Por Los Codos

Mark Dresser

En tu trayectoria como líder has trabajado con diferentes formatos. ¿Componés especialmente para cada proyecto o preferís adaptar las composiciones que tenés?


En realidad he hecho ambas cosas…

¿Tenés algún método particular de trabajo?

Sí, principalmente busco atrapar la idea de cualquier forma que sea posible. A veces grabo mis improvisaciones, transcribo las mejores ideas y entonces las desarrollo en términos de composición. A veces imagino una textura y una orquestación. Otras escribo un texto para describir la idea. En algunas ocasiones me pongo a escribir la estructura rítmica para asignarle “pitches” después o improviso la melodía en el teclado a través de la computadora, repitiendo una y otra vez, corrigiendo y volviendo a empezar. A veces canto y lo grabo en un mini-disc. También suelo trabajar en cierta clase de preparación que me permita establecer a dónde me conducirá todo eso. En otros casos tengo un sentimiento que está por encima de toda la estructura y trabajo de lleno en eso…

En ese proceso, ¿a qué le das más importancia: al trabajo o a la inspiración?

Definitivamente, al trabajo. Eso permite que la inspiración tome forma y propicia su llegada. Muchas veces, cuando comienzo a componer, sólo trato de generar ideas. Lo primero puede ser bueno o no, pero ese proceso para mí es como bombear… primero salen unas gotas y luego comienza a fluir. En lo que más me enfoco es en que el material comience a fluir. Eso puede llevar días, semanas o más tiempo. Al final pierdo la pista de cómo y cuándo logré que la obra esté terminada.

Denman MaroneyY cuando tenés que llevar el trabajo terminado a escena, ¿preferís extenuantes ensayos o la espontaneidad de la improvisación?

Me gustan ambos. Ensayar un montón para aprender el material sobre el que trabajarás es un desafío. En las composiciones con Denman Maroney tenemos partes escritas por cada uno; entonces eso lleva mucho ensayo. Una vez aprendido el material, prefiero arribar a la composición desde la improvisación. Me gusta cómo ese “nuevo” material de aprendizaje de la composición me da una gama más amplia y un nuevo enfoque que el que obtenés entrando de lleno en la improvisación.

¿Qué importancia le das al hecho que tu trabajo sea reconocido? ¿Te interesa que el público en general o la prensa especializada destaquen tu tarea como compositor y como bajista?

Por supuesto que me interesa, pero ésa no es mi motivación. Me pone contento y me siento agradecido cuando mi música produce un cierto impacto, esto expresado con modestia. Y  además me otorga la posibilidad de seguir adelante. Al final de cuentas, el trabajo mismo es la gran motivación y lo que te brinda la disponibilidad para colaborar con los demás.

¿En qué lugar de la escena de la nueva música creativa te ubicás?

No pienso en esos términos. Después de pasar casi veinte años en New York puedo decirte que la demanda de la comunidad musical se ha hecho más y más sofisticada. Es siempre muy inspirador vivir y desarrollarse en una comunidad musical  que esté empujando permanentemente. La música, en su nivel más elevado, es una fuerza transformativa del planeta y requiere un desarrollo profundo del artista, cierta inocencia, imaginación y fantasía para lograr darle vida.

¿Cómo describirías tu música?

No sé si puedo describir mi música con exactitud sin que suene pretencioso. Mi obra viene, en un principio, de tocar el bajo. Por eso mis dos mayores obsesiones son el sonido y el tiempo. El potencial del sonido del instrumento me ha fascinado toda la vida y eso me condujo a los métodos electro-acústicos, amplificando el instrumento en formas no ortodoxas. En ese proceso conocí otros músicos con similares fascinaciones que se fueron convirtiendo en colegas como Denman Maroney, Gerry Hemingway, Earl Howard, Robert Dick, Matthias Ziegler, Theo Bleckmann y otros. De esos músicos aprendí sus respectivos vocabularios y en ese proceso también aprendí formas de comunicación con cada uno de los pensamientos acerca de la estructura del sonido, más allá del marco de la notación. También he estado apasionado por la secuencia ritmo/tiempo/percepción. Invertí mucho tiempo intentando desarrollar esas habilidades. Una de mis mayores inspiraciones en ese sentido ha sido el trabajo de Edwin Harkins en la Universidad de San Diego. Me encanta cómo esa experiencia brindó información para el desarrollo de la improvisación. Veo la composición y la improvisación cercanas y como una misma cosa y también como una parte normal de la actividad del músico. Y encuentro allí un nivel especial de energía para hacer la música que más me interesa.

¿Cuánto tiempo le dedicás a tu instrumento?

Eso varía dependiendo de mi agenda. Me gusta tomar un mínimo de un par de horas al día para dedicarle al instrumento. A veces menos y otras mucho más…

¿Estás satisfecho con tu técnica?

Nunca me siento del todo conforme. Constantemente estoy afilando mi capacidad para tocar en tono y en tiempo. Tanto como buscando desarrollar nuevos niveles sónicos y aumentar la capacidad rítmica.

Mark Dresser - UnveilHablemos de tu último disco, “Unveil”. Tu performance en solo-bajo es una de tus especialidades, ¿estás de acuerdo?

Sí, definitivamente. En el 2002, Kent McLagan diseñó para mí un sistema de “pickups” magnéticos construidos en el cuello del bajo. Es un refinamiento del que venía utilizando desde 1983. Este nuevo sistema facilitó la obtención de un nuevo sonido y aumentó su potencial rítmico. “Unveil” es mi primer colaboración con Raz Mesinai. Él grabó y produjo el disco en su estudio principal. Con excepción de uno de los temas, es una serie de improvisaciones que buscan expresar lo que estuve haciendo durante un período que abarcó dos años.

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