Por Los Codos

María Volonté

Vos dijiste hace un momento que la misión del productor es extraer lo mejor de cada intérprete; ahora… ¿cómo hace un intérprete para sacar lo mejor de un productor?

Es importante confiar en su criterio. Yo primero lo ponía en contacto con mis ideas e intuiciones, en muchos casos así, en bruto; por eso necesito estar cómoda… yo le abrí mi corazón en todos los sentidos y es un acto difícil para mí porque poner lo propio en manos de otro es un acto profundo de entrega; y una vez que eso está establecido, confiar, que no significa clausurar tu criterio. También tenía la libertad de expresar diferencias, pero fue fabuloso sentir que ya había muchas cosas resueltas de antemano. Es una mezcla de contención y de pensar que hay otro que está pensando en lo tuyo desde antes y, además, me sentí muy respetada. Creo que para sacar lo mejor de Carnota, lo dejé ser él mismo y yo bailé con él como diciendo “a ver… ¿adónde me llevás?

Salvando las distancias, ¿es como un terapeuta?

Hummmm… (piensa… mucho) No sé… me parece que… (sonríe) puede ser… me quedé pensando porque también algo que ayuda es el respeto del otro lado. Porque hay momentos (y el que hizo terapia lo sabe) en los que no hay límites y uno vuelca todo en el otro. En ese sentido, me parece que no… que como en un baile, estás pendiente de las directivas del otro y eso no implica que tenés que aplastarlo contra la pared porque estás nerviosa. En este caso es más sutil, como que se va cediendo alternativamente el espacio; pero sí entra a jugar lo terapéutico en algo tan intenso como grabar un disco como éste donde volqué muchas cosas personales. En ese caso está bien que el productor te ponga un freno, de la misma manera que el terapeuta te banca cualquier cosa pero en un momento te dice “el tiempo terminó, seguimos otro día”. A medida que hablo caigo en la cuenta de que es muy atinada tu comparación, teniendo en cuenta ciertos límites como el respeto profesional. Pero sí, es fabuloso que alguien te diga “ya está, queda así, seguimos mañana”. Y en ese sentido no sólo es terapéutico sino que brinda un alivio… enorme.

Estás insistiendo mucho en que estás feliz y en un buen momento y te referís a “tu apuesta”. ¿Cuál es esa apuesta y por qué estás en este momento como estás?

Me parece que los artistas venimos con diferentes dones. Esto una lo agradece y además te conecta con la vida de una manera particular. Después está lo que tiene que ver con la construcción que cada persona hace, que es como una refinación de lo que la vida te ha dado. Y yo siento que está el don pero también la responsabilidad de llevar eso a su máxima expresión; y ese mandato inconsciente, que hace que el otro reciba el mensaje reconociéndose en algo de lo que fluye de uno. El mandato de no mentir a la hora de buscar tu estética, lo que no quiere decir que no exista la “divina mentira del arte (sonríe), una maravilla que es parte del encanto de todo esto. Pero el artista tiene la obligación de buscar su propia voz; lo más cómodo, en contraposición a eso, es plegarse a un “cliché” porque pensás que te habilita a llegar más rápido no sé adónde. Yo tengo esta idea un poco romántica, si se quiere, de que primero hay que buscar la revelación. Pero esto no quiere decir que no se necesite el reconocimiento y la buena acogida de parte del otro.

Algo así como “si el mensaje no llega, es que no hay mensaje”…

Claro… porque es cierto que uno puede ir solo en el viaje, pero en un artista de performance, donde parte de lo que ocurre tiene que ver con lo que viene del otro lado, esa cosa efímera e irrepetible, el ida y vuelta es prácticamente indispensable; y la falta de respuesta puede transformarse en algo terrible. Creo que fue Nietzsche el que dijo que hay que ir a encontrar qué tiene uno de diferente para decir, ponerlo en acción y de esa manera aparecerá la gente que se conectará con eso. Bueno… yo trato de ofrecer lo mejor posible, pero es algo mío. No es sencillo… hay gente que cree que yo canto solamente tangos. Yo ahora quise probar que es posible acercarse a la música argentina; y aquí incluyo a gente como Chavela Vargas y Chabuca Granda porque yo eso lo aprendí acá, en Buenos Aires y no en Singapur. Se puede hacer un acercamiento diferente rompiendo, desestructurando, encontrando cosas distintas. Y lo que me pone contenta es que me encuentro en el comienzo de otra etapa, como si hubiera vuelto a nacer. Y qué bueno también que esa apuesta personal le llegue al otro. En definitiva, una es un eslabón más de la locura general, una expresión más de esta maravilla que es lo humano. Hace poco, por ejemplo, me invitó Lito (Vitale) a cantar con él en un show a beneficio y estaban Lucho González y la Mississippi. Y como quien no quiere la cosa, terminé cantando Jugo de tomate con ellos (risas), rememorando la época en la que estábamos de amigos con los Redondos o cuando compartíamos el corazón rockero con Ariel Prat o Javier (Malosetti) y fue un momento de felicidad plena. Y yo era la misma que algunos minutos antes había cantado Los mareados o La flor de la canela (más risas). Nada está concluido. Yo siempre soñé que el viaje fuera más importante que la meta.

El viaje, ¿comenzó en la infancia?

Sí… fui muy estimulada por mi padre que renunció a su veta artística una vez que se casó con su primera mujer que le dijo “el teatro o nosotros”; pero siempre pintaba, cantaba…

Y que tuvo todas hijas…

(Sonríe) Es muy gracioso porque semejante señor… bueno, al mismo tiempo puede decirse que conformó su propio harem (más risas). Se casó, tuvo tres hijas y cuando enviudó se casó con la que es mi madre… con la que tuvo otras tres hijas de las que yo soy la mayor. Y nos inoculó con esto, te diría que hasta más allá de su voluntad… porque le brotaba de manera inconsciente y nosotros vivíamos actuando, cantando, nos grababa, nos filmaba… esto era así todo el tiempo. Pero este mundo venía con una suerte de contra-mensaje en el sentido de que no era para señoritas porque se trataba de un ambiente impropio y… bueno… cuando yo nací mi papá tenía 50 años, así que imaginate… O sea, podíamos ser diosas o divas, pero puertas adentro. Abreviando, cuando rompo con el cascarón y me caso, me encontré con el padre de mis hijas con el que estuve durante 14 años, hasta que murió y que, por el contrario, me estimulaba todo el tiempo a que desarrollara mis inclinaciones artísticas. Me decía que no tenía derecho ni pretextos para no intentarlo; y yo sentí como una patada cósmica que me lanzó al medio de mí misma. Ahí empezó un proceso en el cual debí transformar todo aquello que había mamado de chica; no fue fácil subir a un escenario, con músicos, sola, con la viola, los centros culturales, las plazas, la calle, el programa cultural en barrios, el centro cósmico de (Jorge) Pistocchi… (risas); fue una especie de lavarropas dionisíaco, como decía el monologuista de los Redondos…

Mufercho…

Ése… (más risas)

En la época que estaba Monona con el falso desnudo…

Tal cual… era eso, el lavarropas dionisíaco poniendo en juego lo que yo tenía y descubriendo cosas nuevas y empezamos a componer juntos… los primeros dos años en mi casa de San Telmo significaron una época maravillosa en la que éramos una tribu… y de pronto venía alguien diciendo que en la plaza de San Telmo le habían dicho que podía ir (risas). Y había gente mañana, tarde y noche. Y en 1982 nos mudamos a la Boca y fue lo mismo; siempre pasaban cosas. Me acuerdo de uno de los cumpleaños de Timo en el que Symms monologaba en pleno delirio… al punto de que hoy me digo “¡lo que he visto pasar!” Todo era como en vivo y en directo.

En vivo, en directo y en carne viva

Absolutamente. Eso fue la clave. Y por eso lo que te decía al principio. Podés tener los dones, el talento, la altura, la inteligencia, lo que quieras. Pero si no lo alimentás en el viaje no digo que esté mal, pero sin eso… todo hubiese sido más chiquitito… más convencional… Fue bueno entonces que la chica de Ituzaingó y de Ramos Mejía, de golpe pasara por esas situaciones que provocaron que Pistocchi dijera “ah… la Diosa del underground… (risas). Porque al final uno se va transformando, más cuando cerca tuyo pasan cosas muy fuertes. Algunas cosas obviamente las tengo registradas pero a veces me digo qué bueno hubiera sido llevar un diario… o registro de la cantidad de gente que ha pasado por nuestras vidas… y viceversa, ¿no? Y también fue otro proceso el hecho de enviudar y tener que criar a mis hijas; porque tuve esa influencia maravillosa de mi marido pero hubo que seguir sola e ir encontrando los caminos… después de que se me cayera todo encima. Había que atender la realidad y al mismo tiempo no desatender a la locura propia. Y lo interesante y lo sano es que las cosas van cambiando y que nadie puede vivir todo el tiempo en carne viva sin morir en el intento. Hay que parar de vez en cuando porque si no, te llevan puesto. Por suerte parece que me ayudó y acompañó algo que se refleja en una frase de Chesterton, creo que en “El hombre que fue Jueves (confirmamos, fue efectivamente ahí), donde escribe que “la aventura puede ser muy loca, pero el aventurero tiene que estar cuerdo”. Por eso, cuando sentía que todo explotaba, me decía que estaba bien mantener el brillo y el juego de la aventura, pero…

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