Pablo Aslán
Acá van 5 de mi discoteca adolescente, circa 1979, antes de irme a vivir afuera y comenzar mi carrera de músico.
1 – Charlie Haden – Closeness
Vaya uno a saber cómo decidían las compañías discográficas qué lanzar en el mercado local, pero bendito sea el ejecutivo al que se le ocurrió lanzar este disco en la Argentina. Sé de más de un contrabajista que mamó de la fuente Hadeniana, sin ir más lejos mi querido colega y amigo Hernán Merlo, y de allá para acá varios.
Yo recuerdo el goce de escuchar cada nota del bajo de Haden, la economía de notas que le brindaba ese sonidazo y la lírica con la cual envolvía cada uno de estos dúos. A Haden lo seguí por muchos años; y a través de él me metí en el mundo de Ornette Coleman, una especie de antes y después en la historia del jazz y una de las influencias más vigentes hoy día en varios círculos neoyorquinos y europeos. Y también a través de Haden, de verlo varias veces en Los Angeles a dúo con Dino Saluzzi (¡qué pena que nunca grabaron eso!), fue que llegué a mis fuentes creativas, las de la fusión del jazz moderno con el tango, que vengo desarrollando desde hace más de 15 años.
2 – Dave Holland – Conference Of the Birds
La ECM nos voló la cabeza a todos. Estos discos eran importados, así que nos los pasábamos entre nosotros aprovechando el viaje de alguno. Yo tenía varios de Holland, Jack DeJohnette, Jan Garbarek, etc. Era un mundo sonoro y estético de otro vuelo. Este disco de Holland era uno de los de cabecera por las composiciones, por la claridad de articulación del contrabajo… ¡por lo lindo que es, carajo!
Un estilo totalmente distinto al de Haden, ágil, dinámico, virtuoso. Al contrario de Haden, del cual llegué a hincharme las pelotas hace varios años, Holland es súper vigente y hasta el día de hoy una gran fuente de inspiración. Su Big Band es una de las mejores cosas que he escuchado en años; y sus quintetos, con su austeridad, son de un nivel musical altísimo. Otro tipo que hizo mucha escuela entre mis colegas pero que, quizás por lo técnicamente avanzado de su música, tiene menos seguidores criollos. Yo nunca estudié con él pero sí estuve con varios de sus discípulos, como el gran desconocido Anthony Cox y Scott Colley, a quien conocí en Los Angeles.
3 – Gato Barbieri – Capítulo 2 / Hasta siempre
Por suerte no había que irse muy lejos para imaginarse cómo sería el jazz moderno argentino. Gato hizo varios discos muy locos llenos de músicos argentinos, con formas súper amplias, zapadas, gritos. Elegí Capitulo 2 porque el formato de esta nota me limita a un disco, pero también en esa época escuchaba Capitulo 1, Viva Emiliano Zapata y varias cosas más. Creo que, para mí, la veta creativa del Gato se agotó en la epoca de Rubi Rubi, cuando la cosa se puso muy comercial para mi gusto, menos gutural y contestataria como había sido la primera época. Hace un año le hicieron un homenaje a Gato en New York y tuve la alegría de que me lo presentaran y de poder decirle lo importante que fue para mí su música.
4 – Egberto Gismonti – Dança das Cabeças
Otro disco que elijo representando a varios. La obra de Gismonti es fundamental, por su vuelo, tanto desde la perspectiva de un músico de jazz, del latinoamericano, y del clásico. El nivel de sus músicos, de sus composiciones, de los conciertos que pudimos escuchar en Buenos Aires, todo fue una gran fuente de inspiración a los que nos veníamos formando en esa época. Dança fue muy elogiado en la prensa norteamericana, creo que fue disco del año en la Down Beat en esa época, y es un dúo con Nana Vasconcelos de sonido delicado y apasionado a la vez. En realidad lo que más curtí en esa época fue su grupo, con Zeca Assumpçao en bajo, Mauro Senise… lo que ellos llamaban Academia de Danças. Acá hay una música muy grossa, una buena fuente para aquéllos que están en la búsqueda de algo autóctono con valor universal. Pero creo que lo fundamental en esta música es el grado de compromiso personal que tiene el intérprete/compositor con su música. Más allá de la exactitud con la que tocan, acá hay sangre sudor y lágrima arriba de cada nota, de cada ritmo.
5 – Ástor Piazzolla / Gery Mulligan – Reunión Cumbre
Elijo este disco de Ástor por la sencilla razón de que es el que sinceramente recuerdo escuchar mil veces, aunque esté lleno de discos mejores y más representativos de la obra de Piazzolla. Era parte de la discoteca de mis viejos. Es que Piazzolla era parte del gusto de todo aquél que se inclinaba por el jazz, por la música brasilera, por lo moderno.
Sé que éste no es un disco universalmente aceptado. Es una colaboración donde las partes participan desigualmente: Piazzolla escribió todo, Mulligan aportó su sonido y sus cortos solos, pero la música es Piazzolla. No es la idea de intercambio cultural que a más de uno le hubiera querido escuchar. Es que el tango, Piazzolla incluido, puede ser una música muy excluyente. Si te desviás un poco, deja de ser tango. Por suerte, en el siglo 21 eso ya no importa tanto…Yo grabé un tema de este disco, que me parece sensacional: Deus Xango. Por supuesto que el más conocido es Años de Soledad, que es precioso en la versión del disco pero que muchas versiones lo hacen sentimental y meloso. Lo que pasa es que a Piazzolla hay que interpretarlo desde el punto de vista tanguero. Y el buen tango nunca es cursi.
Pero en fin… Piazzolla fue un ejemplo en varios sentidos, no sólo musicalmente, sino como compromiso entre el músico y su obra, más allá de lo comercial y de la aceptación de la mayoría. Su música es su vida y viceversa, nada menos. Además, para muchos de nosotros fue lo único tanguero que escuchábamos: era la época de Troilo con cara de búho encandilado, de los cantantes de vibrato horrible, de D’Arienzo payaso.
Por suerte los discos nos han llevado a descubrir a los músicos que nutrieron esta gran tradición, los mismos a quienes admiró Piazzolla: Gobbi, Salgán, De Caro y Pugliese.
El +1
Avantango – Y en el 2000 también
Éste es, lejos, el disco más personal que hice. Además, curiosamente, está editado únicamente en la Argentina, pese a que fue grabado en New York y es un disco que tuvo muy buen recibimiento por acá. Así que es también mi tarjeta de presentación al público y a los músicos argentinos que no me conocen. Este trío, con Thomas Chapin en saxo y flauta y Ethan Iverson en piano, fue el resultado de un par de años de experiencia y experimentación con la fusión entre el tango y el jazz moderno.
El material sobre el cual improvisábamos era de varias esquinas estilísticas del repertorio tanguero. Lo que había en el grupo era un gran compromiso a tirarse a la pileta con todo lo que hay, a usar los oídos para manejar el colectivo musical y a bucear dentro del lenguaje tanguero que proponíamos. Creo que aún en los lugares donde se nos va el tango y viene otra cosa, la experiencia fue muy exitosa.
Al disco lo grabamos luego de haber tocado juntos primero como sexteto, luego como cuarteto (con Kenny Wollesen, baterista de John Zorn y Bill Frisell entre otros) y finalmente como trío. Parecería que al grupo lo armó Agatha Christie y se me fueron muriendo músicos en el camino, pero lo cierto es que quedamos los tres que teníamos más fuerza para bucear en este mundo de combinación de materias. Ethan era el pianista de mi otro grupo, el New York Tango Trio, y a través de 5 años tocamos en mil milongas, shows tangueros y pasamos muchas noches tangueras en varios rincones de EEUU tocando para bailarines y también improvisando sobre tangos clásicos con el bandoneonista Raúl Jaurena.
Ethan siempre paraba la oreja cuando nos tocaba descansar y el DJ pasaba grabaciones, asi que se nutrió de tango tradicional y aprendió muchos yeites. A la hora de armar mi grupo de experimentación, él fue la pieza fundamental. Muchos lo deben conocer ahora que se hizo famoso con su banda The Bad Plus, justamente un grupo que se destaca por lo jugado que son como improvisadores sobre cualquier tema. A Thomas lo conocí en la big band de Walter Thompson, un grupo de improvisación colectiva que integré cuando llegué a New York y donde tocaban nada menos que Dave Douglas, David Tronzo, Herb Robertson, Michael Blake, Frank London, Steven Bernstein… en fin, varios tipos que luego hicieron un carrerón. Cuando Thomas se enteró que yo además tocaba tango, me pidió de tocar juntos, y así nació el grupo en 1994.
El disco lo grabamos en un estudio después de tocar varios dias en el loft de una amiga, como para ablandar el repertorio. A los dos días grabamos lo mismo en vivo en el Knitting Factory y decidimos que la versión en vivo estaba mucho más interesante que el disco de estudio (salvo un tema que usamos de la versión de estudio). Cuestiones del jazz. Cuando intentamos editarlo recibimos varios rechazos de prestigiosos sellos, hasta que encontré a Gustavo Margulies que lo defendió a muerte y lo editó en EPSA.