Living Colour: Todos Los Estilos Todos

The Roxy – Buenos Aires
Viernes 24 de Agosto de 2007 – 21:00 hs.

Luego de la psicodelia sesentista, afloró dentro del rock un estilo que encantó a multitudes y que luego fue vilipendiado, bastardeado, basureado y destrozado sin piedad.
Nos referimos al rock sinfónico.
Algunos músicos o grupos han resistido el paso del tiempo. Otros, no.
Algunos aún hoy son tomados como ejemplos a seguir. Otros, no.
Algunos han sabido adaptarse a las distintas corrientes y, sin perder su personalidad, siguen ofreciendo su arte que es, en algunos casos, inimitable. Otros, no.

Con la seguridad de ser injustos pero con la certeza de, al menos, sacar aproximación, mencionaremos a algunos de los protagonistas de esa corriente: Genesis, Yes, EL&P, Pink Floyd, Gentle Giant, Jethro Tull, Premiata Forneria Marconi, King Crimson, Van der Graaf Generator, Camel, Focus… y por supuesto que la ola llegó a la Argentina, con bandas como Alas, Crucis, La Máquina de Hacer Pájaros, Bubu, Espíritu, Invisible y algunos etcéteras.
Recuerdo que en la Argentina, dichos LP’s venían con una calcomanía en la portada con la inscripción “Convivencia Sagrada” (¿?). Y todo iba más o menos sobre rieles hasta que se vino el descarrilamiento.

La aparición del movimiento punk (que podemos ubicar casi arbitrariamente en 1977) fue determinante. Con dos epicentros claramente identificables y en algunos puntos antagónicos, el punk se asentó en Londres y New York. Los jóvenes empezaron a vomitar sus tristes realidades y, musicalmente, recurrieron a lo simple, a lo directo, a lo básico. Sin dejar de reconocer su importantísimo aporte, justo es mencionar que el camino que los músicos punks recorrerían distaba enormemente de sus colegas sinfónicos. Éstos comenzaron a sufrir los embates de la nueva corriente que, haciéndoles precio, los tildaban sin más ni más de “dinosaurios”.

No es nuestra intención aquí realizar un tratado sobre el particular ni organizar un partido “dinosaurios” versus “parásitos”. Simplemente nos animamos a afirmar que el rock sinfónico, cuyos músicos poseían sólidos conocimientos y eran verdaderos virtuosos, contrastaba violentamente con los punks que, de conocimientos sólidos y de virtuosismo, tenían poco y nada. Pero eran directos y le asestaron una formidable patada en el tujes al sistema.
Son muy pocos los “dinosaurios” que lograron quedar al margen de tal denominación. En 1974, por citar dos ejemplos potentes, tanto Peter Gabriel (con Genesis) en The Lamb Lies Down on Broadway y Peter Hammill con su álbum solista Nadir’s Big Chance, sentaron las bases de lo que sería el movimiento afianzado tres años después. Tanto Rael como Rikki Nadir bien pudieron ser personajes de alguna de las historias de The Clash, Sex Pistols, The Ramones o The Damned.

Pero el apogeo punk no duró mucho. Por supuesto que, al igual que el rock sinfónico, tiene y tendrá sus seguidores y continuadores. Pero entrados los ‘80… sonamos.
Musicalmente hablando, la mayoría recuerda a esa década con cariño.
Yo no.
Porque no apareció ni la sofistificación grandilocuente y académica de los ’70 ni el mensaje directo, ríspido y callejero de los ’80.
Porque lo que hoy denominamos “música ochentosa” puede despertarnos alguna sonrisa; pero, artísticamente hablando, fue un verdadero papelón.
De todas maneras, en medio de la malaria, alguna gente siguió creyendo que la música popular merecía ser considerada como un arte.
En 1984 se conformó Living Colour, por ejemplo.
Y a esto queríamos llegar.

Podemos decir que se trata de un cuarteto de rock alternativo formado en 1984 en New York. Que su líder es el guitarrista Vernon Reid. Que en un comienzo contó con Will Calhoun en batería, Corey Glover en voz y Muzz Skillings en bajo. Que luego de la grabación de Vivid en 1988 y Time’s Up en 1990, el bajista fue reemplazado por Doug Wimbish. Que editaron Stain en 1993. Que estuvieron separados durante seis años. Que en 2001 se reunieron gracias a una zapada circunstancial. Que tres años más tarde se produce el retorno discográfico con Colleidoscope. Que no tienen material nuevo pero que planean la grabación de otro álbum. Que el cuarteto vino a Buenos Aires varias veces. Que Vernon Reid, además, lo hizo con los Yohimbe Brothers.
Que son buenísimos.

Pero los Living Colour parecen haber encontrado la manera de unir virtuosismo y sólidas bases musicales con un fuerte compromiso social que no se refleja solamente en sus letras.
En 1985, Vernon Reid fundó la Black Rock Coallition junto con el periodista Greg Tate y el productor Konda Mason con la finalidad de defender los derechos de los músicos negros ante la industria, para así poder expresarse y crear libremente.
Impresionan los nombres que se han sumado a este proyecto y que exceden la palabra “rock”: Ben Harper, Bloc Party, Budddy Guy, Cassandra Wilson, Steve Coleman, Dave Fiuczynski, DJ Logic, Don Byron, Erikah Badu, Herbie Hancock, Jill Scott, Lenny Kravitz, MeShell N’Degeocello, Prince, The Roots, Tricky, TV on the Radio y muchos etcéteras.
O sea… se puede.

A priori, podía darse que el cuarteto se limitara a tocar los clásicos (sus clásicos) de taquito, para la tribuna, sin riesgos, repasando algunos de sus hitazos como Time’s Up, Love Rears Its Ugly Head, Elvis is Dead, Glamour Boys o Cult of Personality.
Pero estos morochos son inquietos.

Tal vez para presenciar un show de estas características, The Roxy sea un buen lugar. No lo es para la labor periodística. Mucho menos cuando la sala está de bote a bote. Oficialmente están habilitadas para su ingreso 1584 personas. Es un salón sin desniveles, salvo un pequeño escalón hacia el final del recinto. Estábamos intentando una ubicación que nos permitiera ver… algo… cuando de pronto pareció entrar la Guardia Imperial con los trapos y fuimos cortésmente desplazados unos metros hacia delante, justo al borde del escaloncito. Procuré resistir todo embate posterior y allí permanecimos hasta el final del concierto.
Pero andá a sacar un cuadernito y anotar como Dante Panzeri manda…
Así que probablemente esta crónica tenga algo de cierto, un poco de invento y bastante sanata. Como lo que se lee habitualmente en los medios, bah…

Pero mirá vos… debemos andar por los 6.000 caracteres y el show todavía no empezó…
A las 21:15 arremeten con Should I Stay or Should I Go, de The Clash; rock, pop, blues y trash, en ese orden y también simultáneamente (¡?). Un comienzo demencial que tiene su correlato en Type, así, enganchadito, sin respiro. Con el pañuelo en la cabeza, el bajista Doug Wimbish me recuerda a Ronaldinho. Middle Man y Funny Vibe muestran las primeras grandes intervenciones de Vernon Reid y Will Calhoun. Las versiones son híper veloces y contundentes. Y Corey Glover está fenómeno de la garganta. La gente corea hasta los riffs. Hay calor. Arriba del escenario y abajo. Trato de recordar con qué siguieron. Wimbish comienza solito, hay un momento de calma que la verdad mucho no dice hasta que Vernon Reid atropella con acoplado y todo y no queda nada. Estamos en Wall y una versión tremebunda. Una base electrónica sobre la que se monta Will Calhoun destruyendo lo que hubiere quedado, es el preámbulo de Sacred Ground. Calhoun vuelve a tener su momento con un solo que no se aparta del tema y que desemboca en un final caótico, tremendo, durísimo.

El guitarrista se hace tiempo para tocar casi acústico. Un comienzo country que deriva en un blues. Y de pronto… el Memories Can’t Wait de los Talking Heads donde Corey Glover pone a prueba su garganta con agudos impropios de gente sana y bien nacida.
Otro cover, Papa Was a Rolling Stone termina siendo una excusa para Glamour Boys, tema que la verdad ni fu ni fa (si me apuran, una grasadita). Un momentito, un chiste, ya pasó.
Go Away nos devuelve a terreno fértil. Se sucede Bless Those con la voz líder, en este caso, de Doug Wimbish. Y muy bien, dicho sea de paso. Antes de Ignorance Is Bliss y aprovechando un momento de relax debido a un cambio de instrumentos, la multitud corea el “es un sentimiento, no puedo parar”. Y después, un segmento final que arranca con un Flying que amenaza con cierto letargo, un momento a pasar, pero un Vernon Reid inspirado y un soberbio juego de tambores a cargo de Calhoun van transformando al tema en uno de los mejores momentos de la noche, incluyendo un solo de Wimbish donde su instrumento suena a cualquier cosa menos a un bajo eléctrico.

Se viene el sprint final. Love Rears Its Ugly Head, en correcta versión, es más gozado por el público que por los músicos, que la tocan como para sacársela de encima. En cambio Time’s Up trae toda la artillería pesada de nuevo en espeluznante momento. Vamos palpitando el final, que llega con Cult of Personality. Glover intuye que no hay riesgos; entonces se baja a la platea y, en medio de la turbamulta, canta como en toda la noche (perfecto) y sin desubicados que molesten.

Los muchachos se van, pero la gente empieza a corear Elvis is Dead de manera atronadora. Y el cuarteto cumple con el pedido que incluye un momento gospel y un Vernon Reid que, encendido, juega con Hound Dog, clasicazo del Sandro de allá.
Y hubo postre: nuevamente Should I Stay or Should I Go, cuya rendición fue, aún, más potente que la del inicio.

Ahora sí, el final. Dos horas y quince minutos de un concierto arrollador.
Los Living Colour están de regreso y en extraordinaria forma.
En medio de tanta mediocridad y con tanto regreso mediático, no es poca cosa.
Parecen nuclear, en su estilo, todos los estilos y son, en más de un motivo, un exceso.
Aunque estos morochos, de “ex” no tienen nada.

Marcelo Morales

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