Stern aprovecha el estallido para hacer girar el solo en función del “crash” (¡!), provocando carcajadas entre los asistentes. Luego de unos minutos se suman Franceschini (¿para qué?) y Thompson, que sostiene el clima de relax tocando sutilezas con escobillas; Stern mete una cita del Time After Time, de Cindy Lauper (¿o a esta altura de Miles Davis?). El tema, gracias al saxofonista, languidece de manera casi soporífera.

El Mike va por la revancha y comienza otro tema solito su alma y la guitarrita. Nuevamente la audiencia en silencio absoluto. Esta vez nada se cae, ningún celular suena y los manifestantes se mantienen expectantes. Parece que las negociaciones llevadas a cabo resultaron satisfactorias. Thompson aprovecha para ajustar los platos que quedaron a medio metro de su posición original. El bombo también estaba corrido y, con ayuda de un asistente, pudieron desenterrar el tambor del piso del escenario. El guitarrista sigue ajeno a todo lo que ocurre, concentrado, entregando agilidad, velocidad, virtuosismo, lirismo, algunos efectos (una suerte de Sterntronics) y la cosa se pone bastante fea cuando entra nuevamente Franceschini, con un aire a lo Sanborn que para qué te cuento. La Thompson sigue tocando bajito (¿la doparon o fue parte de la negociación?) y si bien hay un correcto solo de Goines (parejito y sólido durante toda la noche), el tema no escapa de lo que bien podría ser una balada a la Gary Moore o… ¡¿Scorpions?!

Una hora y cuarto de concierto. Debería venir uno de esos temas aplastantes para cerrar el show. Así parece, pero el Bob se suma demasiado rápido y termina achatando la cosa como bizcochuelo sacado a destiempo. La Thompson ahora demuestra que no tiene que demostrar nada. Desde atrás empuja y Stern va al centro/borde del escenario, encara, gambetea, hace la que queremos todos (¿sí?) y es gol. Hay unos contratiempos extraños, impropios en la música del guitarrista, todo se hace un nudo, Stern lo desata, encara nuevamente, gambeta larga, golazo. Al ángulo. Lincoln Goines entiende el juego pero al Mike no hay quién lo pare. Power Trio y, cuando se suma, hasta Franceschini se anima con su solo más potente de la noche.

Y mirá si la Thompson se la iba a perder… a esta altura los manifestantes ya se habían retirado con el acuerdo firmado bajo el brazo.

Ovación, todos de pie, final oficial, el oh… oh… oh… y cuando arrancan el primer bis, la gente, de pie, sigue con las palmas el demoledor riff de Ha Ha Hotel. Un tema que creo podemos tocarlo todos que igualmente saldrá bien. En esto Stern es imbatible y se permite otra cita rocker con el You Really Got Me de The Kinks.

Demencia pura.

Y el segundo bis fue para una muy buena versión de Jean Pierre, más bluesy, pero igualmente atractiva a pesar de los intentos de Franceschini de meter (a destiempo) un rebaje. El líder gana la pulseada de la mano de un Goines iluminado y una Thompson que ahora sí encuentra el momento justo para descargar su potencia.

Todos contentos, grand finale, un show más de Stern donde la pasamos bien, donde el repertorio importa poco y donde el atractivo está (generalmente) en  la mayor o menor creatividad de los solos que, a lo largo del concierto, son muchos y terminan ganando la pulseada.

Previsible sí… pero el (ex) pibe la gasta.

Marcelo Morales

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